lunes, 1 de junio de 2015

Libro: "Buenos días, Espíritu Santo" [Benny Hinn] - Capitulo 5

Capítulo 5
“¿Qué voz escuchas tú?”

“Benny, quiero que dejes de hablar de Jesús en esta casa. ¿Entiendes?” Nunca puedo olvidar la voz airada de mi padre, que estaba furioso por mi conversión. Después de mi encuentro con el Espíritu Santo, su ira fue aun peor.
Pero yo comencé a oír otra voz. Era el sonido del Espíritu, y El me dio un amor por mi padre, que sobrepasaba todo lo que yo había conocido cuando niño o adolescente. No importaba lo que mi padre dijera, yo podía mirarlo con perfecta paz. Y parecía que mientras más airado se ponía, más amor el Espíritu me daba.
Tres cosas ocurrieron cuando el Espíritu Santo entró en mi vida.
Primero, la Palabra, del Dios viviente vino a ser absoluta para mí. Ya no leía más un poquito de Mateo y un poquito de los Salmos. Abría la Biblia y sentía como si yo estuviera dentro de ella –viéndola “vivir y en colores vivos”. La voz del Espíritu Santo me llevó a una gran aventura por las Escrituras.
Segundo, mi vida de oración cambió completamente. Las horas de orar, bostezar, y repetir habían terminado. El Espíritu Santo y yo estábamos conversando. El hacía a Dios real. El me dio poder y denuedo que me hizo sentir de diez pies de alto.
Y tercero. El transformó mi vida cristiana diaria. En realidad comenzaba a cantar y no sabía por qué, hasta que leí las palabras: “Antes bien sed llenos del Espíritu, hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones” (Efesios 5:18-19).
Lo que comenzó a pasarme no era natural –era sobrenatural. El Espíritu había tomado el control. El comenzó a bautizarme con amor por la gente –y especialmente por mi propio padre. Fue exactamente como lo declara la Palabra: “Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” (Romanos 5:5)
Yo llegué a ser una persona tan cambiada que mis instintos y reacciones naturales fueron reemplazados por la guianza del Espíritu. Yo aprendí lo que quería decir “crucificar la carne”. Y me di cuenta de que yo no podía hacerlo por mí mismo. “Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; más si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios” (Romanos 8:13-14).

SU VOZ

¿Cómo eres guiado por el Espíritu? Tú te familiarizas con Su voz. La reconoces. Respondes a ella. Y mientras más comunión tienes con El, más profunda llega a ser la relación.

En el principio
Desde el principio del tiempo, Dios hizo clara la persona y el poder del Espíritu Santo. En realidad, el Espíritu Santo es la manifestación de la Deidad en la Escritura. “Y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas” (Génesis 1:2).
Cuando Dios creó a Adán del polvo de la tierra, El comenzó dándole forma al barro. Aquel barro estaba absolutamente muerto hasta que vino el aliento de vida. La Biblia dice que Dios “sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7)
El aliento de Dios es el Espíritu Santo. Job lo describe así: “El Espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida” (Job 33:4).
Al momento de Dios soplar en Adán, éste vivió. Cuando Adán abrió sus ojos, el primer contacto que tuvo fue con el Espíritu Santo. Porque Él era el soplo que fluía del cuerpo de Adán y permaneció sobre él. Adán se incorporó completamente lleno de la presencia de Dios.
La Escritura me dice que Dios el Espíritu Santo era el poder de la creación “Su Espíritu adornó los cielos” (Job 26:13).
Lo que es más emocionante, sin embargo, es que Dios desea tomar ese mismo Espíritu y dártelo a ti. En realidad, El desea “derramarlo” en ti:

Hasta que sobre nosotros sea derramado el Espíritu de lo alto, y el desierto se convierta en campo fértil, y el campo fértil sea estimado por bosque. Y habitará el juicio en el desierto, y en el campo fértil morará la justicia
(Isaías 32:15-16).

¡Qué promesa tan maravillosa! Dios desea derramar Su Espíritu sobre ti. El desea soplar Su Espíritu en ti. ¡El desea que tú, al igual que Adán, vivas!
El darme cuenta de que el aliento de Dios es el Espíritu de Dios fue para mí descubrir un tesoro enterrado. ¿Has oído alguna vez la voz del todopoderoso hablándote? Mucha gente la ha oído. Pero, exactamente, ¿Quién estaba hablando? ¿La voz de quién escuchaste?
Yo creo que escuchaste al Espíritu Santo. Él es el que comunica la voz de Dios. La descripción de Dios el Padre está en Job:

Oíd atentamente el estrépito de su voz, y el sonido que sale de su boca. Después de ella brama el sonido, truena el con voz majestuosa; y aunque sea oída su voz, no los detiene. Truena Dios maravillosamente con su voz: el hace grandes cosas, que nosotros no entendemos
(Job 37: 2, 4-5)

El poder de la voz de Dios era más de lo que el pueblo de Israel podía entender.

Una voz desde el cielo
¿Cómo habló Dios a Moisés? A través de un ángel. En el Nuevo Testamento, fueron solo tres ocasiones en que Dios habló en realidad. Primero, Él le habló a Jesús: “Y hubo una voz del cielo, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”
(Mateo 3:17).
Luego Jesús mismo le pide al Padre que “glorificara Su nombre”. Y aquí está lo que pasó: “Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez” (Juan 12:28). La multitud que lo oyó decía que había sido “un trueno” (v. 29)
La única otra vez que Dios habló directamente fue cuando las nubes rodearon a los discípulos en el Monte de la Transfiguración y Él dijo: “Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd” (Mateo 17:5). De nuevo, la voz de Dios produjo un resultado asombroso. “Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, no temáis. Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo” (v.v. 6-8)
Tú dices: “Benny, yo pensaba que Dios hablaba a través de toda la Palabra”. Exactamente. Pero el que estaba hablando era el Espíritu Santo.
Permíteme darte un ejemplo. La voz que fue oída por los profetas fue la del Espíritu –no la voz del Hijo o del Padre.
Isaías habla acerca de oír la voz del Señor diciendo:

Y dijo: anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad (Isaías 6:9-10)

Pero, ¿Quién estaba realmente hablando? ¿Era en realidad la voz del Señor? ¿O era la voz de Jehová en la tierra –el Espíritu Santo? Para saber esto, miremos a esa misma Escritura como fue repetida en el libro de los Hechos.
Pablo, en Roma, bajo la supervisión de un guardia predicó que:

Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo: Ve a este pueblo y diles: De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis; porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyeron pesadamente, y sus ojos han cerrado, para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y entiendan de corazón, y se conviertan, y yo los sane
(Hechos 28:25-27)

¿Quién realmente habló estas palabras? Lo que Isaías le atribuyo al Señor, Pablo clarificó como hablado por el Espíritu Santo.
Recuerda que el Nuevo Testamento explica el Antiguo. Aquí hay otro ejemplo. En Jeremías leemos: “Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo” (Jeremías 31:33).
El profeta escribe, “dice Jehová”, pero para entender la verdadera fuente de la Escritura, necesitas leer en el libro de Hebreos: “Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo porque después de haber dicho: Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor. Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes  las escribiré” (Hebreos 10:15-16).
¿Quién lo dijo? El Espíritu Santo. Él lo había dicho antes (v.15).

¿Quién es “Jehová”?
Un cambio profundo tomo lugar en mi vida espiritual cuando me di cuenta de que el Espíritu Santo era Dios. Millones de personas –y yo estaba entre ellas- de alguna manera crecen creyendo que Él es menos que igual a las otras personas de la Trinidad. De alguna manera estamos indoctrinados que porque Él es tercero El realmente no es Dios.
Tú tienes que llegar a esta verdad: El Espíritu Santo es Dios. Él no es menos Dios que Jesús. Él no es menos Dios que el Padre. Él es tan Dios como el Padre y el Hijo.
Jehová es el nombre del ser trino –no solo el de uno de ellos. El Padre es llamado Jehová. El Hijo es llamado Jehová. El Espíritu Santo es llamado Jehová.
Cuando Dios el Padre habla, habla por medio de la voz del Espíritu Santo. Cuando Jesús envió a los Once, les dijo: “Mas cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dad lo que habéis de hablar. Porque no sois vosotros los que habláis sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros” (Mateo 10:19-20).
Una y otra vez en Apocalipsis se nos exhorta: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice…” (Apocalipsis 2:7, 11, 17).
Aun Cristo mínimo no habla sin el Espíritu Santo. En Hechos leemos que Él fue llevado al cielo “después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido” (Hechos 1:2).  Y en Hebreos encontramos que Cristo se ofreció a sí mismo a Dios “mediante el Espíritu” (Hebreos 9:14)
¿Se está aclarando? El Espíritu Santo es el que comunica el cielo en tu corazón. Él es la voz de Dios para ti. Tú dices: “Bueno, yo sé que era Dios hablándome”. Por supuesto era Dios. Era Dios el Espíritu Santo. Diciéndolo en otra forma, es el Padre, mediante el Hijo, hablando por el Espíritu.
De lo que ya has aprendido, te puedes imaginar qué pasaría si Dios el Padre te hablara audiblemente. Tú no podrías soportarlo. Yo dudo que tú estés aun preparado para oír la voz de Jesús, descrita como “el sonido de muchas aguas” (Apocalipsis 1:15). Cuando Juan lo oyó, cayó a Sus pies “como muerto” (v. 17).
El Espíritu Santo, sin embargo toma la voz del Padre y la del Hijo y las hace suaves, amables y perfectamente claras.
En el momento que me di cuenta de que el Espíritu Santo era Dios –y comencé a adorarlo y tratarlo como Dios- mi vida comenzó a cambiar. Ya no vi más el Espíritu Santo como menor, más débil, un ser nebuloso parado en un rincón. Ahora no solamente Dios y el Padre y Dios el Hijo reciben mi adoración. Ahora yo adoro un Dios en tres personas.
Permíteme decirlo otra vez. El Espíritu Santo es Dios –igual en majestad, poder, gloria y eternidad. Él es Dios.
¿Qué dijo Jesús acerca del Espíritu? Dijo que cuando El viniera, “No hablara por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere” (Juan 16:13). ¿Qué oye El? El precioso Espíritu Santo oye al Padre hablar directamente a ti. Pero cuando El habla, no dice: “El Padre dice”. Él dice: “Yo digo”. ¿Por qué? Porque el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo siempre actúan en armonía.

Como el sol en el cielo
Es muy fácil limitar la Deidad o dividir la Deidad fuera de la Escritura. Los cristianos nuevos a menudo preguntan: “¿Cómo puede Dios ser uno y tres al mismo tiempo?” Dios es uno. Pero Dios es tres: Padre, Hijo, Espíritu Santo. Y como este libro es sobre el Espíritu Santo, yo los distingo a propósito para mostrar el ser trino.
Dios es como el sol en el cielo. Si tú mirar su brillo, ves un sol. En realidad, sin embargo, es un sol trino que mantiene vivo nuestro planeta. Hay tres elementos distintos: el sol, la luz y el calor.
Y así es con la Trinidad. El Padre es como el sol completo, Jesús es la luz, y el Espíritu Santo es el calor que tú sientes. Cuando estás en la Presencia del Padre, ¿Qué sientes? El calor, la energía y el poder del Espíritu Santo. Si miras el rostro del Padre, ¿a quién ves? “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”, Jesús lo dijo a Felipe (Juan 14:9).
Yo me emociono al pensar en el tiempo cuando entre al cielo. La deidad estará allí. Cuando me pare frente a Dios mismo veré a los tres –al Espíritu, al Hijo y al Padre.
¿A qué se parece Dios? No hay un lugar en la Palabra de Dios donde se describa al Padre en detalle. “Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios”  (Hechos 7:55).
Esteban vio a Jesús claramente, pero cuando vio al Padre solo pudo ver la “gloria” que lo rodeaba. Si, Dios el Padre tiene una forma pero ningún hombre sabe su parecer (Filipenses 2:6), pero el Hijo vino a revelarlo.
Si miras de cerca lo que Cristo dijo, entenderás como el Espíritu Santo abarca la Deidad. Jesús dijo, “Nadie viene al Padre sino por mi” (Juan 14:6). Y la Escritura enseña que somos atraídos a Cristo por el Espíritu. En otras palabras, tú necesitas tener al Espíritu si deseas la Deidad. Cuando tu abrazas al Espíritu Santo, estas abrazando también al Padre y al Hijo.
Nunca olvidaré el día que el Espíritu Santo me reveló que Su señorío es igual al de Jesús. Me mostró en la Escritura que Él es llamado Señor.
Pablo, escribiendo a la iglesia en Corinto, dice: “Porque el Señor es el Espíritu: y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad” (2 Corintios 3:17). Correcto. Todos confesamos que Jesús es el Señor –pero lo mismo es el Espíritu Santo. ¡Él es el Espíritu de Jesús!
El Espíritu Santo es omnipresente, pero desafortunadamente la libertad no se encuentra en ningún otro lugar. Algunas iglesias pareen más una prisión hostil que una casa de alabanza. ¿Por qué? Porque el Espíritu no es Señor en esa congregación.
Nunca olvides: ¡El Señor es el Espíritu! En el próximo versículo de Pablo escribe: “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en Loria en la misma imagine, como por el Espíritu del Señor” (v. 18).

¿Cómo tú lo sabes?
Lo próximo que necesitas entender es que la Trinidad es la gloria de Dios; Dios el Padre es la gloria de Dios; Dios el Hijo es la gloria de Dios; y Dios el Espíritu Santo es la gloria de Dios. ¿Pero quién manifiesta esa gloria? Es el Espíritu Santo. Esa es parte de Su obra.
            Déjame hacer otra pregunta, ¿Sabes tú que has sido salvado de tu pecado? Bueno, ¿Cómo lo sabes?, ¿oíste una voz celestial?, ¿apareció Jesús en un cuerpo físico y te dijo: “Tú estás salvo”?
            ¿Cómo sabes tú que has pasado de muerte espiritual a la vida? Lo sabes porque el Espíritu te lo dijo. Tú lo sabes tan bien que morirías por eso. ¿Por qué? Porque cuando el Espíritu Santo habla, El habla directo a tu ser –dentro de tu misma sangre y tuétanos.
Exactamente de la misma manera, nosotros sabemos que Jesús está vivo. No porque hemos visto Su rostro, pero sabemos que Él está vivo, por Su Espíritu. Y ese mismo Espíritu es la tercera persona de la Trinidad.
Alguien recientemente me preguntó: “Benny, ¿Cómo tú sabes que eres salvo?” Todo lo que pude decir fue: “Yo sé que yo sé, que yo sé, que yo sé”. Esa es la fortaleza, la seguridad, que el Espíritu Santo me ha dado.
El Espíritu no es solo la voz que tú oyes; Él es también el poder fuerte que sientes. El profeta Miqueas dijo: “Mas yo estoy lleno de poder del Espíritu Santo de Jehová, y de juicio y de fuerza” (Miqueas 3:8). El Espíritu Santo es el poder de la Deidad. Aun el ángel se lo dijo a María cuando estaba a punto de concebir a Jesús. “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lucas 1:35). Él es ese poder preeminente.
El Espíritu Santo es también tu gran defensor. Por ejemplo: ¿Quién crees tú que te protege de los ataques de Satanás? Es el Espíritu Santo. “Porque vendrá el enemigo como rio, más el Espíritu de Jehová levantará bandera contra él” (Isaías 59:19). Cuando lees ese versículo conocido, llegas a la conclusión que el enemigo viene como un rio. Pero yo tengo noticias para ti: El rio es el Espíritu Santo, no el diablo. Ves, en hebreo no hay comas. Pero los traductores han puesto una coma después de rio, e hicieron al enemigo más poderoso de lo que es realmente. El hebreo dice que cuando el enemigo viene “como rio el Espíritu viene contra él”.

“¡Sígueme!”
¿Quién te mantiene salvo? El Espíritu Santo. Esa es la tarea que Cristo le asignó. A menudo lo llamamos Jesús, pero en realidad es el Espíritu de Jesús. De nuevo, solo los separamos para discusión para que podamos entenderlos mejor porque ellos en realidad son un Ser. Porque donde está el Espíritu Santo, Jesús –y el Padre. Cuando el Espíritu Santo te habla, los tres están hablando, pero es al Espíritu Santo al único que oyes. El Espíritu Santo es el que tú sientes. El Espíritu Santo es el que te guía en la voluntad del Padre.
Cuando por primera vez oí las palabras de Jesús, “sígueme”, me preguntaba cómo eso sería posible. ¿Se esperaba de sus seguidores que resucitaran con El en la Ascensión? Por supuesto que no. Cuando Cristo regresó al Padre, Él envió al Espíritu Santo, diciendo: “Él os guiará” (Juan 16:13). Jesús estaba diciendo: “Dejen de seguirme a mí. Yo me voy, pero les estoy enviando el Espíritu Santo. Ustedes tienen que seguirlo a El ahora”. Así que ¿por qué decimos: “¡Yo sigo a Jesús!” cuando la única guianza que tenemos es el Espíritu Santo?

SIGUIENDO SU VOZ

Desde el momento de mi primer encuentro con el Espíritu, sabía que tenía que seguir Su voz. Solo había dos opciones. O seguía el sonido de un mundo carnal, o lo seguía a Él. “Porque los que son de la carne, piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu” (Romanos 8:5).
Es tan básico como la vida misma. Si deseas la carne, seguirás la carne; pero si tu corazón anhela el Espíritu, serás atraído hacia El cómo por un imán. Comienza con deseo. Para mí, yo tenía una gran pregunta, “¿Cómo puedo conocerte en verdad?”. Esa pregunta era el clamor de mi corazón. Mi gran hambre era conocer al Espíritu Santo personalmente. No fui decepcionado.
Pablo dice: “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley” (Gálatas 5:16-18)
Una cosa sorprendente le pasó al apóstol Pablo y a sus compañeros durante sus viajes misioneros. Ellos fueron a Frigia y a Galicia, “y les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia. Y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu Santo no se lo permitió” (Hechos 16:6-7). Así es. Ellos estaban tan a tono con la voz del Espíritu que probablemente dijeron: “Bueno, si Él no va, nosotros tampoco iremos”.
Pero quizás las palabras más reveladoras del relato son aquellas que dicen que les fue prohibido “por el Espíritu Santo”. Cuando Cristo regresó al Padre, el Espíritu Santo comenzó a hacer la obra de Cristo en la tierra.
¿Has comenzado a reconocer su voz? Pablo lo hizo. Durante aquel mismo viaje el Espíritu, por medio de una visión le mostró al apóstol un hombre de un país lejano de pie delante el él rogándole: “Pasa a Macedonia y ayúdanos (v. 9). Pablo salió enseguida.

Tu conciencia lo confirma
¿Cómo habla el Espíritu Santo? El da testimonio a tu conciencia. En la epístola de Pablo a la iglesia en Roma, él dice: “Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo” (Romanos 9:1)
Nunca debes dudar de la guianza del Espíritu Santo. En tiempos cuando tu “hombre interior” esté turbado, no te muevas. Si tú intentas ser tu propio guía, ciertamente caerás. Escucha Su voz cuando El habla a tu alma.
Durante un programa de construcción de la iglesia se me preguntó, “¿Cómo sabes que estás haciendo lo correcto?” la respuesta fue la misma que cuando se me preguntó acerca de mi salvación. “Yo sé que, yo sé que, yo sé que, yo sé qué”. El Señor, mediante el Espíritu Santo, me dijo que comenzara a edificar. Cada decisión de mi vida está basada en esa voz interior.
Los mundanos no tienen la más mínima noción de las cosas del Espíritu. Eso es porque están espiritualmente ciegos. Pero tú si puedes tener conocimiento. ¿Por qué? Porque entiendes como el Espíritu opera y estás aprendiendo a reconocer Su voz.
Es la misma manera que sabemos que el cielo es real aunque nunca hayamos entrado por las puertas de perlas. Ha sido hecho real para nosotros por el Espíritu. Leer sobre el cielo en la Palabra es maravilloso, pero si el Espíritu no da luz sobre ella no veremos la realidad. Incontables millones han leído la Biblia y todavía están sujetos a la condenación eterna. ¿Por qué? La Palabra no entró en sus corazones.
Aquí está la respuesta. “Él te ha dado entendimiento de un nuevo pacto “no de letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, más el Espíritu vivifica” (2 Corintios 3:6)
Yo me asombro de que alguien pueda leer la Escritura y decir: “No, yo no creo que Él dice eso”. O: “El no hizo ese milagro”. O: “L no nació de la virgen María”. El problema es simple: ellos están pensando con una mente carnal.
Pero tú puedes discutir el mismo asunto con seguridad absoluta. No fue lo que leíste, sino lo que el Espíritu Santo te reveló al leer. ¡Y tú darías tu vida por eso!
Si verdaderamente deseas entender como el Espíritu Santo habla, lee y relee estas palabras profundas: “El Espíritu Santo mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16) ¿Cómo sabemos que es la verdad? Su Espíritu da testimonio a nuestro espíritu. Volvemos a lo mismo, tú sabes que tú sabes.
El Espíritu Santo es Dios el testigo. ¿Qué dijo Pedro cuando los apóstoles fueron llamados ante el Sanedrín? “Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen” (Hechos 5:32). Es esa confirmación continua lo que te mantiene en el centro de la voluntad de Dios.
Si hubo un versículo en particular que el Espíritu Santo me reveló y que cambió mi vida, fue este: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con vosotros. Amén” (2 Corintios 13:14).
El Espíritu trajo este versículo delante de mí una y otra vez. Y mientras más lo estudiaba, mas emocionado me sentía. De repente, supe que el Espíritu Santo estaba para mí –ahora.
Aquí está lo que el Espíritu Santo me mostró: ¿Cuándo conocimos “la gracia del Señor Jesucristo”? cuando El murió por nosotros. ¿Cuándo conocimos “el amor de Dios”? cuando vimos la cruz. Ambos se refieren al pasado. Pero después leemos: “La comunión del Espíritu Santo sea con todos vosotros” yo dije: “Eso es. ¡El Espíritu Santo está aquí para comunicarse conmigo y para estar conmigo, ahora!

¡Qué comunión!
¿Qué quiere decir la Escritura cuando habla de comunión? Hay siete significados
Primero, la palabra comunión quiere decir presencia. En anhelo de Dios el Padre en cuanto a ti es que la dulce presencia del Espíritu Santo esté contigo.
Segundo, quiere decir compañerismo. Tu no necesitas orar al Espíritu Santo, simplemente eres compañero de Él. Y debes buscar esa comunión como buscarías agua en el desierto.
El tercer significado es, compartir mutuamente. Tú derramas tu corazón, y El derrama el Suyo. “Ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros” escribieron los apóstoles a los creyentes en Antioquía (Hechos 15:28). Ellos estaban compartiendo –aun escribiendo cartas- juntos.
Cuarto, comunión quiere decir –participación mutua. El Espíritu Santo viene a ser tu socio. La Escritura está llena de frases como “obrando con ellos” y, “el Espíritu y nosotros”, que hacen claro que la obra del Espíritu es con la participación tuya.
Quinto, quiere decir intimidad. Tú nunca experimentarías una experiencia profunda de amor con Cristo hasta que la experimentes con el Espíritu Santo, que trae esa intimidad. No hay otra forma. Dios ha “derramado” Su espíritu en nuestros corazones “por el Espíritu Santo que nos ha dado” (Romanos 5:5). Tú no puedes amar a Dios sin el Espíritu Santo.
Sexto, la palabra comunión quiere decir amistad. El Espíritu anhela ser tu amigo más íntimo, alguien con quien puedas compartir los secretos más profundos de tu corazón.
Y séptimo, comunión quiere decir camaradería. En griego la palabra significa “comandante”. Él es como un capitán, un gobernador o un jefe –pero uno que es amable, amistoso. Así como El instruyo a los apóstoles adonde debían y adonde no debían ir, tienes que permitirle a Él gobernar tus asuntos personales. Recuerda, desde que Cristo se fue, El Espíritu Santo está “en control” en la tierra.
¿Estás escuchando su voz? ¿Estás listo para tener comunión con Él?
Cuando yo comencé a tener comunión con el Espíritu Santo, hablaba con El día y no che. No pasaba un día sin que le dijera: “Espíritu Santo, precioso Espíritu Santo”. Y comenzábamos nuestro tiempo de oración y comunión.

Oh, el sonido de Su voz.

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