Capítulo 9
Lugar para el Espíritu
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Por generaciones, se ha
guiado a la gente a creer que el Espíritu no es una persona. De millones de
voces, millones de palabras escritas, y una actitud que ha permeado la fe
cristiana, hemos sido programados para pensar del Espíritu Santo como algo más bien que como alguien.
Oí un coro recientemente que decía, “¡Dame más de ti!” Y
yo pensé: “Vaya, eso no es bíblico”. Tú no puedes tomar una parte de Él. Él es
una persona. No lo puedes partir en pedacitos, un brazo esta semana y una
pierna la próxima. No es, “Dame más de ti”. Es exactamente lo opuesto. Tú debes
clamar al Espíritu: “Por favor, toma más de mi”. Él no se rinde a ti. ¡No! Tú
te rindes a Él.
UN LUGAR PARA EL
Sin duda, el mensaje
más descuidado de la iglesia es que el Espíritu
Santo es real y tenemos que hacer un lugar para El.
Triste, ¿no? Ministros del evangelio por miles no
comprenden la obra del Espíritu en el planeta tierra. Me temo que han estado
programados también. De la escuela dominical al seminario, han sido guiados a
creer que el Espíritu es un miembro menor de la Deidad que vino en pentecostés
y ha estado flotando en las nubes desde entonces. Algunos evitan pronunciar Su
nombre para que la gente no los confunda con uno de esos fanáticos
carismáticos.
Fue la intención de Dios que la iglesia fuera viva y
vibrante. Antes de regresar al cielo, Jesús pronunció las inolvidables
palabras: “Y estas señales seguirán a los que creen…” (Maros 16:17). Quizás la
pregunta más desconcertante que yo tengo como ministro es esta: Si el Espíritu Santo fue enviado para dar
poder a los cristianos para que vivan una vida victoriosa, ¿por qué hay tantos
desanimados y derrotados?
Cuando yo era un evangelista, iba a una iglesia, conducía
una campaña, oraba por las necesidades de la gente y regresaba a mi casa.
Realmente no sabía lo que estaba pasando en la vida diaria de la gente. Pero
ahora que soy pastor, mi perspectiva ha cambiado totalmente. Y estoy molesto
por lo que veo.
Ahora me doy cuenta de que muchas más personas tienen
mayores problemas de lo que jamás soñé posible. Que tantos creyentes están
descorazonados y deprimidos, al borde de la bancarrota espiritual, es casi
inimaginable. Repetidamente veo pequeños problemas entrar en la vida de la
gente y de repente emergen como Goliat, o el monte Everest.
“Padre Dios –pregunto-, “¿Dónde está la victoria? ¿Dónde
está el gozo?”
La semana pasada nuestra congregación experimentó un
derramamiento poderoso del Espíritu el domingo en la noche. Al ministrar a la gente,
yo sentí una unción extraordinaria. De regreso al hogar iba gritando,
“¡Aleluya!”. Le dije a mi esposa Suzane, “¡Qué gran servicio! ¿No es
maravilloso lo que Dios está haciendo aquí?” pero acabando de entrar por la
puerta de nuestra casa, sonó el teléfono. Y por los próximos treinta minutos oí
la triste historia de un hombre que había estado en ese servicio. El lloraba y
lloraba mientras me decía: “Yo no tengo a quién ir”.
¿Quién tiene el poder?
¿Qué está mal? ¿Por qué
es que la iglesia primitiva tenía tal poder y nosotros tenemos tan poco? Con
una palabra mandaban a salir a los demonios, y nosotros nos vemos tan temerosos
y alarmados. Solo mencionar demonios, y los cristianos hacen una retirada de
cien yardas. Muchos pastores ni aun hablan de ellos, como si ignorando el tema
los echaran fuera.
Es difícil de entender. En lugar de predicar a la gente que
pueden ser libres, muchos ministros mantienen un silencio dejando a la gente en
cautividad. En vez de obedecer las palabras de Cristo: “Echaran fuera demonios”
(Marcos 16:17), le dicen a su gente que lo que está realmente pasando no existe
–que todo está en sus mentes. Y la gente murmura: “Señor, no puedo encontrar
una respuesta. ¡No puedo encontrar ayuda!”
¿Nos sorprende que
algunos cultistas tienen más poder que algunos cristianos? ¿Deberíamos
sorprendernos cuando los seguidores satánicos demuestran más de lo sobrenatural
que muchos seguidores de Cristo? ¿Cómo es posible? Si Dios es omnipotente y
Satanás tiene solo una pequeña fracción de poder, ¿cómo un discípulo del diablo
puede obrar con autoridad?
Realmente es muy simple. Una persona que usa cien por
ciento de una fracción muy pequeña tiene más poder que alguien que puede tocar
la energía del universo pero ni siquiera lo intenta. Me molesto profundamente
cuando pienso acerca de un pecador que recibe más de Satanás que lo que un
creyente que no pide de Dios, puede recibir.
Es tiempo que empieces a ejercitar el poder del
Todopoderoso. Tú necesitas saber que Dios es más grande que cualquier demonio y
que sólo una palabra de Jesús destruye al diablo. Solo uno de Sus ángeles puede
atar a Satanás en el abismo (Apocalipsis 20:1-3). Dios no es débil –Su pueblo
sí lo es.
Aquí está la única conclusión a que he podido llegar. La razón de que la iglesia y tantas personas
en ella hayan sido derrotadas es que han ignorado la persona más poderosa del
universo –El Espíritu Santo. De nuevo, “No con ejército, ni con fuerza,
sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 4:6). Y las
próximas palabras son igualmente emocionantes: “¿Quién eres tú, oh gran
monte?... serás reducido a llanura” (v. 7).
Tú necesitas más que un tractor para nivelar los montones
de roca que están delante de ti. Es una montaña gigante de hostilidad y temor.
Y la excavación que necesitas es sólo posible a través de un gran poder de
energía del Espíritu Santo.
Real, no fingida
Dios, a través de Su
Palabra, da una receta para romper el yugo de la cautividad. Él sabe
exactamente lo que se necesita para levantar tu carga pesada. Se llama unción:
Acontecerá en aquel tiempo que su carga
será quitada de tu hombro, y su yugo de tu cerviz, y el yugo se pudrirá a causa
de la unción. (Isaías 10:27).
Así como Dios quitó la carga de Israel, también removerá el
yugo de ti. Después de todo, Satanás es el traicionero que ha puesto ese yugo
pesado sobre ti. Pero Jesús, que declara que el yugo será destruido, dijo: “Mi
yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mateo 11:30).
El yugo opresor puede ser roto por el Espíritu. Pero no
sólo por el momento. No es una solución temporaria. Él se queda contigo, para
continuar levantando la carga y guiándote en una senda nueva. El apóstol Juan.
Hablando del Espíritu, escribió: “Pero la unción que vosotros recibisteis de él
permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñé: así como
la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira,
según ella os ha enseñado, permaneced en él” (1 Juan 2:27)
No se necesita un doctorado en divinidad para poder
discernir quien tiene la unción y quien no la tiene. Un pecador no regenerado
que ve la televisión durante el domingo en la mañana conoce el toque del
Espíritu cuando lo ve. Lo reconoce porque, diariamente es extraño para él.
No hay nada más trágico que gente que no tiene la unción
trate de producirla. Tratan de forzarla, pero el toque del Señor no está allí.
Cuantas veces has viajado para oír a un gran predicador o maestro de la Biblia,
sólo para encontrar que esa persona es sólo un caparazón vacío, que no hay nada
más que conocimiento adentro. Lleno de datos e información pero absolutamente
sin vida.
Nunca olvidaré lo que pasó en una conferencia a la que
asistí en la costa oeste. En una de las reuniones de la tarde, un joven fue
presentado para cantar. Con una voz tremenda, bien entrenada, cantó ¡El Rey ya viene! Toda la gente se
alegró, y le dieron un gran aplauso cuando terminó.
Yo no sé cómo pasó, pero en el servicio de la noche una
señora cantó exactamente la misma canción. Francamente, no parecía una
cantante, su voz era un poco nasal, y algunas de las notas estaban fuera de
tono. Pero ella tenía algo más, que cubría esas deficiencias mil veces. Cuando
llegó al segundo coro, la gente estaba de pie. Sus manos estaban levantadas al
cielo. El poder en aquel lugar era eléctrico. Y no terminó cuando ella finalizó
de cantar. Alabamos al Señor y volvimos a alabarlo. Luego comenzamos a aplaudir
–por largo rato. Pero no estábamos aplaudiendo a la cantante. Estábamos
aplaudiendo al Dador de la canción.
¿Qué hizo la diferencia? Amigo, ¡fue la unción! Fue el poder del Espíritu en la vida de aquella
mujer.
Durante mi ministerio en Canadá, éramos uno de los grupos
auspiciadores de la cruzada de Billy Graham. En su preparación las reuniones
eran organizadas como nada que yo hubiera visto. Y los mismos servicios eran
“flojos” comparados con lo que yo estaba acostumbrado a ver. Pero cuando Graham
comenzó a hablar, hubo un inconfundible toque del Espíritu en su mensaje. El
contenido era Cristo, pero yo podía decir que estaba en la presencia de un
hombre que tenía una relación personal profunda con el Espíritu.
Palabras que asombraron a la sinagoga
Desde la creación, la
gente ha estado fascinada con la unción. Se han maravillado con ella, la han
manifestado, y aun imitado. Pero la verdadera unción siempre ha sido –y todavía
lo es- una función de Dios el Espíritu Santo.
¿Cuál es su propósito? Para que puedas proclamar el mensaje
con poder.
El Espíritu de Jehová el Señor está sobre
mí, porque me ungió Jehová: me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos,
a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a
los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de
Jehová, y el día de la venganza del Dios nuestro…” (Isaías 61:1-2)
Pero esas no son sólo las palabras de un profeta del
Antiguo Testamento. Jesús lo citó a una audiencia pasmada en la sinagoga en
Nazaret (Lucas 4:18-19).
Nunca debes olvidar que para entender al Espíritu Santo
tienes que saber que Él es Dios. Esa descripción te puede parecer extraña, pero
es tan básica como la misma Palabra. Él era el poder de la creación. ¿Recuerdas
las palabras en el libro de Job? “El Espíritu de Dios me hizo, y el soplo del
Omnipotente me dio vida” (Job 33:4).
Mientras Dios el Padre estaba en el cielo en el trono de
gloria diciendo: “Hagamos al hombre”, el Espíritu Santo estaba haciendo Su obra
en la tierra. Aun el segundo versículo dice eso en la creación “El Espíritu de
Dios se movía sobre la faz de las aguas” (Génesis 1:2). Y el Salmista, hablando
de las criaturas en la tierra, escribió: “Envías tu Espíritu, son creados, y
renuevas la faz de la tierra” (Salmo 104:30).
CRECIMIENTO ESPIRITUAL
Si deseas que la unción
del Espíritu llegue a ser evidente en tu vida, comienza con un entendimiento de
quién Él es, como El opera, y como puedes entrar en Su comunión. El Espíritu
Santo fue enviado no sólo para hacerte sentir bien. Ciertamente El hará eso,
pero Él es mucho más. Él tiene igualdad en la Deidad y merece nuestra adoración
como Dios el Padre y Dios el Hijo. Pero eso es sólo el comienzo. Tu crecimiento
espiritual no es diferente del de un árbol de roble gigante. Tiene que ser
alimentado y nutrido.
¿Qué hago después?
Recientemente un hombre
me dijo: “Benny, quiero darte las gracias por presentarme al Espíritu Santo en
1978”.
Yo le dije: “Magnifico. Dime, ¿Qué ha pasado desde
entonces?”
Su rostro palideció al decir: “Bueno, nada realmente. Yo sólo
recuerdo como era cuando lo conocí”.
“¿Por qué crees que no ha pasado nada?” –le pregunté.
Nunca olvido su respuesta: “Pienso que yo no sabía qué
hacer”.
Quizás he esperado que cada persona que ha sido presentada
al Espíritu responda como lo hice yo. Yo literalmente me encerré con la Palabra
y el Espíritu y absorbí como una esponja lo que Él tenía que ofrecerme. Llevó
tiempo, cientos y cientos de horas con el precioso Espíritu Santo.
Me doy cuenta de que para mucha gente es casi imposible
encontrar el tiempo para escudriñar y escudriñar las Escrituras. Pero al leer
este libro estás recibiendo en una manera concisa lo que le tomó al Espíritu
años compartir conmigo. Pero hay una cosa que yo no puedo hacer por ti. No puedo
poner una venda sobre tu cabeza y poner una unción sobre ti. Eso solo viene con
un encuentro personal profundo; privado, con el Espíritu. Y eso continúa y
crece con una amistad y comunión que solo tú puedes establecer.
Tu crecimiento en el Espíritu comenzará en el momento que
comiences a ver que el Espíritu de Dios es verdaderamente Dios. No puedo
repetirlo lo suficiente porque el cuadro mental de una personalidad débil ha
sido metido en nuestra psiquis desde la infancia. Recuerdo haber visto un libro
que decía, “El Espíritu Santo es un siervo para el Cuerpo de Cristo”. Esa es la
clase de error de que yo estoy hablando. Él no es un siervo: Él está en
control. Él es el líder del Cuerpo de
Cristo.
Déjame compartir algo que he llegado a conocer. El Espíritu
Santo no sólo es Dios; es también el Padre del Señor Jesucristo. Antes que
digas: “Ahora aguántate ahí, Benedictus, déjame señalarte la palabra”
Tú dices: “Yo pensaba que Dios el Padre era el Padre de
Jesús”. Bueno, tienes razón, pero estás también equivocado. Déjame mostrarte
por qué. En el primer capítulo de los Evangelios se nos dice que el Espíritu
Santo es el Padre de Jesús. “El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada
María su madre con José, antes que se juntasen, se halló que había concebido
del Espíritu Santo” (Mateo 1:18).
Aun María estaba preocupada. Ella le dijo al ángel, “¿Cómo
será esto, pues no conozco varón?” y respondiéndole el ángel, le dijo: El Espíritu
Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo
cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas
1:34-35). Ahí lo tienes. Él se llama Hijo de Dios, pero fue el Espíritu Santo
quien vino sobre la madre de Cristo. Eso es la intimidad de la Trinidad .hijo
de Dios el Padre e hijo de Dios el Espíritu Santo en uno.
Aun los atributos de Jesús le fueron dados por el Espíritu.
Hablando del Cristo que vendría, Isaías escribió:
Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un
vástago retoñara de sus raíces. Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová: espíritu
de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de
conocimiento y de temor de Jehová (Isaías
11:1-2).
¿Quién es el Padre?
Jesucristo hombre fue engendrado
del Espíritu. Y tal como los padres terrenales aman a su pequeño bebe, así el Espíritu
Santo amaba al Señor. ¿Has visto tu a un padre orgulloso de tomar en sus brazos
a su hijo recién nacido, apretarlo y amarlo? Yo creo que nosotros olvidamos que
el Espíritu Santo tiene emociones también. El ama lo que ha creado; es por eso
que desea poner sus brazos alrededor de ti.
¿Puedes ver a Dios el Padre en el cielo diciendo al
Espirito: “toma mi Hijo y hazlo carne”? Fue un milagro de milagros. El Espíritu
Santo tomó esa semilla divina y la puso dentro del cuerpo de María. Pero no
solamente fue El el padre del Señor, Él fue también el que lo ungió.
Imagínate, a Dios el Padre sentado en su trono en el cielo
y a Jesús en la tierra sanando enfermos y haciendo milagros. ¿Y qué del Espíritu
Santo? Él es el canal, el contacto entre ambas personalidades. Voy a ilustrarlo
así: El Padre toma el teléfono (como si necesitara uno) y dice: “¿Espíritu
Santo?”
“Si, Señor” –dice el Espíritu Santo al levantar el teléfono.
Dios dice: “Quiero que guíes a Jesús al desierto porque voy
a enviar al diablo para que lo tiente”.
El Espíritu dice: “Si, Señor”, y corre a Cristo. “Jesús,
ven conmigo” –le dice.
¿Ves cómo el Espíritu Santo viene a ser como el contacto
entre ambas personalidades?
O imagínate esto: Jesús pasa por el lado de un hombre que
está muy enfermo. De nuevo, el Padre levanta el teléfono y dice: “Espíritu
Santo, ¡Detén a Jesús! Dile que se pare ahí mismo donde está”.
El Espíritu Santo dice: “Bien, Jesús, párate”. Levanta el teléfono
y dice: “Padre, ¿qué debe hacer El?”.
“Dile que sane a ese hombre” –dice la voz de Dios.
Jesús inmediatamente pone Sus manos sobre el hombre, el
poder del Espíritu fluye a través de Él, y el hombre milagrosamente se levanta.
Aquí está lo vital para que recuerdes –y cuando comprendas
esto, se quitará el velo de tus ojos concerniente a la función del Espíritu
Santo: Durante su estancia en la tierra, Jesús
escogió ser no menos que un hombre en su totalidad. Su “conocimiento
revelado” no operaba sin la voz del Espíritu. Y Él no se movía a menos que el Espíritu
Santo se moviera con El.
¿Te has preguntado alguna vez por qué cuando Jesús pasaba,
algunos no se sanaban? ¿Por qué El no oró por ellos? ¿Por qué Él no los alcanzo
y los toco? Es porque el Padre no le ordenó al Espíritu Santo que guiara a
Jesús a hacerlo. Cristo dijo: “que el mundo conozca que amo al Padre, y como el
Padre me mandó, así hago” (Juan 14:31). Jesús dependía del Espíritu: Él era el cordón
umbilical de Cristo al Padre.
¿Era Cristo capaz de pecar?
Aun antes que Cristo se
enfrentara al Gólgota, Él se ofreció a si mismo al Padre por medio del Espíritu
Santo. Comparando la sangre de Cristo al sacrificio de animales, en Hebreos
dice: “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se
ofreció a si mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras
muertas para que sirváis al Dios vivo?” (Hebreos 9:14).
Si Él no se hubiera ofrecido a Si mismo mediante el Espíritu
Santo, ¿hubiera sido aceptado por Dios el Padre? ¿Hubiera soportado los
sufrimientos de la cruz? Si Él no se hubiera presentado a sí mismo mediante el Espíritu
Santo, Su sangre ¿hubiera permanecido pura e inmaculada?
Y déjame añadir esto: Si el Espíritu Santo no hubiera
estado con Jesús, ¿hubiera pecado? Es posible que hubiese podido pecar. Fue el Espíritu
Santo el poder que lo guardó puro. El no solo fue enviado del cielo, sino que
fue llamado el Hijo del Hombre –y como tal, ¿no podía El pecar? El hecho que no
lo hiciera no quiere decir que no existiera
la posibilidad.
Si tú crees que Jesús no era capaz de pecar, entonces ¿por
qué Satanás perdió su tiempo tentándole? El diablo sabía lo que estaba
haciendo. Sin el Espíritu Santo, Jesús jamás hubiera logrado completar su obra.
Realmente Jesús se ofreció a Si mismo mediante el Espíritu
Santo para permanecer sin pecado. Aun dependió de Espíritu Santo para que lo
levantara de las garras de la muerte. ¿Recuerdas las palabras de Pablo? Cristo
fue “declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección
de entre los muertos” (Romanos 1:4).
Fue a través del poder del Espíritu que Cristo fue
levantado de los muertos. He aquí lo que dice la Escritura: “Y si el Espíritu
de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de
los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu
que mora en vosotros” (Romanos 8:11). No sólo el Espíritu levantó a Cristo; ¡Él
es quién también te levantará a ti! Podemos poner nuestra esperanza en El.
El plan maestro de Dios
Aun después que El
cambió el curso de la historia saliendo de la tumba vacía, Cristo continuó
dependiendo del Espíritu. En realidad, Él les dijo a los discípulos que no
dejaran Jerusalén hasta que fueran investidos de poder de lo alto. Él dijo que
debían esperar la promesa del Padre, “la cual, les dijo oísteis de mí. Porque Juan
ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu
Santo dentro de no muchos días” (Hechos 1:4-5).
Cristo estaba bajo el control de Dios cuando habló esas
palabras. Él estaba repitiendo lo que el Padre dijo del Espíritu Santo.
Tan dependiente era Cristo del Espíritu que Él se volvió a
El antes de dar direcciones a Sus seguidores. La Escritura dice: “que fue
recibido arriba después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los
apóstoles” (Hechos 1:2).
¡No me interpretes mal! De ninguna manera estoy diciendo
que la posición de Cristo es menos que la del Espíritu Santo, tampoco el Espíritu
Santo es menos que Jesús. Hay igualdad absoluta en la Trinidad. Cada miembro
tiene un propósito y características únicas.
Lo que yo quiero que tú sepas es que el Espíritu no es débil.
No es inmaduro o incapaz de hablar por sí mismo. El Espíritu Santo es perfecto,
poderoso y glorioso.
El Espíritu merece nuestra adoración. Debemos poner en práctica
lo que hemos estado cantando por generaciones: “A Dios el Padre celestial, al
Hijo nuestro redentor, al eternal Consolador, unidos todos alabad, amén”.
¿Cómo lo reconoces? Es tan simple como esa vocecita que
oyes cuando estás a punto de quedarte dormido, la voz que te recuerda: “Tú no
has orado hoy”. O puede que Él diga: “No has leído la Palabra hoy”. Ese es el Espíritu
hablando, luchando con tu alma. Ya tú lo conoces, pero El anhela que lo
conozcas más.
El Señor predijo lo que te pasaría cuando hicieras un lugar
para el Espíritu. Él dijo, “El que cree en mi como dice la Escritura, de su
interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:38). ¿Y qué era esa unción de la
que hablaba El? “Esto dijo del Espíritu que habrían de recibir los que creyesen
en él” (v. 39).
Dios tiene un plan maestro detallado para tu vida. Su unción
y Su Espíritu están incluidos en el plan: “Y el que nos confirma con vosotros
en Cristo, y el que nos ungió, es Dios. El cual también nos ha sellado, y nos
ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones” (2 Corintios 1:21-22).
¿Has hecho lugar para el Espíritu Santo? Todo lo que El pide es un lugar en tu
corazón
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