viernes, 10 de julio de 2015

Libro: "Buenos días, Espíritu Santo" [Benny Hinn] - Capitulo 10

Capítulo 10
“Tan cerca como tu aliento”

“¿Por qué Dios no contesta mi oración?” “¿Por qué no puedo recibir mi liberación y mi sanidad?”
            La respuesta a tus necesidades más urgentes está cerca –mucho más cerca de lo que jamás te hayas imaginado. Sólo una palabra, que salga de tu corazón, puede hacer que las nubes más oscuras de tu vida repentinamente desaparezcan. Es tiempo de dejar de pensar que Dios es un Espíritu inaccesible que reside a millones de millas de distancia. El Padre está tan cerca, que puedes hablar con Él en cualquier momento, y Su Espíritu está tan cerca que te puede dar consuelo, paz, y dirección. Todo lo que tienes que hacer es pedir y confiar que Él lo va a hacer.
Lo que yo he hallado en el Espíritu no es algún secreto envuelto en el misterio. Es tan real como la vida misma y está tan cerca como el latir de tu mismo corazón. Y es por eso que yo deseo compartirlo contigo.

LA OBRA DE LA DEIDAD

¿“Debilidad”, o “voluntad”?
Comencemos con este hecho acerca de la Deidad: Lo que es cierto de uno no necesariamente se aplica a los tres. A veces son diferentes, aun en la manera en que Ellos se mueven, y en la manera en que Ellos hablan. Ya hemos discutido el hecho de que los miembros de la Deidad son personas distintas –sin embargo, los tres son Uno. Pero en cuanto a lo que respecta a la relación y comunicación personal con Dios, un entendimiento del Padre, del Hijo y del Espíritu es esencial.
Cada vez que tu veas a Dios obrar, lo ves como un Dios. Pero comienzas a ver alguna distinción en la manera que piensan y actúan las personas de la Deidad.
Por ejemplo, cuando el pueblo judío bajo el Antiguo pacto voluntariamente y a sabiendas pecó delante del Padre, ¿recuerdas lo que pasó? La Escritura dice que fueron muertos o castigados.
Pero Cristo el Hijo trató de otra manera con aquellos que deliberada y voluntariamente pecaron. Por ejemplo: Considera a los fariseos. ¿Los mató Cristo? ¡No! El los reprendió.
Tú dices, “Benny, yo siempre creí que Cristo perdonó a todos.” La Escritura no dice si Jesús perdonó a los fariseos por sus pecados o no. Sin embargo, El perdono al criminal en la cruz cuando clamó de corazón, “¡Acuérdate de mí cuando vinieres en tu reino!”
No malentiendas. Dios el Padre perdonó, pero también mató o castigó a aquellos que rehusaron cesar de rebelarse contra Él. Dios el Hijo, sin embargo, respondió de otra manera. En vez de matar o juzgar al pecador voluntario, El simplemente lo reprendió.
Tu preguntas: “¿Pero qué sobre el Espíritu Santo? ¿Cuál es su respuesta a una persona que a sabiendas, deliberadamente peca?” El reacciona totalmente diferente que el Padre y que el Hijo. EL Espíritu no los quita o reprende – El los convence de culpa y retira el poder de Su presencia.

¿A quién debo recurrir?
La Trinidad, como hemos visto, se compone de tres personas distintas y únicas. Pero necesitas entender Su Unidad. –que son Uno. Es esencial que reconozcas que la Unidad que lo abraza todo, de la que estamos hablando, está conectada a la obra de la Deidad.
La Palabra expresa claramente que hay diferencias –o diversidades- de administración en la Deidad, aunque Ellos son uno. Nota cómo lo explicó Pablo a la iglesia en Corinto: “Hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo, y hay diversidad de operaciones, pero Dios que hace todas las cosas en todos, es el mismo” (1 Corintios 12:5-6). Y entonces él escribe: “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho” (v. 7).
Pablo estaba presentando la obra de la Deidad. Él explicó que el Señor Jesús es el administrador, el Padre es el operador, y el Espíritu Santo es el manifestador. Ahora, esa es una de las pocas veces en la Palabra donde Jesús se menciona primero y el Padre segundo en el orden de reconocimiento.
Pero vamos a ponerlos de nuevo en el orden “usual” de la Escritura. ¿Cuál es la obra principal del Padre? El opera. ¿Y qué sobre el Hijo? El administra la operación del Padre. Y el Espíritu Santo manifiesta la administración de esa operación.
Si tú necesitas vida, ¿a quién te vuelves? Tú miras al Padre porque Él es el dador de toda buena dádiva y don perfecto. Tú dices: “Benny, yo pensaba que mirábamos a Jesús”. No. La fuente es el Padre. Pero el dador de esa fuente es Cristo. Y el poder de la fuente es el Espíritu Santo.
Así que, cuando tú necesitas vida, esto es lo que sucede. Miras a Dios el Padre y dices “Padre, ¡dame vida!”. O sanidad. O liberación. Tú ves, Dios es la fuente de eso.
Jesús dijo: Pedid “al Padre en mi nombre”. Aun cuando te acercas a Dios mediante Su Hijo, todavía es el Padre a quien le pides el don. Y tu petición va mediante el Hijo al Padre.
¿Cómo viene ese don? Digamos que tu petición es por sanidad. Dios el Padre –recuerda ahora que Dios existe en tres persona- mira a Dios el Hijo y dice, “Sánalo, por favor”
Cristo da la sanidad. ¿Por qué? Porque ese es la función del administrador. La misma palabra administrar quiere decir ministrar o servir. Así que el Padre entrega la sanidad al Hijo, y el Hijo te la trasfiere a ti.
¿Puedes verte a ti mismo extendiéndote para recibir la sanidad y hallando que por alguna razón está fuera de tu alcance? Extiendes los  brazos hasta donde puedes, pero el don parece más allá de tu alcance. Tan cerca que está y, sin embargo, tan lejos que parece. ¿Qué ha pasado? ¿Qué falta? Es aquí donde la obra del Espíritu Santo entra en la escena. Él se presenta a Sí mismo para manifestar la sanidad que fue provista por Dios y transferida por Su Hijo. Es el Espíritu quien completa el proceso de tu sanidad.

Él está a tu lado
Comenzó en Pentecostés. El Espíritu Santo descendió del cielo para manifestar la obra de la Deidad. ¿Y exactamente donde está el Espíritu hoy? ¿Dónde El hace su residencia? El Espíritu no está al lado de Jesús como mucha gente bien intencionada cree. Y Él no está al lado del Padre. Él fue dado a ti y a mí como el Consolador “el que está a nuestro lado”.
El Espíritu Santo es tu ayudador. Sí, Él es tu asistente para ayudarte a recibir la vida, la sanidad, o la liberación que tú desesperadamente necesitas.
A menudo alguien pregunta: “Benny, ¿a quién debo orar?” Mi respuesta es: “Por favor, no confunda el asunto. Tú oras al Padre”.
“Pero”, dice el interesado, “tú nos dijiste que tenemos que orar al Espíritu”.
Yo tengo que decirle: “Hay una enorme diferencia entre hablar y orar. Hasta ahora yo nunca he orado al Espíritu Santo”. ¿Sabes el significado de la palabra oración? Oración quiere decir petición. En otras palabras, tú vienes con tu necesidad buscando una respuesta. Vienes buscando y esperas recibir. Tu nunca recurres al Espíritu –Él te ayuda a recurrir.
Hasta este día nunca he dicho, “Espíritu Santo, dame”. Pero no puedo contar las veces que he dicho, “¡Precioso Espíritu Santo, ayúdame a pedir!”
¿Estás comenzando a darte cuenta de que tu respuesta está tan cerca como tu aliento? Solo una palabra, que espera ser pronunciada. Puede ser un problema físico que te ha atormentado por años. O puede ser un hábito que parece imposible de romper. La respuesta que necesitas está al alcance de tu mano.
¿No es tiempo de que te vuelvas al Espíritu de Dios y le digas: “Espíritu Santo, Tu eres mi ayudador. Te necesito. ¿Me ayudas ahora?”? En el mismo momento que digas esas palabras de corazón, el Espíritu Santo pondrá su mano sobre ti y algo maravilloso pasará. De repente te encontrarás a ti mismo verdaderamente “en el Espíritu” – Absorto en Su presencia y en Su persona.
Tres palabritas
Cuando el Padre te da algo, viene del Padre. Y cuando el Hijo te da algo, generalmente se describe como mediante Jesús. Pero cuando el Espíritu Santo provee, es dado en El. Del, mediante, en –solo tres palabritas, pero son fuertes y poderosas.
Al tu leer la Palabra de Dios, el efecto es impactante. Cuando ves que se habla del Padre, es en términos del “amor de Dios”, “el poder de Dios”, “la gracia de Dios”. Así presenta a Dios vez tras vez.
¿Pero cómo se presenta a Cristo? A menudo la Escritura nos enseña que “alabamos mediante el Hijo”, “recibimos mediante el Hijo”, y así sucesivamente.
Cuando se habla del Espíritu Santo, sin embargo, la terminología cambia. Se usa la palabra en. “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gálatas 5:16), Y: “si vivimos en el Espíritu, andemos también en el Espíritu” (v.25) (Versión RVA).
Como Cristo le dijo a la mujer samaritana en el pozo: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (Juan 4:23). Aquí, la palabra en simplemente quiere decir “de acuerdo con”. En otras palabras, Cristo dijo que el Padre busca que aquellos que le adoren estén de acuerdo con el Espíritu.
¿Estás tú andando de acuerdo con el Espíritu? ¿Estás viviendo de acuerdo con el Espíritu? Alcanzar esa relación no es difícil. Es tan simple como decir al Gran Ayudador: “¡Ayúdame!” Así es como el Espíritu de Dios te tocará y ciertamente te asistirá cuando te dispongas a recibir lo que Dios desea que tengas.
Lo que es importante en todo esto es que te des cuenta de que la Trinidad está, en efecto, obrando al unísono para lograr una menta –satisfacer tu necesidad. Ellos son Padre, Hijo y Espíritu Santo, pero son Uno. Ellos son un equipo de personas, unidas en una naturaleza trabajando juntas en completo acuerdo y eterna armonía.


UNA RELACIÓN “DE PACTO”

Es porque el Espíritu Santo está aquí en la tierra y a tu lado que retienes la sanidad o liberación que has recibido. Es por eso que Jesús pudo regresar al cielo, y aun así tú puedes retener en la tierra el don que Él te ha dado. Si deseas saber cómo mantener una relación íntima con el Espíritu Santo, escucha las palabras del gran profeta Hageo: “Según el pacto que hice con vosotros cuando salisteis de Egipto, así mi Espíritu estará en medio de vosotros, no temáis” (Hageo 2:5).
Cuando le pides al Hijo de Dios que venga a tu corazón, estás haciendo un pacto personal con Dios. Y no es una conversación unilateral. Dios también hace un acuerdo o “pacto” contigo. Así es como Él ha obrado siempre.
El Padre inició pactos con Adán, Noé, Abraham, Isaac, David, y muchos otros. Pero tal como Dios buscó entras en acuerdo, también la humanidad buscó a Dios. Eso es lo que descubrimos con Jacob, Josué, Salomón, y los israelitas.
Cuando los israelitas confesaron sus pecados a Dios, dijeron:

Ahora pues, Dios nuestro, Dios grande, fuerte, temible, que guardas el pacto y la misericordia… estamos en grande angustia (Nehemías 9:32,37)

Entonces Nehemías le dijo al Señor,

A causa pues de todo eso, nosotros hacemos fiel alianza, y la escribimos, signada de nuestros príncipes, de nuestros Levitas y de nuestros sacerdotes. (v. 38 Antigua versión).

Este pacto fue firmado por no menos de ochenta y cuatro líderes quienes se comprometieron “bajo pena de maldición, y bajo juramento, guardar y cumplir los mandamientos, ordenanzas y estatutos que Dios nos dio por medio de su siervo Moisés” (10:29, B.D).
Los pactos con Dios se ratifican por una variedad de acciones que incluían quedarse (Esdras 10:14), quitarse el zapato (Rut 4:7-11), comer juntos (Génesis 26:30), elegir un monumento (Génesis 31:45-53), y hacer un juramento (Josué 2:12-14).
Quizás el pacto más importante de todos es el que Dios hizo contigo mediante Su Hijo cuando El “resucito de los muertos a nuestro Señor Jesucristo… por la sangre del pacto eterno” (Hebreos 13:20).

¡Una palabra de advertencia!
Pero tal como Dios tiene un pacto concerniente a tu salvación, tú puedes hacer un voto o un juramento con Dios que trate con tus necesidades personales. Yo he hecho varios compromisos con Dios, y yo creo que Dios reconoce la sinceridad de un compromiso cuando declaras categóricamente lo que estás dispuesto a hacer en respuesta a Sus bendiciones.
Un hecho es obvio: el Antiguo Testamento está lleno de pactos que agradan a Dios. ¿Y por qué es eso importante para ti? Porque Dios obra por pactos y mediante pactos, y tú puedes entrar en un pacto con El concerniente a cualquier necesidad especial. Encontrarás que el Padre está más que dispuesto a guardar Su palabra.
Yo he llegado a creer que el Espíritu Santo entra en tu vida como el resultado del pacto eterno que Dios hizo contigo concerniente a tu salvación. Él es el mensajero de Dios –y de Cristo- para ti desde ese momento en adelante. Y ese acuerdo es para tomarlo en serio. ¡Recuerda lo que le pasó a Sansón! Dalila, después de lograr que le afeitaran la cabeza mientras él dormía, grito: “¡Sansón, los filisteos sobre ti!” Al despertar él de su sueño, se dijo: “Esta vez saldré como las otras y me escaparé. Pero él no sabía que Jehová ya se había apartado de él” (Jueces 16:20). Quien se había apartado era el mismo “Espíritu de Jehová” que “vino sobre él” anteriormente (Jueces 15:14).
¿Puedes imaginar que estuvieras en esa situación? Tú piensas que estás lleno, pero no lo estás. Crees que estás ungido, pero el Espíritu se ha ido. Sansón estaba totalmente ignorante de que él había traicionado su llamamiento y su pacto con Dios. El creía que todavía tenía fuera, pero el Espíritu se había ido de su vida.
La misma cosa le pasó a Saúl. El Señor rechazó a Saúl como rey porque “se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras” (1 Samuel 15:11). No sólo el Espíritu dejo al rey, sino que algo mucho peor ocurrió: “El Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y le atormentaba un espíritu malo de parte de Jehová” (1 Samuel 16:14).

El vacío se llenará
¿Sabes tú que cada inconverso es influenciado grandemente por los demonios? Esto es estremecedor, pero eso es lo que la Escritura dice: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia” (Efesios 2:1-2).
Tú dices: “¡Pero eso nunca podría pasarme a mí! Yo estoy lleno del Espíritu Santo”. Eso puede ser cierto, pero si por alguna razón la presencia del Espíritu Santo te deja, se crea un vacío y eso es exactamente lo que Satanás está buscando. Entonces su influencia se convierte en opresión.
A nadie le gusta hablar de demonios. Los predicadores no hablan acerca de ellos. Los cristianos no le dan atención al asunto. Y los inconversos borran el horrible tópico de sus mentes. Es como un político que evade los tópicos de las drogas y el crimen, pensando que de alguna manera desaparecerán. Pero Cristo habló del asunto sin temor. El habló de cómo los demonios están ansiosos de invadir tu vida.
Jesús le dijo a los fariseos: “Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí: y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero” (Mateo 12:43-45). Escucha atentamente lo que el Señor dice después: “Y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero” (v.45).
El plan de ataque de Satanás es este: Cada demonio que ha salido volverá a hacer una visita –para ver si la oportunidad todavía está disponible. Y si se le da una oportunidad él llevará otros con él. Es una situación aterradora, pero tú puedes evitarla estando completamente lleno del Espíritu y nunca romper tu pacto con Dios.
¿Recuerdas la historia de los discípulos que fracasaron en el intento de sanar a un niño? Fue mientras Cristo estaba en el Monte de la Transfiguración en estado glorificado. Y cuando el Maestro bajó del monte, el padre del niño dijo: “Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático, y padece muchísimo; porque muchas veces cae en el fuego y muchas en el agua. Y lo he traído a tus discípulos, pero no le han podido sanar” (Mateo 17:15-16).
Pero se necesitaba más que una sanidad física. Cristo dijo: “Traédmelo acá. Y reprendió Jesús al demonio, el cual salió del muchacho, y éste quedó sano desde aquella hora” (v. 17-18).
El Señor no sólo quiere remover a Satanás y sus demonios de tu vida –aquellas cosas que son una barrera a tu sanidad y liberación- pero El desea llenar ese vacío. Es por eso que Él envió al Consolador. El desea que tú seas lleno del Espíritu.
Ahora mismo, el Espíritu está en la tierra. De hecho, Él está esperando pacientemente por tu invitación.
Todo lo que se necesita es sólo una palabra, aun un susurro: “¡Espíritu Santo, por favor ayúdame!”

La respuesta que anhelas está tan cerca de ti como tu respiración.

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