miércoles, 29 de julio de 2015

Libro: "Buenos días Espíritu Santo" [Benny Hinn] - Capitulo 11

Capítulo 11
“¿Por qué estás llorando?”

“Benny, ¿es perdonable la blasfemia contra el Padre?” me pregunto un cristiano nuevo recientemente.
            “Si”, contesté.
            “¿Qué de la blasfemia contra el Hijo?”
            “Esa puede ser perdonada también”, dije yo.
            “Entonces, ¿puede decirme por qué la blasfemia contra el Espíritu Santo no puede ser perdonada?”

LIBERTAD DEL TEMOR

Para muchas personas el tema es inquietante. Pero el Espíritu me ha dado libertad del temor de cometer “el pecado imperdonable”. El me abrió el entendimiento con tal revelación que ya no me preocupa el asunto.

“Él estaba llorando silenciosamente”
En el invierno de 1974 Dios abrió mis ojos a una tremenda verdad concerniente a la naturaleza del Espíritu Santo y por qué el Padre y el Hijo dieron la “ultima” advertencia a aquellos que blasfemaran al Espíritu.
Yo estaba en oración cuando de repente supe que el Espíritu de Dios estaba en mi cuarto, y sentí que Él estaba llorando. Yo sé que esto suena raro, y tengo que confesar que no lo entiendo completamente. Pero sí recuerdo que yo estaba de rodillas cuando sentí Su presencia y percibí que Él estaba llorando silenciosamente.
Tú dices, “Bueno, ¿cómo sabías que era el Espíritu?” Para mí, cuestionar la realidad de ese momento sería como cuestionar mi salvación; tan real como ésta fue esa experiencia. Yo no puedo explicarla o comprenderla, pero sé que sucedió.
La experiencia fue tan real, que efectivamente volví mi rostro hacia la izquierda y dije: “Espíritu del Señor, ¿por qué estás llorando?”
No hubo respuesta. Y en ese momento las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. Con mis ojos humedecidos, le pregunté otra vez: “Espíritu del Señor, ¿por qué estás llorando?”
Entonces todo mi ser comenzó a llorar. Ya no eran solo lágrimas: la realidad de lo que sentí era tan grande que comencé a gemir. El sentimiento venía de muy dentro. Era como si yo estuviera quebrantado de corazón –como una persona que acaba de perder un hijo o una hija.
El gemir profundo no cesaba. Yo estaba llorando en la noche y no pude dormir. Y continuó, no por horas sino por días. Esto no fue planead y en verdad, yo no podía entender por qué las lágrimas eran tan incontrolables. La experiencia duró por más de tres semanas.
La carga se hizo cada vez más pesada. Yo sentía como si alguien hubiera tomado una carga de mil libras, la hubiera ligado apretadamente a mi espalda, puesto llave a las ligaduras, y me hubiera dejado solo para que luchara. De todos modos, sentía como que yo estaba sobrecargado con una carga pesada y opresiva de dolor. Esa es la única manera de describirla –una carga de dolor.

Paseándome por la habitación
Me sentía como el salmista cuando escribió:

Me he consumido a fuerza de gemir:
Todas las noches inundo de llanto mi lecho,
Riego mi cama con mis lágrimas.
                                               (Salmo 6:6)

Allí estaba yo, afligido sin saber por qué, paseándome por la habitación buscando una razón.
Alcé mi vista y dije: “Señor, ¿por qué?”. Yo oré que me librara de este peso inexplicable sobre mis hombros. En ese momento el Dios omnipotente transformó esa carga de dolor en una carga por las almas perdidas que jamás había conocido antes.
Lo que comenzó por preguntarle al Espíritu Santo, “¿Por qué estás llorando?” terminó con una carga que transformó mi vida; una carga por los perdidos que nunca me ha dejado –ni una vez- hasta este día.
Yo salí de aquella experiencia (aunque todavía no la entiendo completamente) convencido de que el Espíritu Santo se aflige por el mundo. Estoy completamente persuadido de que con lágrimas El busca siervos que lleven el amor de Dios. Yo creo que el Espíritu del corazón del Padre se está quebrantando por las necesidades de la humanidad. Quizás en aquellas semanas El me permitió tener sólo un vislumbre de Su agonía por los perdidos.
No había duda de lo que sería el futuro de Benny Hinn. Yo sabía que tenía que predicar el mensaje del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y no he dejado de hacerlo desde entonces.
El Espíritu es tan especial que cuando El encuentra una persona que Él pueda usar, le permite sentir el palpitar de Su corazón. Cuando tú hayas sentido el dolor que el Espíritu Santo siente, ese sentir se adhiere a tu conciencia y nunca te deja. No solamente ves las necesidades de la humanidad: tú sientes aquellas necesidades desesperadas como nunca antes.
Pero yo creo que había otra razón para que Dios me permitiera pasar por aquella lección. Aquello abrió mis ojos al por qué el Espíritu Santo es un miembro de la Trinidad y, sin embargo, es diferente del Padre y del Hijo. Y me hizo posible juntar las piezas del rompecabezas llamado “el pecado imperdonable”.

Insulto y calumnia
¿Qué dice la Escritura exactamente?
Jesús, hablando a los fariseos, dijo: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama. Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres: más la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada” (Mateo 12:30-31). Luego, haciéndolo aún más claro, dijo: “A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero” (v. 32).
¿Qué abarca la palabra blasfemia? La palabra tiene diferentes significados que incluyen:

Hablar mal de
Burlarse (o escarnecer)
Injuriar, denigrar, criticar, o hablar irrespetuosamente de
Difamar –herir con palabras
Calumniar –o acusar falsamente
Insultar

Algunos pueden preguntar: “¿Cómo uno difama al Espíritu Santo?” o “¿Cómo lo “insultas?” Es un acto voluntario.
El libro de los Hebreos habla directamente sobre el asunto:

Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?     (Hebreos 10:26-29)

A esas palabras sigue este serio recordatorio: “Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!” (v. 30-31).


Qué diferencia
¿Por qué no hay perdón para la blasfemia contra el Espíritu Santo? A través de las páginas de este libro he compartido contigo de la Escritura que hay una particularidad –una diferencia- en el Espíritu Santo. Él no es más alto ni más bajo que el Padre o el Hijo, pero tenemos que llegar a conocer sus características.
El Dios todopoderoso, el Padre, es el gran Dios del cielo y tiene que ser adorado, alabado, glorificado, magnificado, y ensalzado. Jesús, Su Hijo, es el Señor de la gloria, a quien aún los ángeles temen mirar. Sin embargo, amigo mío, yo entiendo que el Espíritu Santo tiene la capacidad de sentir las emociones humanas –aún el dolor, aflicción y angustia- con una intensidad que El solo conoce.
Tú dices: “¿Quieres decir que el Espíritu Santo puede sentir un dolor de corazón en una manera diferente que el Padre y el Hijo?” La Escritura no dice: “No contristéis al Padre o al Hijo”. Siempre es: “No contristéis al Espíritu”. ¿Por qué? Yo creo que es porque Él es tocado en una manera profunda e intensa que en algo difiere de lo que experimentan los otros miembros de la Deidad.
El solo hecho de que Jesús dijera que “alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero el que hable contra el Espíritu Santo no le será perdonado” indica que el Espíritu Santo puede llegar a herirse.
¿Por qué del Padre se dijo que “hicieron enojar su santo espíritu”? En otras palabras, el Espíritu de Dios fue afligido o atormentado. Y la Escritura dice que “por lo cual se les volvió enemigo y el mismo peleó contra ellos” (Isaías 63:10). ¿Por qué el Espíritu parece ser tan protegido? Quizás sea porque Dios el Padre sabe cuán tierno el Espíritu es. Es casi como si Dios el Padre dijera: “Si tú lo tocas, jamás te perdonaré”.
¿Por qué el Espíritu Santo está tan protegido por Cristo que Jesús decía: “Mi sangre limpiará todos los pecados menos ese”? El aun dijo: “Pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno” (Marcos 3:29). ¿Por qué? Repito, porque el Espíritu Santo es diferente y Su corazón Puede ser tan fácilmente lastimado.
Pero, ¿puedo darte una palabra de consuelo? Antes de Jesús hablar de blasfemia, El hizo una declaración muy importante que debes de leer una vez más. Él dijo: “El que no es conmigo, contra mí es: y el que conmigo no recoge, desparrama” (Mateo 12:30).
Si tú estás trabajando para Cristo, no caes dentro de la categoría de Su advertencia. Cuando el Señor habló sobre el tópico de la blasfemia, hizo absolutamente claro que estaba amonestando a personas que no estaban trabajando con El.
Pregúntate, “¿Estoy con El?” Si la respuesta es sí, entonces pregúntate: “¿Estoy recogiendo almas para El?” Si la respuesta todavía es sí, puedes decir: “Entonces nunca blasfemaré al Espíritu”.

"¿Estás preocupado?”
Una adolescente vino a mi convencida de que ella había blasfemado contra el Espíritu Santo.
“¿Estás preocupada?” le pregunté.
“Sí”, dijo ella, con una mirada turbada.
“Jovencita”, le dije, “el solo hecho de que estés preocupada quiere decir que tú no blasfemaste contra el Espíritu”.
Tú ves, la blasfemia es un acto de voluntad que no acarrea preocupación.
La blasfemia es maldecir a Jesús y decir: “¡No me importa lo que El hizo!” Es decir: “¿A quién le importa lo precioso que la sangre es?” la blasfemia es despreciar lo que Dios hizo y hacerlo voluntariamente.
Tú dices: “Bueno, Benny, ¿Cómo yo sé que nunca cometeré ese pecado?” Tú no cometerás ese pecado mientras no desees cometerlo.
Mira atentamente lo que Cristo dijo. Él dijo que cualquiera que “hable” contra el Espíritu no será perdonado. Esa palabra es vital para el mensaje de Cristo. Hablar indica un acto deliberado. Es más que un pensamiento ocioso. El cuerpo entero de uno llega a envolverse en el acto de decir una palabra.
Si el espíritu es blasfemado, Él es insultado por aquellos que han hecho la decisión de blasfemar. Es un acto de la voluntad, una decisión que uno tiene que ejecutar.
¿Dónde está Satanás en todo esto? De mi trato con la gente como ministro, yo sé cómo el diablo viene a la gente y trata de llenar sus mentes con pensamientos malos acerca del Espíritu Santo. ¿Esperarías tu nada menos de él? Quizás te ha pasado a ti.
¿Han entrado alguna vez pensamientos “impropios” a tu mente que deseas que nunca hubieran venido? ¿Quién lanzó hacia ti ese mal pensamiento? Por supuesto que fue Satanás. Pero, ¿dijiste tú ese pensamiento en voz alta? ¡No! La razón de que guardaras silencio es que no fue un pensamiento tuyo.
Es la persona que habla en contra del Espíritu Santo la que ha hecho la decisión de blasfemar. Es el que dice: “¡Yo voy a blasfemar, y no me importa lo que Dios piense!”
Saúl blasfemó al Espíritu cuando rechazó la palabra de Dios. Demás, uno de los compañeros de Pablo, blasfemó cuando le dio la espalda al evangelio y volvió a la lascivia de la carne. Pablo escribió: “Demás me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica” (2 Timoteo 4:10).

No le permitas que te deje
Tú dices: “Nos has estado diciendo que no podemos blasfemar. ¿Y qué de Saúl y Demás?” Mi punto es que tú no puedes blasfemar mientras decidas vivir para Jesús y permanecer con esa decisión.
El camino a la eternidad está cubierto de personas que empezaron con Cristo y terminaron con Satanás. Hay los que pasan al frente y le dan la mano al predicador como si eso les diera una clase de póliza de seguro que les garantiza una mansión en el cielo. Pero sus corazones no acompañaron a sus acciones. Pronto encuentras a esos mismos enamorados de la lascivia, el dinero o el brillo del mundo. Y dicen: “Dos, yo me voy”.
Puede que te preguntes: “¿Cómo sé que el Espíritu Santo está todavía conmigo? ¿Y cómo sabré si Él se ha alejado y cuando lo ha hecho?”
Es una táctica de Satanás atacarte y llenar tu mente con estas palabras, “¡El Espíritu Santo te dejó. Se fue para siempre. Nunca lo volverás a tener!”
Pero no aceptes eso. Te diré cómo puedes saber si el Espíritu todavía está contigo. Esto ha sido una gran ayuda para mí y creo que lo será también para ti. Primero, la Escritura nos dice que el Espíritu Santo mora en cada creyente como consejero y fuente de paz. Segundo, ¿estás tú consciente de la presencia de Jesús en tu vida? Entonces el Espíritu Santo no se ha ido. ¿Todavía oyes al Espíritu de Dios decir: “¡Ora!”? Él no se ha ido. ¿A veces te sientes culpable por no leer la Palabra?” Él no se ha ido; en efecto, Él te está trayendo convicción de pecado. ¿Al encontrarte con alguien has sentido la urgencia de hablarle acerca de Jesús? Él todavía está allí.
Jesús no estaba hablando palabras contradictorias cuando dijo que el Espíritu estará contigo para siempre. Él estaba hablando del hecho de que la función del Espíritu es permanente –aun eterna. Tú ves, si lo blasfemas, el Espíritu se va. Pero si lo contristas, Él no te deja. Él se quedará, aun cuando tú lo hieras. Yo creo que los cristianos contristan al Espíritu cada día. Yo, por lo menos, soy culpable de ello.
Contristar al Espíritu Santo es el pecado de la iglesia. Es por eso que Pablo le dijo a la iglesia: “No contristéis el Espíritu Santo”. Él no estaba dirigiendo esas palabras a los inconversos.

¿Qué si yo creyere?
Puedes preguntar: “¿Cómo lo contristamos?” Tú lo contristas cuando no perdonas. Lo contristas cuando dices algo feo o malo. Pero tu oración diaria debe ser: “Bendito Espíritu de Dios, por favor ayúdame a no contristarte”.
¿Y qué si creyeres? Él está más que dispuesto para oírte decir: “Por favor, perdóname”. Y Él te perdonará y te limpiará setenta veces siete.
El Espíritu Santo es tan sensible que aun la más ligera herida le causará dolor. Y mientras más tiempo lo hayas conocido, más entenderás Sus sentimientos. Cuantas veces, con lágrimas, yo digo: “Espíritu Santo, siento mucho haberte causado angustia. Pero, por favor, quédate a mi lado”.
En ocasiones le he dicho: “Tú me puedes castigar, ¡pero no me sueltes!”” porque a quien el Señor castiga, es porque le ama. Es como decir, “Yo te amo”.
Yo creo que si una persona permanece en una actitud de indisposición a perdonar, el Espíritu del Señor permitirá que atormentadores entren en él. Es por eso que Cristo le dijo a Pedro cuando el discípulo preguntó: “Señor, ¿Cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?” (Mateo 18:21).
El Señor le contestó, “No te digo hasta siente, sino aun hasta setenta veces siete” (v. 22). Entonces él le dio la parábola del siervo no perdonador, que termina con la advertencia, “¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le entrego a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía” (v. 33-34). Cristo concluyó la parábola diciendo: “Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas” (v. 35).
¿Quiere decir esto que el Espíritu Santo se ha alejado permanentemente? No. Es solo que Dios removerá Su mano de protección de aquellos que no perdonan.
Una persona que totalmente ha blasfemado al Espíritu Santo llega a estar llena de los demonios de Satanás. Pero si tú preguntas: “Benny, ¿tú crees que un demonio puede poseer a un cristiano que está lleno del Espíritu Santo?” ¡Absolutamente no!
Yo sí creo, sin embargo, que una persona que ha hecho una confesión de fe en Cristo, pero no vive para el Señor –que vive sin perdonar- puede ser influenciada por demonios. Tales pueden ser hostigados y aun oprimidos por los poderes de las tinieblas, pero no poseídos.
Pedro, por ejemplo, dijo: “Señor, tu no vas a morir”. Y Jesús dijo, “Quítate de delante de mí, Satanás”. Pedro no estaba poseído por Satanás. El sólo estaba influenciado. Hay una gran diferencia.
Jesús dijo. Mediante el Espíritu, “Nunca os dejaré ni os desampararé” Y eso, mi amigo, son buenas noticias. Y como El permanece con nosotros, es más importante saber qué hará El por nosotros que lo que Satanás hará contra nosotros.

Tú no puedes hacerlo por ti mismo
Estoy seguro de que es tu mayor deseo amar a Dios con  tu espíritu, alma y cuerpo. Pero no importa cuán fuerte sea tu deseo, es absolutamente imposible lograr tu meta por ti mismo. Es imperativo que digas: “Espíritu Santo, te pido que me ayudes”.
Pablo le escribió a la iglesia en Roma: “La esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5).
Ciertamente, deseamos amar a Cristo, pero eso es imposible a menos que el Espíritu nos dé amor sobrenatural. ¿Y cómo lo recibes? Simplemente dieces: “Espíritu de Dios, yo me rindo a ti”. Por ese solo hecho El inundará tu alma de amor por el Señor.
Mientras más profundamente conozcas al Espíritu Santo, más profundamente conocerás a Jesús. Es algo automático. ¿Por qué? Porque cuando el Espíritu está presente, Cristo es enaltecido. Jesús dijo: “¡El me glorificará!” El Señor nunca es echado a un lado, sino más bien es traído mucho más cerca.
Pablo escribió: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu” (Romanos 8:1).
¿Entiendes tú lo que verdaderamente significa andar en el Espíritu? Cuando Él dice: “Ora”, eso es lo que tú haces. Cuando Él dice: “Testifica”, eso es lo que tú haces. De repente, estás andando en el Espíritu.


EL GOZO DE LA LIBERTAD EN EL ESPIRITU

Cuando se desobedece se siente condenación y luego culpa. Pero al obedecer Su llamado, conoces el gozo de la libertad en el Espíritu: “Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 5:2). El dador de la ley en el Antiguo Pacto fue el Padre, pero el dador de la ley en el Nuevo Pacto es el Espíritu Santo. Jesús dio los mandamientos mediante el Espíritu (Hechos 1:2), igual que Dios una vez dio la ley mediante Moisés.

Siete revelaciones
¡Que gozo da disertar sobre las victorias descritas por Pablo en Romanos 8! En efecto Pablo comparte siete revelaciones especificas en los primeros dieciséis versículos de esta carta.
Quizás en ninguna otra parte en la Escritura está la obra del Espíritu tan claramente definida.

1.    Hay poder sobre el pecado. La primera revelación dice que la ley del Espíritu de vida le da a uno libertad del pecado y de la muerte (v. 1-2). Tú tendrás dominio sobre el pecado.

2.    El cumplirá la ley. “Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (v. 3-4).
 Es el cumplimiento de la ley de Moisés lo que ha producido la libertad que ahora tenemos en el Espíritu.

3.    Él te dará la mente de Dios. “Porque los que son de la carne piensan e las cosas de la carne, pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es  muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios” (v. 5-8).

4.    Él te dará justicia. “Más vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, más el espíritu vive a causa de la justicia” (v. 9-10).

5.    El dará vida a tu cuerpo. “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (v. 11).
Si sigues en los pasos del Espíritu Santo, andarás en saludo. Tendrás un cuerpo vivificado. Como dijo el profeta Isaías: “Los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas” (Isaías 40:31). Mi amigo, tú no puedes renovar tus fuerzas sin el Espíritu Santo porque Él es el que vivifica el cuerpo mortal.

6.    El traerá muerte al yo. “Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne, porque si vivís conforme a la carne; moriréis; más si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios (v. 12-14).

7.    Él te dará testimonio de tu salvación. “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios (v. 15-16).

En versículo tas versículo, Pablo te dice que es el Espíritu quien hace la obra del Padre y del Hijo. Y yo me emociono cada vez que leo estas gloriosas palabras: “Porque los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios”.
No es la intención de Dios que te apartes de la senda que Él te ha trazado. Él no te creó para verte caer. Es por eso que no debes llegar a estar indebidamente alarmado por la posibilidad de cometer el pecado imperdonable, la blasfemia contra el Espíritu Santo.
Tu amor por Cristo sobrepasa de tal manera a la influencia de Satanás, que la batalla ha sido ya ganada. El Espíritu Santo anhela que tú comiences una relación profunda personal con El.
Cuando mi alma clamaba con sollozos del corazón que parecían interminables, el Espíritu esperaba pacientemente. Su carga vino a ser mi carga, y esa experiencia me dio una pasión por las almas que nunca ha disminuido ni se ha apartado.
Él estaba esperando para darme poder, plenitud, justicia, una vida guiada por el Espíritu, y mucho más.

Y ahora Él está esperando por ti.

viernes, 10 de julio de 2015

Libro: "Buenos días, Espíritu Santo" [Benny Hinn] - Capitulo 10

Capítulo 10
“Tan cerca como tu aliento”

“¿Por qué Dios no contesta mi oración?” “¿Por qué no puedo recibir mi liberación y mi sanidad?”
            La respuesta a tus necesidades más urgentes está cerca –mucho más cerca de lo que jamás te hayas imaginado. Sólo una palabra, que salga de tu corazón, puede hacer que las nubes más oscuras de tu vida repentinamente desaparezcan. Es tiempo de dejar de pensar que Dios es un Espíritu inaccesible que reside a millones de millas de distancia. El Padre está tan cerca, que puedes hablar con Él en cualquier momento, y Su Espíritu está tan cerca que te puede dar consuelo, paz, y dirección. Todo lo que tienes que hacer es pedir y confiar que Él lo va a hacer.
Lo que yo he hallado en el Espíritu no es algún secreto envuelto en el misterio. Es tan real como la vida misma y está tan cerca como el latir de tu mismo corazón. Y es por eso que yo deseo compartirlo contigo.

LA OBRA DE LA DEIDAD

¿“Debilidad”, o “voluntad”?
Comencemos con este hecho acerca de la Deidad: Lo que es cierto de uno no necesariamente se aplica a los tres. A veces son diferentes, aun en la manera en que Ellos se mueven, y en la manera en que Ellos hablan. Ya hemos discutido el hecho de que los miembros de la Deidad son personas distintas –sin embargo, los tres son Uno. Pero en cuanto a lo que respecta a la relación y comunicación personal con Dios, un entendimiento del Padre, del Hijo y del Espíritu es esencial.
Cada vez que tu veas a Dios obrar, lo ves como un Dios. Pero comienzas a ver alguna distinción en la manera que piensan y actúan las personas de la Deidad.
Por ejemplo, cuando el pueblo judío bajo el Antiguo pacto voluntariamente y a sabiendas pecó delante del Padre, ¿recuerdas lo que pasó? La Escritura dice que fueron muertos o castigados.
Pero Cristo el Hijo trató de otra manera con aquellos que deliberada y voluntariamente pecaron. Por ejemplo: Considera a los fariseos. ¿Los mató Cristo? ¡No! El los reprendió.
Tú dices, “Benny, yo siempre creí que Cristo perdonó a todos.” La Escritura no dice si Jesús perdonó a los fariseos por sus pecados o no. Sin embargo, El perdono al criminal en la cruz cuando clamó de corazón, “¡Acuérdate de mí cuando vinieres en tu reino!”
No malentiendas. Dios el Padre perdonó, pero también mató o castigó a aquellos que rehusaron cesar de rebelarse contra Él. Dios el Hijo, sin embargo, respondió de otra manera. En vez de matar o juzgar al pecador voluntario, El simplemente lo reprendió.
Tu preguntas: “¿Pero qué sobre el Espíritu Santo? ¿Cuál es su respuesta a una persona que a sabiendas, deliberadamente peca?” El reacciona totalmente diferente que el Padre y que el Hijo. EL Espíritu no los quita o reprende – El los convence de culpa y retira el poder de Su presencia.

¿A quién debo recurrir?
La Trinidad, como hemos visto, se compone de tres personas distintas y únicas. Pero necesitas entender Su Unidad. –que son Uno. Es esencial que reconozcas que la Unidad que lo abraza todo, de la que estamos hablando, está conectada a la obra de la Deidad.
La Palabra expresa claramente que hay diferencias –o diversidades- de administración en la Deidad, aunque Ellos son uno. Nota cómo lo explicó Pablo a la iglesia en Corinto: “Hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo, y hay diversidad de operaciones, pero Dios que hace todas las cosas en todos, es el mismo” (1 Corintios 12:5-6). Y entonces él escribe: “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho” (v. 7).
Pablo estaba presentando la obra de la Deidad. Él explicó que el Señor Jesús es el administrador, el Padre es el operador, y el Espíritu Santo es el manifestador. Ahora, esa es una de las pocas veces en la Palabra donde Jesús se menciona primero y el Padre segundo en el orden de reconocimiento.
Pero vamos a ponerlos de nuevo en el orden “usual” de la Escritura. ¿Cuál es la obra principal del Padre? El opera. ¿Y qué sobre el Hijo? El administra la operación del Padre. Y el Espíritu Santo manifiesta la administración de esa operación.
Si tú necesitas vida, ¿a quién te vuelves? Tú miras al Padre porque Él es el dador de toda buena dádiva y don perfecto. Tú dices: “Benny, yo pensaba que mirábamos a Jesús”. No. La fuente es el Padre. Pero el dador de esa fuente es Cristo. Y el poder de la fuente es el Espíritu Santo.
Así que, cuando tú necesitas vida, esto es lo que sucede. Miras a Dios el Padre y dices “Padre, ¡dame vida!”. O sanidad. O liberación. Tú ves, Dios es la fuente de eso.
Jesús dijo: Pedid “al Padre en mi nombre”. Aun cuando te acercas a Dios mediante Su Hijo, todavía es el Padre a quien le pides el don. Y tu petición va mediante el Hijo al Padre.
¿Cómo viene ese don? Digamos que tu petición es por sanidad. Dios el Padre –recuerda ahora que Dios existe en tres persona- mira a Dios el Hijo y dice, “Sánalo, por favor”
Cristo da la sanidad. ¿Por qué? Porque ese es la función del administrador. La misma palabra administrar quiere decir ministrar o servir. Así que el Padre entrega la sanidad al Hijo, y el Hijo te la trasfiere a ti.
¿Puedes verte a ti mismo extendiéndote para recibir la sanidad y hallando que por alguna razón está fuera de tu alcance? Extiendes los  brazos hasta donde puedes, pero el don parece más allá de tu alcance. Tan cerca que está y, sin embargo, tan lejos que parece. ¿Qué ha pasado? ¿Qué falta? Es aquí donde la obra del Espíritu Santo entra en la escena. Él se presenta a Sí mismo para manifestar la sanidad que fue provista por Dios y transferida por Su Hijo. Es el Espíritu quien completa el proceso de tu sanidad.

Él está a tu lado
Comenzó en Pentecostés. El Espíritu Santo descendió del cielo para manifestar la obra de la Deidad. ¿Y exactamente donde está el Espíritu hoy? ¿Dónde El hace su residencia? El Espíritu no está al lado de Jesús como mucha gente bien intencionada cree. Y Él no está al lado del Padre. Él fue dado a ti y a mí como el Consolador “el que está a nuestro lado”.
El Espíritu Santo es tu ayudador. Sí, Él es tu asistente para ayudarte a recibir la vida, la sanidad, o la liberación que tú desesperadamente necesitas.
A menudo alguien pregunta: “Benny, ¿a quién debo orar?” Mi respuesta es: “Por favor, no confunda el asunto. Tú oras al Padre”.
“Pero”, dice el interesado, “tú nos dijiste que tenemos que orar al Espíritu”.
Yo tengo que decirle: “Hay una enorme diferencia entre hablar y orar. Hasta ahora yo nunca he orado al Espíritu Santo”. ¿Sabes el significado de la palabra oración? Oración quiere decir petición. En otras palabras, tú vienes con tu necesidad buscando una respuesta. Vienes buscando y esperas recibir. Tu nunca recurres al Espíritu –Él te ayuda a recurrir.
Hasta este día nunca he dicho, “Espíritu Santo, dame”. Pero no puedo contar las veces que he dicho, “¡Precioso Espíritu Santo, ayúdame a pedir!”
¿Estás comenzando a darte cuenta de que tu respuesta está tan cerca como tu aliento? Solo una palabra, que espera ser pronunciada. Puede ser un problema físico que te ha atormentado por años. O puede ser un hábito que parece imposible de romper. La respuesta que necesitas está al alcance de tu mano.
¿No es tiempo de que te vuelvas al Espíritu de Dios y le digas: “Espíritu Santo, Tu eres mi ayudador. Te necesito. ¿Me ayudas ahora?”? En el mismo momento que digas esas palabras de corazón, el Espíritu Santo pondrá su mano sobre ti y algo maravilloso pasará. De repente te encontrarás a ti mismo verdaderamente “en el Espíritu” – Absorto en Su presencia y en Su persona.
Tres palabritas
Cuando el Padre te da algo, viene del Padre. Y cuando el Hijo te da algo, generalmente se describe como mediante Jesús. Pero cuando el Espíritu Santo provee, es dado en El. Del, mediante, en –solo tres palabritas, pero son fuertes y poderosas.
Al tu leer la Palabra de Dios, el efecto es impactante. Cuando ves que se habla del Padre, es en términos del “amor de Dios”, “el poder de Dios”, “la gracia de Dios”. Así presenta a Dios vez tras vez.
¿Pero cómo se presenta a Cristo? A menudo la Escritura nos enseña que “alabamos mediante el Hijo”, “recibimos mediante el Hijo”, y así sucesivamente.
Cuando se habla del Espíritu Santo, sin embargo, la terminología cambia. Se usa la palabra en. “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gálatas 5:16), Y: “si vivimos en el Espíritu, andemos también en el Espíritu” (v.25) (Versión RVA).
Como Cristo le dijo a la mujer samaritana en el pozo: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (Juan 4:23). Aquí, la palabra en simplemente quiere decir “de acuerdo con”. En otras palabras, Cristo dijo que el Padre busca que aquellos que le adoren estén de acuerdo con el Espíritu.
¿Estás tú andando de acuerdo con el Espíritu? ¿Estás viviendo de acuerdo con el Espíritu? Alcanzar esa relación no es difícil. Es tan simple como decir al Gran Ayudador: “¡Ayúdame!” Así es como el Espíritu de Dios te tocará y ciertamente te asistirá cuando te dispongas a recibir lo que Dios desea que tengas.
Lo que es importante en todo esto es que te des cuenta de que la Trinidad está, en efecto, obrando al unísono para lograr una menta –satisfacer tu necesidad. Ellos son Padre, Hijo y Espíritu Santo, pero son Uno. Ellos son un equipo de personas, unidas en una naturaleza trabajando juntas en completo acuerdo y eterna armonía.


UNA RELACIÓN “DE PACTO”

Es porque el Espíritu Santo está aquí en la tierra y a tu lado que retienes la sanidad o liberación que has recibido. Es por eso que Jesús pudo regresar al cielo, y aun así tú puedes retener en la tierra el don que Él te ha dado. Si deseas saber cómo mantener una relación íntima con el Espíritu Santo, escucha las palabras del gran profeta Hageo: “Según el pacto que hice con vosotros cuando salisteis de Egipto, así mi Espíritu estará en medio de vosotros, no temáis” (Hageo 2:5).
Cuando le pides al Hijo de Dios que venga a tu corazón, estás haciendo un pacto personal con Dios. Y no es una conversación unilateral. Dios también hace un acuerdo o “pacto” contigo. Así es como Él ha obrado siempre.
El Padre inició pactos con Adán, Noé, Abraham, Isaac, David, y muchos otros. Pero tal como Dios buscó entras en acuerdo, también la humanidad buscó a Dios. Eso es lo que descubrimos con Jacob, Josué, Salomón, y los israelitas.
Cuando los israelitas confesaron sus pecados a Dios, dijeron:

Ahora pues, Dios nuestro, Dios grande, fuerte, temible, que guardas el pacto y la misericordia… estamos en grande angustia (Nehemías 9:32,37)

Entonces Nehemías le dijo al Señor,

A causa pues de todo eso, nosotros hacemos fiel alianza, y la escribimos, signada de nuestros príncipes, de nuestros Levitas y de nuestros sacerdotes. (v. 38 Antigua versión).

Este pacto fue firmado por no menos de ochenta y cuatro líderes quienes se comprometieron “bajo pena de maldición, y bajo juramento, guardar y cumplir los mandamientos, ordenanzas y estatutos que Dios nos dio por medio de su siervo Moisés” (10:29, B.D).
Los pactos con Dios se ratifican por una variedad de acciones que incluían quedarse (Esdras 10:14), quitarse el zapato (Rut 4:7-11), comer juntos (Génesis 26:30), elegir un monumento (Génesis 31:45-53), y hacer un juramento (Josué 2:12-14).
Quizás el pacto más importante de todos es el que Dios hizo contigo mediante Su Hijo cuando El “resucito de los muertos a nuestro Señor Jesucristo… por la sangre del pacto eterno” (Hebreos 13:20).

¡Una palabra de advertencia!
Pero tal como Dios tiene un pacto concerniente a tu salvación, tú puedes hacer un voto o un juramento con Dios que trate con tus necesidades personales. Yo he hecho varios compromisos con Dios, y yo creo que Dios reconoce la sinceridad de un compromiso cuando declaras categóricamente lo que estás dispuesto a hacer en respuesta a Sus bendiciones.
Un hecho es obvio: el Antiguo Testamento está lleno de pactos que agradan a Dios. ¿Y por qué es eso importante para ti? Porque Dios obra por pactos y mediante pactos, y tú puedes entrar en un pacto con El concerniente a cualquier necesidad especial. Encontrarás que el Padre está más que dispuesto a guardar Su palabra.
Yo he llegado a creer que el Espíritu Santo entra en tu vida como el resultado del pacto eterno que Dios hizo contigo concerniente a tu salvación. Él es el mensajero de Dios –y de Cristo- para ti desde ese momento en adelante. Y ese acuerdo es para tomarlo en serio. ¡Recuerda lo que le pasó a Sansón! Dalila, después de lograr que le afeitaran la cabeza mientras él dormía, grito: “¡Sansón, los filisteos sobre ti!” Al despertar él de su sueño, se dijo: “Esta vez saldré como las otras y me escaparé. Pero él no sabía que Jehová ya se había apartado de él” (Jueces 16:20). Quien se había apartado era el mismo “Espíritu de Jehová” que “vino sobre él” anteriormente (Jueces 15:14).
¿Puedes imaginar que estuvieras en esa situación? Tú piensas que estás lleno, pero no lo estás. Crees que estás ungido, pero el Espíritu se ha ido. Sansón estaba totalmente ignorante de que él había traicionado su llamamiento y su pacto con Dios. El creía que todavía tenía fuera, pero el Espíritu se había ido de su vida.
La misma cosa le pasó a Saúl. El Señor rechazó a Saúl como rey porque “se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras” (1 Samuel 15:11). No sólo el Espíritu dejo al rey, sino que algo mucho peor ocurrió: “El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová” (1 Samuel 16:14).

El vacío se llenará
¿Sabes tú que cada inconverso es influenciado grandemente por los demonios? Esto es estremecedor, pero eso es lo que la Escritura dice: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Efesios 2:1-2).
Tú dices: “¡Pero eso nunca podría pasarme a mí! Yo estoy lleno del Espíritu Santo”. Eso puede ser cierto, pero si por alguna razón la presencia del Espíritu Santo te deja, se crea un vacío y eso es exactamente lo que Satanás está buscando. Entonces su influencia se convierte en opresión.
A nadie le gusta hablar de demonios. Los predicadores no hablan acerca de ellos. Los cristianos no le dan atención al asunto. Y los inconversos borran el horrible tópico de sus mentes. Es como un político que evade los tópicos de las drogas y el crimen, pensando que de alguna manera desaparecerán. Pero Cristo habló del asunto sin temor. El habló de cómo los demonios están ansiosos de invadir tu vida.
Jesús le dijo a los fariseos: “Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí: y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero” (Mateo 12:43-45). Escucha atentamente lo que el Señor dice después: “Y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero” (v.45).
El plan de ataque de Satanás es este: Cada demonio que ha salido volverá a hacer una visita –para ver si la oportunidad todavía está disponible. Y si se le da una oportunidad él llevará otros con él. Es una situación aterradora, pero tú puedes evitarla estando completamente lleno del Espíritu y nunca romper tu pacto con Dios.
¿Recuerdas la historia de los discípulos que fracasaron en el intento de sanar a un niño? Fue mientras Cristo estaba en el Monte de la Transfiguración en estado glorificado. Y cuando el Maestro bajó del monte, el padre del niño dijo: “Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático, y padece muchísimo; porque muchas veces cae en el fuego y muchas en el agua. Y lo he traído a tus discípulos, pero no le han podido sanar” (Mateo 17:15-16).
Pero se necesitaba más que una sanidad física. Cristo dijo: “Traédmelo acá. Y reprendió Jesús al demonio, el cual salió del muchacho, y éste quedó sano desde aquella hora” (v. 17-18).
El Señor no sólo quiere remover a Satanás y sus demonios de tu vida –aquellas cosas que son una barrera a tu sanidad y liberación- pero El desea llenar ese vacío. Es por eso que Él envió al Consolador. El desea que tú seas lleno del Espíritu.
Ahora mismo, el Espíritu está en la tierra. De hecho, Él está esperando pacientemente por tu invitación.
Todo lo que se necesita es sólo una palabra, aun un susurro: “¡Espíritu Santo, por favor ayúdame!”

La respuesta que anhelas está tan cerca de ti como tu respiración.

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CAPÍTULO 7 Vuelve pronto Mis ojos yo alcé al cielo y su rostro se escondía en las nubes del gran cielo. Sin aliento y sin consuel...