jueves, 28 de mayo de 2015

El significado de la vida.. algo en que creer

"Todo hombre da su vida por lo que cree y toda mujer da su vida por lo que cree. 
A veces la gente cree en muy poco o en nada y aun así dan su vida por ese poco o ese nada.
Una vida es todo lo que tenemos y una vez vivida ya no regresa. 

Pero vivir sin ninguna creencia es más terrible que morir; aun más terrible que morir joven...
¿Qué es lo que te quema por dentro?"


The Meaning of life 

miércoles, 27 de mayo de 2015

Siempre vuelve a empezar

Aunque sientas el cansancio;
aunque el triunfo te abandone;
aunque un error te lastime;
aunque un negocio se quiebre;
aunque una traición te hiera;
aunque una ilusión se apague;
aunque el dolor queme los ojos;
aunque ignoren tus esfuerzos;
aunque la ingratitud sea la paga;
aunque la incomprensión corte tu risa;
aunque todo parezca nada;
¡VUELVE A EMPEZAR!

martes, 26 de mayo de 2015

Libro: "Buenos días, Espíritu Santo" [Benny Hinn] - Capitulo 4

Capítulo 4
De persona a persona

¿Estás listo para conocer íntima y personalmente al Espíritu Santo? ¿Deseas escuchar su voz? ¿Estás preparado para conocerlo como una persona?
Eso fue exactamente lo que me pasó a mí, y drásticamente transformó mi vida. Fue una experiencia intensamente personal, y basada en la Palabra de Dios.
Puede que tú te preguntes: “¿Fue el resultado de estudio bíblico sistemático?” No, sucedió cuando invité al Espíritu Santo a ser mi amigo personal. A ser mí guía constante. A tomarme de la mano y guiarme “a toda verdad”. Lo que Él te descubra y revele en la Escritura dará vida a tu estudio de la Biblia.
Lo que estoy a punto de compartir contigo comenzó en el momento que el Espíritu Santo entró en mi cuarto en diciembre de 1973, y nunca ha cesado. Aquí está la única diferencia: Yo lo conozco infinitamente mejor hoy que cuando lo conocí por primera vez.
Comencemos con lo básico. El Espíritu Santo cambió mi vida. Él estaba conmigo desde el momento que yo le pedí a Cristo que viniera a mi corazón y nací de nuevo.
Luego vino el tiempo cuando recibí el bautismo en el Espíritu Santo. Fui “lleno” con el Espíritu. Hablé en lenguas. El impartió Su presencia y Sus dones. Algunas personas han recibido la misma experiencia y se detienen ahí. No se dan cuenta de que lo que pasó en pentecostés fue solo uno de los dones del Espíritu.
Pero lo que yo deseo que tú sepas es esto: más allá de la salvación, mas allá de estar bautizado en agua, más allá de la llenura del Espíritu, la “tercera Persona de la Trinidad” está esperando por ti para que lo conozcas personalmente. El anhela una relación de toda la vida. Y eso es lo que tu estas a punto de descubrir.

LLEVADOS A COMUNION

Vamos a suponer que marcaste mi número telefónico dos años atrás y nos familiarizamos a través de él; y que continuamos nuestra comunicación de esta forma y nunca nos hubiésemos encontrado, ¿qué sabrías tú realmente acerca de mí?
Tú dices: “Yo conocería el tono de tu voz a través del teléfono”. Y eso sería todo. No me reconocerías si me vieras en la calle.
Pero llega el día de encontrarnos cara a cara. De repente extiendes tu mano para estrechar la mía. Ves como luzco, el color de mi pelo y de mis ojos, qué clase de ropa uso. Quizás vamos a comer fuera, y tú sabes si me gusta el café o el té.
Tú aprendes volúmenes acerca de las personas cuando las conoces personalmente.

Fin de la lucha
Cuando el Espíritu Santo y yo nos encontramos, eso fue lo que comenzó a suceder. Empecé a descubrir cosas acerca de Su personalidad que me cambiaron como cristiano. La salvación me transformo como persona. Pero el Espíritu tuvo un efecto tremendo en mi andar en la vida cristiana.
Al comenzar a conocer al Espíritu Santo, me volví sensible a Él y aprendí lo que lo contrista –y lo que le agrada. Lo que le gusta, lo que no le gusta. Lo que le enfada y lo que le alegra.
Llegue a entender que la Biblia misma fue escrita por el Espíritu Santo. El usó hombres de todas las áreas de la vida, pero cada uno de ellos fue guiado por el Espíritu.
Por mucho tiempo yo luchaba por entender la Biblia. Entonces vino el día que levante mis ojos y dije: “Maravilloso Espíritu Santo, ¿me puedes decir lo que quieres decir con esto?” y El habló. El me revelo la Palabra.
El Señor usó una reunión de Kathryn Kuhlman para prepararme para lo que estaba a punto de ocurrir. Pero jamás la señorita Kuhlman se sentó conmigo a hablarme sobre el Espíritu Santo. Todo lo que aprendí fue de Él. Y es por eso que es fresco, es nuevo, es mío.
Cuando regrese a casa, de aquella reunión en Pittsburgh, caí de rodillas. Fui sincero y transparente cuando dije: “Precioso Espíritu Santo, yo deseo conocerte”. Nunca olvidaré lo nervioso que estaba. Pero desde aquel día he llegado a conocerlo como un hermano. Verdaderamente, Él es un miembro de la familia.

QUIEN ES EL

Te preguntas, ¿Quién es el Espíritu Santo?”. Yo deseo que sepas que Él es la persona más bella, más preciosa, más amorosa de la tierra. Dios el Hijo no está en la tierra. Dios el Padre no está en la tierra. Ellos, ambos, están en el cielo en este mismo instante.
¿Quién está en la tierra? Dios el Espíritu Santo. Para Dios el Padre, el Espíritu Santo vino a hacer Su obra a través del Hijo que resucitó. Cuando Dios el Hijo se fue. Dios el Espíritu Santo vino, y todavía Él está aquí haciendo Su obra.
Piense en esto: Cuando Dios el Hijo se fue, no se llevó a Juan y a Pedro con El. Él dijo: “Hijitos, aun estaré con vosotros un poco. Me buscaréis; pero como dije a los judíos, así os digo a vosotros; A donde yo voy, vosotros no podéis ir… (Juan 13:33).
Pero cuando Dios el Espíritu Santo se vaya, y muchos creyentes creemos que va a suceder pronto, Él va a llevarse a los redimidos del Señor con El. A esto le llaman el Rapto. Seremos arrebatados con El para encontrarnos al Señor en el aire.
¿Quién es el Espíritu Santo? En un tiempo yo creía que Él era como el vapor, a veces flotando alrededor, que nunca podría conocerlo. Yo aprendí que no solo Él es real, sino que tiene una personalidad.



¿Qué hay por dentro?
¿Qué me hace a mí una persona? ¿Es mi cuerpo físico? Creo que no. Estoy seguro de que tú has estado en un funeral y has visto un cadáver en un ataúd. ¿Has estado mirando a una persona? ¡No! Lo que ves es un cuerpo muerto.
Tienes que darte cuenta de que lo que hace a una persona no es el cuerpo. En vez de eso, la persona es lo que sale del cuerpo. Emociones, voluntad, intelecto, sentimientos. Estas son algunas de las características que hacen a una persona y le dan la personalidad.
Los que me escuchan predicar no están mirando a Benny Hinn. Ellos solo ven mi cuerpo. Yo vivo dentro de mi cuerpo físico. Es la persona de adentro lo que es importante.
El Espíritu Santo es una persona. Igual que tú, Él puede sentir, percibir, y responder. Él se duele. Él tiene la habilidad de amar y la habilidad de odiar. El habla y tiene Su propia voluntad.
Pero exactamente, ¿Quién es El? El Espíritu Santo es el Espíritu de Dios el Padre y el Espíritu de Dios el Hijo. Él es el poder de la Deidad –el poder de la Trinidad.
¿Cuál es su obra? La obra del Espíritu es traer el mandamiento del Padre y la ejecución del Hijo.
Para entender la obra del Espíritu Santo necesitamos entender la obra del Padre y del Hijo. Dios el Padre es el que da el mandamiento. Él es el que siempre ha dicho: “Sea hecho”. Desde el principio ha sido Dios, quien da las órdenes.
Por otro lado, es Dios el Hijo que ejecuta el mandamiento del Padre. Cuando Dios el Padre dijo: “Sea la luz”, Dios el Hijo vino y lo hizo, Dios el Espíritu Santo trajo la luz.
Permíteme ilustrarlo en esta forma. Si yo te pido: “Por favor, enciende la luz”, tres fuerzas estarían envueltas. Primero, yo sería el que daría la orden. Segundo, tú serías el que iría al interruptor y lo enciendes. En otras palabras, tú eres el ejecutor de la orden. Pero finalmente, ¿quién trae la luz? No soy yo, ni tú. Es el poder –la electricidad- lo que produce la luz.
El Espíritu Santo es el poder de Dios. Él es el poder del Padre y del Hijo. Él es quien ejecuta la obra del Hijo. Sin embargo, es una persona. Él tiene emociones, que se expresan en una forma única entre la Trinidad.
Se me ha preguntado: “Benny, ¿no estás olvidando la importancia de Cristo en todo esto?” ¡Nunca! ¿Cómo podré olvidar al que me amó y murió por mí? Pero hay tanta gente enfocando al Hijo, que se olvidan del Padre –el que los amó y envió a Su Hijo. Yo no puedo olvidarme del Padre ni del Hijo. Pero no puedo comunicarme con el Padre o con el Hijo sin el Espíritu Santo. (Vea Efesios 2:18).

COMUNION

Durante uno de mis primeros encuentros con el Espíritu Santo tuve una experiencia que me hizo llorar. Tan simple como que estoy hablando contigo, le pregunté: “¿Qué se supone que yo haga contigo? ¿Me puedes decir, por favor, a qué te pareces?” Honestamente, yo era como un niñito tratando de aprender; y sentí que Él no se enfadaría con mis preguntas sinceras.

La reunión de comunión
Aquí está la respuesta que el Espíritu Santo me dio: “Yo soy el que tengo comunión contigo”. Y con la velocidad de un chasquido de dedos, el versículo vino delante de mí: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión con el Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén” (2 Corintios 13:14).
Yo pensé: ¡Eso es! El Espíritu Santo es el que comunica, que tiene comunión conmigo. Entonces yo pregunté, “¿Cómo puedo tener comunión contigo, pero no con el Hijo?” y El respondió: “Así es exactamente como debe ser. Yo estoy aquí para ayudarte en tus oraciones al Padre. Y estoy aquí para ayudarte a orar al Hijo”.
Inmediatamente, todo mi concepto de la oración cambió. Fue como si me hubieran dado una llave de oro que abría las puertas del cielo. Desde aquel momento, tuve un amigo personal que me ayuda a hablar con el Padre en el nombre de Jesús. Literalmente, El me llevó a arrodillarme y fue fácil comunicarme con el Padre.
¡Qué comunión! Eso es lo que el Espíritu Santo espera –su comunión.
¡Permíteme explicarlo! No hay suplicas ni peticiones en la comunión como las hay en la oración. Si yo pregunto “¿Por favor, me puedes traer algún alimento?” Eso es una petición. Pero la comunión es mucho más personal. “¿Cómo estas hoy? ¡Vamos a desayunar juntos!” Eso es comunión.
Recuerda, no hay peticiones egoístas en la comunión –solo amistad, amor y comunión. Así fue conmigo. Yo comencé a esperar por el Espíritu Santo antes de orar. Yo decía: “Precioso Espíritu Santo, ¿vendrías hoy, a ayudarme a orar?”
La Biblia dice: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos” (Romanos 8:26-27).
Cuando no sabemos qué decir, El viene en nuestra ayuda.
Y aquí está el próximo principio que aprendí. El Espíritu Santo es el único maestro de la Biblia. “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual”                (1 Corintios 2:12-13)

ACOMPAÑADO POR EL ESPIRITU

De mi primer encuentro con el Espíritu Santo, comencé a conocer que Él era el gran maestro –el que me guiaría a “toda verdad”. Es por eso que le pregunté “Por favor, ¿me puedes decir que significa esta Escritura?”.
Pero todavía yo deseaba aprender: “¿Quién eres Tú? ¿Y por qué eres tan diferente?” Yo decía: “Me gustaría saber a qué te pareces”.

Gentil, sin embargo, poderoso
Aquí esta lo que vi. Lo que El me revelo fue que Él es una persona poderosa y como un niño al mismo tiempo. Me dijo “Cuando hieres a un niño, este se alejará de ti; cuando amas a un niño, se sentirá bien cerca de ti”: y así fue como comencé a acercarme a Él. Yo sentí que Él era bondadoso, y sin embargo, poderoso también. Como un niño, El siempre desea estar muy cerca de aquellos que lo aman.
¿Has visto a un niño o una niña, asido de la falda de su mama o los pantalones de su papa? Dondequiera que van los padres, el niño se agarra de ellos y los sigue. Es una señal segura de que los niños son amados y cuidados. Así es con El Espíritu Santo. Él está cerca de aquellos que lo aman.
¿Cómo fue posible que el gran evangelista Charles Finney pudiera predicar el evangelio y la gente “caer bajo el poder”, confesando sus pecados? ¿Cuál fue el poder que cayó cuando Juan Wesley se paró en las sepulturas y abrió su boca para predicar? Fue la persona del Espíritu Santo que acompañó su ministerio.
En la ciudad de Nueva York, Kathryn Kuhlman acababa de predicar en una convención de Los hombres de Negocio del Evangelio Completo. La llevaron por la cocina a un ascensor para evadir la multitud. Los cocineros en sus gorros y delantales blancos, no tenían idea de que se estaba llevando a cabo una reunión y nunca habían oído de la señorita Kuhlman. Ellos ni aun sabían que ella estaría pasando por allí, y lo próximo que pasó fue que cayeron al piso. ¿Por qué? Cuando ella salió de la reunión parecía como si el poder de la presencia del Espíritu la acompañaba.
¿Quién es el Espíritu Santo? Es el poder del Señor. Ese poder llego a ser más evidente para mí cuando comencé a orar en mi cuarto –solo. Día tras día, hora tras hora, levantaba mis manos y decía: “Precioso Espíritu Santo, ¿vendrías ahora mismo a hablar conmigo?” ¿A quién otro me volvería yo? Mi familia estaba contra mí. Mis amigos eran pocos. Solo El. Solo el Espíritu Santo.
Hubo ocasiones cuando El vino como un viento. Como una brisa fresca en un día de verano. El gozo del Señor me llenaba hasta que ya no podía contenerlo. Mientras hablábamos, yo decía: “Espíritu Santo, te amo y anhelo Tu comunión”. Y encontré que ésta era mutua. El anhelaba mi comunión también.

¡La comida puede esperar!
Una vez en Inglaterra, me estaba quedando en el hogar de una familia cristiana. Mi cuarto estaba en la parte superior de la casa. Una noche yo estaba absorto en el Espíritu, teniendo el mejor tiempo en el mundo en conversación con El. La mujer de la casa llamó: “Benny, la comida esta lista”.
Pero yo estaba rebosando, y no quería dejar aquello. Ella volvió a llamar: “La comida esta lista”. Y mientras estaba a punto de salir, sentí que alguien me tomó de la mano y dijo: “Cinco minutos. Solo cinco minutos más”. El Espíritu Santo anhelaba mi comunión.
Tu preguntas: “¿De qué hablan ustedes?”. Yo le hacía preguntas.
Por ejemplo, un día le pregunté: “¿Cómo Tu puedes ser distinto del Padre y del Hijo?” E inmediatamente El me mostro a Esteban cuando era apedreado y me dijo “Esteban vio al Padre y al Hijo y yo estaba con él”. Tres individuos distintos.
El Espíritu Santo fue quien le dio a Esteban el poder para soportar el sufrimiento; Jesús era el que esperaba la llegada de Esteban y el Padre era el que estaba sentado en el trono. Puedes leer esto en Hechos 7:54-56.
Y el Espíritu Santo me mostró más.
Él fue quien le dio a Moisés el poder para liberar a los hijos de Israel.
Él era el poder en la vida de Josué
Él era la fuerza detrás del viento que dividió el Mar Rojo
Él era la fuerza poderosa que derrumbó las murallas de Jericó.
Él era la energía detrás de la piedra con que David hizo caer a Goliat.
El Espíritu Santo. Él era la fuerza en la vida de Samuel, en Elías –y en Cristo el Señor.
Jesús era un hombre total, sin embargo la Escritura es clara que Él no se movía sin el Espíritu Santo. El no predicaría sin el Espíritu Santo. Él no ponía sus manos sobre los enfermos sin el Espíritu Santo. “El Espíritu Santo del Señor está sobre mi”, dijo Él, al comenzar Su ministerio, “Por cuanto me ha ungido para dar las buenas nuevas a los pobres…” (Lucas 4:18).
¿Qué pasó cuando Jesús regreso al Padre? De repente os discípulos tenían tal comunión con el Espíritu, que su vocabulario completo cambió. Ellos comenzaron a decir que “el Espíritu y nosotros” eran testigos de Su resurrección. El vino a ser parte de cada acción de sus vidas. Ellos estaban en comunión total –trabajando juntos para el Hijo.
¿Qué había en la vida del apóstol Pablo que le dio poder para soportar el sufrimiento? ¿Y qué había en la vida de Pedro que aun su sombra sanaba a los enfermos? Era el toque del Espíritu Santo.
David Wilkerson relata que fue a ver a una mujer de Dios llamada la Madre Basilea Schlink. Él dijo que al momento de entrar en la sala, él pudo sentir la presencia del Señor. ¿Por qué? Porque ella amaba al Espíritu Santo, y los que lo aman conocen Su presencia.

¿Reconoces tú esa voz?
Cuando Jesús estaba en la tierra y los discípulos tenían un problema, ¿a quién se volvían? Ellos iban al Hijo y preguntaban “¿Qué haremos?” y El los instruía. Pero cuando Cristo regresó al Padre, no los dejó solos. Jesús les dijo “El Espíritu Santo os guiará. Él os consolara. Él os aconsejará y os recordará las cosas que yo os he dicho. Él os hablará de mi”.
Pedro y Juan ahora decían: “Maravilloso Espíritu Santo”. Pablo habló de Su “comunión”.
Después que Pedro tuvo su visión en la casa de Simón el curtidor en Jope… “le dijo el Espíritu: He aquí tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado” (Hechos 10:19-20)
Pedro reconocía la voz del Espíritu Santo. Y ese fue el principio de la predicación del evangelio a los gentiles.
¿Cómo se convirtió el eunuco etíope? “Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro” (Hechos 8:29). Felipe reconoció la voz del Espíritu. No fue Dios el Espíritu Santo. Él es una persona con voluntad, y en ese momento estaba haciendo la obra del Padre. Yo creo que el pecado más grande en contra del Espíritu Santo es contristarlo, lo cual incluye negar Su poder y presencia. En ningún lugar en la Escritura puedes hallar las palabras, “No contristéis a Dios el Padre”, o “No contristéis a Dios el Hijo”. Pero a través de la Biblia tú encuentras, “No contristéis al Espíritu”.
Dios le dijo a los hijos de Israel en el desierto: “vosotros hicisteis enojar mi Espíritu”. Dios el Hijo miró a los fariseos y dijo: “A todo aquel que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado” (Lucas 12:10)
La persona del Espíritu Santo es distinta en la Deidad. Él es tierno. Es sensible, pero porque Jesús nos lo dio a ti y a mí, Él no nos va a dejar.
El Espíritu Santo es un caballero. El no entra en tu cuarto hasta que lo invites. Él no se sienta mientras no se lo pidas. Y Él no te habla hasta que tú le hables a Él.
¿Por cuánto tiempo esperará? Hasta que tú le hables a Él. Pueden ser meses –aun años. El solo esperará y esperará. Mi amigo, tu nunca conocerás Su poder, nunca conocerás Su presencia hasta que vayas y te sientes a Su lado y digas: “Maravilloso Espíritu Santo, dime todo acerca de Jesús”.

Yo apenas podía sostener el teléfono
Después de terminar una plática radial en Florida, la mujer que me entrevistó me dijo: “Benny, yo he sido cristiana por mucho tiempo, pero falta algo en mi vida”.
“¿De qué tiene usted hambre?” –le pregunté.
Ella dijo: “Yo necesito la realidad de Dios en mi vida”.
Yo le pregunté si ella conocía a Dios el Espíritu Santo. “Yo conozco a Jesús” –dijo ella.
“El Espíritu Santo es una persona” –le dije. “¿Cómo me sentiría yo si usted estuviera aquí sentada y no me hiciera caso? Cuando nos conocimos, yo esperaba que usted hablara conmigo. Y así es con el Espíritu Santo”.
“Nunca había pensado de eso en esa manera” –dijo ella.
“Cuando esté sola esta noche, hable con El” –le dije. “Es tan simple como eso”. Yo sabía que ella encontraría la realidad que estaba buscando.
“¿Qué acerca de Jesús?” –preguntó ella.
Yo le dije, “Solo siéntese y espere por El; Él es quien glorifica a Jesús. No, usted no se está olvidando de Jesús. Después de todo, fue Cristo quien le dio el Espíritu Santo. Sólo haga lo que Jesús dijo”.
Al día siguiente recibí una llamada telefónica de la animadora de plática radial más emocionada que te puedas imaginar. “¿Sabe lo que me pasó anoche? –preguntó ella, hablando tan rápido que tuve que detenerla. “Benny, el Espíritu Santo me habló”.
Lo que me dijo me estremeció todo. Apenas podía sostener el teléfono. Ella comenzó a llorar al decirme lo que el Espíritu le había dicho: “Yo he buscado en todo el mundo, y no hay nadie como Jesús”. Y ella me dijo las palabras que había oído: “Ven, Señor Jesús. Ven, Señor Jesús”.
Inmediatamente me recordé de las palabras, El Espíritu y la esposa dicen: “Ven” (Apocalipsis 22:17).
Aquí está una de las lecciones más importantes que yo haya aprendido. Una persona que conoce la presencia del Espíritu Santo siempre glorificará y magnificará a Jesús.
Cuando tú conoces el Espíritu en verdad, glorificaras a Jesucristo el Hijo de Dios, porque el Espíritu Santo dentro de ti glorifica a Dios el Hijo. Es automático. Solo Jesús es glorificado en una vida llena del Espíritu.
Cada acción de tu vida refleja de que llenas tu vida. Si tú llenas tu vida de periódicos, hablaras noticias. Si de novelas, hablarás de novelas. Pero si estás lleno del Espíritu y Su presencia te absorbe, buscarás a Jesús y no glorificaras a ningún otro sino a Jesús.
Si Dios el Padre y Dios el Hijo demostraron su amor por el Espíritu Santo, ¿Cómo nosotros podemos hacer menos?
Dios lo amó tanto que castigó a los hijos de Israel por su desobediencia; “por lo cual se les volvió enemigo” (Isaías 63:10). Dios no permitía que un sacrificio, o aun las oraciones de Moisés pudieran obtener perdón para el pecado contra el Espíritu Santo.

El alto costo de mentir
La experiencia de Ananías y Safira está clara en lo que les pasa a los que desprecian al Espíritu. La pareja vendió una propiedad y solo dio una pequeña porción de lo que pertenecía a Dios. Pedro dijo: “Ananías, ¿Por qué te llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo?” (Hechos 5:3) Ananías murió al instante. A las pocas horas su esposa vino y Pedro le preguntó: “Dime, ¿vendisteis en tanto la heredad?”
Y ella dijo: “Si, en tanto”.
Y Pedro le dijo: “¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti. Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró” (Hechos 5:7-10).
Pecar contra el Espíritu es peligroso. Si tú no entiendes la obra del Espíritu, no hables de ella; es mejor quedar callado. En mis propios servicios yo oro que todo lo que yo haga sea en Su perfecta voluntad. El Espíritu Santo es el ue me llamó, y Él es el que controla mis reuniones. En otras palabras, Él es el principal del servicio.
Tú necesitas pedirle que se haga cargo de tu vida también.
¿Por qué? Porque Él es el que ha sido enviado para estar contigo –y en ti- para siempre. Puedes conocerlo y tener comunión con El. Y mientras más comunión tengas con El, más grande viene a ser Jesús para ti; y más amoroso también. Cristo dijo: “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual precede del Padre, el dará testimonio acerca de mi” (Juan 15:26)
Así que si deseo saber acerca de Jesús, tengo que ir al Espíritu Santo. Jesús lo dijo. Y Él sabía lo que estaba diciendo.
En el Antiguo Testamento, Moisés podía ir al Padre. En el Nuevo Testamento, los discípulos podían hablar con el Hijo. Pero cuando tú y yo tenemos una necesidad, ¿A dónde debemos volvernos? Al Espíritu Santo. Él es una persona, y Él está esperando ahora mismo que tú lo recibas en tu vida.
Buscando Su presencia tú descubrirás el secreto de los grandes hombres y mujeres de Dios. David dijo: “No me eches de delante de ti, y no quites de mi tu santo Espíritu” (Salmo 51:11). Él sabía muy bien lo que había pasado cuando el Espíritu dejó a Saúl.
Pablo nos dijo que anduviéramos en el Espíritu, viviéramos en el Espíritu, oráramos en el Espíritu. Pedro y Felipe hablaron de Él; y también Cristo.

Es tiempo de comenzar
Tu preguntas: “¿Cómo comienzo?” Realmente es muy simple. Puedes comenzar diciendo: “Espíritu Santo, ayúdame a orar ahora”. Eso es exactamente lo que El desea que hagas. La Biblia dice que El ora por ti “con gemidos indecibles”. Y cuando tú empiezas, sentirás que tu carga es quitada. Tendrás un compañero de oración que te guiará directo al trono de Dios.
El Espíritu Santo es una persona muy amable. El desea ser tu amigo más querido, y Él está esperando para llevarte más cerca de Jesús. Cristo dijo: “Porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; más si me fuere, os lo enviaré” (Juan 16:7). Luego Él dijo del Espíritu: “Él os guiará a toda la verdad y me glorificará; porque tomará de lo mí; y os lo hará saber” (Juan 16:13-14). Y no solo eso –Él te preparará para la venida del Señor, para que estés listo cuando suceda.

El Espíritu Santo está esperando. El desea que comiences una nueva relación –de persona a persona.

Libro: "Buenos días, Espíritu Santo"[Benny Hinn] - Capitulo 3

Capítulo 3
“Tradición, tradición”

Entré en mi cuarto, y como magnetizado, fui atraído hacia aquella Biblia grande negra. Era la única Biblia en nuestro hogar. Mamá y papá no tenían ninguna. Yo no tenía idea de donde había venido, pero había sido mía hasta donde yo podía recordar.
            Las paginas casi no se habían abierto desde nuestra llegada a Canadá, pero ahora oré: “Señor, tienes que mostrarme lo que me pasó hoy”. Abrí la Escritura y comencé a devorarla como un hombre hambriento a quien se le acaba de dar un trozo de pan.
El Espíritu Santo vino a ser mi maestro. En ese tiempo yo no lo sabía, pero exactamente lo que milagrosamente comenzó a suceder. Tú ves, los muchachos en la reunión de oración no dijeron: “Aquí está lo que dice la Biblia”. Ellos no dijeron nada. En realidad, no tenían idea de lo que había ocurrido durante las veinticuatro horas asadas. Y, por supuesto, yo no les dije una palabra de ello a mis padres.
Comencé leyendo los Evangelios. Me encontré a mí mismo diciendo en voz alta, “Jesús, ven a mi corazón. Por favor, Señor Jesús, ven a mi corazón”.
En pasaje tras pasaje de las Escrituras veía el plan de salvación que se abría. Era como si nunca antes hubiera leído la Biblia. Oh, amigo, está era viva. Las palabras fluían del manantial, y bebí libremente de ella.
Finalmente, a las tres o cuatro de la mañana, con una paz suave que nunca antes había conocido, me quede dormido.

PERTENECIENDO

El día siguiente en la escuela yo busqué a aquellos “fanáticos” y les dije: “Oigan, me gustaría que me llevaran a la iglesia de ustedes”. Ellos me hablaron de una fraternidad semanal a la que asistían y me ofrecieron llevarme dos días más tarde.
Aquel jueves en la noche me encontré en “Las catacumbas”. Así ellos la llamaban. El servicio era igual que la reunión de oración de aquella mañana en el colegio –la gente levantaba las manos, adorando al Señor. En esta ocasión me uní a ellos.
“Jehová jire, mi proveedor, Su gracia es suficiente para mí”, cantaron una y otra vez. Me gusto aquella canción desde el primer momento que la oí, y me gustaba aún más cuando supe que fue escrita por la esposa del pastor, Merla Watson. Su esposo era el pastor de este rebaño tan extraordinario.
Las Catacumbas no era una iglesia típica. La gente que asistía era una multitud de cristianos exuberantes que se reunían todos los jueves por la noche en la Catedral de San Pablo, una iglesia anglicana en el centro de Toronto.
Estos eran días del “Movimiento de Jesús” cuando los llamados “hippies” se estaban salvando más rápido de que lo que les llevaba cortarse el pelo. Imagínate, yo tampoco había visto una silla de barbero en largo tiempo.
Mire alrededor. El lugar estaba lleno de jóvenes como yo. Era digno de verse. Saltaban para arriba y para abajo, danzando y cantando alegres al Señor. Era difícil para mí creer que un lugar como aquel existiera en verdad. Pero de alguna manera, desde aquella primera noche, yo sentí que pertenecía a aquel grupo.

“Sube allá”
Al concluir la reunión, Merv Watson dijo: “Quiero que todos ustedes, los que desean hacer una confesión pública de sus pecados, pasen al frente. Vamos a orar por ustedes mientras le dicen a Cristo que venga a su corazón”.
Yo comencé a estremecerme y a temblar. Pero pensé: “Yo no tengo que ir allá, porque ya estoy salvo”. Sabía que el Señor se había hecho cargo de mi vida a las ocho menos cinco del lunes en la mañana. Y ese día era jueves.
En unos segundos me encontré caminando hacia el frente por el pasillo tan rápido como pude no sabía del todo por qué lo hacía. Pero algo dentro de mí me estaba diciendo: “Sube allá”.
Fue en aquel momento, en un servicio carismático en una iglesia anglicana, que este pequeño buen católico de un hogar de la iglesia ortodoxa hizo una confesión pública de su aceptación a Cristo. “Jesús”, dije yo, “te pido que seas el Señor en mi vida”.
La Tierra Prometida no se podía comparar con esto. Cuanto mejor estar donde Jesús estaba, que donde él había estado.
Aquella noche cuando llegue al hogar, estaba tan lleno de la presencia del Señor, que decidí decirle a mi mamá lo que había pasado (No tuve el valor de decírselo a mi papá).
“Mamá, tengo que compartir algo contigo”, le susurré. “¡He sido salvado!”
En un momento decayó su semblante. Me miró y dijo directamente, “¿Salvado de qué?”
“Confía en mi” –le dije. “Tu entenderás”.
El viernes en la mañana y todo el día –en la escuela, en el kiosco, en todo lugar adonde iba, una visión continuaba delante de mí. Me veía predicando. Era increíble, pero no lo podía dejar. Veía las multitudes. Y allí estaba yo, con un traje, mi cabello bien arreglado y limpio, predicando con vehemencia.
Aquel día encontré a Bob, mi amigo “raro”, que una vez había cubierto las paredes del kiosco con versículos de la Escritura. Yo le conté solo un poco de lo que había pasado esa semana. Y le dije que aún me veía predicando.
“Bob”, le dije, “todo el día ha sido así. No puedo sacar de mi mente la visión de verme predicando a grandes multitudes al aire libre; en estados, en iglesias, en salas de conciertos”. Comenzando a tartamudear, le dije: “Veo gente, hasta donde pueden llegar mis ojos. ¡Estaré perdiendo la razón! ¿Qué tú crees que quiere decir esto?”
“Puede ser sólo una cosa” –me dijo él. “Dios te está preparando para un gran ministerio. Yo creo que es maravilloso”.

ECHADO FUERA

Yo no recibí ese mismo estímulo en el hogar. Por supuesto, no les odia decir lo que, en realidad, el Señor estaba haciendo. La situación era terrible

Humillación y vergüenza
Toda mi familia comenzó a molestarme y a ridiculizarme. Era horrible. Lo esperaba de mi padre, pero no de mi madre. Cuando yo estaba creciendo, ella había mostrado tanto afecto. También mis hermanos y hermanas. Pero ahora me trataban con menosprecio –como un intruso, que no pertenecía a la familia.
“¡Tradición, tradición!” –dice una canción. Si un oriental rompe la tradición, ha cometido un pecado imperdonable. Dudo que en el oeste entiendan jamás la seriedad de eso. El trae humillación sobre la familia. Y eso no se puede perdonar.
Mi familia me dijo: “Benny, tu estas arruinando el nombre de nuestra familia”. Me rogaron que no deshonrara su reputación. Mi padre había sido alcalde –y me lo recordaba. El nombre de la familia estaba en “juego”.
Por favor entiéndanme cuando digo esto, pero los ortodoxos griegos, y gente de la iglesia “alta” del Oriente son tal vez la gente más difícil de traer a un cristianismo “personal”.
Cuando yo me convertí en un cristiano nacido de nuevo, eso fue en realidad una vergüenza para ellos. ¿Por qué? Porque creen que son los cristianos verdaderos, y que tienen los documentos históricos para probarlo. Ellos han sido cristianos por más tiempo que ningún otro pueblo.
Pero aquí está el problema, yo he sido criado con el: Su fe es larga en forma ritual y dogma, pero corta en la unción de Dios. Falta de poder. Y como resultado, prácticamente no comprenden el significado de oír del Señor o ser guiado por el Espíritu.
Llego a ser obvio que si yo iba a permanecer en el hogar, tendría que cerrar la puerta a conversaciones sobre Cristo.
Nada, sin embargo, podía extinguir el fuego de mi nueva fe. Yo era como un ascua encendida que nunca dejaba de arder.
Temprano en la mañana mi Biblia estaba abierta. El Espíritu Santo continuaba revelándome la Palabra. Pero eso no era suficiente. Cada noche que me podía “escapar” de la casa, yo estaba en el servicio de la iglesia, fraternidad de jóvenes, o reunión de oración. Y los jueves en la noche regresaba a Las Catacumbas.
Nunca podre borrar de mi memoria el día que mencioné a “Jesús” en mi hogar. Mi padre vino hacia mí y me dio en la cara. Sentí el dolor. No, no era la roca de Jerusalén ahora. Era un dolor diferente. Pero el dolor que sentía era por mi familia. Yo los amaba tanto y agonizaba por su salvación
En realidad, fue culpa mía. Mi papá me había advertido: “Tú mencionas el nombre de Jesús otra ve, y desearas no haberlo hecho” gruñía con odio mientras me amenazaba con echarme fuera de la casa.
Yo comencé a hablarle del Señor a mi hermanita, Mary. De alguna manera papá se enteró, y su irá se manifestó de nuevo. Me prohibió que jamás le volviera a hablar a ella de cosas espirituales.

Tiempo para el psiquiatra
Aun mis hermanos me perseguían. Ellos me ponían todos los nombres bajo el cielo –y algunos debajo de la tierra. Yo seguí así por mucho tiempo. En mi cuarto oraba: “Señor, ¿tendrá fin esto? ¿Llegaran ellos algún día a conocerte?”
Llego un momento en que no podía hablar con ningún miembro de mi familia. Yo no tenía que buscar definición de ostracismo, pues lo estaba experimentando.
Trajeron a mi abuela desde Israel solo para que me dijera que yo estaba loco. “Eres una vergüenza para el nombre de la familia” –me dijo ella. “¿No entiendes la vergüenza que estás causando?”
Mi padre hizo una cita para que yo viera a un psiquiatra. Evidentemente, creyó que yo había perdido la razón. ¿Y cuál fue la conclusión del doctor? “Puede que su hijo esté pasando por algo. Él saldrá de eso.
Su próxima táctica fue conseguirme un trabajo que me mantuviera tan ocupado que no tuviera tiempo para este “Jesús”. Fue a ver a uno de sus amigos y le dijo: “Me gustaría que le ofrecieras un trabajo a mi hijo Benny”.
Papa me llevo a su negocio y espero en el automóvil mientras yo entraba. El hombre era uno de los seres más rudos, duros, de espíritu perverso que jamás he conocido. Era obvio que yo no podía trabajar para tal persona.
Volví al auto de mi padre y le dije: “Padre, nunca podre tenerlo como mi jefe”.
En verdad, ese día lo sentí por mi padre. Él estaba en un aprieto. Me dijo: “Benny, ¿qué tú quieres que yo haga por ti? Dímelo. Yo hare cualquier cosa que me pidas si por favor dejas a este Jesús tuyo.”
“Papá” –le dije yo-, “tú me puedes pedir todo lo que quieras pero yo moriría antes de dejar lo que he encontrado”.
Era una escena fea. El cambió de un padre amistoso a un extraño sarcástico. Todo lo que él tenía que ofrecer era otro torrente de odio, otro azotamiento con la lengua.
El año siguiente –casi por dos años- mi padre y yo apenas tuvimos comunicación. En el comedor él no me miraba. Yo era totalmente pasado por alto. Finalmente se hizo insoportable para mí aun sentarme y ver las noticias de la noche junto con mi familia.
¿Qué hacía? Me quedaba en mi cuarto. Pero mirando atrás, puedo ver que el Señor sabía exactamente lo que estaba haciendo. Pase cientos de horas –miles- a solas con Dios. Mi Biblia siempre estaba abierta. Oraba y estudiaba; adoraba. Me banqueteaba con el maná celestial que necesitaría en los años venideros.

“Yo tengo que obedecer al Señor”
Ir a la iglesia era un problema gigante. Como deseaba yo ir, pero mi padre decía: “¡Absolutamente no!” una y otra vez. En realidad, esa era prácticamente la única conversación que teníamos –discusiones acerca de la casa del Señor.
Los orientales consideran increíble que se desobedezca a los padres. Para este tiempo yo tenía casi veintiún años. Y vívidamente, recuerdo la noche en que me atreví a decirle a mi padre: “Yo te obedeceré en cualquier cosa que tu desees, pero en lo de ir a la iglesia no te obedeceré. ¡Yo tengo que obedecer al Señor!”
Él se quedó petrificado. Como si le hubieran dado un tiro. Y pareció encolerizarse más.
Por respeto hice todo lo que pude por ser obediente. Yo le preguntaba “¿Puedo ir a la iglesia esta noche?” Él decía no, y yo iba a mi cuarto y oraba: “Por favor, Señor, por favor cambia su manera de pensar”:
Entonces yo bajaba las escaleras y le preguntaba otra vez: “¿Puedo ir?”
“No” –refunfuñaba él. Y yo volvía a subir.
Poco a poco, el comenzó a ceder. Los Catacumbas alquilaron otro edificio para tener servicios los domingos, y allí estaba yo. Los estudios bíblicos eran los jueves y viernes, y la reunión de jóvenes los sábados por la noche. Estas reuniones llegaron a ser toda mi vida.
Dos años después de mi conversión, mi crecimiento espiritual estaba como un cohete moviéndose en órbita. Al final de 1973, Merv y Merla Watson me invitaban a unirme a ellos en la plataforma para ayudarlos a dirigir la alabanza y la adoración. Pero yo no podía hablar en público.
Jim Poynter, el pastor lleno del Espíritu, de la Iglesia Metodista Libre, me había visto allí. Y un día paró en el kiosco solo para hablar sobre las cosas del Señor. Ahí fue donde me invitó a ir con él a la reunión de Kuhlman en Pittsburgh.
Mi encuentro personal con el Espíritu Santo después de esa reunión fue asombroso. Pero me llevó algunos días darme cuenta de las dimensiones de la revelación de Dios a mí.
Por este tiempo cambie de trabajo. Acepte una posición de oficinista en la junta del colegio católico en Toronto. Estoy seguro de que ellos a veces tenían interrogantes acerca de mí. Yo tenía una sonrisa en mi rostro solo de pensar acerca de lo que Dios estaba haciendo en mi vida.
Tan pronto como terminaba mi trabajo, me iba a la casa y subía rápidamente las escaleras que conducían a mi cuarto y comenzaba a hablar con él. “Oh, Espíritu Santo, estoy tan contento de regresar aquí a solas contigo”. Si, Él siempre estaba conmigo, pero mi cuarto llegó a ser un lugar sagrado, especial. A veces, cuando yo no estaba trabajando me quedaba en la casa todo el día, solo para tener comunión personal con El.
¿Qué estaba yo haciendo? Teniendo comunión. Comunión con el Espíritu. Y cuando no estaba en el trabajo o en mi cuarto, trataba de ir a la iglesia. Pero  no le decía a nadie lo que me estaba pasando.
Cuando salía de la casa en la mañana, El salía conmigo. En realidad sentía a alguien a mi lado. En el ómnibus sentía la urgencia de comenzar a hablar con Él, pero no quería que la gente pensara que yo estaba loco. Aun en el trabajo, había ocasiones cuando yo le susurraba cosas a Él. En el almuerzo, Él era mi compañero. Pero día tras día, cuando llegaba a la casa, subía a saltos aquellas escaleras, cerraba la puerta de mi cuarto, y decía: “Ahora estamos solos”. Y mi viaje espiritual continuaba.

Unción en el automóvil
Permíteme explicar que muchas veces yo no estaba consciente de Su presencia. Sabía que Él estaba conmigo, pero me había acostumbrado tanto a Él, que no sentía la electricidad de aquellos tiempos especiales.
Pero otros lo sentían. Muchas veces cuando mis amigos venían a verme, comenzaban a llorar por la presencia del Espíritu Santo.
Una vez Jim Poynter llamó para decirme: “Quiero recogerte y llevarte a una iglesia metodista donde yo estoy cantando. Tu puedes cantar conmigo si quieres”. Yo no era cantante, pero lo ayudaba de vez en cuando.
Aquella tarde yo estaba otra vez absorto en la unción del Espíritu Santo. Entonces oí a Jim tocar la bocina. Al bajar las escaleras corriendo e ir hacia el auto, sentí realmente la presencia del Señor que corría conmigo.
Al momento de sentarme en el asiento del frente y cerrar la puerta, Jim comenzó a llorar. El comenzó a cantar el coro, ¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Aleluya! Se volvió hacia mí y dijo: “Benny, puedo sentir al Espíritu Santo en este automóvil”.
“Por supuesto, Su presencia está en este auto” –dije yo, “¿En que otro lugar puede estar?” Para mi había llegado a ser la norma. Pero Jim casi no podía manejar. El continuaba llorando delante del Señor.
Una vez, mi madre estaba limpiando el pasillo, mientras yo estaba en mi cuarto hablando con el Espíritu Santo. Cuando salí, ella cayó hacia atrás. Algo la había empujado contra la pared. Yo dije: “¿Qué te pasa mamá?”. Ella respondió: “No sé”. Bueno, la presencia del Señor por poco la tira al piso.
Mis hermanos le dirían con el tiempo cuando ellos se acercaban a mí y no sabían lo que estaba pasando –pero sentían algo raro.
Al pasar el tiempo perdí el deseo de salir con los jóvenes de la iglesia para divertirnos. Yo solo deseaba estar con el Señor. Muy a menudo yo decía: “Señor, prefiero tener esto que cualquier cosa que el mundo pueda ofrecer”. Ellos podían tener sus juegos, su entretenimiento, su balompié –yo no lo necesitaba.
“Lo que yo quiero es lo que tengo ahora mismo”, le dije al Señor. “Cualquier cosa que esto sea, yo no lo dejaré ir”. Comencé a entender mejor el deseo del apóstol Pablo por “la comunión del Espíritu Santo”.



Henry, Mary, Sammy y Willie
Ahora aun los miembros de mi familia estaban haciendo preguntas. El Espíritu del Señor permeaba nuestro hogar en tal forma que mis hermanos y hermanas comenzaron a sentir hambre espiritual.
Uno por uno, venían a mí y comenzaban a hacer preguntas. Decían: “Benny, yo te he estado observando. Este Jesús es real ¿No es cierto?”
Mi hermana Mary le dio su corazón al Señor. Y dentro de los próximos meses mi hermanito Sammy se salvó. Luego vino Willie.
Todo lo que yo podía hacer era gritar: “¡Aleluya!” Estaba sucediendo –y todavía yo no había comenzado a predicar.
Para este tiempo mi padre estaba casi a punto de ingresar en un manicomio. ¿Estaba el perdiendo toda su familia para este Jesús? Él no sabía cómo manejar la situación. Pero yo no tenía duda de que mi mama y mi papa podían ver la trasformación que ya se había efectuado en dos de mis hermanos y en Mary.
Cuando yo le di mi vida al Señor, tuve unos encuentros maravillosos con El. Pero era nada comparados con mí caminar diario con el Espíritu Santo. Ahora el Señor realmente visitaba mi cuarto. La gloria llenaba el lugar. Algunos días pasaba de rodillas adorando al Señor, ocho, nueve, o diez horas consecutivas.
En el año 1974, se desató un fluir interminable del poder de Dios en mi vida. Yo solo decía: “Buenos días, Espíritu Santo”, y todo comenzaba de nuevo. La gloria del Señor se quedaba conmigo.
Un día, en abril, yo pensé: “Tiene que haber una razón para esto”. Pregunte: “Señor, ¿por qué estás haciendo todo esto por mí?” yo sabía que Dios no le da a la gente paseos espirituales para siempre.
Entonces al comenzar a orar, aquí esta lo que Dios me revelo. Yo vi alguien de pie frente a mí. Estaba totalmente en llamas, moviéndose sin control; sus pies no estaban tocando el piso. La boca de este ser estaba abriéndose y cerrándose –como lo que la Palabra describe como “crujir de dientes”.
En ese momento el Señor me habló en voz audible. Me dijo: “Predica el evangelio”.
Mi respuesta, por supuesto fue: “Pero Señor, no puedo hablar”.
Dos noches después el Señor me dio un segundo sueño. Vi a un ángel que tenía una cadena en su mano, atada a una puerta que parecía llenar todo el cielo. La abrió y allí había gente hasta donde yo podía ir. Almas. Todas se estaban moviendo hacia un grande y profundo valle –y el valle era un infierno rugiente de fuego.
Era aterrorizador. Vi miles de personas caer en el fuego. Los que iban al frente de la muchedumbre estaban resistiéndose a seguir, pero la aglomeración de la humanidad detrás de ellos, los empujo a las llamas.
De nuevo, el Señor me habló: Bien claro dijo: “Si no predicas, serás responsable por cada uno que se caiga”. Instantáneamente, me di cuenta de que todo lo que pasaba en mi vida era con un propósito –para que predicara el evangelio.

Sucedió en Oshawa
La comunión seguía. La gloria continuaba. La presencia del Señor no se iba; en verdad, se intensificaba. La Palabra se hizo más real. Mi vida de oración llegó a ser más poderosa.
Finalmente, en noviembre de 1974, yo no podía evadir el tema más. Le dije al Señor “Yo predicaré el evangelio con una condición: que tú estés conmigo en cada servicio”. Y entonces le recordé “Señor, tu sabes que no puedo hablar”. Yo me preocupaba continuamente por mi problema del habla y por el hecho de que yo iba a sentirme avergonzado.
Era imposible, sin embargo, borrar de mi mente la imagen del hombre ardiendo, y la voz del Señor cuando dijo: “Si no predicas, por todo el que caiga tú serás responsable”.
Yo pensé: “Tengo que comenzar a predicar”. Pero, ¿dar algunos tratados no será suficiente? Luego, una tarde, la primera semana de diciembre, yo estaba visitando el hogar de Stan y Shirley Phillips en Oshawa, como a treinta millas al este de Toronto.
“¿Puedo decirles algo?” –pregunté. Nunca antes me había sentido guiado a contarle a nadie la historia completa acerca de mis experiencias, sueños y visiones. Por cerca de tres horas, derramé mi corazón sobre cosas que solo el Señor y yo sabíamos.
Antes de terminar, Stan me interrumpió y dijo: “Benny, esta noche tienes que venir a nuestra iglesia a compartir esto”. Ellos tenían una fraternidad llamada Shilo –como trescientas personas en la iglesia Trinity Assembly of God (Asambleas de Dios Trinidad), en Oshawa.
Me habría gustado que me hubieras visto. Mi pelo estaba largo hasta los hombros, y yo no estaba vestido para ir a la iglesia, porque la invitación había sido totalmente inesperada.
Pero el 7 de diciembre de 1974, Stan me presentó al grupo, y por primera vez en mi vida me paré delante de un pulpito a predicar.
Al instante que abrí mi boca, sentí que algo tocó mi lengua y la soltó. Sentía como adormecimiento, y comencé a proclamar la Palabra de Dios con absoluta fluidez.
Aquí está lo sorprendente. Dios no me sanó cuando estaba sentado en la audiencia. Él no me sanó cuando iba hacia la plataforma. Él no me sanó cuando me paré detrás del pulpito. Dios hizo el milagro cuando yo abrí mi boca.
Cuando mi lengua se soltó, yo dije “¡Eso es!” La tartamudez había desaparecido. Toda. Y nunca más ha vuelto.
Mis padres no sabían que yo había sido sanado porque teníamos muy poca comunicación en la casa. Y por supuesto, había habido tiempos cuando yo podía hablar sin que se notara el problema, y eso por un breve lapso –antes que volviera la tartamudez otra vez.
Pero yo sabía que había sido sanado. Y mi ministerio comenzó a crecer rápidamente. Parecía como si cada día me invitaran a una iglesia o fraternidad para ministrar. Me sentí en el centro de la perfecta voluntad de Dios.
“Yo voy a morir”
Por los próximos cinco meses yo era un predicador pero mi madre y mi padre no lo sospechaban. Mantenerlo en secreto por tanto tiempo constituyó un milagro. Mis hermanos lo sabían, pero no se atrevían a decirlo a papá, porque ellos sabían que sería el final de Benny.
En el Toronto Star en abril de 1975, apreció un anuncio con mi retrato. Yo estaba predicando en una iglesia pentecostal en la parte oeste del pueblo, y el pastor deseaba atraer algunos visitantes.
Dio resultado. Constandi y Clemence vieron el anuncio. (Mis padres)
Yo estaba sentado en la plataforma aquel domingo en la noche. Durante el servicio de alabanza miré, y apenas podía creer lo que veía. Allí estaba mi madre y mi padre, y eran llevados a sus asientos por un ujier, a solo unas cuantas filas frente a la plataforma.
Yo pensé: “Esto es lo que faltaba. Voy a morir”.
Mi buen amigo Jim Poynter estaba sentado a mi lado en la plataforma. Volviéndome a él le dije: “¡Ora, Jim! ¡Ora!” Él se sorprendió cuando le dije que mamá y papá estaban allí.
Mil pensamientos pasaron por mi mente, y no era el menor: “Señor, yo sabré que estoy realmente sanado si no tartamudeo esta noche”. No puedo recordar otra ocasión en que yo estuviera tan nervioso durante un servicio, y la ansiedad siempre me hacía tartamudear.
Al comenzar a predicar, el poder de la presencia de Dios comenzó a fluir a través de mí, pero no podía mirar en la dirección donde estaban mis padres –ni siquiera para un vistazo. Todo lo que  yo sabía era que mi preocupación acerca de tartamudear era innecesaria. Cuando Dios me sanó, la sanidad fue permanente.
Hacia el final del servicio comencé a orar por aquellos que necesitaban sanidad. Oh, el poder de Dios llenó aquel lugar.
Mientras la reunión estaba finalizando, mis padres pararon y salieron por la puerta de atrás.
Después del servicio le dije a Jim: “Tienes que orar. ¿Te das cuenta de que en las próximas horas se decidirá mi destino? Puede que tenga que dormir en tu casa esta noche.”
Aquella noche manejé alrededor de Toronto sin rumbo fijo. Yo deseaba esperar hasta por lo menos las dos de la madrugada para llegar a casa. Para esa hora yo sabía que mis padres estarían acostados.

Realmente yo no deseaba enfrentarlos. Pero más adelante hablaré sobre eso.

Libro: POEMAS DE DIOS [Alex Campos] Capitulo 7 - VUELVE PRONTO

CAPÍTULO 7 Vuelve pronto Mis ojos yo alcé al cielo y su rostro se escondía en las nubes del gran cielo. Sin aliento y sin consuel...