Capítulo 12
El cielo en la tierra
|
|
Mis primeros “sermones
en 1974 y a principios del 1975 no tenían mucho contenido. Era básicamente mi
testimonio de la obra del Espíritu –de cómo Él se hizo tan real para mí. En
aquellos días realmente yo no sabía mucho, y había tanto que aprender.
SIGUIENDO LA VOZ DEL ESPIRITU
Pero durante 1975 yo oí la inconfundible voz del Espíritu
Santo que me decía que era tiempo de comenzar reuniones semanales en Toronto.
Él dijo: “Sígueme. Oye mi voz, y tú vas a llevar a muchos a Cristo”.
Así que comencé. Los lunes en la noche
programamos una serie de servicios que continuarían por los próximos cinco
años. Comenzamos en el auditorio de una escuela superior, y la congregación
llegó a ser tan grande que tuvimos que mudarnos para un local más grande.
Cientos y cientos de personas asistían.
Los servicios eran totalmente dirigidos
por el Espíritu, y yo siempre seguía al pie de la letra Su voz. Algunos fueron
liberados de vicios graves. Familias que estaban divididas fueron restauradas.
Teníamos “filas de sanidad” y oímos testimonios de milagros. Pero siempre,
siempre, los servicios resultaban en la salvación de almas.
Entonces algo sucedió. Las personas
comenzaron a recibir milagros, liberación, y sanidades en sus asientos. No hubo
necesidad de filas para “imposición de manos”. Dios comenzó a hacer Su obra a
través de todo el auditorio –tan abundantemente que no había tiempo para
escuchar todos los testimonios.
La prensa comenzó a interesarse. En la
primera plana del Toronto Star, el Toronto Globe and Mail, y otros
periódicos a través de Canadá tenían historias de las “Reuniones de milagros”
que estábamos celebrando.
En diciembre de 1976 el Globe and Mail envió un reportero a una
de las reuniones para describir con detalles lo que estaba pasando. El escribió
sobre las sanidades y testimonios y terminó el articulo citándome: “Yo no estoy
interesado en levantar a Benny Hinn. No lo estoy y nunca lo estaré. Jesús es el
único… que hay que levantar y exaltar. Yo deseo ver almas, almas, almas, almas,
almas, almas. Personas, ¿entienden eso?”
Bajo el titular, “¿Es efectiva la sanidad
de fe?” el Toronto Star presentó un
reportaje documental de cuatro casos de personas que habían sido sanadas en
nuestros servicios. Hablaba acerca de un obrero de la planta de la GM en Oshawa
que tenía cáncer en la garganta. “Esta semana, después del examen en la clínica
del cáncer, se le dijo que no había indicios del cáncer”.
El relató la historia de un camionero de
Beaverton: “Uno que no asistía a la iglesia, quien había sufrido de fallo del
corazón y enfisema (una enfermedad de los pulmones) por siete años, fue
persuadido por amistades a asistir a una cruzada de sanidad. ‘Yo fui al doctor
tres días después, y me dijo que no podía hallar nada malo’, dijo él. ‘Dios
tiene que haberlo hecho’”.
¿Y qué de sus doctores? El reportero cito
a uno, que dijo: “Mira, están pasando más cosas en este mundo de las que
sabemos”.
Las estaciones de televisión comenzaron a
filmar documentales acerca de lo que Dios estaba haciendo. La Canadian Broadcasting Corporation (CBC),
Global TV, y la inmensa estación independiente de Toronto, el canal 9,
presentaron programas. Nosotros teníamos nuestro propio programa semanal de
televisión que se vio después de 60
minutes, en las horas de mayor audiencia, por año y medio.
Un taxi amarillo en
Pittsburgh
Dejar la gran ciudad de Toronto en 1979 no fue fácil para
mí. Fue donde yo fui salvo, sanado, y tocado por el poderoso Espíritu de Dios.
La prensa no tenía nada sino buenas noticias que reportar acerca del
ministerio. Pero de nuevo, yo prometí seguir la guianza del Espíritu Santo.
Yo sabía que Él quería que yo edificara
una iglesia y estableciera un ministerio internacional. Él me había dicho esto
años antes, en 1977. Recuerdo exactamente donde sucedió. Yo estaba en
Pittsburgh, viajando en un taxi amarillo cuando tuve una conversación con el Espíritu
acerca de eso. Sobre el ministerio Él dijo: “¡Conmoverá al mundo!”
Yo me preguntaba, “¿Dónde será? ¿Nueva
York? ¿Los Ángeles?” Pero sabes, el Espíritu tiene una forma maravillosa de
guiar.
En Julio de 1978 viajé a Orlando, Florida,
para hablar por invitación del pastor Roy Harthern. El me habló de su hija,
Suzanne, que estaba en el Evangel College
en Springfield, Missouri. Como era soltera, abrí mis oídos.
Me invité a mí mismo a pasar Navidad con
ellos, y Suzanne estaba en el hogar por los días festivos. La primera vez que
la vi, el Señor me dijo: “Esa es tu esposa”. ¡Solo así! Yo lo sentí. Y ella
también.
Pero yo tenía que estar seguro, así que
comencé a pedir a Dios “señales”. Le puse “vellones”. Y cada uno de ellos
obtuvo una respuesta. Yo pensé: “¿Es esto sólo coincidencia, o Dios realmente
desea que yo me case con esta joven?”
Entonces probé una última señal –una algo
difícil.
Yo volaba desde San José, California a
Orlando el primero de enero de 1979. Hice un viaje rápido para hablar en un
servicio de fin de año. En el avión hablé con Dios. Le dije, “Si realmente ella
va a ser mi esposa, que ella me diga cuando yo llegue: ‘Te hice un pastel de
queso’” Esa era la prueba más difícil que se me podía ocurrir.
Suzanne me esperó en el aeropuerto de Orlando,
y las primeras palabras que salieron de su boca fueron: “Benny, te hice un
pastel de queso”. Luego me dijo: “No esperes demasiado. Nunca antes yo había
hecho un pastel de queso”.
A las dos semanas nos comprometimos y nos
casamos más tarde ese año.
Al pasar el tiempo, todas las señales
indicaban a Orlando, Florida, como el lugar donde comenzaríamos un ministerio
mundial. Con sólo un puñado de personas, el Centro Cristiano de Orlando comenzó
en 1983. Ahora beneficia las vidas de miles de personas cada semana, más una
audiencia nacional de televisión.
Él no es un promotor
Sinceramente, yo no tenía idea de adonde el Espíritu
guiaría mi vida cuando comencé mi relación con El. Todo lo que yo sabía era que
Él era real y deseaba mi amistad. Él quería ser mi maestro y guía.
Pero esto es lo que he llegado a saber. El
Espíritu Santo nunca se ensalza a Sí mismo; El enaltece a Jesús. El nunca
creará el lugar de grandeza precisamente para Sí mismo; Él le dará el honor al
Señor.
También he aprendido que el Espíritu no es
la fuente de los dones de Dios. Él es el que te ayuda a recibir del dador, que es Dios el Padre. Él es también el que te
ayuda a recibir al Hijo de Dios como
Salvador y Señor.
TU DEMANDA DEL ESPIRITU
¡Aun un inconverso siente el poder del Espíritu Santo! Yo
he hablado a cientos de personas acerca de sus experiencias de conversión, y
muchos han dicho: “Algo estaba sucediendo que yo no podía explicar. Yo me
sentía incómodo acerca de las cosas que estaba haciendo”. Ese es el poder de
convicción del Espíritu.
El Señor dijo: “No contenderá mi Espíritu
con el hombre para siempre” (Génesis 6:3). Hay una “lucha” cuando el Espíritu
Santo trata de hacerle saber a uno que necesita al Señor. Es por eso que las
personas están inquietas en la presencia de Dios antes de ser salvas.
¡El Espíritu es en realidad un testigo de
Jesús! “Cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el
Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, el dará testimonio acerca de mi”
(Juan 15:26). El propósito vital del Espíritu es guiar a la gente a Cristo.
El Espíritu redarguye y convence. Yo he
conocido individuos que han salido de una reunión evangelistica y se han
sentido realmente “perseguidos” por el Espíritu Santo. Se sintieron miserables
en su pecado. Continuamente sentían tensión en sus corazones. El Espíritu no
los quería soltar hasta que estuvieran hechas las paces con Dios mediante Su
Hijo.
El entrará en la mente y presentará la
verdad de la Escritura, convenciendo de la validez del evangelio.
Y después de que un haya dado su corazón a
Cristo, todavía Él está ahí mismo, ayudándole a testificar para el Señor. El
profeta Miqueas escribió:
Mas
yo estoy lleno del poder del Espíritu de Jehová, y de juicio y de fuerza, para
denunciar a Jacob su rebelión, y a Israel su pecado. (Miqueas 3:8)
Él te da el poder para hablar. En realidad, es en vano
intentar proclamar la Palabra de Dios sin el Espíritu Santo sobre ti.
“¡Ayúdame!”
Cuando tú dices: “Espíritu Santo, ayúdame a conocer a
Jesús”, Él no te va a desilusionar. Él siempre está dispuesto a ayudar. Escucha
lo que el salmista dice: “No me eches de delante de ti, y no quites de mi tu
sano Espíritu” (Salmo 51:11). Luego, en el próximo respiro dice: “Vuélveme el
gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente” (v. 12). El Espíritu Santo
está dispuesto.
Cada vez que tú digas: “Ayúdame”, Él dice:
“Lo haré”.
Cuando dices: “Enséñame”, Él dice: “Estoy
listo”.
Y cuando dices: “Ayúdame a orar”, Él dice:
“Comencemos”.
Él está ahí mismo, dándote el deseo de orar. Él es la urgencia detrás
del hambre de hablar al Padre y al Hijo. Pablo escribió estas palabras
poderosas: “Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de
Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el
Espíritu Santo” (1 Corintios 12:3). Cuando cantas, “Él es Señor” y lo dices de
corazón, es prueba de que el Espíritu Santo está dentro de ti. ¡Él te está
usando para proclamar que Jesucristo es Señor de todo el mundo!
En el momento que confieses la muerte,
sepultura y resurrección de Cristo, has pasado la prueba del Espíritu. La
Escritura dice: “En esto conoced al Espíritu de Dios: Todo espíritu que
confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no
confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el
espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya
está en el mundo” (1 Juan 4:2-3). Él dice: “En esto conocemos el espíritu de
verdad y el espíritu de error” (v. 6).
Tu salvación está en el mismo corazón de
la obra del Espíritu Santo. De hecho, es El realmente quien te adopta en la
familia de Dios. Pablo escribe: “Porque todos los ue son guiados por el
Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu
de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el
espíritu de adopción, por el cual clamamos ¡Abba Padre!” (Romanos 8:14-15).
Y así es como tú lo expresas. Por El
clamamos: ¡Abba Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de
que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos: herederos de Dios y
coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que
juntamente con él seamos glorificados (v.15-17).
Aceptados en adopción
El Espíritu te miró y vio en ti un huérfano. Él dijo, “te
adoptaré”. Él es tu Padre. ¿Por qué? Porque Él es el Espíritu del Padre. ¿Recuerdas
la canción de Dottie Rambo, “Espíritu Santo, bienvenido a este lugar”? Ella fue
inspirada a escribir, “Padre Omnipotente de gracia y amor”. Eso es lo que es el
Espíritu.
Sin Él es imposible acercarse al Padre.
Pablo dice: “Porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un
mismo Espíritu al Padre” (Efesios 2:18). ¿Por medio de quién? Por medio de
Jesús, ambos judíos y gentiles pueden acercarse a Dios por el Espíritu Santo.
Pero aquí está la parte más emocionante de
todas. La Biblia dice que el Espíritu
Santo se te ha dado como garantía de la vida eterna. “Habiendo creído en
él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, ue es las arras de
nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de
su gloria” (Efesios 1:13-14).
No hay duda sobre esto. El Espíritu Santo
te está preparando para el cielo. Si estás convencido de que Él vive en ti,
entonces nunca debes cuestionar que has nacido de nuevo. Nunca debes dudar que
tu hogar es el cielo. Y nunca debes tener dudas de que tienes vida eterna.
Déjame ponértelo de esta manera: Si mañana
por la mañana tú vas a una tienda y escoges alguna ropa y un par de zapatos
pero no tienes todo el dinero, vas al departamento de “mercancía reservada” y
pagas una parte del importe de la compra. Tú dices: “Yo la vendré a recoger la
semana que viene”. Tu nombre está en la cuenta, y te llevas el recibo a la
casa. Entonces la próxima semana recoges la posesión comprada.
Eso es exactamente lo que Jesús hizo
cuando vino y dio su Espíritu Santo. La única diferencia es que El pagó el
precio completo en el Calvario. Pero aquí está lo que Él dijo: “Yo pague por tu
vida, pero también he dado un pago parcial que garantiza que es mía. Él envió
al Espíritu. Y si tú lo tienes, estás en camino de la gloria.
Cuando Cristo vuelva, Él te va a recoger y
te va a llevar al hogar. Esto merece gritarse. Tú eres una posesión comprada
del Señor. Es por eso que le puedes decir a Satanás en su cara fea: “No me
toques. ¡Soy posesión de Cristo!” y no tengas miedo de hablar la Palabra. Resístelo,
y el huirá de ti.
Tú tienes al Espíritu Santo. ¡Un
“anticipo” de tu herencia! ¿Por qué Él fue dado como pago inicial? Pablo dice:
“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición
(porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)” (Gálatas
3:13). Y luego escribió esta verdad maravillosa: Él nos redimió “para que en
Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por
la fe recibiésemos la promesa del Espíritu” (v.14).
Porque Cristo llegó a ser maldición, El
Espíritu fue dad como promesa.
Tú necesitas alguna
ayuda
Desde el momento ue aceptas a Jesús como Salvador, es el
Espíritu ue te da la voluntad, la fortaleza, y el deseo de obedecer a Dios y de
vivir la vida cristiana. Sin Él es imposible.
El apóstol Pedro nos dice: “Habiendo
purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu,
para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de
corazón puro” (1 Pedro 1:22)
La razón de que las personas –aun
cristianos- fracasan es que ellos dependen de su propia fuerza. Tú no puedes
obedecer a Dios diciendo: “Yo lo voy a hacer por mí mismo”. Cuantas veces has
dicho: “Voy a orar”, pero no lo hiciste. O: “Leeré la Palabra”, pero te
olvidaste. ¿Por qué? Porque estabas dependiendo de tu mente. Dependiste de la
carne, y te fallará continuamente.
El de dará la fuerza y vida, pero el
Espíritu te dará algo que es de igual importancia: Él te dará descanso. Isaías dijo:
El
Espíritu de Jehová los pastoreó, como a una bestia que desciende al valle; así
pastoreaste a tu pueblo, para hacerte nombre glorioso. (Isaías 63:14)
Poco después que yo comencé a predicar el
evangelio, conocí a David DuPlessis. Él era conocido como “el señor
Pentecostés” como resultado de su presentación del Espíritu Santo a líderes
mundiales religiosos. Él era carismático antes que nadie supiera lo que la
palabra significaba.
Yo estaba caminando por el mismo pasillo
con este hombre ungido en una conferencia en Brockville, Ontario, cuando tuve
el valor de pararlo y hacerle una pregunta. Nerviosamente le pregunté, “Dr.
DuPlessis, ¿Cómo puedo yo verdaderamente agradar a Dios?”
El anciano, que ahora está con Jesús, se
paró, deposito su maletín en el piso, me puso un dedo en el pecho y me empujó
contra la pared. Yo, ciertamente, no esperaba eso de un predicador delicado.
Todo lo que yo había dicho fue: “¿Cómo puedo agradar a Dios?” y el me clavó en
la pared. Entonces dijo dos palabras que nunca he olvidado. Él dijo: “¡No
trates!” Levantó su maletín y siguió por el pasillo.
Yo lo alcancé y le dije: “Dr. DuPlessis,
yo no entiendo”.
El, calmadamente se volvió y dijo: “Joven,
no es tu habilidad. Es Su habilidad en ti”
Entonces dijo: “Buenas noches”, y entró en su cuarto.
Al entrar en mi cuarto, todavía yo estaba
confundido. Me acosté y pensé sobre esas palabras. “No es tu habilidad. Es Su habilidad
en ti”.
En ese momento yo no sabía por qué orar,
pero el Espíritu comenzó a abrirme la verdad de esas palabras. ¿Cómo puedo
agradar a Dios? ¡Rindiéndome! Ni aun tratar. Fue como el señor Pentecostés
dijo. El Espíritu Santo hará la obra. No es mi fuerza, es la Suya. De otra
manera me gloriaría de mis propios logros.
El toque de Dios
Cuando veas a Cristo cara a cara, no dirás: “Señor, mira lo
que hice”. Dirás: “Señor, mira lo que hiciste con este hombre miserable”.
Comienza a practicarlo. Abre tus brazos y di: “Espíritu del Dios viviente, yo
deseo vivir para Jesús hoy. Te doy mi mente, mis emociones, mi voluntad, mi
intelecto, mis labios, mi boca, mis oídos, y mis ojos –úsalos para la gloria de
Dios.
Cuando me levanto y oro esa clase de
oración, la unción me inunda como un océano en marea alta. En el momento que me
rindo totalmente, Dios comienza a fluir a través de mi ministerio. Ninguna otra
cosa lo hace.
Muchas veces me he preguntado por qué, en
mis propias reuniones, el Espíritu me dirige tan a menudo a orar por sanidad. Y
me he preguntado por qué mi ministerio ha estado acompañado de personas que
caen bajo el poder del Espíritu Santo. Pero cuando miro los resultados de las
reuniones, veo que cada manifestación del Espíritu tiene un propósito: para
traer personas a Cristo.
Es una demostración de que Dios está vivo,
que todavía se está “moviendo” en las vidas de la gente. Yo he visto a miles de
personas realmente caer bajo el poder del Espíritu, y yo creo que sólo un
pequeño toque del poder de Dios fue todo lo que sintieron. Pero demuestra la
fortaleza maravillosa del Todopoderoso, y atrae a la gente al Salvador.
Ser sanado o aun “caer en el Espíritu” no
es un prerrequisito para el cielo. Hay solamente una puerta –Cristo el Señor.
Nunca quites tu atención del propósito del Espíritu en la tierra. Él es el Espíritu
del Padre y el Espíritu del Hijo, guiando a la gente a confesar que Cristo es
el Señor.
Desde que comencé mi ministerio nunca he
cesado de maravillarme del poder del Espíritu Santo. Él es delicado, pero es
poderoso.
La
hierba se seca, y la flor se marchita, porque el viento de Jehová sopló en
ella; ciertamente como hierba es el pueblo. (Isaías
40:7).
El Espíritu Santo no es una personalidad
débil.
Como cristiano joven y un ministro nuevo,
a menudo me paraba detrás y observaba al Señor obrar. Yo sabía que no era yo
quien estaba tocando las vidas. Era la soberanía de Dios y la operación del Espíritu.
Yo solo observaba asombrado.
Pero no creo que nunca estuviera tan
asustado en mi vida como en aquella noche de domingo en abril de 1975. Allí estaba
yo en la plataforma de una pequeña iglesia pentecostal en la parte oeste de
Toronto cuando mis padres –Constandi y Clemence- entraron por la puerta.
Mi corazón por poco se para, y podía sentir
el sudor en mi frente. Mi peor pesadilla no hubiera podido igualar a esto. Yo estaba
petrificado –demasiado asustado para reírme y demasiado sobresaltado para
llorar.
¿Qué podrán ellos estar
pensando?
Yo había estado predicando por cinco meses, pero mis padres
ni siquiera lo sospechaban. La tensión en nuestra casa acerca del Señor
estaba muy mal sin necesidad de que yo
les diera esas noticias. Pero ellos vieron un anuncio que el pastor había
puesto en el periódico y fueron a la pequeña iglesia.
Yo ni siquiera podía mirar en dirección de
ellos. Pero el momento en que abrí mi boca para predicar, la unción del Espíritu
Santo llenó el edificio. Era tan fuerte. Las palabras comenzaron a fluir de mí
como un rio. Yo me veía como si realmente estuviera “escuchando” lo que el Espíritu
me dirigía a decir.
Cuando terminé mi mensaje, me sentí guiado
a comenzar a ministrar a la gente que necesitaban sanidad. Pensé: “¿Qué mi mama
y mi papa estarán pensando de todo esto?” luego ellos se pararon y se fueron
por la puerta de atrás.
“Jim”, dije después del servicio, “¡Tienes
que orar!” Jim Poynter estaba conmigo en la plataforma aquella noche y sabía lo
serio de la situación. Yo aún pensé pasar la noche en su casa para evadir la confrontación
inevitable.
En vez de eso, me metí en mi automóvil y comencé
a recorrer las calles de Toronto. Yo pensé: “Si llego a la casa a medianoche,
mi familia estará durmiendo”. Fue después de las dos de la mañana cuando
silenciosamente me estacione al frente de la casa y apagué el auto.
En puntillas y despacio abrí la puerta del
frente. Al abrirla, me asombré con lo que vi. Allí frente a mí, sentados en el
diván, estaban mi mamá y mi papá.
Me dio pánico cuando los vi entrar en la
iglesia, pero esto era peor. Mis rodillas comenzaron a temblar, y busqué un
lugar para sentarme.
Mi padre fue el primero en hablar y yo
escuché con incredulidad.
“Hijo”, dijo suavemente, “¿Cómo podemos
llegar a ser como tú?”
¿Estaba yo oyendo lo que creía que estaba
oyendo? ¿Era este el mismo hombre que había estado tan ofendido por mi conversión?
¿El padre que me había prohibido terminantemente que el nombre de “Jesús” se
mencionara en el hogar?
“Realmente queremos saber”, dijo él. “Dinos
cómo podemos tener lo que tú tienes”.
Miré a mí querida madre y vi lágrimas que
comenzaban a rodar por sus hermosas mejillas. Yo no podía contener el gozo de
ese momento. Comencé a llorar. Y en la hora siguiente de aquella inolvidable
noche, abrí la Escritura y guie a mis padres al conocimiento salvador del Señor
Jesucristo.
Mi papá dijo: “Benny, ¿tú sabes lo que me
convenció?” Él me dijo que cuando yo comencé a predicar, se volvió a mi mama y
le dijo, “Este no es tu hijo. ¡Tu hijo no puede hablar! Su Dios tiene que ser
real”. Él no sabía que yo había sido totalmente sanado de la tartamudez.
La maravillosa conversión de mis padres le
permitió al Señor realmente arrastrar al resto de mi familia. Henry apareció y
se entregó a Cristo. Mi hermanito Mike nació de nuevo. Entonces lo mismo pasó
con Chris. Si usted ha oído sobre “ser salvo tú y tu casa” ¡este fue el caso!
El hogar de los Hinn se transformó en el “¡cielo
en la tierra!” Y el cambio no fue pasajero. Fue una obra permanente del Espíritu. Hoy Chris, Willie, Henry, Sammy y Mike
están completamente envueltos en el ministerio. Mary y Rose son cristianas
consagradas que viven para el Señor. ¿Y Benny? Bueno, tú sabes lo que le ha
sucedido a él.
Las primeras cosas
primero
Tal como el Espíritu Santo tocó mi vida y atrajo a mis
padres a Cristo, El desea lo mismo para ti. La obra más grande del Espíritu no
es guiarte a algún éxtasis celestial en la tierra. Eso puede suceder, pero Su propósito
es redargüir de pecado y guiar las personas a Jesús.
Mientras leías este libro te habrás dicho:
“¡Eso es para mí! Yo deseo tener una relación personal emocionante con el Espíritu
Santo” ¿Pero estás dispuesto para esto? Lo que me pasó a mí la noche que el Espíritu
entro en mi cuarto no fue el primer paso. Comenzó mucho antes. Tú tienes que
poner primero las primeras cosas y poner el pie en cada peldaño de tu escalera
espiritual.
Amigo, si nunca le has pedido a Cristo que
venga a tu corazón, ahora es el tiempo. Es el paso más importante que jamás
darás. Ahora mismo, di: “Jesús, confieso que soy pecador. Yo creo que Tú eres
el Hijo de Dios y que Tú derramaste tu preciosa sangre en la cruz por mí. Perdona
mis pecados. Limpia mi corazón de toda iniquidad. Te doy gracias por salvarme
ahora. Amén”.
Si has dicho esa oración de corazón, estás
listo para comenzar una vida nueva en el Espíritu. Y cada día al orar, leer la
Palabra de Dios, y hablarle a otros de Su amor, sentirás la emocionante dirección
de Dios.
He llegado a la conclusión de que yo
dependo totalmente del Espíritu Santo. Él es todo lo que tengo. Él es todo lo
que tú tienes. Jesús lo prometió y Dios lo envió para que tú tengas
conocimiento, poder, comunión y compañerismo. Él te ungirá, te ayudará, te
vivificará, te consolará, te dará descanso, te guiará, te ayudará a orar, y
mucho más.
Él está esperando para comenzar una
relación contigo que cambiará tu vida para siempre. Pero de ti depende que lo
invites.
Cuando el sol salga en la mañana, El
estará ansioso de oírte decir: “Buenos días, Espíritu Santo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario