sábado, 30 de mayo de 2015
jueves, 28 de mayo de 2015
El significado de la vida.. algo en que creer
"Todo hombre da su vida por lo que cree y toda mujer da su vida por lo que cree.
A veces la gente cree en muy poco o en nada y aun así dan su vida por ese poco o ese nada.
Una vida es todo lo que tenemos y una vez vivida ya no regresa.
Pero vivir sin ninguna creencia es más terrible que morir; aun más terrible que morir joven...
¿Qué es lo que te quema por dentro?"
The Meaning of life
A veces la gente cree en muy poco o en nada y aun así dan su vida por ese poco o ese nada.
Una vida es todo lo que tenemos y una vez vivida ya no regresa.
Pero vivir sin ninguna creencia es más terrible que morir; aun más terrible que morir joven...
¿Qué es lo que te quema por dentro?"
The Meaning of life
miércoles, 27 de mayo de 2015
Siempre vuelve a empezar
Aunque sientas el cansancio;
aunque el triunfo te abandone;
aunque un error te lastime;
aunque un negocio se quiebre;
aunque una traición te hiera;
aunque una ilusión se apague;
aunque el dolor queme los ojos;
aunque ignoren tus esfuerzos;
aunque la ingratitud sea la paga;
aunque la incomprensión corte tu risa;
aunque todo parezca nada;
¡VUELVE A EMPEZAR!
martes, 26 de mayo de 2015
Libro: "Buenos días, Espíritu Santo" [Benny Hinn] - Capitulo 4
Capítulo 4
De persona a persona
|
¿Estás listo para conocer íntima y personalmente al Espíritu
Santo? ¿Deseas escuchar su voz? ¿Estás preparado para conocerlo como una persona?
Eso fue exactamente lo que me pasó a mí, y
drásticamente transformó mi vida. Fue una experiencia intensamente personal, y
basada en la Palabra de Dios.
Puede que tú te preguntes: “¿Fue el
resultado de estudio bíblico sistemático?” No, sucedió cuando invité al Espíritu
Santo a ser mi amigo personal. A ser mí guía constante. A tomarme de la mano y
guiarme “a toda verdad”. Lo que Él te descubra y revele en la Escritura dará
vida a tu estudio de la Biblia.
Lo que estoy a punto de compartir contigo
comenzó en el momento que el Espíritu Santo entró en mi cuarto en diciembre de
1973, y nunca ha cesado. Aquí está la única diferencia: Yo lo conozco infinitamente mejor hoy que cuando lo conocí por primera
vez.
Comencemos con lo básico. El Espíritu
Santo cambió mi vida. Él estaba conmigo desde el momento que yo le pedí a
Cristo que viniera a mi corazón y nací de nuevo.
Luego vino el tiempo cuando recibí el bautismo
en el Espíritu Santo. Fui “lleno” con el Espíritu. Hablé en lenguas. El impartió
Su presencia y Sus dones. Algunas personas han recibido la misma experiencia y
se detienen ahí. No se dan cuenta de que lo que pasó en pentecostés fue solo uno de los dones del Espíritu.
Pero lo que yo deseo que tú sepas es esto:
más allá de la salvación, mas allá de estar bautizado en agua, más allá de la
llenura del Espíritu, la “tercera Persona de la Trinidad” está esperando por ti
para que lo conozcas personalmente. El anhela una relación de toda la vida. Y
eso es lo que tu estas a punto de descubrir.
LLEVADOS A COMUNION
Vamos a suponer que marcaste mi número telefónico dos años
atrás y nos familiarizamos a través de él; y que continuamos nuestra
comunicación de esta forma y nunca nos hubiésemos encontrado, ¿qué sabrías tú
realmente acerca de mí?
Tú dices: “Yo conocería el tono de tu voz
a través del teléfono”. Y eso sería todo. No me reconocerías si me vieras en la
calle.
Pero llega el día de encontrarnos cara a
cara. De repente extiendes tu mano para estrechar la mía. Ves como luzco, el
color de mi pelo y de mis ojos, qué clase de ropa uso. Quizás vamos a comer
fuera, y tú sabes si me gusta el café o el té.
Tú aprendes volúmenes acerca de las
personas cuando las conoces personalmente.
Fin de la lucha
Cuando el Espíritu Santo y yo nos encontramos, eso fue lo
que comenzó a suceder. Empecé a descubrir cosas acerca de Su personalidad que
me cambiaron como cristiano. La salvación me transformo como persona. Pero el Espíritu
tuvo un efecto tremendo en mi andar en la vida cristiana.
Al comenzar a conocer al Espíritu Santo,
me volví sensible a Él y aprendí lo que lo contrista –y lo que le agrada. Lo
que le gusta, lo que no le gusta. Lo que le enfada y lo que le alegra.
Llegue a entender que la Biblia misma fue
escrita por el Espíritu Santo. El usó hombres de todas las áreas de la vida,
pero cada uno de ellos fue guiado por el Espíritu.
Por mucho tiempo yo luchaba por entender
la Biblia. Entonces vino el día que levante mis ojos y dije: “Maravilloso Espíritu
Santo, ¿me puedes decir lo que quieres decir con esto?” y El habló. El me
revelo la Palabra.
El Señor usó una reunión de Kathryn
Kuhlman para prepararme para lo que estaba a punto de ocurrir. Pero jamás la
señorita Kuhlman se sentó conmigo a hablarme sobre el Espíritu Santo. Todo lo
que aprendí fue de Él. Y es por eso que es fresco, es nuevo, es mío.
Cuando regrese a casa, de aquella reunión
en Pittsburgh, caí de rodillas. Fui sincero y transparente cuando dije:
“Precioso Espíritu Santo, yo deseo conocerte”. Nunca olvidaré lo nervioso que
estaba. Pero desde aquel día he llegado a conocerlo como un hermano.
Verdaderamente, Él es un miembro de la familia.
QUIEN ES EL
Te preguntas, ¿Quién es el Espíritu Santo?”. Yo deseo que
sepas que Él es la persona más bella, más preciosa, más amorosa de la tierra.
Dios el Hijo no está en la tierra. Dios el Padre no está en la tierra. Ellos,
ambos, están en el cielo en este mismo instante.
¿Quién está en la tierra? Dios el Espíritu Santo. Para Dios el Padre, el Espíritu
Santo vino a hacer Su obra a través del Hijo que resucitó. Cuando Dios el Hijo
se fue. Dios el Espíritu Santo vino, y todavía Él está aquí haciendo Su obra.
Piense en esto: Cuando Dios el Hijo se
fue, no se llevó a Juan y a Pedro con El. Él dijo: “Hijitos, aun estaré con
vosotros un poco. Me buscaréis; pero como dije a los judíos, así os digo a
vosotros; A donde yo voy, vosotros no podéis ir… (Juan 13:33).
Pero cuando Dios el Espíritu Santo se
vaya, y muchos creyentes creemos que va a suceder pronto, Él va a llevarse a
los redimidos del Señor con El. A esto le llaman el Rapto. Seremos arrebatados
con El para encontrarnos al Señor en el aire.
¿Quién es el Espíritu Santo? En un tiempo
yo creía que Él era como el vapor, a veces flotando alrededor, que nunca podría
conocerlo. Yo aprendí que no solo Él es real, sino que tiene una personalidad.
¿Qué hay por dentro?
¿Qué me hace a mí una persona? ¿Es mi cuerpo físico? Creo
que no. Estoy seguro de que tú has estado en un funeral y has visto un cadáver
en un ataúd. ¿Has estado mirando a una persona? ¡No! Lo que ves es un cuerpo
muerto.
Tienes que darte cuenta de que lo que hace
a una persona no es el cuerpo. En vez de eso, la persona es lo que sale del
cuerpo. Emociones, voluntad, intelecto, sentimientos. Estas son algunas de las
características que hacen a una persona y le dan la personalidad.
Los que me escuchan predicar no están
mirando a Benny Hinn. Ellos solo ven mi cuerpo. Yo vivo dentro de mi cuerpo
físico. Es la persona de adentro lo
que es importante.
El Espíritu Santo es una persona. Igual
que tú, Él puede sentir, percibir, y responder. Él se duele. Él tiene la
habilidad de amar y la habilidad de odiar. El habla y tiene Su propia voluntad.
Pero exactamente, ¿Quién es El? El Espíritu Santo es el Espíritu de Dios el
Padre y el Espíritu de Dios el Hijo. Él es el poder de la Deidad –el poder
de la Trinidad.
¿Cuál es su obra? La obra del Espíritu es
traer el mandamiento del Padre y la ejecución del Hijo.
Para entender la obra del Espíritu Santo
necesitamos entender la obra del Padre y del Hijo. Dios el Padre es el que da el mandamiento. Él es el que siempre ha
dicho: “Sea hecho”. Desde el principio ha sido Dios, quien da las órdenes.
Por otro lado, es Dios el Hijo que ejecuta el mandamiento del Padre. Cuando
Dios el Padre dijo: “Sea la luz”, Dios el Hijo vino y lo hizo, Dios el Espíritu
Santo trajo la luz.
Permíteme ilustrarlo en esta forma. Si yo
te pido: “Por favor, enciende la luz”, tres fuerzas estarían envueltas.
Primero, yo sería el que daría la orden. Segundo, tú serías el que iría al
interruptor y lo enciendes. En otras palabras, tú eres el ejecutor de la orden.
Pero finalmente, ¿quién trae la luz? No soy yo, ni tú. Es el poder –la
electricidad- lo que produce la luz.
El Espíritu Santo es el poder de Dios. Él
es el poder del Padre y del Hijo. Él es quien ejecuta la obra del Hijo. Sin
embargo, es una persona. Él tiene emociones, que se expresan en una forma única
entre la Trinidad.
Se me ha preguntado: “Benny, ¿no estás
olvidando la importancia de Cristo en todo esto?” ¡Nunca! ¿Cómo podré olvidar
al que me amó y murió por mí? Pero hay tanta gente enfocando al Hijo, que se
olvidan del Padre –el que los amó y envió a Su Hijo. Yo no puedo olvidarme del
Padre ni del Hijo. Pero no puedo
comunicarme con el Padre o con el Hijo sin el Espíritu Santo. (Vea Efesios
2:18).
COMUNION
Durante uno de mis primeros encuentros con el Espíritu
Santo tuve una experiencia que me hizo llorar. Tan simple como que estoy
hablando contigo, le pregunté: “¿Qué se supone que yo haga contigo? ¿Me puedes
decir, por favor, a qué te pareces?” Honestamente, yo era como un niñito
tratando de aprender; y sentí que Él no se enfadaría con mis preguntas
sinceras.
La reunión de comunión
Aquí está la respuesta que el Espíritu Santo me dio: “Yo
soy el que tengo comunión contigo”. Y con la velocidad de un chasquido de
dedos, el versículo vino delante de mí: “La gracia del Señor Jesucristo, el
amor de Dios, y la comunión con el Espíritu Santo sean con todos vosotros.
Amén” (2 Corintios 13:14).
Yo pensé: ¡Eso es! El Espíritu Santo es el
que comunica, que tiene comunión conmigo. Entonces yo pregunté, “¿Cómo puedo
tener comunión contigo, pero no con el Hijo?” y El respondió: “Así es
exactamente como debe ser. Yo estoy aquí para ayudarte en tus oraciones al
Padre. Y estoy aquí para ayudarte a orar al Hijo”.
Inmediatamente, todo mi concepto de la
oración cambió. Fue como si me hubieran dado una llave de oro que abría las
puertas del cielo. Desde aquel momento, tuve un amigo personal que me ayuda a
hablar con el Padre en el nombre de Jesús. Literalmente, El me llevó a
arrodillarme y fue fácil comunicarme con el Padre.
¡Qué comunión! Eso es lo que el Espíritu
Santo espera –su comunión.
¡Permíteme explicarlo! No hay suplicas ni
peticiones en la comunión como las hay en la oración. Si yo pregunto “¿Por
favor, me puedes traer algún alimento?” Eso es una petición. Pero la comunión
es mucho más personal. “¿Cómo estas hoy? ¡Vamos a desayunar juntos!” Eso es
comunión.
Recuerda, no hay peticiones egoístas en la
comunión –solo amistad, amor y comunión. Así fue conmigo. Yo comencé a esperar
por el Espíritu Santo antes de orar. Yo decía: “Precioso Espíritu Santo,
¿vendrías hoy, a ayudarme a orar?”
La Biblia dice: “Y de igual manera el Espíritu
nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo
sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.
Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu,
porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos” (Romanos
8:26-27).
Cuando no sabemos qué decir, El viene en
nuestra ayuda.
Y aquí está el próximo principio que
aprendí. El Espíritu Santo es el único
maestro de la Biblia. “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo,
sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha
concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría
humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo
espiritual” (1 Corintios
2:12-13)
ACOMPAÑADO POR EL ESPIRITU
De mi primer encuentro con el Espíritu Santo, comencé a
conocer que Él era el gran maestro –el que me guiaría a “toda verdad”. Es por
eso que le pregunté “Por favor, ¿me puedes decir que significa esta
Escritura?”.
Pero todavía yo deseaba aprender: “¿Quién
eres Tú? ¿Y por qué eres tan diferente?” Yo decía: “Me gustaría saber a qué te
pareces”.
Gentil, sin embargo,
poderoso
Aquí esta lo que vi. Lo que El me revelo fue que Él es una
persona poderosa y como un niño al mismo tiempo. Me dijo “Cuando hieres a un
niño, este se alejará de ti; cuando amas a un niño, se sentirá bien cerca de
ti”: y así fue como comencé a acercarme a Él. Yo sentí que Él era bondadoso, y
sin embargo, poderoso también. Como un niño, El siempre desea estar muy cerca
de aquellos que lo aman.
¿Has visto a un niño o una niña, asido de
la falda de su mama o los pantalones de su papa? Dondequiera que van los
padres, el niño se agarra de ellos y los sigue. Es una señal segura de que los
niños son amados y cuidados. Así es con El Espíritu Santo. Él está cerca de
aquellos que lo aman.
¿Cómo fue posible que el gran evangelista
Charles Finney pudiera predicar el evangelio y la gente “caer bajo el poder”,
confesando sus pecados? ¿Cuál fue el poder que cayó cuando Juan Wesley se paró
en las sepulturas y abrió su boca para predicar? Fue la persona del Espíritu
Santo que acompañó su ministerio.
En la ciudad de Nueva York, Kathryn
Kuhlman acababa de predicar en una convención de Los hombres de Negocio del
Evangelio Completo. La llevaron por la cocina a un ascensor para evadir la
multitud. Los cocineros en sus gorros y delantales blancos, no tenían idea de
que se estaba llevando a cabo una reunión y nunca habían oído de la señorita
Kuhlman. Ellos ni aun sabían que ella estaría pasando por allí, y lo próximo
que pasó fue que cayeron al piso. ¿Por qué? Cuando ella salió de la reunión
parecía como si el poder de la presencia del Espíritu la acompañaba.
¿Quién es el Espíritu Santo? Es el poder del Señor. Ese poder llego a
ser más evidente para mí cuando comencé a orar en mi cuarto –solo. Día tras día,
hora tras hora, levantaba mis manos y decía: “Precioso Espíritu Santo,
¿vendrías ahora mismo a hablar conmigo?” ¿A quién otro me volvería yo? Mi
familia estaba contra mí. Mis amigos eran pocos. Solo El. Solo el Espíritu
Santo.
Hubo ocasiones cuando El vino como un
viento. Como una brisa fresca en un día de verano. El gozo del Señor me llenaba
hasta que ya no podía contenerlo. Mientras hablábamos, yo decía: “Espíritu
Santo, te amo y anhelo Tu comunión”. Y encontré que ésta era mutua. El anhelaba
mi comunión también.
¡La comida puede
esperar!
Una vez en Inglaterra, me estaba quedando en el hogar de
una familia cristiana. Mi cuarto estaba en la parte superior de la casa. Una
noche yo estaba absorto en el Espíritu, teniendo el mejor tiempo en el mundo en
conversación con El. La mujer de la casa llamó: “Benny, la comida esta lista”.
Pero yo estaba rebosando, y no quería
dejar aquello. Ella volvió a llamar: “La comida esta lista”. Y mientras estaba
a punto de salir, sentí que alguien me tomó de la mano y dijo: “Cinco minutos.
Solo cinco minutos más”. El Espíritu Santo anhelaba mi comunión.
Tu preguntas: “¿De qué hablan ustedes?”.
Yo le hacía preguntas.
Por ejemplo, un día le pregunté: “¿Cómo Tu
puedes ser distinto del Padre y del Hijo?” E inmediatamente El me mostro a
Esteban cuando era apedreado y me dijo “Esteban vio al Padre y al Hijo y yo
estaba con él”. Tres individuos distintos.
El Espíritu Santo fue quien le dio a
Esteban el poder para soportar el sufrimiento; Jesús era el que esperaba la
llegada de Esteban y el Padre era el que estaba sentado en el trono. Puedes
leer esto en Hechos 7:54-56.
Y el Espíritu Santo me mostró más.
Él fue quien le dio a Moisés el poder para
liberar a los hijos de Israel.
Él era el poder en la vida de Josué
Él era la fuerza detrás del viento que
dividió el Mar Rojo
Él era la fuerza poderosa que derrumbó las
murallas de Jericó.
Él era la energía detrás de la piedra con
que David hizo caer a Goliat.
El Espíritu Santo. Él era la fuerza en la
vida de Samuel, en Elías –y en Cristo el Señor.
Jesús era un hombre total, sin embargo la
Escritura es clara que Él no se movía sin el Espíritu Santo. El no predicaría
sin el Espíritu Santo. Él no ponía sus manos sobre los enfermos sin el Espíritu
Santo. “El Espíritu Santo del Señor está sobre mi”, dijo Él, al comenzar Su
ministerio, “Por cuanto me ha ungido para dar las buenas nuevas a los pobres…”
(Lucas 4:18).
¿Qué pasó cuando Jesús regreso al Padre?
De repente os discípulos tenían tal comunión con el Espíritu, que su
vocabulario completo cambió. Ellos comenzaron a decir que “el Espíritu y
nosotros” eran testigos de Su resurrección. El vino a ser parte de cada acción
de sus vidas. Ellos estaban en comunión total –trabajando juntos para el Hijo.
¿Qué había en la vida del apóstol Pablo
que le dio poder para soportar el sufrimiento? ¿Y qué había en la vida de Pedro
que aun su sombra sanaba a los enfermos? Era el toque del Espíritu Santo.
David Wilkerson relata que fue a ver a una
mujer de Dios llamada la Madre Basilea Schlink. Él dijo que al momento de
entrar en la sala, él pudo sentir la presencia del Señor. ¿Por qué? Porque ella
amaba al Espíritu Santo, y los que lo aman conocen Su presencia.
¿Reconoces tú esa voz?
Cuando Jesús estaba en la tierra y los discípulos tenían un
problema, ¿a quién se volvían? Ellos iban al Hijo y preguntaban “¿Qué haremos?”
y El los instruía. Pero cuando Cristo regresó al Padre, no los dejó solos.
Jesús les dijo “El Espíritu Santo os guiará. Él os consolara. Él os aconsejará
y os recordará las cosas que yo os he dicho. Él os hablará de mi”.
Pedro y Juan ahora decían: “Maravilloso
Espíritu Santo”. Pablo habló de Su “comunión”.
Después que Pedro tuvo su visión en la
casa de Simón el curtidor en Jope… “le dijo el Espíritu: He aquí tres hombres
te buscan. Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo
los he enviado” (Hechos 10:19-20)
Pedro reconocía la voz del Espíritu Santo.
Y ese fue el principio de la predicación del evangelio a los gentiles.
¿Cómo se convirtió el eunuco etíope? “Y el
Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro” (Hechos 8:29). Felipe reconoció la voz del Espíritu. No
fue Dios el Espíritu Santo. Él es una persona con voluntad, y en ese momento
estaba haciendo la obra del Padre. Yo creo que el pecado más grande en contra
del Espíritu Santo es contristarlo, lo cual incluye negar Su poder y presencia.
En ningún lugar en la Escritura puedes hallar las palabras, “No contristéis a
Dios el Padre”, o “No contristéis a Dios el Hijo”. Pero a través de la Biblia
tú encuentras, “No contristéis al Espíritu”.
Dios le dijo a los hijos de Israel en el
desierto: “vosotros hicisteis enojar mi
Espíritu”. Dios el Hijo miró a los fariseos y dijo: “A todo aquel que
dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que
blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado” (Lucas 12:10)
La persona del Espíritu Santo es distinta
en la Deidad. Él es tierno. Es sensible, pero porque Jesús nos lo dio a ti y a mí,
Él no nos va a dejar.
El Espíritu Santo es un caballero. El no
entra en tu cuarto hasta que lo invites. Él no se sienta mientras no se lo
pidas. Y Él no te habla hasta que tú le hables a Él.
¿Por cuánto tiempo esperará? Hasta que tú
le hables a Él. Pueden ser meses –aun años. El solo esperará y esperará. Mi
amigo, tu nunca conocerás Su poder, nunca conocerás Su presencia hasta que
vayas y te sientes a Su lado y digas: “Maravilloso Espíritu Santo, dime todo
acerca de Jesús”.
Yo apenas podía
sostener el teléfono
Después de terminar una plática radial en Florida, la mujer
que me entrevistó me dijo: “Benny, yo he sido cristiana por mucho tiempo, pero
falta algo en mi vida”.
“¿De qué tiene usted hambre?” –le
pregunté.
Ella dijo: “Yo necesito la realidad de
Dios en mi vida”.
Yo le pregunté si ella conocía a Dios el
Espíritu Santo. “Yo conozco a Jesús” –dijo ella.
“El Espíritu Santo es una persona” –le
dije. “¿Cómo me sentiría yo si usted estuviera aquí sentada y no me hiciera
caso? Cuando nos conocimos, yo esperaba que usted hablara conmigo. Y así es con
el Espíritu Santo”.
“Nunca había pensado de eso en esa manera”
–dijo ella.
“Cuando esté sola esta noche, hable con
El” –le dije. “Es tan simple como eso”. Yo sabía que ella encontraría la
realidad que estaba buscando.
“¿Qué acerca de Jesús?” –preguntó ella.
Yo le dije, “Solo siéntese y espere por
El; Él es quien glorifica a Jesús. No, usted no se está olvidando de Jesús. Después
de todo, fue Cristo quien le dio el Espíritu Santo. Sólo haga lo que Jesús
dijo”.
Al día siguiente recibí una llamada
telefónica de la animadora de plática radial más emocionada que te puedas
imaginar. “¿Sabe lo que me pasó anoche? –preguntó ella, hablando tan rápido que
tuve que detenerla. “Benny, el Espíritu Santo me habló”.
Lo que me dijo me estremeció todo. Apenas
podía sostener el teléfono. Ella comenzó a llorar al decirme lo que el Espíritu
le había dicho: “Yo he buscado en todo el mundo, y no hay nadie como Jesús”. Y
ella me dijo las palabras que había oído: “Ven, Señor Jesús. Ven, Señor Jesús”.
Inmediatamente me recordé de las palabras,
El Espíritu y la esposa dicen: “Ven” (Apocalipsis 22:17).
Aquí está una de las lecciones más
importantes que yo haya aprendido. Una
persona que conoce la presencia del Espíritu Santo siempre glorificará y
magnificará a Jesús.
Cuando tú conoces el Espíritu en verdad,
glorificaras a Jesucristo el Hijo de Dios, porque el Espíritu Santo dentro de
ti glorifica a Dios el Hijo. Es automático. Solo Jesús es glorificado en una
vida llena del Espíritu.
Cada acción de tu vida refleja de que
llenas tu vida. Si tú llenas tu vida de periódicos, hablaras noticias. Si de
novelas, hablarás de novelas. Pero si estás lleno del Espíritu y Su presencia
te absorbe, buscarás a Jesús y no glorificaras a ningún otro sino a Jesús.
Si Dios el Padre y Dios el Hijo
demostraron su amor por el Espíritu Santo, ¿Cómo nosotros podemos hacer menos?
Dios lo amó tanto que castigó a los hijos
de Israel por su desobediencia; “por lo cual se les volvió enemigo” (Isaías
63:10). Dios no permitía que un sacrificio, o aun las oraciones de Moisés
pudieran obtener perdón para el pecado contra el Espíritu Santo.
El
alto costo de mentir
La experiencia de Ananías y Safira está
clara en lo que les pasa a los que desprecian al Espíritu. La pareja vendió una
propiedad y solo dio una pequeña porción de lo que pertenecía a Dios. Pedro
dijo: “Ananías, ¿Por qué te llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu
Santo?” (Hechos 5:3) Ananías murió al instante. A las pocas horas su esposa
vino y Pedro le preguntó: “Dime, ¿vendisteis en tanto la heredad?”
Y ella dijo: “Si, en tanto”.
Y Pedro le dijo: “¿Por qué convinisteis en
tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han
sepultado a tu marido, y te sacarán a ti. Al instante ella cayó a los pies de
él, y expiró” (Hechos 5:7-10).
Pecar contra el Espíritu es peligroso. Si tú
no entiendes la obra del Espíritu, no hables de ella; es mejor quedar callado.
En mis propios servicios yo oro que todo lo que yo haga sea en Su perfecta
voluntad. El Espíritu Santo es el ue me llamó, y Él es el que controla mis
reuniones. En otras palabras, Él es el principal del servicio.
Tú necesitas pedirle que se haga cargo de
tu vida también.
¿Por qué? Porque Él es el que ha sido
enviado para estar contigo –y en ti- para siempre. Puedes conocerlo y tener
comunión con El. Y mientras más comunión tengas con El, más grande viene a ser
Jesús para ti; y más amoroso también. Cristo dijo: “Pero cuando venga el
Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual
precede del Padre, el dará testimonio acerca de mi” (Juan 15:26)
Así que si deseo saber acerca de Jesús,
tengo que ir al Espíritu Santo. Jesús lo dijo. Y Él sabía lo que estaba
diciendo.
En el Antiguo Testamento, Moisés podía ir
al Padre. En el Nuevo Testamento, los discípulos podían hablar con el Hijo.
Pero cuando tú y yo tenemos una necesidad, ¿A dónde debemos volvernos? Al Espíritu
Santo. Él es una persona, y Él está esperando ahora mismo que tú lo recibas en
tu vida.
Buscando Su presencia tú descubrirás el
secreto de los grandes hombres y mujeres de Dios. David dijo: “No me eches de
delante de ti, y no quites de mi tu santo Espíritu” (Salmo 51:11). Él sabía muy
bien lo que había pasado cuando el Espíritu dejó a Saúl.
Pablo nos dijo que anduviéramos en el Espíritu,
viviéramos en el Espíritu, oráramos en el Espíritu. Pedro y Felipe hablaron de Él;
y también Cristo.
Es
tiempo de comenzar
Tu preguntas: “¿Cómo comienzo?” Realmente
es muy simple. Puedes comenzar diciendo: “Espíritu Santo, ayúdame a orar ahora”.
Eso es exactamente lo que El desea que hagas. La Biblia dice que El ora por ti “con
gemidos indecibles”. Y cuando tú empiezas, sentirás que tu carga es quitada.
Tendrás un compañero de oración que te guiará directo al trono de Dios.
El Espíritu Santo es una persona muy
amable. El desea ser tu amigo más querido, y Él está esperando para llevarte
más cerca de Jesús. Cristo dijo: “Porque si no me fuera, el Consolador no
vendría a vosotros; más si me fuere, os lo enviaré” (Juan 16:7). Luego Él dijo
del Espíritu: “Él os guiará a toda la verdad y me glorificará; porque tomará de
lo mí; y os lo hará saber” (Juan 16:13-14). Y no solo eso –Él te preparará para
la venida del Señor, para que estés listo cuando suceda.
El Espíritu Santo está esperando. El desea
que comiences una nueva relación –de persona a persona.
Libro: "Buenos días, Espíritu Santo"[Benny Hinn] - Capitulo 3
Capítulo 3
“Tradición, tradición”
|
Entré en mi cuarto, y como magnetizado, fui atraído hacia
aquella Biblia grande negra. Era la única Biblia en nuestro hogar. Mamá y papá
no tenían ninguna. Yo no tenía idea de donde había venido, pero había sido mía
hasta donde yo podía recordar.
Las
paginas casi no se habían abierto desde nuestra llegada a Canadá, pero ahora
oré: “Señor, tienes que mostrarme lo que me pasó hoy”. Abrí la Escritura y
comencé a devorarla como un hombre hambriento a quien se le acaba de dar un
trozo de pan.
El Espíritu Santo vino a ser mi maestro.
En ese tiempo yo no lo sabía, pero exactamente lo que milagrosamente comenzó a
suceder. Tú ves, los muchachos en la reunión de oración no dijeron: “Aquí está
lo que dice la Biblia”. Ellos no dijeron nada. En realidad, no tenían idea de
lo que había ocurrido durante las veinticuatro horas asadas. Y, por supuesto,
yo no les dije una palabra de ello a mis padres.
Comencé leyendo los Evangelios. Me
encontré a mí mismo diciendo en voz alta, “Jesús, ven a mi corazón. Por favor,
Señor Jesús, ven a mi corazón”.
En pasaje tras pasaje de las Escrituras
veía el plan de salvación que se abría. Era como si nunca antes hubiera leído
la Biblia. Oh, amigo, está era viva. Las palabras fluían del manantial, y bebí
libremente de ella.
Finalmente, a las tres o cuatro de la
mañana, con una paz suave que nunca antes había conocido, me quede dormido.
PERTENECIENDO
El día siguiente en la escuela yo busqué a aquellos
“fanáticos” y les dije: “Oigan, me gustaría que me llevaran a la iglesia de
ustedes”. Ellos me hablaron de una fraternidad semanal a la que asistían y me
ofrecieron llevarme dos días más tarde.
Aquel jueves en la noche me encontré en
“Las catacumbas”. Así ellos la llamaban. El servicio era igual que la reunión
de oración de aquella mañana en el colegio –la gente levantaba las manos,
adorando al Señor. En esta ocasión me uní a ellos.
“Jehová jire, mi proveedor, Su gracia es
suficiente para mí”, cantaron una y otra vez. Me gusto aquella canción desde el
primer momento que la oí, y me gustaba aún más cuando supe que fue escrita por
la esposa del pastor, Merla Watson. Su esposo era el pastor de este rebaño tan
extraordinario.
Las Catacumbas no era una iglesia típica.
La gente que asistía era una multitud de cristianos exuberantes que se reunían
todos los jueves por la noche en la Catedral de San Pablo, una iglesia
anglicana en el centro de Toronto.
Estos eran días del “Movimiento de Jesús”
cuando los llamados “hippies” se estaban salvando más rápido de que lo que les
llevaba cortarse el pelo. Imagínate, yo tampoco había visto una silla de
barbero en largo tiempo.
Mire alrededor. El lugar estaba lleno de
jóvenes como yo. Era digno de verse. Saltaban para arriba y para abajo,
danzando y cantando alegres al Señor. Era difícil para mí creer que un lugar
como aquel existiera en verdad. Pero de alguna manera, desde aquella primera
noche, yo sentí que pertenecía a aquel grupo.
“Sube allá”
Al concluir la reunión, Merv Watson dijo: “Quiero que todos
ustedes, los que desean hacer una confesión pública de sus pecados, pasen al
frente. Vamos a orar por ustedes mientras le dicen a Cristo que venga a su
corazón”.
Yo comencé a estremecerme y a temblar.
Pero pensé: “Yo no tengo que ir allá, porque ya estoy salvo”. Sabía que el
Señor se había hecho cargo de mi vida a las ocho menos cinco del lunes en la
mañana. Y ese día era jueves.
En unos segundos me encontré caminando
hacia el frente por el pasillo tan rápido como pude no sabía del todo por qué
lo hacía. Pero algo dentro de mí me estaba diciendo: “Sube allá”.
Fue en aquel momento, en un servicio carismático
en una iglesia anglicana, que este pequeño buen católico de un hogar de la
iglesia ortodoxa hizo una confesión pública de su aceptación a Cristo. “Jesús”,
dije yo, “te pido que seas el Señor en mi vida”.
La Tierra Prometida no se podía comparar
con esto. Cuanto mejor estar donde Jesús estaba, que donde él había estado.
Aquella noche cuando llegue al hogar,
estaba tan lleno de la presencia del Señor, que decidí decirle a mi mamá lo que
había pasado (No tuve el valor de decírselo a mi papá).
“Mamá, tengo que compartir algo contigo”,
le susurré. “¡He sido salvado!”
En un momento decayó su semblante. Me miró
y dijo directamente, “¿Salvado de qué?”
“Confía en mi” –le dije. “Tu entenderás”.
El viernes en la mañana y todo el día –en
la escuela, en el kiosco, en todo lugar adonde iba, una visión continuaba
delante de mí. Me veía predicando. Era increíble, pero no lo podía dejar. Veía
las multitudes. Y allí estaba yo, con un traje, mi cabello bien arreglado y
limpio, predicando con vehemencia.
Aquel día encontré a Bob, mi amigo “raro”,
que una vez había cubierto las paredes del kiosco con versículos de la
Escritura. Yo le conté solo un poco de lo que había pasado esa semana. Y le
dije que aún me veía predicando.
“Bob”, le dije, “todo el día ha sido así.
No puedo sacar de mi mente la visión de verme predicando a grandes multitudes
al aire libre; en estados, en iglesias, en salas de conciertos”. Comenzando a
tartamudear, le dije: “Veo gente, hasta donde pueden llegar mis ojos. ¡Estaré
perdiendo la razón! ¿Qué tú crees que quiere decir esto?”
“Puede ser sólo una cosa” –me dijo él.
“Dios te está preparando para un gran ministerio. Yo creo que es maravilloso”.
ECHADO FUERA
Yo no recibí ese mismo estímulo en el hogar. Por supuesto,
no les odia decir lo que, en realidad, el Señor estaba haciendo. La situación
era terrible
Humillación y vergüenza
Toda mi familia comenzó a molestarme y a ridiculizarme. Era
horrible. Lo esperaba de mi padre, pero no de mi madre. Cuando yo estaba
creciendo, ella había mostrado tanto afecto. También mis hermanos y hermanas.
Pero ahora me trataban con menosprecio –como un intruso, que no pertenecía a la
familia.
“¡Tradición, tradición!” –dice una
canción. Si un oriental rompe la tradición, ha cometido un pecado imperdonable.
Dudo que en el oeste entiendan jamás la seriedad de eso. El trae humillación
sobre la familia. Y eso no se puede perdonar.
Mi familia me dijo: “Benny, tu estas
arruinando el nombre de nuestra familia”. Me rogaron que no deshonrara su
reputación. Mi padre había sido alcalde –y me lo recordaba. El nombre de la
familia estaba en “juego”.
Por favor entiéndanme cuando digo esto,
pero los ortodoxos griegos, y gente de la iglesia “alta” del Oriente son tal
vez la gente más difícil de traer a un cristianismo “personal”.
Cuando yo me convertí en un cristiano
nacido de nuevo, eso fue en realidad una vergüenza para ellos. ¿Por qué? Porque
creen que son los cristianos verdaderos, y que tienen los documentos históricos
para probarlo. Ellos han sido cristianos por más tiempo que ningún otro pueblo.
Pero aquí está el problema, yo he sido
criado con el: Su fe es larga en forma ritual y dogma, pero corta en la unción
de Dios. Falta de poder. Y como resultado, prácticamente no comprenden el
significado de oír del Señor o ser guiado por el Espíritu.
Llego a ser obvio que si yo iba a
permanecer en el hogar, tendría que cerrar la puerta a conversaciones sobre
Cristo.
Nada, sin embargo, podía extinguir el
fuego de mi nueva fe. Yo era como un ascua encendida que nunca dejaba de arder.
Temprano en la mañana mi Biblia estaba
abierta. El Espíritu Santo continuaba revelándome la Palabra. Pero eso no era
suficiente. Cada noche que me podía “escapar” de la casa, yo estaba en el
servicio de la iglesia, fraternidad de jóvenes, o reunión de oración. Y los
jueves en la noche regresaba a Las Catacumbas.
Nunca podre borrar de mi memoria el día
que mencioné a “Jesús” en mi hogar. Mi padre vino hacia mí y me dio en la cara.
Sentí el dolor. No, no era la roca de Jerusalén ahora. Era un dolor diferente.
Pero el dolor que sentía era por mi familia. Yo los amaba tanto y agonizaba por
su salvación
En realidad, fue culpa mía. Mi papá me
había advertido: “Tú mencionas el nombre de Jesús otra ve, y desearas no
haberlo hecho” gruñía con odio mientras me amenazaba con echarme fuera de la
casa.
Yo comencé a hablarle del Señor a mi
hermanita, Mary. De alguna manera papá se enteró, y su irá se manifestó de
nuevo. Me prohibió que jamás le volviera a hablar a ella de cosas espirituales.
Tiempo para el
psiquiatra
Aun mis hermanos me perseguían. Ellos me ponían todos los
nombres bajo el cielo –y algunos debajo de la tierra. Yo seguí así por mucho
tiempo. En mi cuarto oraba: “Señor, ¿tendrá fin esto? ¿Llegaran ellos algún día
a conocerte?”
Llego un momento en que no podía hablar con
ningún miembro de mi familia. Yo no tenía que buscar definición de ostracismo, pues lo estaba
experimentando.
Trajeron a mi abuela desde Israel solo
para que me dijera que yo estaba loco. “Eres una vergüenza para el nombre de la
familia” –me dijo ella. “¿No entiendes la vergüenza que estás causando?”
Mi padre hizo una cita para que yo viera a
un psiquiatra. Evidentemente, creyó que yo había perdido la razón. ¿Y cuál fue
la conclusión del doctor? “Puede que su hijo esté pasando por algo. Él saldrá
de eso.
Su próxima táctica fue conseguirme un
trabajo que me mantuviera tan ocupado que no tuviera tiempo para este “Jesús”.
Fue a ver a uno de sus amigos y le dijo: “Me gustaría que le ofrecieras un
trabajo a mi hijo Benny”.
Papa me llevo a su negocio y espero en el
automóvil mientras yo entraba. El hombre era uno de los seres más rudos, duros,
de espíritu perverso que jamás he conocido. Era obvio que yo no podía trabajar
para tal persona.
Volví al auto de mi padre y le dije:
“Padre, nunca podre tenerlo como mi jefe”.
En verdad, ese día lo sentí por mi padre.
Él estaba en un aprieto. Me dijo: “Benny, ¿qué tú quieres que yo haga por ti?
Dímelo. Yo hare cualquier cosa que me pidas si por favor dejas a este Jesús
tuyo.”
“Papá” –le dije yo-, “tú me puedes pedir
todo lo que quieras pero yo moriría antes de dejar lo que he encontrado”.
Era una escena fea. El cambió de un padre
amistoso a un extraño sarcástico. Todo lo que él tenía que ofrecer era otro
torrente de odio, otro azotamiento con la lengua.
El año siguiente –casi por dos años- mi
padre y yo apenas tuvimos comunicación. En el comedor él no me miraba. Yo era
totalmente pasado por alto. Finalmente se hizo insoportable para mí aun
sentarme y ver las noticias de la noche junto con mi familia.
¿Qué hacía? Me quedaba en mi cuarto. Pero
mirando atrás, puedo ver que el Señor sabía exactamente lo que estaba haciendo.
Pase cientos de horas –miles- a solas con Dios. Mi Biblia siempre estaba
abierta. Oraba y estudiaba; adoraba. Me banqueteaba con el maná celestial que
necesitaría en los años venideros.
“Yo tengo que obedecer
al Señor”
Ir a la iglesia era un problema gigante. Como deseaba yo
ir, pero mi padre decía: “¡Absolutamente no!” una y otra vez. En realidad, esa
era prácticamente la única conversación que teníamos –discusiones acerca de la
casa del Señor.
Los orientales consideran increíble que se
desobedezca a los padres. Para este tiempo yo tenía casi veintiún años. Y
vívidamente, recuerdo la noche en que me atreví a decirle a mi padre: “Yo te
obedeceré en cualquier cosa que tu desees, pero en lo de ir a la iglesia no te
obedeceré. ¡Yo tengo que obedecer al
Señor!”
Él se quedó petrificado. Como si le
hubieran dado un tiro. Y pareció encolerizarse más.
Por respeto hice todo lo que pude por ser
obediente. Yo le preguntaba “¿Puedo ir a la iglesia esta noche?” Él decía no, y
yo iba a mi cuarto y oraba: “Por favor, Señor, por favor cambia su manera de
pensar”:
Entonces yo bajaba las escaleras y le
preguntaba otra vez: “¿Puedo ir?”
“No” –refunfuñaba él. Y yo volvía a subir.
Poco a poco, el comenzó a ceder. Los
Catacumbas alquilaron otro edificio para tener servicios los domingos, y allí
estaba yo. Los estudios bíblicos eran los jueves y viernes, y la reunión de
jóvenes los sábados por la noche. Estas reuniones llegaron a ser toda mi vida.
Dos años después de mi conversión, mi
crecimiento espiritual estaba como un cohete moviéndose en órbita. Al final de
1973, Merv y Merla Watson me invitaban a unirme a ellos en la plataforma para
ayudarlos a dirigir la alabanza y la adoración. Pero yo no podía hablar en
público.
Jim Poynter, el pastor lleno del Espíritu,
de la Iglesia Metodista Libre, me había visto allí. Y un día paró en el kiosco
solo para hablar sobre las cosas del Señor. Ahí fue donde me invitó a ir con él
a la reunión de Kuhlman en Pittsburgh.
Mi encuentro personal con el Espíritu
Santo después de esa reunión fue asombroso. Pero me llevó algunos días darme
cuenta de las dimensiones de la revelación de Dios a mí.
Por este tiempo cambie de trabajo. Acepte
una posición de oficinista en la junta del colegio católico en Toronto. Estoy
seguro de que ellos a veces tenían interrogantes acerca de mí. Yo tenía una
sonrisa en mi rostro solo de pensar acerca de lo que Dios estaba haciendo en mi
vida.
Tan pronto como terminaba mi trabajo, me
iba a la casa y subía rápidamente las escaleras que conducían a mi cuarto y
comenzaba a hablar con él. “Oh, Espíritu Santo, estoy tan contento de regresar
aquí a solas contigo”. Si, Él siempre estaba conmigo, pero mi cuarto llegó a
ser un lugar sagrado, especial. A veces, cuando yo no estaba trabajando me
quedaba en la casa todo el día, solo para tener comunión personal con El.
¿Qué estaba yo haciendo? Teniendo comunión. Comunión con el Espíritu. Y cuando
no estaba en el trabajo o en mi cuarto, trataba de ir a la iglesia. Pero no le decía a nadie lo que me estaba pasando.
Cuando salía de la casa en la mañana, El salía
conmigo. En realidad sentía a alguien a mi lado. En el ómnibus sentía la
urgencia de comenzar a hablar con Él, pero no quería que la gente pensara que
yo estaba loco. Aun en el trabajo, había ocasiones cuando yo le susurraba cosas
a Él. En el almuerzo, Él era mi compañero. Pero día tras día, cuando llegaba a
la casa, subía a saltos aquellas escaleras, cerraba la puerta de mi cuarto, y decía:
“Ahora estamos solos”. Y mi viaje espiritual continuaba.
Unción en el automóvil
Permíteme explicar que muchas veces yo no estaba consciente
de Su presencia. Sabía que Él estaba conmigo, pero me había acostumbrado tanto
a Él, que no sentía la electricidad de aquellos tiempos especiales.
Pero otros lo sentían. Muchas veces cuando
mis amigos venían a verme, comenzaban a llorar por la presencia del Espíritu
Santo.
Una vez Jim Poynter llamó para decirme: “Quiero
recogerte y llevarte a una iglesia metodista donde yo estoy cantando. Tu puedes
cantar conmigo si quieres”. Yo no era cantante, pero lo ayudaba de vez en
cuando.
Aquella tarde yo estaba otra vez absorto
en la unción del Espíritu Santo. Entonces oí a Jim tocar la bocina. Al bajar
las escaleras corriendo e ir hacia el auto, sentí realmente la presencia del
Señor que corría conmigo.
Al momento de sentarme en el asiento del
frente y cerrar la puerta, Jim comenzó a llorar. El comenzó a cantar el coro, ¡Aleluya!
¡Aleluya! ¡Aleluya! Se volvió hacia mí y dijo: “Benny, puedo sentir al Espíritu
Santo en este automóvil”.
“Por supuesto, Su presencia está en este
auto” –dije yo, “¿En que otro lugar puede estar?” Para mi había llegado a ser
la norma. Pero Jim casi no podía manejar. El continuaba llorando delante del
Señor.
Una vez, mi madre estaba limpiando el
pasillo, mientras yo estaba en mi cuarto hablando con el Espíritu Santo. Cuando
salí, ella cayó hacia atrás. Algo la había empujado contra la pared. Yo dije: “¿Qué
te pasa mamá?”. Ella respondió: “No sé”. Bueno, la presencia del Señor por poco
la tira al piso.
Mis hermanos le dirían con el tiempo
cuando ellos se acercaban a mí y no sabían lo que estaba pasando –pero sentían algo
raro.
Al pasar el tiempo perdí el deseo de salir
con los jóvenes de la iglesia para divertirnos. Yo solo deseaba estar con el
Señor. Muy a menudo yo decía: “Señor, prefiero tener esto que cualquier cosa
que el mundo pueda ofrecer”. Ellos podían tener sus juegos, su entretenimiento,
su balompié –yo no lo necesitaba.
“Lo que yo quiero es lo que tengo ahora
mismo”, le dije al Señor. “Cualquier cosa que esto sea, yo no lo dejaré ir”. Comencé
a entender mejor el deseo del apóstol Pablo por “la comunión del Espíritu Santo”.
Henry, Mary, Sammy y
Willie
Ahora aun los miembros de mi familia estaban haciendo
preguntas. El Espíritu del Señor permeaba nuestro hogar en tal forma que mis
hermanos y hermanas comenzaron a sentir hambre espiritual.
Uno por uno, venían a mí y comenzaban a
hacer preguntas. Decían: “Benny, yo te he estado observando. Este Jesús es real
¿No es cierto?”
Mi hermana Mary le dio su corazón al
Señor. Y dentro de los próximos meses mi hermanito Sammy se salvó. Luego vino
Willie.
Todo lo que yo podía hacer era gritar: “¡Aleluya!”
Estaba sucediendo –y todavía yo no había comenzado a predicar.
Para este tiempo mi padre estaba casi a
punto de ingresar en un manicomio. ¿Estaba el perdiendo toda su familia para
este Jesús? Él no sabía cómo manejar la situación. Pero yo no tenía duda de que
mi mama y mi papa podían ver la trasformación que ya se había efectuado en dos
de mis hermanos y en Mary.
Cuando yo le di mi vida al Señor, tuve
unos encuentros maravillosos con El. Pero era nada comparados con mí caminar
diario con el Espíritu Santo. Ahora el Señor realmente visitaba mi cuarto. La gloria llenaba el lugar. Algunos días
pasaba de rodillas adorando al Señor, ocho, nueve, o diez horas consecutivas.
En el año 1974, se desató un fluir
interminable del poder de Dios en mi vida. Yo solo decía: “Buenos días, Espíritu
Santo”, y todo comenzaba de nuevo. La gloria del Señor se quedaba conmigo.
Un día, en abril, yo pensé: “Tiene que
haber una razón para esto”. Pregunte: “Señor, ¿por qué estás haciendo todo esto
por mí?” yo sabía que Dios no le da a la gente paseos espirituales para
siempre.
Entonces al comenzar a orar, aquí esta lo
que Dios me revelo. Yo vi alguien de pie frente a mí. Estaba totalmente en
llamas, moviéndose sin control; sus pies no estaban tocando el piso. La boca de
este ser estaba abriéndose y cerrándose –como lo que la Palabra describe como “crujir
de dientes”.
En ese momento el Señor me habló en voz
audible. Me dijo: “Predica el evangelio”.
Mi respuesta, por supuesto fue: “Pero
Señor, no puedo hablar”.
Dos noches después el Señor me dio un
segundo sueño. Vi a un ángel que tenía una cadena en su mano, atada a una puerta
que parecía llenar todo el cielo. La abrió y allí había gente hasta donde yo podía
ir. Almas. Todas se estaban moviendo hacia un grande y profundo valle –y el
valle era un infierno rugiente de fuego.
Era aterrorizador. Vi miles de personas
caer en el fuego. Los que iban al frente de la muchedumbre estaban resistiéndose
a seguir, pero la aglomeración de la humanidad detrás de ellos, los empujo a
las llamas.
De nuevo, el Señor me habló: Bien claro
dijo: “Si no predicas, serás responsable por cada uno que se caiga”. Instantáneamente,
me di cuenta de que todo lo que pasaba en mi vida era con un propósito –para que
predicara el evangelio.
Sucedió en Oshawa
La comunión seguía. La gloria continuaba. La presencia del
Señor no se iba; en verdad, se intensificaba. La Palabra se hizo más real. Mi vida
de oración llegó a ser más poderosa.
Finalmente, en noviembre de 1974, yo no podía
evadir el tema más. Le dije al Señor “Yo predicaré el evangelio con una condición:
que tú estés conmigo en cada servicio”. Y entonces le recordé “Señor, tu sabes
que no puedo hablar”. Yo me preocupaba continuamente por mi problema del habla
y por el hecho de que yo iba a sentirme avergonzado.
Era imposible, sin embargo, borrar de mi
mente la imagen del hombre ardiendo, y la voz del Señor cuando dijo: “Si no
predicas, por todo el que caiga tú serás responsable”.
Yo pensé: “Tengo que comenzar a predicar”.
Pero, ¿dar algunos tratados no será suficiente? Luego, una tarde, la primera
semana de diciembre, yo estaba visitando el hogar de Stan y Shirley Phillips en
Oshawa, como a treinta millas al este de Toronto.
“¿Puedo decirles algo?” –pregunté. Nunca antes
me había sentido guiado a contarle a nadie la historia completa acerca de mis
experiencias, sueños y visiones. Por cerca de tres horas, derramé mi corazón sobre
cosas que solo el Señor y yo sabíamos.
Antes de terminar, Stan me interrumpió y
dijo: “Benny, esta noche tienes que venir a nuestra iglesia a compartir esto”. Ellos
tenían una fraternidad llamada Shilo –como trescientas personas en la iglesia Trinity Assembly of God (Asambleas de Dios Trinidad), en Oshawa.
Me habría gustado que me hubieras visto. Mi
pelo estaba largo hasta los hombros, y yo no estaba vestido para ir a la iglesia,
porque la invitación había sido totalmente inesperada.
Pero el 7 de diciembre de 1974, Stan me
presentó al grupo, y por primera vez en mi vida me paré delante de un pulpito a
predicar.
Al instante que abrí mi boca, sentí que
algo tocó mi lengua y la soltó. Sentía como adormecimiento, y comencé a
proclamar la Palabra de Dios con absoluta fluidez.
Aquí está lo sorprendente. Dios no me sanó
cuando estaba sentado en la audiencia. Él no me sanó cuando iba hacia la
plataforma. Él no me sanó cuando me paré detrás del pulpito. Dios hizo el
milagro cuando yo abrí mi boca.
Cuando mi lengua se soltó, yo dije “¡Eso
es!” La tartamudez había desaparecido. Toda. Y nunca más ha vuelto.
Mis padres no sabían que yo había sido
sanado porque teníamos muy poca comunicación en la casa. Y por supuesto, había habido
tiempos cuando yo podía hablar sin que se notara el problema, y eso por un
breve lapso –antes que volviera la tartamudez otra vez.
Pero yo sabía que había sido sanado. Y mi
ministerio comenzó a crecer rápidamente. Parecía como si cada día me invitaran
a una iglesia o fraternidad para ministrar. Me sentí en el centro de la
perfecta voluntad de Dios.
“Yo voy a morir”
Por los próximos cinco meses yo era un predicador pero mi madre
y mi padre no lo sospechaban. Mantenerlo en secreto por tanto tiempo constituyó
un milagro. Mis hermanos lo sabían, pero no se atrevían a decirlo a papá,
porque ellos sabían que sería el final de Benny.
En el Toronto
Star en abril de 1975,
apreció un anuncio con mi retrato. Yo estaba predicando en una iglesia
pentecostal en la parte oeste del pueblo, y el pastor deseaba atraer algunos
visitantes.
Dio resultado. Constandi y Clemence vieron
el anuncio. (Mis padres)
Yo estaba sentado en la plataforma aquel
domingo en la noche. Durante el servicio de alabanza miré, y apenas podía creer
lo que veía. Allí estaba mi madre y mi padre, y eran llevados a sus asientos
por un ujier, a solo unas cuantas filas frente a la plataforma.
Yo pensé: “Esto es lo que faltaba. Voy a
morir”.
Mi buen amigo Jim Poynter estaba sentado a
mi lado en la plataforma. Volviéndome a él le dije: “¡Ora, Jim! ¡Ora!” Él se sorprendió
cuando le dije que mamá y papá estaban allí.
Mil pensamientos pasaron por mi mente, y
no era el menor: “Señor, yo sabré que estoy realmente sanado si no tartamudeo
esta noche”. No puedo recordar otra ocasión en que yo estuviera tan nervioso
durante un servicio, y la ansiedad siempre me hacía tartamudear.
Al comenzar a predicar, el poder de la
presencia de Dios comenzó a fluir a través de mí, pero no podía mirar en la dirección
donde estaban mis padres –ni siquiera para un vistazo. Todo lo que yo sabía era que mi preocupación acerca de
tartamudear era innecesaria. Cuando Dios me sanó, la sanidad fue permanente.
Hacia el final del servicio comencé a orar
por aquellos que necesitaban sanidad. Oh, el poder de Dios llenó aquel lugar.
Mientras la reunión estaba finalizando,
mis padres pararon y salieron por la puerta de atrás.
Después del servicio le dije a Jim: “Tienes
que orar. ¿Te das cuenta de que en las próximas horas se decidirá mi destino?
Puede que tenga que dormir en tu casa esta noche.”
Aquella noche manejé alrededor de Toronto
sin rumbo fijo. Yo deseaba esperar hasta por lo menos las dos de la madrugada
para llegar a casa. Para esa hora yo sabía que mis padres estarían acostados.
Realmente yo no deseaba enfrentarlos. Pero
más adelante hablaré sobre eso.
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