Capítulo 6
Espíritu, alma y cuerpo
|
Satanás, el gran
engañador, ha hecho una labor increíble. Él ha convencido al mundo –aun a
ministros consagrados del evangelio- de que el Espíritu Santo no es nada más
que una influencia o un poder especial. Este engaño es de primera importancia
para Satanás, porque él sabe que cuando tú descubras la personalidad y la
realidad del Espíritu, tu vida será cambiada dramáticamente.
Solo mira la historia. Cada gran avivamiento fue acompañado
por una revelación del Espíritu Santo. Aun Martín Lutero le da crédito por la
gran Reforma a la obra del Espíritu. Él dijo que Gálatas era su libro de la
Escritura favorito por el versículo que dice: “Andad en el Espíritu, y no
satisfagáis los deseos de la carne” (Gálatas 5:15).
Pero hoy poca gente sabe el significado de “andar” en el Espíritu.
La raíz de la palabra significa al unísono, uno con, o conectado a –aun
comunión con. Es sorprendente, pero personas que han sido criadas en una
iglesia “llena del espíritu” me han preguntado: “¿Se supone que yo hable al Espíritu?”
Recientemente fui invitado a hablar en una iglesia
histórica pentecostal grande, y la congregación se sorprendió cuando dije:
“Ustedes son los que han redescubierto el Espíritu Santo, pero lo han puesto en
una jaula”. Yo expliqué: “Ustedes pensaron que los católicos no podían tenerlo
a Él. Pensaron que los bautistas no podían tenerlo. Pero yo tengo noticias para
ustedes. Él ha saltado sobre las verjas de ustedes a San Miguel, a la Primera
Iglesia Bautista, Metodista unidad, y a todas las demás iglesias”.
Millones de personas han sido tocadas por el Espíritu, pero
su crecimiento espiritual ha sido impedido por el clero que, por algunas razones,
escogió subordinar a la tercera persona de la Trinidad
Desafortunadamente la Iglesia de Jesucristo ha ignorado lo
que yo estoy compartiendo contigo. El hecho de que estás leyendo este libro,
sin embargo, me dice que tú tienes hambre personal de conocer el Espíritu
Santo. Tú puedes ser “lleno” del Espíritu y tener un encuentro innegable con
El, pero un entendimiento profundo del Espíritu Santo no se consigue de la
noche a la mañana. A mí me ha tomado años y años Su guianza y revelación en la
Escritura. Y todavía estoy aprendiendo cada día.
LA DEIDAD
Lo que estoy a punto de
compartir contigo concerniente a la Deidad me da un cuadro completamente nuevo
del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Yo halle que Dios es espíritu eterno
sin forma material, pero El a menudo se revela a Si mismo mediante forma humana
y otras características humanas.
Dios el Padre
¿Qué acerca de las
formas en que Dios frecuentemente aparecía al hombre? Cuando Ezequiel tuvo su
visión de Dios en 593 A.C., lo describió sentado sobre una expansión que
separaba a las criaturas de la gloria del Señor. El vio “la figura de un trono
que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura de trono había una semejanza
que parecía de hombre sentado sobre él” (Ezequiel 1:26). ¿Cuál era la
apariencia de Dios el Padre? Como la de un hombre.
Tú dices: “A mí me han enseñado que Dios es Espíritu”. Sí,
pero Él es espíritu en forma misteriosa, no alguna nube que flota en el
espacio. El apóstol Juan, en Apocalipsis lo describe como la brillantez
reflejada de piedras preciosas. Él dijo: “Y al instante yo estaba en el Espíritu:
y he aquí, un trono establecido en el cielo, y en el trono, uno sentado. Y el
aspecto del que estaba sentado era semejante a piedra de jaspe y de cornalina”
(Apocalipsis 4:2-3).
Los profetas describen las características de Dios con gran
detalle. Isaías dice: “Sus labios llenos de ira, y sus lengua como fuego que
consume. Su aliento, cual torrente que inunda” (Isaías 30:27-28).
Y Dios revela el hecho de que Él puede ver. “Hicieron lo
malo delante de mis ojos” (Isaías 66:4).
Para mi asombro, hallé que Dios se describe como teniendo
la semejanza de dedos, manos y rostro. Después que el Señor habló a Moisés en
el Monte Sinaí, Él le dio las tablas de piedra, “escritas con el dedo de Dios”
(Éxodo 31:18). Entonces el Señor le dijo a Moisés: “No podrás ver mi rostro,
porque no me verá hombre, y vivirá” (Éxodo 33:20).
El aún le habló a Moisés de Su “espalda”: “Y cuando pase mi
gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta
que haya pasado. Después, quitaré mi mano, y verás mis espaldas: mas no se verá
mi rostro” (v.v. 22-23).
Si Dios se revela a Si mismo como un espíritu invisible,
¿Cómo fue posible que Adán y Eva oyeran Sus pisadas? “Y oyeron la voz de Jehová
Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día” (Génesis 3:8).
Dios también tiene un corazón: “Y se arrepintió Jehová de
haber hecho hombre en la tierra, y le dolió su corazón”.
Como un “fuego abrasador”
Ahora miremos al Hijo.
Antes del Señor Jesús venir a la tierra, El, con Dios el Padre tenía sólo una
forma inmaterial. Su cuerpo terrenal de carne, sangre y huesos lo obtuvo cuando
nació como un bebé en Belén. Y, como tú, El creció y llegó a ser un hombre.
Si yo preguntara: ¿Del Padre, Hijo y Espíritu Santo, cuál
es una persona en verdad? –la mayoría diría que el Hijo. Podemos identificarnos
con Cristo, porque Él tomó la forma de un ser humano. De hecho, si no crees que
Cristo vivió, murió y resucitó de los muertos, es imposible para ti ser un
cristiano. Eso es el fundamento que hace posible tu salvación.
La Biblia es clara cuando dice que Jesús –parte de la
Deidad- tiene un alma. En Getsemaní, antes de la crucifixión, Él dijo a Sus
discípulos: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte” (Marcos 14:34).
Tenemos una descripción física de Cristo que nos da la
imagen de Él. Sabemos, por ejemplo, que Él tenía barba y posiblemente el pelo
como era la costumbre entre los judíos de esa época. En la profecía del Antiguo
Testamento concerniente a los sufrimientos del Mesías, el Señor dice: “Di mi
cuerpo a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba” (Isaías
50:6).
Hoy, Cristo en Su cuerpo resucitado se sienta a la derecha
del Padre. ¿Y a qué se parece Él? Juan, en Apocalipsis, vio una visión de Él:
“Uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los
pies, y ceñido por el pecho con una cinta de oro. Su cabeza y sus cabellos eran
blancos como blanca lana, como nieve: sus ojos como llama de fuego… y su rostro
era como el sol cuando resplandece en su fuerza” (Apocalipsis 1:13-14,16).
“Tenía en la cabeza “una corona de oro” (Apocalipsis 14:14). “Y en su vestidura
y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES”
(Apocalipsis 19:16).
No es Dios el Padre de quien Juan está hablando. Es el
“Hijo del Hombre”. Y Su cuerpo humano glorificado es diferente de la forma
divina de Dios el Padre.
Una mente propia
¿Pero qué acerca del Espíritu
Santo? ¿Tiene El una mente, una voluntad, y emociones? Ciertamente. Es un tema
que la mayoría de los ministros tienen miedo, pero yo he experimentado la
persona del Espíritu Santo.
Indiscutiblemente, todos estamos de acuerdo en que Él es un
“Espíritu”. Esto es parte de Su nombre. ¿Pero qué sobre Su ser interior? ¿Es El
realmente una “persona”?
Primero, el Espíritu Santo tiene una mente propia. Hablando
del Espíritu Santo, el apóstol Pablo dice: “Mas el que escudriña los corazones
sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios
intercede por los santos” (Romanos 8:27). La mente del Espíritu es individual,
no la misma mente que la del Padre y del Hijo.
Él también tiene emociones. Él tiene sentimientos profundos
que le permiten contristarse y amar: “Y no contristéis al Espíritu Santo de
Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención” (Efesios
4:30).
Su corazón puede ser tocado, y tiene la capacidad de
expresar amor. Pablo, escribiendo a los cristianos en Roma dijo: “Pero os
ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que me
ayudéis orando por mí a Dios” (Romanos 15:30). ¿Te puedes imaginar que se pueda
amar sin emoción?
LA PERSONA DEL ESPIRITU
¿Qué acerca de la voluntad del Espíritu Santo? Quizás
nunca antes habías considerado que el Espíritu Santo pueda hacer sus propias
decisiones. Ciertamente que Él puede, pero Sus decisiones están siempre en
armonía con las del Padre y las del Hijo. Hablando de dones espirituales. Pablo
escribió: “Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo
a cada uno en particular como él quiere” (1 Corintios 12:11). En otras
palabras, el Espíritu Santo hace la decisión.
Palomas y ovejas
Es el asunto del
“cuerpo” del Espíritu Santo que causa mucha confusión. Un hombre dijo
recientemente: “Benny, el cuerpo del Espíritu Santo es realmente el de una
paloma. Es así como descendió del cielo”. Yo respondí, “Si es eso verdad,
entonces tienes que creer que Jesús fue realmente un corderito. Es así como Él
se presenta en Apocalipsis”.
En el libro de Apocalipsis Juan el apóstol oyó a un anciano
decir: “No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá… ha vencido”
(Apocalipsis 5:5). Él se volvió, esperando ver un león rugiente, y vio un
cordero inmolado. Ahora bien, Jesús fue al cielo con un cuerpo físico, con
huellas de clavos en sus manos. Pero el símbolo que Juan vio fue un cordero.
¿Por qué? Porque el cordero simboliza al Cordero de Dios –Jesucristo.
El Espíritu Santo fue visto por Jesús inmediatamente
después de Su bautismo: “Los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu Santo
que descendía como paloma, y venia sobre el” (Mateo 3:16). Tal como se pueden
ver al Padre y al Hijo, también se puede ver así al Espíritu Santo. Pero Su
descenso como una bella paloma no quiere decir que El vuela de un lugar a otro
en el cielo como una paloma. Tampoco Jesús se pasea en el cielo con el cuerpo
de un cordero.
En Apocalipsis el Espíritu Santo se vio de nuevo como
“siete lámparas” de fuego ardiente (Apocalipsis 4:5). Si el Espíritu vino como
una paloma en Mateo, no puedes esperar que tenga un cuerpo compuesto de siete
candelabros o siete cirios ardientes. El Espíritu Santo no es una paloma, ni
tampoco es siete lámparas. Un cordero, una paloma, una lámpara –son símbolos, no formas físicas de cuerpos.
Oír, hablar, ver
La Escritura, sin
embargo, me dice que el Espíritu Santo se puede comunicar, aunque Él no tiene
oídos o boca. (Juan 16:13). Y tenemos que escucharlo: “Oiga lo que el Espíritu
dice” (Apocalipsis 2:7). Y aunque Él no tiene ojos como los míos, “el Espíritu
todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios” (1 Corintios 2:10). Ya que tú,
fuiste creado con oídos, boca y ojos, ¿no esperarías que el Creador –Padre,
Hijo y Espíritu Santo- sea capaz de entender y hablar contigo?
Yo también creo que el Espíritu Santo puede hacer conocer
Su presencia mediante formas corporales, y aun permanecer sin limitaciones y
totalmente omnipresente. La Biblia dice claramente: “El Espíritu de Dios se
movía sobre la faz de las aguas” (Génesis 1:2).
Ahora bien, la Biblia no me dice a que “se parece”. Se me
dice un poco de cómo el Padre se revela a Si mismo. Y se me da alguna
descripción de Cristo. Pero detalles concernientes a la manera en la que el Espíritu
Santo se nos revela a Si mismo son raros en la Escritura. Algunas veces Él se
ve pero no se oye: otras veces se oye pero no se ve. En cualquier momento, sin
embargo, puede revelar Su presencia y mensaje mediante cualquier forma que El
escoja.
Una apariencia impactante
“¿A qué Dios el Padre,
en ocasiones, se parece?” Aunque nunca lo he visto hacer una aparición visible,
física, yo creo que –como en el caso del Espíritu Santo- Él puede hacerse ver
como se veía Jesús en la tierra. De hecho, muchos rasgos del carácter divino se
dan a conocer mejor mediante la naturaleza humana, que fue creada a imagen de
Dios (Génesis 1:26-27; Santiago 3:9).
Hebreos habla de Cristo como “siendo el resplandor de su
gloria, y la imagen misma de su sustancia” (Hebreos 1:3). Yo solo puedo llegar
a una conclusión: Cuando vemos a Jesús, también vemos al Padre. Y yo creo que Jesús
revela al Espíritu Santo como revela al Padre. Mire a Jesús y verá al Espíritu también.
Algún día, no muy lejano, me voy a cerciorar. Y creo que tú
también estás planeando estar allí.
De nuevo, el Espíritu Santo no es una brisa celestial o una
nube gaseosa flotando dentro y fuera de tu vida. Él es Dios, y reside en
nosotros –igual al Padre y al Hijo en la Trinidad. Pablo, escribiendo a la
iglesia en Corinto, dijo: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu
de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le
destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es” (1
Corintios 3:16-17). Él está diciendo que el Espíritu vive en el templo de Dios.
Nosotros somos ese templo, y el Padre y el Espíritu son iguales en nosotros.
Coigual con el Padre y el Hijo
El Espíritu Santo no es
simplemente una persona, distinta al Padre y distinta al Hijo. Él es mucho más.
Él es Dios, coigual con el Padre y Cristo.
Primero, encontramos que el Espíritu Santo es omnipresente. En otras palabras, Él puede estar
en todo lugar al mismo tiempo. Los “espíritus” como tales no son omnipresentes,
pero el Espíritu Santo lo es. Él es tan real en Los Ángeles como lo es en
Leningrado; tan vivo, tan lleno de gloria.
Algunos tienen problemas innecesarios con Satanás. Piensan que
le diablo es omnipresente. Permíteme asegurarte que no lo es. Satanás no puede
estar en todos los lugares al mismo tiempo. ¿Por qué? Porque los ángeles no
pueden estar en todos los lugares al mismo tiempo, y el diablo es un ángel. Los
arcángeles Miguel y Gabriel no son omnipresentes, y Satanás tampoco lo es.
La omnipresencia del Espíritu Santo se describe en los
salmos:
¿A dónde me iré de tu Espíritu?
¿Y a donde huiré de tu presencia?
Si subiere a los cielos, allí estás tú;
Y si en el Seol hiciere mi estrado, he
aquí, allí tú estás.
Si tomare las alas del alba
Y habitare en el extremo del mar
Aun allí me guiará tu mano,
Y me asirá de tu diestra. (Salmo 139:7-10).
Pero El no solo es omnipresente, el Espíritu Santo es
omnipotente –todopoderoso. El ángel le dijo a María: “El Espíritu Santo vendrá
sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” (Lucas 1:35). El
poder del “Altísimo” habla del Espíritu de Dios. Es mismo poder del Altísimo es
el Espíritu Santo, y Él es omnipresente. Todo glorioso, Todopoderoso, ¡Dios
omnipotente!
El Espíritu Santo es omnisciente también. El todo lo sabe. Yo me emociono cuando leo estas palabras:
Antes bien, como está escrito: Cosas que
ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios
ha preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu;
porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque, ¿quién
de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está
en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios (1 Corintios 2:9-11).
¡Piensa en esto! El Espíritu Santo en realidad escudriña la
mente de Dios. El descubre lo que hay allí y te lo presenta a ti. Él dice: “Aquí
está lo que he hallado” ¿Cómo puede El escudriñar “las cosas profundas de Dios”?
Porque él es omnisciente.
Hay algo más que necesitas saber acerca de Satanás. Él no
puede leer tu mente. Los ángeles no pueden leer tu mente, y el diablo es un ángel;
si pudiera leer tu mente sería un espíritu omnisciente. Ese lugar está
reservado para el Padre y el Espíritu Santo. Satanás no puede leer tu mente.
¿Debe El ser adorado?
Aquí hay una pregunta
importante que tengo que contestar. Si el Espíritu Santo es omnipresente, si es
omnipotente, si es omnisciente, ¿debemos adorarlo como Dios? ¿Merece El nuestra
alabanza y adoración?
Los cristianos tienen un problema principal cuando se
presenta el tópico de la adoración al Espíritu. Es un tópico que prefieren no
discutir. Y si les preguntas: “¿Por qué no adoran al Espíritu Santo?” Ellos no
parecen hallar una respuesta. Oh, dirán algo como: “Bueno, no se espera que lo
hagamos”.
Para ser sincero, yo tenía el mismo problema. ¿Por qué? Porque
el diablo me engaño como ha engañado a tantos. Yo pensaba: “¿Cómo puedo
adorarlo? Eso no es lo que me han enseñado”.
El Espíritu Santo, sin embargo, es mucho más que un pájaro que
vuela en el espacio que te da la experiencia pentecostal. Si Él es todo lo que
hemos estado diciendo –igual al Padre y al Hijo- entonces hay que adorarlo. Después
de todo. Después de todo, ¿no adoramos al Padre? ¿Y no adoramos al Hijo?
Te preguntaras: “¿Cómo debe adorarse la Espíritu Santo?”
Bueno, ¿Cómo adoras tú a Dios el Padre? ¿Y cómo adoras al Hijo? No debe haber
diferencia. Debes derramar sobre El tu devoción y amor.
La Biblia nos dice que la Deidad –Padre, Hijo y Espíritu-
existe por sí misma: “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu
eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias
de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?” (Hebreos 9:14).
Cuando aprendemos acerca de los ángeles, vemos que ellos
sólo están presentes por la existencia de Jesús. Pero tengo noticias para ti, a
Dios el Espíritu Santo se le puede atribuir el “Yo soy”, tanto como a Dios el
Padre y Dios el Hijo.
Aceite, agua, nubes y luz
Desde mi primer
encuentro con el Espíritu Santo, he experimentado una realidad creciente de Su
presencia. Cada pasaje de la Escritura, cada encuentro y cada revelación hace
mi andar en el Espíritu más completo.
Recientemente, durante un tiempo de estudio en la Palabra,
le dije a mi esposa: “Sabes, yo siento la presencia de Dios en todo mi ser”. Aquí
esta lo que me conmovió aquella noche mientras yo estaba buscando el
significado de las palabras y su conexión con el Espíritu.
Yo me preguntaba, “¿Qué significa en realidad “contristar”
al Espíritu?
Lo que aprendí fue que el Espíritu Santo no es solo un espíritu
que puede tener forma. Él es tan real que
se le puede resistir. Muchos piensan que el Espíritu Santo es un viento. Pero
no lo es. Eso es solo una más en una larga lista de símbolos descriptivo usados
para dar a conocer al Espíritu –aceite, agua, una paloma, una nube, luz y
muchas otras más. Eso en realidad no quiere decir que Él se parezca a estos símbolos.
El viento es invisible, pero tú no lo puedes resistir. La palabra
resistir quiere decir oponerse. Tú no
te puedes oponer al viento. Trata de pararte frente al viento, y este pasará
por tu lado. Sin embargo, te puedes oponer al Espíritu Santo. En realidad,
puedes impedirle obrar. Esteban, en su discurso ante el Sanedrín, citó la
historia de Moisés y dijo: “¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu
Santo: como vuestros padres, así también vosotros” (Hechos 7:51)
Ellos se opusieron y, desafortunadamente, tuvieron éxito. Recuerda
esto: tú no puedes resistir al viento, el aceite, o una paloma que se va
volando, pero puedes resistir a una
persona –y eso es lo que el Espíritu Santo es.
Entonces busqué el significado de las palabras contristar y contristado en el idioma
griego. La raíz es la palabra loopa. Y
aquí está lo que quiere decir: Sentir dolor corporal y mental. Significa sufrir
angustia física y mental.
El Espíritu Santo es una persona, si no fuera así, Pablo no
habría dicho: “No contristéis al Espíritu Santo” (Efesios 4:30). El Espíritu
Santo no sólo se duele. El dolor opera a nivel de las emociones. Él se contrista y eso va mucho más profundo.
No sólo eso, además el Espíritu Santo puede ser apagado. La palabra significa hacer
cesar. Pablo advirtió a la iglesia en Tesalónica, “No apaguéis al Espíritu” (1
Tesalonicenses 5:19). Nosotros no podemos apagar al viento u otros de los
símbolos. Pero tú puedes detener a una persona. Y eso es lo que el Espíritu
Santo es.
Se hiere tan fácilmente
También tienes que
darte cuenta de que el Espíritu Santo puede ser afligido y atormentado. Puede ser
enojado. Isaías habló acerca de la
bondad del Señor hacia Israel: “Mas ellos fueron rebeldes, e hicieron enojar su
santo espíritu: por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo peleó contra
ellos” (Isaías 63:10). Es difícil de imaginarlo, pero es verdad. El Espíritu
Santo puede ser atormentado por los seres humanos.
En el idioma original, enojar lleva en sí el significado de
extenuar, molestar, aun afligir. Sólo una persona puede llegar a ser el blanco
de tales tormentos.
A un viento fuerte no se puede aquietar, pero al Espíritu
Santo sí: “Luego me llamó, me habló
diciendo: Mira, los que salieron… hicieron reposar mi Espíritu” (Zacarías 6:8).
El Espíritu Santo es una persona que responde a tus deseos. Tú le puedes decir
que se esté quieto y Él lo hará. Pero entonces corres el riesgo de
contristarlo.
Tantas veces en reuniones públicas, yo he visto al Espíritu
Santo a punto de hablar y entonces callarse por alguna manifestación carnal. En
tales momentos sagrados he sentido que el Espíritu Santo se retira.
El Espíritu Santo no es uno que pelea, Él es uno que ama.
Si lo resistes, Él se va. No es como Satanás, que la Biblia dice que “huirá” de
ti cuando lo resistas. El Espíritu Santo no huirá en temor, sino que se irá de
tu presencia con el corazón herido. Si es contristado, gentilmente se retirará.
Si es apagado, silenciosamente se irá. Que trágico es aun pensar que los
humanos pudieran enojar o intentar acallar a una persona tan amante. Pero lo
hacen. Los hijos de Israel lo hicieron. Y hoy, cuando todavía Él está anhelando
nuestro amor y comunión, lo herimos con nuestra ignorancia y rebelión.
Todavía puedo oír a Kathryn Kuhlman en Pittsburgh llorando
con tal agonía: “¡Por favor! No lo hieran. Él es todo lo que yo tengo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario