martes, 4 de agosto de 2015

Libro: "Buenos días, Espíritu Santo" [Benny Hinn] - Capitulo 12

Capítulo 12
El cielo en la tierra

Mis primeros “sermones en 1974 y a principios del 1975 no tenían mucho contenido. Era básicamente mi testimonio de la obra del Espíritu –de cómo Él se hizo tan real para mí. En aquellos días realmente yo no sabía mucho, y había tanto que aprender.

SIGUIENDO LA VOZ DEL ESPIRITU

Pero durante 1975 yo oí la inconfundible voz del Espíritu Santo que me decía que era tiempo de comenzar reuniones semanales en Toronto. Él dijo: “Sígueme. Oye mi voz, y tú vas a llevar a muchos a Cristo”.
Así que comencé. Los lunes en la noche programamos una serie de servicios que continuarían por los próximos cinco años. Comenzamos en el auditorio de una escuela superior, y la congregación llegó a ser tan grande que tuvimos que mudarnos para un local más grande. Cientos y cientos de personas asistían.
Los servicios eran totalmente dirigidos por el Espíritu, y yo siempre seguía al pie de la letra Su voz. Algunos fueron liberados de vicios graves. Familias que estaban divididas fueron restauradas. Teníamos “filas de sanidad” y oímos testimonios de milagros. Pero siempre, siempre, los servicios resultaban en la salvación de almas.
Entonces algo sucedió. Las personas comenzaron a recibir milagros, liberación, y sanidades en sus asientos. No hubo necesidad de filas para “imposición de manos”. Dios comenzó a hacer Su obra a través de todo el auditorio –tan abundantemente que no había tiempo para escuchar todos los testimonios.
La prensa comenzó a interesarse. En la primera plana del Toronto Star, el Toronto Globe and Mail, y otros periódicos a través de Canadá tenían historias de las “Reuniones de milagros” que estábamos celebrando.
En diciembre de 1976 el Globe and Mail envió un reportero a una de las reuniones para describir con detalles lo que estaba pasando. El escribió sobre las sanidades y testimonios y terminó el articulo citándome: “Yo no estoy interesado en levantar a Benny Hinn. No lo estoy y nunca lo estaré. Jesús es el único… que hay que levantar y exaltar. Yo deseo ver almas, almas, almas, almas, almas, almas. Personas, ¿entienden eso?”
Bajo el titular, “¿Es efectiva la sanidad de fe?” el Toronto Star presentó un reportaje documental de cuatro casos de personas que habían sido sanadas en nuestros servicios. Hablaba acerca de un obrero de la planta de la GM en Oshawa que tenía cáncer en la garganta. “Esta semana, después del examen en la clínica del cáncer, se le dijo que no había indicios del cáncer”.
El relató la historia de un camionero de Beaverton: “Uno que no asistía a la iglesia, quien había sufrido de fallo del corazón y enfisema (una enfermedad de los pulmones) por siete años, fue persuadido por amistades a asistir a una cruzada de sanidad. ‘Yo fui al doctor tres días después, y me dijo que no podía hallar nada malo’, dijo él. ‘Dios tiene que haberlo hecho’”.
¿Y qué de sus doctores? El reportero cito a uno, que dijo: “Mira, están pasando más cosas en este mundo de las que sabemos”.
Las estaciones de televisión comenzaron a filmar documentales acerca de lo que Dios estaba haciendo. La Canadian Broadcasting Corporation (CBC), Global TV, y la inmensa estación independiente de Toronto, el canal 9, presentaron programas. Nosotros teníamos nuestro propio programa semanal de televisión que se vio después de 60 minutes, en las horas de mayor audiencia, por año y medio.

Un taxi amarillo en Pittsburgh
Dejar la gran ciudad de Toronto en 1979 no fue fácil para mí. Fue donde yo fui salvo, sanado, y tocado por el poderoso Espíritu de Dios. La prensa no tenía nada sino buenas noticias que reportar acerca del ministerio. Pero de nuevo, yo prometí seguir la guianza del Espíritu Santo.
Yo sabía que Él quería que yo edificara una iglesia y estableciera un ministerio internacional. Él me había dicho esto años antes, en 1977. Recuerdo exactamente donde sucedió. Yo estaba en Pittsburgh, viajando en un taxi amarillo cuando tuve una conversación con el Espíritu acerca de eso. Sobre el ministerio Él dijo: “¡Conmoverá al mundo!”
Yo me preguntaba, “¿Dónde será? ¿Nueva York? ¿Los Ángeles?” Pero sabes, el Espíritu tiene una forma maravillosa de guiar.
En Julio de 1978 viajé a Orlando, Florida, para hablar por invitación del pastor Roy Harthern. El me habló de su hija, Suzanne, que estaba en el Evangel College en Springfield, Missouri. Como era soltera, abrí mis oídos.
Me invité a mí mismo a pasar Navidad con ellos, y Suzanne estaba en el hogar por los días festivos. La primera vez que la vi, el Señor me dijo: “Esa es tu esposa”. ¡Solo así! Yo lo sentí. Y ella también.
Pero yo tenía que estar seguro, así que comencé a pedir a Dios “señales”. Le puse “vellones”. Y cada uno de ellos obtuvo una respuesta. Yo pensé: “¿Es esto sólo coincidencia, o Dios realmente desea que yo me case con esta joven?”
Entonces probé una última señal –una algo difícil.
Yo volaba desde San José, California a Orlando el primero de enero de 1979. Hice un viaje rápido para hablar en un servicio de fin de año. En el avión hablé con Dios. Le dije, “Si realmente ella va a ser mi esposa, que ella me diga cuando yo llegue: ‘Te hice un pastel de queso’” Esa era la prueba más difícil que se me podía ocurrir.
Suzanne me esperó en el aeropuerto de Orlando, y las primeras palabras que salieron de su boca fueron: “Benny, te hice un pastel de queso”. Luego me dijo: “No esperes demasiado. Nunca antes yo había hecho un pastel de queso”.
A las dos semanas nos comprometimos y nos casamos más tarde ese año.
Al pasar el tiempo, todas las señales indicaban a Orlando, Florida, como el lugar donde comenzaríamos un ministerio mundial. Con sólo un puñado de personas, el Centro Cristiano de Orlando comenzó en 1983. Ahora beneficia las vidas de miles de personas cada semana, más una audiencia nacional de televisión.

Él no es un promotor
Sinceramente, yo no tenía idea de adonde el Espíritu guiaría mi vida cuando comencé mi relación con El. Todo lo que yo sabía era que Él era real y deseaba mi amistad. Él quería ser mi maestro y guía.
Pero esto es lo que he llegado a saber. El Espíritu Santo nunca se ensalza a Sí mismo; El enaltece a Jesús. El nunca creará el lugar de grandeza precisamente para Sí mismo; Él le dará el honor al Señor.
También he aprendido que el Espíritu no es la fuente de los dones de Dios. Él es el que te ayuda a recibir del dador, que es Dios el Padre. Él es también el que te ayuda a recibir al Hijo de Dios como Salvador y Señor.

TU DEMANDA DEL ESPIRITU

¡Aun un inconverso siente el poder del Espíritu Santo! Yo he hablado a cientos de personas acerca de sus experiencias de conversión, y muchos han dicho: “Algo estaba sucediendo que yo no podía explicar. Yo me sentía incómodo acerca de las cosas que estaba haciendo”. Ese es el poder de convicción del Espíritu.
El Señor dijo: “No contenderá mi Espíritu con el hombre para siempre” (Génesis 6:3). Hay una “lucha” cuando el Espíritu Santo trata de hacerle saber a uno que necesita al Señor. Es por eso que las personas están inquietas en la presencia de Dios antes de ser salvas.
¡El Espíritu es en realidad un testigo de Jesús! “Cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, el dará testimonio acerca de mi” (Juan 15:26). El propósito vital del Espíritu es guiar a la gente a Cristo.
El Espíritu redarguye y convence. Yo he conocido individuos que han salido de una reunión evangelistica y se han sentido realmente “perseguidos” por el Espíritu Santo. Se sintieron miserables en su pecado. Continuamente sentían tensión en sus corazones. El Espíritu no los quería soltar hasta que estuvieran hechas las paces con Dios mediante Su Hijo.
El entrará en la mente y presentará la verdad de la Escritura, convenciendo de la validez del evangelio.
Y después de que un haya dado su corazón a Cristo, todavía Él está ahí mismo, ayudándole a testificar para el Señor. El profeta Miqueas escribió:

Mas yo estoy lleno del poder del Espíritu de Jehová, y de juicio y de fuerza, para denunciar a Jacob su rebelión, y a Israel su pecado. (Miqueas 3:8)

Él te da el poder para hablar. En realidad, es en vano intentar proclamar la Palabra de Dios sin el Espíritu Santo sobre ti.

“¡Ayúdame!”
Cuando tú dices: “Espíritu Santo, ayúdame a conocer a Jesús”, Él no te va a desilusionar. Él siempre está dispuesto a ayudar. Escucha lo que el salmista dice: “No me eches de delante de ti, y no quites de mi tu sano Espíritu” (Salmo 51:11). Luego, en el próximo respiro dice: “Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente” (v. 12). El Espíritu Santo está dispuesto.
Cada vez que tú digas: “Ayúdame”, Él dice: “Lo haré”.
Cuando dices: “Enséñame”, Él dice: “Estoy listo”.
Y cuando dices: “Ayúdame a orar”, Él dice: “Comencemos”.
Él está ahí mismo, dándote el deseo de orar. Él es la urgencia detrás del hambre de hablar al Padre y al Hijo. Pablo escribió estas palabras poderosas: “Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo” (1 Corintios 12:3). Cuando cantas, “Él es Señor” y lo dices de corazón, es prueba de que el Espíritu Santo está dentro de ti. ¡Él te está usando para proclamar que Jesucristo es Señor de todo el mundo!
En el momento que confieses la muerte, sepultura y resurrección de Cristo, has pasado la prueba del Espíritu. La Escritura dice: “En esto conoced al Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo” (1 Juan 4:2-3). Él dice: “En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error” (v. 6).
Tu salvación está en el mismo corazón de la obra del Espíritu Santo. De hecho, es El realmente quien te adopta en la familia de Dios. Pablo escribe: “Porque todos los ue son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos ¡Abba Padre!” (Romanos 8:14-15).
Y así es como tú lo expresas. Por El clamamos: ¡Abba Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados (v.15-17).

Aceptados en adopción
El Espíritu te miró y vio en ti un huérfano. Él dijo, “te adoptaré”. Él es tu Padre. ¿Por qué? Porque Él es el Espíritu del Padre. ¿Recuerdas la canción de Dottie Rambo, “Espíritu Santo, bienvenido a este lugar”? Ella fue inspirada a escribir, “Padre Omnipotente de gracia y amor”. Eso es lo que es el Espíritu.
Sin Él es imposible acercarse al Padre. Pablo dice: “Porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre” (Efesios 2:18). ¿Por medio de quién? Por medio de Jesús, ambos judíos y gentiles pueden acercarse a Dios por el Espíritu Santo.
Pero aquí está la parte más emocionante de todas. La Biblia dice que el Espíritu Santo se te ha dado como garantía de la vida eterna. “Habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, ue es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria” (Efesios 1:13-14).
No hay duda sobre esto. El Espíritu Santo te está preparando para el cielo. Si estás convencido de que Él vive en ti, entonces nunca debes cuestionar que has nacido de nuevo. Nunca debes dudar que tu hogar es el cielo. Y nunca debes tener dudas de que tienes vida eterna.
Déjame ponértelo de esta manera: Si mañana por la mañana tú vas a una tienda y escoges alguna ropa y un par de zapatos pero no tienes todo el dinero, vas al departamento de “mercancía reservada” y pagas una parte del importe de la compra. Tú dices: “Yo la vendré a recoger la semana que viene”. Tu nombre está en la cuenta, y te llevas el recibo a la casa. Entonces la próxima semana recoges la posesión comprada.
Eso es exactamente lo que Jesús hizo cuando vino y dio su Espíritu Santo. La única diferencia es que El pagó el precio completo en el Calvario. Pero aquí está lo que Él dijo: “Yo pague por tu vida, pero también he dado un pago parcial que garantiza que es mía. Él envió al Espíritu. Y si tú lo tienes, estás en camino de la gloria.
Cuando Cristo vuelva, Él te va a recoger y te va a llevar al hogar. Esto merece gritarse. Tú eres una posesión comprada del Señor. Es por eso que le puedes decir a Satanás en su cara fea: “No me toques. ¡Soy posesión de Cristo!” y no tengas miedo de hablar la Palabra. Resístelo, y el huirá de ti.
Tú tienes al Espíritu Santo. ¡Un “anticipo” de tu herencia! ¿Por qué Él fue dado como pago inicial? Pablo dice: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)” (Gálatas 3:13). Y luego escribió esta verdad maravillosa: Él nos redimió “para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu” (v.14).
Porque Cristo llegó a ser maldición, El Espíritu fue dad como promesa.

Tú necesitas alguna ayuda
Desde el momento ue aceptas a Jesús como Salvador, es el Espíritu ue te da la voluntad, la fortaleza, y el deseo de obedecer a Dios y de vivir la vida cristiana. Sin Él es imposible.
El apóstol Pedro nos dice: “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro” (1 Pedro 1:22)
La razón de que las personas –aun cristianos- fracasan es que ellos dependen de su propia fuerza. Tú no puedes obedecer a Dios diciendo: “Yo lo voy a hacer por mí mismo”. Cuantas veces has dicho: “Voy a orar”, pero no lo hiciste. O: “Leeré la Palabra”, pero te olvidaste. ¿Por qué? Porque estabas dependiendo de tu mente. Dependiste de la carne, y te fallará continuamente.
El de dará la fuerza y vida, pero el Espíritu te dará algo que es de igual importancia: Él te dará descanso. Isaías dijo:

El Espíritu de Jehová los pastoreó, como a una bestia que desciende al valle; así pastoreaste a tu pueblo, para hacerte nombre glorioso. (Isaías 63:14)

Poco después que yo comencé a predicar el evangelio, conocí a David DuPlessis. Él era conocido como “el señor Pentecostés” como resultado de su presentación del Espíritu Santo a líderes mundiales religiosos. Él era carismático antes que nadie supiera lo que la palabra significaba.
Yo estaba caminando por el mismo pasillo con este hombre ungido en una conferencia en Brockville, Ontario, cuando tuve el valor de pararlo y hacerle una pregunta. Nerviosamente le pregunté, “Dr. DuPlessis, ¿Cómo puedo yo verdaderamente agradar a Dios?”
El anciano, que ahora está con Jesús, se paró, deposito su maletín en el piso, me puso un dedo en el pecho y me empujó contra la pared. Yo, ciertamente, no esperaba eso de un predicador delicado. Todo lo que yo había dicho fue: “¿Cómo puedo agradar a Dios?” y el me clavó en la pared. Entonces dijo dos palabras que nunca he olvidado. Él dijo: “¡No trates!” Levantó su maletín y siguió por el pasillo.
Yo lo alcancé y le dije: “Dr. DuPlessis, yo no entiendo”.
El, calmadamente se volvió y dijo: “Joven, no es tu habilidad. Es Su habilidad en ti” Entonces dijo: “Buenas noches”, y entró en su cuarto.
Al entrar en mi cuarto, todavía yo estaba confundido. Me acosté y pensé sobre esas palabras. “No es tu habilidad. Es Su habilidad en ti”.
En ese momento yo no sabía por qué orar, pero el Espíritu comenzó a abrirme la verdad de esas palabras. ¿Cómo puedo agradar a Dios? ¡Rindiéndome! Ni aun tratar. Fue como el señor Pentecostés dijo. El Espíritu Santo hará la obra. No es mi fuerza, es la Suya. De otra manera me gloriaría de mis propios logros.

El toque de Dios
Cuando veas a Cristo cara a cara, no dirás: “Señor, mira lo que hice”. Dirás: “Señor, mira lo que hiciste con este hombre miserable”. Comienza a practicarlo. Abre tus brazos y di: “Espíritu del Dios viviente, yo deseo vivir para Jesús hoy. Te doy mi mente, mis emociones, mi voluntad, mi intelecto, mis labios, mi boca, mis oídos, y mis ojos –úsalos para la gloria de Dios.
Cuando me levanto y oro esa clase de oración, la unción me inunda como un océano en marea alta. En el momento que me rindo totalmente, Dios comienza a fluir a través de mi ministerio. Ninguna otra cosa lo hace.
Muchas veces me he preguntado por qué, en mis propias reuniones, el Espíritu me dirige tan a menudo a orar por sanidad. Y me he preguntado por qué mi ministerio ha estado acompañado de personas que caen bajo el poder del Espíritu Santo. Pero cuando miro los resultados de las reuniones, veo que cada manifestación del Espíritu tiene un propósito: para traer personas a Cristo.
Es una demostración de que Dios está vivo, que todavía se está “moviendo” en las vidas de la gente. Yo he visto a miles de personas realmente caer bajo el poder del Espíritu, y yo creo que sólo un pequeño toque del poder de Dios fue todo lo que sintieron. Pero demuestra la fortaleza maravillosa del Todopoderoso, y atrae a la gente al Salvador.
Ser sanado o aun “caer en el Espíritu” no es un prerrequisito para el cielo. Hay solamente una puerta –Cristo el Señor. Nunca quites tu atención del propósito del Espíritu en la tierra. Él es el Espíritu del Padre y el Espíritu del Hijo, guiando a la gente a confesar que Cristo es el Señor.
Desde que comencé mi ministerio nunca he cesado de maravillarme del poder del Espíritu Santo. Él es delicado, pero es poderoso.

La hierba se seca, y la flor se marchita, porque el viento de Jehová sopló en ella; ciertamente como hierba es el pueblo. (Isaías 40:7).

El Espíritu Santo no es una personalidad débil.
Como cristiano joven y un ministro nuevo, a menudo me paraba detrás y observaba al Señor obrar. Yo sabía que no era yo quien estaba tocando las vidas. Era la soberanía de Dios y la operación del Espíritu. Yo solo observaba asombrado.
Pero no creo que nunca estuviera tan asustado en mi vida como en aquella noche de domingo en abril de 1975. Allí estaba yo en la plataforma de una pequeña iglesia pentecostal en la parte oeste de Toronto cuando mis padres –Constandi y Clemence- entraron por la puerta.
Mi corazón por poco se para, y podía sentir el sudor en mi frente. Mi peor pesadilla no hubiera podido igualar a esto. Yo estaba petrificado –demasiado asustado para reírme y demasiado sobresaltado para llorar.

¿Qué podrán ellos estar pensando?
Yo había estado predicando por cinco meses, pero mis padres ni siquiera lo sospechaban. La tensión en nuestra casa acerca del Señor estaba  muy mal sin necesidad de que yo les diera esas noticias. Pero ellos vieron un anuncio que el pastor había puesto en el periódico y fueron a la pequeña iglesia.
Yo ni siquiera podía mirar en dirección de ellos. Pero el momento en que abrí mi boca para predicar, la unción del Espíritu Santo llenó el edificio. Era tan fuerte. Las palabras comenzaron a fluir de mí como un rio. Yo me veía como si realmente estuviera “escuchando” lo que el Espíritu me dirigía a decir.
Cuando terminé mi mensaje, me sentí guiado a comenzar a ministrar a la gente que necesitaban sanidad. Pensé: “¿Qué mi mama y mi papa estarán pensando de todo esto?” luego ellos se pararon y se fueron por la puerta de atrás.
“Jim”, dije después del servicio, “¡Tienes que orar!” Jim Poynter estaba conmigo en la plataforma aquella noche y sabía lo serio de la situación. Yo aún pensé pasar la noche en su casa para evadir la confrontación inevitable.
En vez de eso, me metí en mi automóvil y comencé a recorrer las calles de Toronto. Yo pensé: “Si llego a la casa a medianoche, mi familia estará durmiendo”. Fue después de las dos de la mañana cuando silenciosamente me estacione al frente de la casa y apagué el auto.
En puntillas y despacio abrí la puerta del frente. Al abrirla, me asombré con lo que vi. Allí frente a mí, sentados en el diván, estaban mi mamá y mi papá.
Me dio pánico cuando los vi entrar en la iglesia, pero esto era peor. Mis rodillas comenzaron a temblar, y busqué un lugar para sentarme.
Mi padre fue el primero en hablar y yo escuché con incredulidad.
“Hijo”, dijo suavemente, “¿Cómo podemos llegar a ser como tú?”
¿Estaba yo oyendo lo que creía que estaba oyendo? ¿Era este el mismo hombre que había estado tan ofendido por mi conversión? ¿El padre que me había prohibido terminantemente que el nombre de “Jesús” se mencionara en el hogar?
“Realmente queremos saber”, dijo él. “Dinos cómo podemos tener lo que tú tienes”.
Miré a mí querida madre y vi lágrimas que comenzaban a rodar por sus hermosas mejillas. Yo no podía contener el gozo de ese momento. Comencé a llorar. Y en la hora siguiente de aquella inolvidable noche, abrí la Escritura y guie a mis padres al conocimiento salvador del Señor Jesucristo.
Mi papá dijo: “Benny, ¿tú sabes lo que me convenció?” Él me dijo que cuando yo comencé a predicar, se volvió a mi mama y le dijo, “Este no es tu hijo. ¡Tu hijo no puede hablar! Su Dios tiene que ser real”. Él no sabía que yo había sido totalmente sanado de la tartamudez.
La maravillosa conversión de mis padres le permitió al Señor realmente arrastrar al resto de mi familia. Henry apareció y se entregó a Cristo. Mi hermanito Mike nació de nuevo. Entonces lo mismo pasó con Chris. Si usted ha oído sobre “ser salvo tú y tu casa” ¡este fue el caso!
El hogar de los Hinn se transformó en el “¡cielo en la tierra!” Y el cambio no fue pasajero. Fue una obra permanente del Espíritu. Hoy Chris, Willie, Henry, Sammy y Mike están completamente envueltos en el ministerio. Mary y Rose son cristianas consagradas que viven para el Señor. ¿Y Benny? Bueno, tú sabes lo que le ha sucedido a él.

Las primeras cosas primero
Tal como el Espíritu Santo tocó mi vida y atrajo a mis padres a Cristo, El desea lo mismo para ti. La obra más grande del Espíritu no es guiarte a algún éxtasis celestial en la tierra. Eso puede suceder, pero Su propósito es redargüir de pecado y guiar las personas a Jesús.
Mientras leías este libro te habrás dicho: “¡Eso es para mí! Yo deseo tener una relación personal emocionante con el Espíritu Santo” ¿Pero estás dispuesto para esto? Lo que me pasó a mí la noche que el Espíritu entro en mi cuarto no fue el primer paso. Comenzó mucho antes. Tú tienes que poner primero las primeras cosas y poner el pie en cada peldaño de tu escalera espiritual.
Amigo, si nunca le has pedido a Cristo que venga a tu corazón, ahora es el tiempo. Es el paso más importante que jamás darás. Ahora mismo, di: “Jesús, confieso que soy pecador. Yo creo que Tú eres el Hijo de Dios y que Tú derramaste tu preciosa sangre en la cruz por mí. Perdona mis pecados. Limpia mi corazón de toda iniquidad. Te doy gracias por salvarme ahora. Amén”.
Si has dicho esa oración de corazón, estás listo para comenzar una vida nueva en el Espíritu. Y cada día al orar, leer la Palabra de Dios, y hablarle a otros de Su amor, sentirás la emocionante dirección de Dios.
He llegado a la conclusión de que yo dependo totalmente del Espíritu Santo. Él es todo lo que tengo. Él es todo lo que tú tienes. Jesús lo prometió y Dios lo envió para que tú tengas conocimiento, poder, comunión y compañerismo. Él te ungirá, te ayudará, te vivificará, te consolará, te dará descanso, te guiará, te ayudará a orar, y mucho más.
Él está esperando para comenzar una relación contigo que cambiará tu vida para siempre. Pero de ti depende que lo invites.

Cuando el sol salga en la mañana, El estará ansioso de oírte decir: “Buenos días, Espíritu Santo”.

miércoles, 29 de julio de 2015

Libro: "Buenos días Espíritu Santo" [Benny Hinn] - Capitulo 11

Capítulo 11
“¿Por qué estás llorando?”

“Benny, ¿es perdonable la blasfemia contra el Padre?” me pregunto un cristiano nuevo recientemente.
            “Si”, contesté.
            “¿Qué de la blasfemia contra el Hijo?”
            “Esa puede ser perdonada también”, dije yo.
            “Entonces, ¿puede decirme por qué la blasfemia contra el Espíritu Santo no puede ser perdonada?”

LIBERTAD DEL TEMOR

Para muchas personas el tema es inquietante. Pero el Espíritu me ha dado libertad del temor de cometer “el pecado imperdonable”. El me abrió el entendimiento con tal revelación que ya no me preocupa el asunto.

“Él estaba llorando silenciosamente”
En el invierno de 1974 Dios abrió mis ojos a una tremenda verdad concerniente a la naturaleza del Espíritu Santo y por qué el Padre y el Hijo dieron la “ultima” advertencia a aquellos que blasfemaran al Espíritu.
Yo estaba en oración cuando de repente supe que el Espíritu de Dios estaba en mi cuarto, y sentí que Él estaba llorando. Yo sé que esto suena raro, y tengo que confesar que no lo entiendo completamente. Pero sí recuerdo que yo estaba de rodillas cuando sentí Su presencia y percibí que Él estaba llorando silenciosamente.
Tú dices, “Bueno, ¿cómo sabías que era el Espíritu?” Para mí, cuestionar la realidad de ese momento sería como cuestionar mi salvación; tan real como ésta fue esa experiencia. Yo no puedo explicarla o comprenderla, pero sé que sucedió.
La experiencia fue tan real, que efectivamente volví mi rostro hacia la izquierda y dije: “Espíritu del Señor, ¿por qué estás llorando?”
No hubo respuesta. Y en ese momento las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. Con mis ojos humedecidos, le pregunté otra vez: “Espíritu del Señor, ¿por qué estás llorando?”
Entonces todo mi ser comenzó a llorar. Ya no eran solo lágrimas: la realidad de lo que sentí era tan grande que comencé a gemir. El sentimiento venía de muy dentro. Era como si yo estuviera quebrantado de corazón –como una persona que acaba de perder un hijo o una hija.
El gemir profundo no cesaba. Yo estaba llorando en la noche y no pude dormir. Y continuó, no por horas sino por días. Esto no fue planead y en verdad, yo no podía entender por qué las lágrimas eran tan incontrolables. La experiencia duró por más de tres semanas.
La carga se hizo cada vez más pesada. Yo sentía como si alguien hubiera tomado una carga de mil libras, la hubiera ligado apretadamente a mi espalda, puesto llave a las ligaduras, y me hubiera dejado solo para que luchara. De todos modos, sentía como que yo estaba sobrecargado con una carga pesada y opresiva de dolor. Esa es la única manera de describirla –una carga de dolor.

Paseándome por la habitación
Me sentía como el salmista cuando escribió:

Me he consumido a fuerza de gemir:
Todas las noches inundo de llanto mi lecho,
Riego mi cama con mis lágrimas.
                                               (Salmo 6:6)

Allí estaba yo, afligido sin saber por qué, paseándome por la habitación buscando una razón.
Alcé mi vista y dije: “Señor, ¿por qué?”. Yo oré que me librara de este peso inexplicable sobre mis hombros. En ese momento el Dios omnipotente transformó esa carga de dolor en una carga por las almas perdidas que jamás había conocido antes.
Lo que comenzó por preguntarle al Espíritu Santo, “¿Por qué estás llorando?” terminó con una carga que transformó mi vida; una carga por los perdidos que nunca me ha dejado –ni una vez- hasta este día.
Yo salí de aquella experiencia (aunque todavía no la entiendo completamente) convencido de que el Espíritu Santo se aflige por el mundo. Estoy completamente persuadido de que con lágrimas El busca siervos que lleven el amor de Dios. Yo creo que el Espíritu del corazón del Padre se está quebrantando por las necesidades de la humanidad. Quizás en aquellas semanas El me permitió tener sólo un vislumbre de Su agonía por los perdidos.
No había duda de lo que sería el futuro de Benny Hinn. Yo sabía que tenía que predicar el mensaje del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y no he dejado de hacerlo desde entonces.
El Espíritu es tan especial que cuando El encuentra una persona que Él pueda usar, le permite sentir el palpitar de Su corazón. Cuando tú hayas sentido el dolor que el Espíritu Santo siente, ese sentir se adhiere a tu conciencia y nunca te deja. No solamente ves las necesidades de la humanidad: tú sientes aquellas necesidades desesperadas como nunca antes.
Pero yo creo que había otra razón para que Dios me permitiera pasar por aquella lección. Aquello abrió mis ojos al por qué el Espíritu Santo es un miembro de la Trinidad y, sin embargo, es diferente del Padre y del Hijo. Y me hizo posible juntar las piezas del rompecabezas llamado “el pecado imperdonable”.

Insulto y calumnia
¿Qué dice la Escritura exactamente?
Jesús, hablando a los fariseos, dijo: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama. Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres: más la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada” (Mateo 12:30-31). Luego, haciéndolo aún más claro, dijo: “A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero” (v. 32).
¿Qué abarca la palabra blasfemia? La palabra tiene diferentes significados que incluyen:

Hablar mal de
Burlarse (o escarnecer)
Injuriar, denigrar, criticar, o hablar irrespetuosamente de
Difamar –herir con palabras
Calumniar –o acusar falsamente
Insultar

Algunos pueden preguntar: “¿Cómo uno difama al Espíritu Santo?” o “¿Cómo lo “insultas?” Es un acto voluntario.
El libro de los Hebreos habla directamente sobre el asunto:

Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?     (Hebreos 10:26-29)

A esas palabras sigue este serio recordatorio: “Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (v. 30-31).


Qué diferencia
¿Por qué no hay perdón para la blasfemia contra el Espíritu Santo? A través de las páginas de este libro he compartido contigo de la Escritura que hay una particularidad –una diferencia- en el Espíritu Santo. Él no es más alto ni más bajo que el Padre o el Hijo, pero tenemos que llegar a conocer sus características.
El Dios todopoderoso, el Padre, es el gran Dios del cielo y tiene que ser adorado, alabado, glorificado, magnificado, y ensalzado. Jesús, Su Hijo, es el Señor de la gloria, a quien aún los ángeles temen mirar. Sin embargo, amigo mío, yo entiendo que el Espíritu Santo tiene la capacidad de sentir las emociones humanas –aún el dolor, aflicción y angustia- con una intensidad que El solo conoce.
Tú dices: “¿Quieres decir que el Espíritu Santo puede sentir un dolor de corazón en una manera diferente que el Padre y el Hijo?” La Escritura no dice: “No contristéis al Padre o al Hijo”. Siempre es: “No contristéis al Espíritu”. ¿Por qué? Yo creo que es porque Él es tocado en una manera profunda e intensa que en algo difiere de lo que experimentan los otros miembros de la Deidad.
El solo hecho de que Jesús dijera que “alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero el que hable contra el Espíritu Santo no le será perdonado” indica que el Espíritu Santo puede llegar a herirse.
¿Por qué del Padre se dijo que “hicieron enojar su santo espíritu”? En otras palabras, el Espíritu de Dios fue afligido o atormentado. Y la Escritura dice que “por lo cual se les volvió enemigo y el mismo peleó contra ellos” (Isaías 63:10). ¿Por qué el Espíritu parece ser tan protegido? Quizás sea porque Dios el Padre sabe cuán tierno el Espíritu es. Es casi como si Dios el Padre dijera: “Si tú lo tocas, jamás te perdonaré”.
¿Por qué el Espíritu Santo está tan protegido por Cristo que Jesús decía: “Mi sangre limpiará todos los pecados menos ese”? El aun dijo: “Pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno” (Marcos 3:29). ¿Por qué? Repito, porque el Espíritu Santo es diferente y Su corazón Puede ser tan fácilmente lastimado.
Pero, ¿puedo darte una palabra de consuelo? Antes de Jesús hablar de blasfemia, El hizo una declaración muy importante que debes de leer una vez más. Él dijo: “El que no es conmigo, contra mí es: y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mateo 12:30).
Si tú estás trabajando para Cristo, no caes dentro de la categoría de Su advertencia. Cuando el Señor habló sobre el tópico de la blasfemia, hizo absolutamente claro que estaba amonestando a personas que no estaban trabajando con El.
Pregúntate, “¿Estoy con El?” Si la respuesta es sí, entonces pregúntate: “¿Estoy recogiendo almas para El?” Si la respuesta todavía es sí, puedes decir: “Entonces nunca blasfemaré al Espíritu”.

"¿Estás preocupado?”
Una adolescente vino a mi convencida de que ella había blasfemado contra el Espíritu Santo.
“¿Estás preocupada?” le pregunté.
“Sí”, dijo ella, con una mirada turbada.
“Jovencita”, le dije, “el solo hecho de que estés preocupada quiere decir que tú no blasfemaste contra el Espíritu”.
Tú ves, la blasfemia es un acto de voluntad que no acarrea preocupación.
La blasfemia es maldecir a Jesús y decir: “¡No me importa lo que El hizo!” Es decir: “¿A quién le importa lo precioso que la sangre es?” la blasfemia es despreciar lo que Dios hizo y hacerlo voluntariamente.
Tú dices: “Bueno, Benny, ¿Cómo yo sé que nunca cometeré ese pecado?” Tú no cometerás ese pecado mientras no desees cometerlo.
Mira atentamente lo que Cristo dijo. Él dijo que cualquiera que “hable” contra el Espíritu no será perdonado. Esa palabra es vital para el mensaje de Cristo. Hablar indica un acto deliberado. Es más que un pensamiento ocioso. El cuerpo entero de uno llega a envolverse en el acto de decir una palabra.
Si el espíritu es blasfemado, Él es insultado por aquellos que han hecho la decisión de blasfemar. Es un acto de la voluntad, una decisión que uno tiene que ejecutar.
¿Dónde está Satanás en todo esto? De mi trato con la gente como ministro, yo sé cómo el diablo viene a la gente y trata de llenar sus mentes con pensamientos malos acerca del Espíritu Santo. ¿Esperarías tu nada menos de él? Quizás te ha pasado a ti.
¿Han entrado alguna vez pensamientos “impropios” a tu mente que deseas que nunca hubieran venido? ¿Quién lanzó hacia ti ese mal pensamiento? Por supuesto que fue Satanás. Pero, ¿dijiste tú ese pensamiento en voz alta? ¡No! La razón de que guardaras silencio es que no fue un pensamiento tuyo.
Es la persona que habla en contra del Espíritu Santo la que ha hecho la decisión de blasfemar. Es el que dice: “¡Yo voy a blasfemar, y no me importa lo que Dios piense!”
Saúl blasfemó al Espíritu cuando rechazó la palabra de Dios. Demás, uno de los compañeros de Pablo, blasfemó cuando le dio la espalda al evangelio y volvió a la lascivia de la carne. Pablo escribió: “Demás me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica” (2 Timoteo 4:10).

No le permitas que te deje
Tú dices: “Nos has estado diciendo que no podemos blasfemar. ¿Y qué de Saúl y Demás?” Mi punto es que tú no puedes blasfemar mientras decidas vivir para Jesús y permanecer con esa decisión.
El camino a la eternidad está cubierto de personas que empezaron con Cristo y terminaron con Satanás. Hay los que pasan al frente y le dan la mano al predicador como si eso les diera una clase de póliza de seguro que les garantiza una mansión en el cielo. Pero sus corazones no acompañaron a sus acciones. Pronto encuentras a esos mismos enamorados de la lascivia, el dinero o el brillo del mundo. Y dicen: “Dos, yo me voy”.
Puede que te preguntes: “¿Cómo sé que el Espíritu Santo está todavía conmigo? ¿Y cómo sabré si Él se ha alejado y cuando lo ha hecho?”
Es una táctica de Satanás atacarte y llenar tu mente con estas palabras, “¡El Espíritu Santo te dejó. Se fue para siempre. Nunca lo volverás a tener!”
Pero no aceptes eso. Te diré cómo puedes saber si el Espíritu todavía está contigo. Esto ha sido una gran ayuda para mí y creo que lo será también para ti. Primero, la Escritura nos dice que el Espíritu Santo mora en cada creyente como consejero y fuente de paz. Segundo, ¿estás tú consciente de la presencia de Jesús en tu vida? Entonces el Espíritu Santo no se ha ido. ¿Todavía oyes al Espíritu de Dios decir: “¡Ora!”? Él no se ha ido. ¿A veces te sientes culpable por no leer la Palabra?” Él no se ha ido; en efecto, Él te está trayendo convicción de pecado. ¿Al encontrarte con alguien has sentido la urgencia de hablarle acerca de Jesús? Él todavía está allí.
Jesús no estaba hablando palabras contradictorias cuando dijo que el Espíritu estará contigo para siempre. Él estaba hablando del hecho de que la función del Espíritu es permanente –aun eterna. Tú ves, si lo blasfemas, el Espíritu se va. Pero si lo contristas, Él no te deja. Él se quedará, aun cuando tú lo hieras. Yo creo que los cristianos contristan al Espíritu cada día. Yo, por lo menos, soy culpable de ello.
Contristar al Espíritu Santo es el pecado de la iglesia. Es por eso que Pablo le dijo a la iglesia: “No contristéis el Espíritu Santo”. Él no estaba dirigiendo esas palabras a los inconversos.

¿Qué si yo creyere?
Puedes preguntar: “¿Cómo lo contristamos?” Tú lo contristas cuando no perdonas. Lo contristas cuando dices algo feo o malo. Pero tu oración diaria debe ser: “Bendito Espíritu de Dios, por favor ayúdame a no contristarte”.
¿Y qué si creyeres? Él está más que dispuesto para oírte decir: “Por favor, perdóname”. Y Él te perdonará y te limpiará setenta veces siete.
El Espíritu Santo es tan sensible que aun la más ligera herida le causará dolor. Y mientras más tiempo lo hayas conocido, más entenderás Sus sentimientos. Cuantas veces, con lágrimas, yo digo: “Espíritu Santo, siento mucho haberte causado angustia. Pero, por favor, quédate a mi lado”.
En ocasiones le he dicho: “Tú me puedes castigar, ¡pero no me sueltes!”” porque a quien el Señor castiga, es porque le ama. Es como decir, “Yo te amo”.
Yo creo que si una persona permanece en una actitud de indisposición a perdonar, el Espíritu del Señor permitirá que atormentadores entren en él. Es por eso que Cristo le dijo a Pedro cuando el discípulo preguntó: “Señor, ¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?” (Mateo 18:21).
El Señor le contestó, “No te digo hasta siente, sino aun hasta setenta veces siete” (v. 22). Entonces él le dio la parábola del siervo no perdonador, que termina con la advertencia, “¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le entrego a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía” (v. 33-34). Cristo concluyó la parábola diciendo: “Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (v. 35).
¿Quiere decir esto que el Espíritu Santo se ha alejado permanentemente? No. Es solo que Dios removerá Su mano de protección de aquellos que no perdonan.
Una persona que totalmente ha blasfemado al Espíritu Santo llega a estar llena de los demonios de Satanás. Pero si tú preguntas: “Benny, ¿tú crees que un demonio puede poseer a un cristiano que está lleno del Espíritu Santo?” ¡Absolutamente no!
Yo sí creo, sin embargo, que una persona que ha hecho una confesión de fe en Cristo, pero no vive para el Señor –que vive sin perdonar- puede ser influenciada por demonios. Tales pueden ser hostigados y aun oprimidos por los poderes de las tinieblas, pero no poseídos.
Pedro, por ejemplo, dijo: “Señor, tu no vas a morir”. Y Jesús dijo, “Quítate de delante de mí, Satanás”. Pedro no estaba poseído por Satanás. El sólo estaba influenciado. Hay una gran diferencia.
Jesús dijo. Mediante el Espíritu, “Nunca os dejaré ni os desampararé” Y eso, mi amigo, son buenas noticias. Y como El permanece con nosotros, es más importante saber qué hará El por nosotros que lo que Satanás hará contra nosotros.

Tú no puedes hacerlo por ti mismo
Estoy seguro de que es tu mayor deseo amar a Dios con  tu espíritu, alma y cuerpo. Pero no importa cuán fuerte sea tu deseo, es absolutamente imposible lograr tu meta por ti mismo. Es imperativo que digas: “Espíritu Santo, te pido que me ayudes”.
Pablo le escribió a la iglesia en Roma: “La esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5).
Ciertamente, deseamos amar a Cristo, pero eso es imposible a menos que el Espíritu nos dé amor sobrenatural. ¿Y cómo lo recibes? Simplemente dieces: “Espíritu de Dios, yo me rindo a ti”. Por ese solo hecho El inundará tu alma de amor por el Señor.
Mientras más profundamente conozcas al Espíritu Santo, más profundamente conocerás a Jesús. Es algo automático. ¿Por qué? Porque cuando el Espíritu está presente, Cristo es enaltecido. Jesús dijo: “¡El me glorificará!” El Señor nunca es echado a un lado, sino más bien es traído mucho más cerca.
Pablo escribió: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1).
¿Entiendes tú lo que verdaderamente significa andar en el Espíritu? Cuando Él dice: “Ora”, eso es lo que tú haces. Cuando Él dice: “Testifica”, eso es lo que tú haces. De repente, estás andando en el Espíritu.


EL GOZO DE LA LIBERTAD EN EL ESPIRITU

Cuando se desobedece se siente condenación y luego culpa. Pero al obedecer Su llamado, conoces el gozo de la libertad en el Espíritu: “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 5:2). El dador de la ley en el Antiguo Pacto fue el Padre, pero el dador de la ley en el Nuevo Pacto es el Espíritu Santo. Jesús dio los mandamientos mediante el Espíritu (Hechos 1:2), igual que Dios una vez dio la ley mediante Moisés.

Siete revelaciones
¡Que gozo da disertar sobre las victorias descritas por Pablo en Romanos 8! En efecto Pablo comparte siete revelaciones especificas en los primeros dieciséis versículos de esta carta.
Quizás en ninguna otra parte en la Escritura está la obra del Espíritu tan claramente definida.

1.    Hay poder sobre el pecado. La primera revelación dice que la ley del Espíritu de vida le da a uno libertad del pecado y de la muerte (v. 1-2). Tú tendrás dominio sobre el pecado.

2.    El cumplirá la ley. “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (v. 3-4).
 Es el cumplimiento de la ley de Moisés lo que ha producido la libertad que ahora tenemos en el Espíritu.

3.    Él te dará la mente de Dios. “Porque los que son de la carne piensan e las cosas de la carne, pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es  muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (v. 5-8).

4.    Él te dará justicia. “Más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, más el espíritu vive a causa de la justicia” (v. 9-10).

5.    El dará vida a tu cuerpo. “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (v. 11).
Si sigues en los pasos del Espíritu Santo, andarás en saludo. Tendrás un cuerpo vivificado. Como dijo el profeta Isaías: “Los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas” (Isaías 40:31). Mi amigo, tú no puedes renovar tus fuerzas sin el Espíritu Santo porque Él es el que vivifica el cuerpo mortal.

6.    El traerá muerte al yo. “Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne, porque si vivís conforme a la carne; moriréis; más si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios (v. 12-14).

7.    Él te dará testimonio de tu salvación. “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios (v. 15-16).

En versículo tas versículo, Pablo te dice que es el Espíritu quien hace la obra del Padre y del Hijo. Y yo me emociono cada vez que leo estas gloriosas palabras: “Porque los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios”.
No es la intención de Dios que te apartes de la senda que Él te ha trazado. Él no te creó para verte caer. Es por eso que no debes llegar a estar indebidamente alarmado por la posibilidad de cometer el pecado imperdonable, la blasfemia contra el Espíritu Santo.
Tu amor por Cristo sobrepasa de tal manera a la influencia de Satanás, que la batalla ha sido ya ganada. El Espíritu Santo anhela que tú comiences una relación profunda personal con El.
Cuando mi alma clamaba con sollozos del corazón que parecían interminables, el Espíritu esperaba pacientemente. Su carga vino a ser mi carga, y esa experiencia me dio una pasión por las almas que nunca ha disminuido ni se ha apartado.
Él estaba esperando para darme poder, plenitud, justicia, una vida guiada por el Espíritu, y mucho más.

Y ahora Él está esperando por ti.

Libro: POEMAS DE DIOS [Alex Campos] Capitulo 7 - VUELVE PRONTO

CAPÍTULO 7 Vuelve pronto Mis ojos yo alcé al cielo y su rostro se escondía en las nubes del gran cielo. Sin aliento y sin consuel...