martes, 4 de agosto de 2015

Libro: "Buenos días, Espíritu Santo" [Benny Hinn] - Capitulo 12

Capítulo 12
El cielo en la tierra

Mis primeros “sermones en 1974 y a principios del 1975 no tenían mucho contenido. Era básicamente mi testimonio de la obra del Espíritu –de cómo Él se hizo tan real para mí. En aquellos días realmente yo no sabía mucho, y había tanto que aprender.

SIGUIENDO LA VOZ DEL ESPIRITU

Pero durante 1975 yo oí la inconfundible voz del Espíritu Santo que me decía que era tiempo de comenzar reuniones semanales en Toronto. Él dijo: “Sígueme. Oye mi voz, y tú vas a llevar a muchos a Cristo”.
Así que comencé. Los lunes en la noche programamos una serie de servicios que continuarían por los próximos cinco años. Comenzamos en el auditorio de una escuela superior, y la congregación llegó a ser tan grande que tuvimos que mudarnos para un local más grande. Cientos y cientos de personas asistían.
Los servicios eran totalmente dirigidos por el Espíritu, y yo siempre seguía al pie de la letra Su voz. Algunos fueron liberados de vicios graves. Familias que estaban divididas fueron restauradas. Teníamos “filas de sanidad” y oímos testimonios de milagros. Pero siempre, siempre, los servicios resultaban en la salvación de almas.
Entonces algo sucedió. Las personas comenzaron a recibir milagros, liberación, y sanidades en sus asientos. No hubo necesidad de filas para “imposición de manos”. Dios comenzó a hacer Su obra a través de todo el auditorio –tan abundantemente que no había tiempo para escuchar todos los testimonios.
La prensa comenzó a interesarse. En la primera plana del Toronto Star, el Toronto Globe and Mail, y otros periódicos a través de Canadá tenían historias de las “Reuniones de milagros” que estábamos celebrando.
En diciembre de 1976 el Globe and Mail envió un reportero a una de las reuniones para describir con detalles lo que estaba pasando. El escribió sobre las sanidades y testimonios y terminó el articulo citándome: “Yo no estoy interesado en levantar a Benny Hinn. No lo estoy y nunca lo estaré. Jesús es el único… que hay que levantar y exaltar. Yo deseo ver almas, almas, almas, almas, almas, almas. Personas, ¿entienden eso?”
Bajo el titular, “¿Es efectiva la sanidad de fe?” el Toronto Star presentó un reportaje documental de cuatro casos de personas que habían sido sanadas en nuestros servicios. Hablaba acerca de un obrero de la planta de la GM en Oshawa que tenía cáncer en la garganta. “Esta semana, después del examen en la clínica del cáncer, se le dijo que no había indicios del cáncer”.
El relató la historia de un camionero de Beaverton: “Uno que no asistía a la iglesia, quien había sufrido de fallo del corazón y enfisema (una enfermedad de los pulmones) por siete años, fue persuadido por amistades a asistir a una cruzada de sanidad. ‘Yo fui al doctor tres días después, y me dijo que no podía hallar nada malo’, dijo él. ‘Dios tiene que haberlo hecho’”.
¿Y qué de sus doctores? El reportero cito a uno, que dijo: “Mira, están pasando más cosas en este mundo de las que sabemos”.
Las estaciones de televisión comenzaron a filmar documentales acerca de lo que Dios estaba haciendo. La Canadian Broadcasting Corporation (CBC), Global TV, y la inmensa estación independiente de Toronto, el canal 9, presentaron programas. Nosotros teníamos nuestro propio programa semanal de televisión que se vio después de 60 minutes, en las horas de mayor audiencia, por año y medio.

Un taxi amarillo en Pittsburgh
Dejar la gran ciudad de Toronto en 1979 no fue fácil para mí. Fue donde yo fui salvo, sanado, y tocado por el poderoso Espíritu de Dios. La prensa no tenía nada sino buenas noticias que reportar acerca del ministerio. Pero de nuevo, yo prometí seguir la guianza del Espíritu Santo.
Yo sabía que Él quería que yo edificara una iglesia y estableciera un ministerio internacional. Él me había dicho esto años antes, en 1977. Recuerdo exactamente donde sucedió. Yo estaba en Pittsburgh, viajando en un taxi amarillo cuando tuve una conversación con el Espíritu acerca de eso. Sobre el ministerio Él dijo: “¡Conmoverá al mundo!”
Yo me preguntaba, “¿Dónde será? ¿Nueva York? ¿Los Ángeles?” Pero sabes, el Espíritu tiene una forma maravillosa de guiar.
En Julio de 1978 viajé a Orlando, Florida, para hablar por invitación del pastor Roy Harthern. El me habló de su hija, Suzanne, que estaba en el Evangel College en Springfield, Missouri. Como era soltera, abrí mis oídos.
Me invité a mí mismo a pasar Navidad con ellos, y Suzanne estaba en el hogar por los días festivos. La primera vez que la vi, el Señor me dijo: “Esa es tu esposa”. ¡Solo así! Yo lo sentí. Y ella también.
Pero yo tenía que estar seguro, así que comencé a pedir a Dios “señales”. Le puse “vellones”. Y cada uno de ellos obtuvo una respuesta. Yo pensé: “¿Es esto sólo coincidencia, o Dios realmente desea que yo me case con esta joven?”
Entonces probé una última señal –una algo difícil.
Yo volaba desde San José, California a Orlando el primero de enero de 1979. Hice un viaje rápido para hablar en un servicio de fin de año. En el avión hablé con Dios. Le dije, “Si realmente ella va a ser mi esposa, que ella me diga cuando yo llegue: ‘Te hice un pastel de queso’” Esa era la prueba más difícil que se me podía ocurrir.
Suzanne me esperó en el aeropuerto de Orlando, y las primeras palabras que salieron de su boca fueron: “Benny, te hice un pastel de queso”. Luego me dijo: “No esperes demasiado. Nunca antes yo había hecho un pastel de queso”.
A las dos semanas nos comprometimos y nos casamos más tarde ese año.
Al pasar el tiempo, todas las señales indicaban a Orlando, Florida, como el lugar donde comenzaríamos un ministerio mundial. Con sólo un puñado de personas, el Centro Cristiano de Orlando comenzó en 1983. Ahora beneficia las vidas de miles de personas cada semana, más una audiencia nacional de televisión.

Él no es un promotor
Sinceramente, yo no tenía idea de adonde el Espíritu guiaría mi vida cuando comencé mi relación con El. Todo lo que yo sabía era que Él era real y deseaba mi amistad. Él quería ser mi maestro y guía.
Pero esto es lo que he llegado a saber. El Espíritu Santo nunca se ensalza a Sí mismo; El enaltece a Jesús. El nunca creará el lugar de grandeza precisamente para Sí mismo; Él le dará el honor al Señor.
También he aprendido que el Espíritu no es la fuente de los dones de Dios. Él es el que te ayuda a recibir del dador, que es Dios el Padre. Él es también el que te ayuda a recibir al Hijo de Dios como Salvador y Señor.

TU DEMANDA DEL ESPIRITU

¡Aun un inconverso siente el poder del Espíritu Santo! Yo he hablado a cientos de personas acerca de sus experiencias de conversión, y muchos han dicho: “Algo estaba sucediendo que yo no podía explicar. Yo me sentía incómodo acerca de las cosas que estaba haciendo”. Ese es el poder de convicción del Espíritu.
El Señor dijo: “No contenderá mi Espíritu con el hombre para siempre” (Génesis 6:3). Hay una “lucha” cuando el Espíritu Santo trata de hacerle saber a uno que necesita al Señor. Es por eso que las personas están inquietas en la presencia de Dios antes de ser salvas.
¡El Espíritu es en realidad un testigo de Jesús! “Cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, el dará testimonio acerca de mi” (Juan 15:26). El propósito vital del Espíritu es guiar a la gente a Cristo.
El Espíritu redarguye y convence. Yo he conocido individuos que han salido de una reunión evangelistica y se han sentido realmente “perseguidos” por el Espíritu Santo. Se sintieron miserables en su pecado. Continuamente sentían tensión en sus corazones. El Espíritu no los quería soltar hasta que estuvieran hechas las paces con Dios mediante Su Hijo.
El entrará en la mente y presentará la verdad de la Escritura, convenciendo de la validez del evangelio.
Y después de que un haya dado su corazón a Cristo, todavía Él está ahí mismo, ayudándole a testificar para el Señor. El profeta Miqueas escribió:

Mas yo estoy lleno del poder del Espíritu de Jehová, y de juicio y de fuerza, para denunciar a Jacob su rebelión, y a Israel su pecado. (Miqueas 3:8)

Él te da el poder para hablar. En realidad, es en vano intentar proclamar la Palabra de Dios sin el Espíritu Santo sobre ti.

“¡Ayúdame!”
Cuando tú dices: “Espíritu Santo, ayúdame a conocer a Jesús”, Él no te va a desilusionar. Él siempre está dispuesto a ayudar. Escucha lo que el salmista dice: “No me eches de delante de ti, y no quites de mi tu sano Espíritu” (Salmo 51:11). Luego, en el próximo respiro dice: “Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente” (v. 12). El Espíritu Santo está dispuesto.
Cada vez que tú digas: “Ayúdame”, Él dice: “Lo haré”.
Cuando dices: “Enséñame”, Él dice: “Estoy listo”.
Y cuando dices: “Ayúdame a orar”, Él dice: “Comencemos”.
Él está ahí mismo, dándote el deseo de orar. Él es la urgencia detrás del hambre de hablar al Padre y al Hijo. Pablo escribió estas palabras poderosas: “Por tanto, os hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por el Espíritu Santo” (1 Corintios 12:3). Cuando cantas, “Él es Señor” y lo dices de corazón, es prueba de que el Espíritu Santo está dentro de ti. ¡Él te está usando para proclamar que Jesucristo es Señor de todo el mundo!
En el momento que confieses la muerte, sepultura y resurrección de Cristo, has pasado la prueba del Espíritu. La Escritura dice: “En esto conoced al Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo” (1 Juan 4:2-3). Él dice: “En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error” (v. 6).
Tu salvación está en el mismo corazón de la obra del Espíritu Santo. De hecho, es El realmente quien te adopta en la familia de Dios. Pablo escribe: “Porque todos los ue son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos ¡Abba Padre!” (Romanos 8:14-15).
Y así es como tú lo expresas. Por El clamamos: ¡Abba Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados (v.15-17).

Aceptados en adopción
El Espíritu te miró y vio en ti un huérfano. Él dijo, “te adoptaré”. Él es tu Padre. ¿Por qué? Porque Él es el Espíritu del Padre. ¿Recuerdas la canción de Dottie Rambo, “Espíritu Santo, bienvenido a este lugar”? Ella fue inspirada a escribir, “Padre Omnipotente de gracia y amor”. Eso es lo que es el Espíritu.
Sin Él es imposible acercarse al Padre. Pablo dice: “Porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre” (Efesios 2:18). ¿Por medio de quién? Por medio de Jesús, ambos judíos y gentiles pueden acercarse a Dios por el Espíritu Santo.
Pero aquí está la parte más emocionante de todas. La Biblia dice que el Espíritu Santo se te ha dado como garantía de la vida eterna. “Habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, ue es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria” (Efesios 1:13-14).
No hay duda sobre esto. El Espíritu Santo te está preparando para el cielo. Si estás convencido de que Él vive en ti, entonces nunca debes cuestionar que has nacido de nuevo. Nunca debes dudar que tu hogar es el cielo. Y nunca debes tener dudas de que tienes vida eterna.
Déjame ponértelo de esta manera: Si mañana por la mañana tú vas a una tienda y escoges alguna ropa y un par de zapatos pero no tienes todo el dinero, vas al departamento de “mercancía reservada” y pagas una parte del importe de la compra. Tú dices: “Yo la vendré a recoger la semana que viene”. Tu nombre está en la cuenta, y te llevas el recibo a la casa. Entonces la próxima semana recoges la posesión comprada.
Eso es exactamente lo que Jesús hizo cuando vino y dio su Espíritu Santo. La única diferencia es que El pagó el precio completo en el Calvario. Pero aquí está lo que Él dijo: “Yo pague por tu vida, pero también he dado un pago parcial que garantiza que es mía. Él envió al Espíritu. Y si tú lo tienes, estás en camino de la gloria.
Cuando Cristo vuelva, Él te va a recoger y te va a llevar al hogar. Esto merece gritarse. Tú eres una posesión comprada del Señor. Es por eso que le puedes decir a Satanás en su cara fea: “No me toques. ¡Soy posesión de Cristo!” y no tengas miedo de hablar la Palabra. Resístelo, y el huirá de ti.
Tú tienes al Espíritu Santo. ¡Un “anticipo” de tu herencia! ¿Por qué Él fue dado como pago inicial? Pablo dice: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)” (Gálatas 3:13). Y luego escribió esta verdad maravillosa: Él nos redimió “para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu” (v.14).
Porque Cristo llegó a ser maldición, El Espíritu fue dad como promesa.

Tú necesitas alguna ayuda
Desde el momento ue aceptas a Jesús como Salvador, es el Espíritu ue te da la voluntad, la fortaleza, y el deseo de obedecer a Dios y de vivir la vida cristiana. Sin Él es imposible.
El apóstol Pedro nos dice: “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro” (1 Pedro 1:22)
La razón de que las personas –aun cristianos- fracasan es que ellos dependen de su propia fuerza. Tú no puedes obedecer a Dios diciendo: “Yo lo voy a hacer por mí mismo”. Cuantas veces has dicho: “Voy a orar”, pero no lo hiciste. O: “Leeré la Palabra”, pero te olvidaste. ¿Por qué? Porque estabas dependiendo de tu mente. Dependiste de la carne, y te fallará continuamente.
El de dará la fuerza y vida, pero el Espíritu te dará algo que es de igual importancia: Él te dará descanso. Isaías dijo:

El Espíritu de Jehová los pastoreó, como a una bestia que desciende al valle; así pastoreaste a tu pueblo, para hacerte nombre glorioso. (Isaías 63:14)

Poco después que yo comencé a predicar el evangelio, conocí a David DuPlessis. Él era conocido como “el señor Pentecostés” como resultado de su presentación del Espíritu Santo a líderes mundiales religiosos. Él era carismático antes que nadie supiera lo que la palabra significaba.
Yo estaba caminando por el mismo pasillo con este hombre ungido en una conferencia en Brockville, Ontario, cuando tuve el valor de pararlo y hacerle una pregunta. Nerviosamente le pregunté, “Dr. DuPlessis, ¿Cómo puedo yo verdaderamente agradar a Dios?”
El anciano, que ahora está con Jesús, se paró, deposito su maletín en el piso, me puso un dedo en el pecho y me empujó contra la pared. Yo, ciertamente, no esperaba eso de un predicador delicado. Todo lo que yo había dicho fue: “¿Cómo puedo agradar a Dios?” y el me clavó en la pared. Entonces dijo dos palabras que nunca he olvidado. Él dijo: “¡No trates!” Levantó su maletín y siguió por el pasillo.
Yo lo alcancé y le dije: “Dr. DuPlessis, yo no entiendo”.
El, calmadamente se volvió y dijo: “Joven, no es tu habilidad. Es Su habilidad en ti” Entonces dijo: “Buenas noches”, y entró en su cuarto.
Al entrar en mi cuarto, todavía yo estaba confundido. Me acosté y pensé sobre esas palabras. “No es tu habilidad. Es Su habilidad en ti”.
En ese momento yo no sabía por qué orar, pero el Espíritu comenzó a abrirme la verdad de esas palabras. ¿Cómo puedo agradar a Dios? ¡Rindiéndome! Ni aun tratar. Fue como el señor Pentecostés dijo. El Espíritu Santo hará la obra. No es mi fuerza, es la Suya. De otra manera me gloriaría de mis propios logros.

El toque de Dios
Cuando veas a Cristo cara a cara, no dirás: “Señor, mira lo que hice”. Dirás: “Señor, mira lo que hiciste con este hombre miserable”. Comienza a practicarlo. Abre tus brazos y di: “Espíritu del Dios viviente, yo deseo vivir para Jesús hoy. Te doy mi mente, mis emociones, mi voluntad, mi intelecto, mis labios, mi boca, mis oídos, y mis ojos –úsalos para la gloria de Dios.
Cuando me levanto y oro esa clase de oración, la unción me inunda como un océano en marea alta. En el momento que me rindo totalmente, Dios comienza a fluir a través de mi ministerio. Ninguna otra cosa lo hace.
Muchas veces me he preguntado por qué, en mis propias reuniones, el Espíritu me dirige tan a menudo a orar por sanidad. Y me he preguntado por qué mi ministerio ha estado acompañado de personas que caen bajo el poder del Espíritu Santo. Pero cuando miro los resultados de las reuniones, veo que cada manifestación del Espíritu tiene un propósito: para traer personas a Cristo.
Es una demostración de que Dios está vivo, que todavía se está “moviendo” en las vidas de la gente. Yo he visto a miles de personas realmente caer bajo el poder del Espíritu, y yo creo que sólo un pequeño toque del poder de Dios fue todo lo que sintieron. Pero demuestra la fortaleza maravillosa del Todopoderoso, y atrae a la gente al Salvador.
Ser sanado o aun “caer en el Espíritu” no es un prerrequisito para el cielo. Hay solamente una puerta –Cristo el Señor. Nunca quites tu atención del propósito del Espíritu en la tierra. Él es el Espíritu del Padre y el Espíritu del Hijo, guiando a la gente a confesar que Cristo es el Señor.
Desde que comencé mi ministerio nunca he cesado de maravillarme del poder del Espíritu Santo. Él es delicado, pero es poderoso.

La hierba se seca, y la flor se marchita, porque el viento de Jehová sopló en ella; ciertamente como hierba es el pueblo. (Isaías 40:7).

El Espíritu Santo no es una personalidad débil.
Como cristiano joven y un ministro nuevo, a menudo me paraba detrás y observaba al Señor obrar. Yo sabía que no era yo quien estaba tocando las vidas. Era la soberanía de Dios y la operación del Espíritu. Yo solo observaba asombrado.
Pero no creo que nunca estuviera tan asustado en mi vida como en aquella noche de domingo en abril de 1975. Allí estaba yo en la plataforma de una pequeña iglesia pentecostal en la parte oeste de Toronto cuando mis padres –Constandi y Clemence- entraron por la puerta.
Mi corazón por poco se para, y podía sentir el sudor en mi frente. Mi peor pesadilla no hubiera podido igualar a esto. Yo estaba petrificado –demasiado asustado para reírme y demasiado sobresaltado para llorar.

¿Qué podrán ellos estar pensando?
Yo había estado predicando por cinco meses, pero mis padres ni siquiera lo sospechaban. La tensión en nuestra casa acerca del Señor estaba  muy mal sin necesidad de que yo les diera esas noticias. Pero ellos vieron un anuncio que el pastor había puesto en el periódico y fueron a la pequeña iglesia.
Yo ni siquiera podía mirar en dirección de ellos. Pero el momento en que abrí mi boca para predicar, la unción del Espíritu Santo llenó el edificio. Era tan fuerte. Las palabras comenzaron a fluir de mí como un rio. Yo me veía como si realmente estuviera “escuchando” lo que el Espíritu me dirigía a decir.
Cuando terminé mi mensaje, me sentí guiado a comenzar a ministrar a la gente que necesitaban sanidad. Pensé: “¿Qué mi mama y mi papa estarán pensando de todo esto?” luego ellos se pararon y se fueron por la puerta de atrás.
“Jim”, dije después del servicio, “¡Tienes que orar!” Jim Poynter estaba conmigo en la plataforma aquella noche y sabía lo serio de la situación. Yo aún pensé pasar la noche en su casa para evadir la confrontación inevitable.
En vez de eso, me metí en mi automóvil y comencé a recorrer las calles de Toronto. Yo pensé: “Si llego a la casa a medianoche, mi familia estará durmiendo”. Fue después de las dos de la mañana cuando silenciosamente me estacione al frente de la casa y apagué el auto.
En puntillas y despacio abrí la puerta del frente. Al abrirla, me asombré con lo que vi. Allí frente a mí, sentados en el diván, estaban mi mamá y mi papá.
Me dio pánico cuando los vi entrar en la iglesia, pero esto era peor. Mis rodillas comenzaron a temblar, y busqué un lugar para sentarme.
Mi padre fue el primero en hablar y yo escuché con incredulidad.
“Hijo”, dijo suavemente, “¿Cómo podemos llegar a ser como tú?”
¿Estaba yo oyendo lo que creía que estaba oyendo? ¿Era este el mismo hombre que había estado tan ofendido por mi conversión? ¿El padre que me había prohibido terminantemente que el nombre de “Jesús” se mencionara en el hogar?
“Realmente queremos saber”, dijo él. “Dinos cómo podemos tener lo que tú tienes”.
Miré a mí querida madre y vi lágrimas que comenzaban a rodar por sus hermosas mejillas. Yo no podía contener el gozo de ese momento. Comencé a llorar. Y en la hora siguiente de aquella inolvidable noche, abrí la Escritura y guie a mis padres al conocimiento salvador del Señor Jesucristo.
Mi papá dijo: “Benny, ¿tú sabes lo que me convenció?” Él me dijo que cuando yo comencé a predicar, se volvió a mi mama y le dijo, “Este no es tu hijo. ¡Tu hijo no puede hablar! Su Dios tiene que ser real”. Él no sabía que yo había sido totalmente sanado de la tartamudez.
La maravillosa conversión de mis padres le permitió al Señor realmente arrastrar al resto de mi familia. Henry apareció y se entregó a Cristo. Mi hermanito Mike nació de nuevo. Entonces lo mismo pasó con Chris. Si usted ha oído sobre “ser salvo tú y tu casa” ¡este fue el caso!
El hogar de los Hinn se transformó en el “¡cielo en la tierra!” Y el cambio no fue pasajero. Fue una obra permanente del Espíritu. Hoy Chris, Willie, Henry, Sammy y Mike están completamente envueltos en el ministerio. Mary y Rose son cristianas consagradas que viven para el Señor. ¿Y Benny? Bueno, tú sabes lo que le ha sucedido a él.

Las primeras cosas primero
Tal como el Espíritu Santo tocó mi vida y atrajo a mis padres a Cristo, El desea lo mismo para ti. La obra más grande del Espíritu no es guiarte a algún éxtasis celestial en la tierra. Eso puede suceder, pero Su propósito es redargüir de pecado y guiar las personas a Jesús.
Mientras leías este libro te habrás dicho: “¡Eso es para mí! Yo deseo tener una relación personal emocionante con el Espíritu Santo” ¿Pero estás dispuesto para esto? Lo que me pasó a mí la noche que el Espíritu entro en mi cuarto no fue el primer paso. Comenzó mucho antes. Tú tienes que poner primero las primeras cosas y poner el pie en cada peldaño de tu escalera espiritual.
Amigo, si nunca le has pedido a Cristo que venga a tu corazón, ahora es el tiempo. Es el paso más importante que jamás darás. Ahora mismo, di: “Jesús, confieso que soy pecador. Yo creo que Tú eres el Hijo de Dios y que Tú derramaste tu preciosa sangre en la cruz por mí. Perdona mis pecados. Limpia mi corazón de toda iniquidad. Te doy gracias por salvarme ahora. Amén”.
Si has dicho esa oración de corazón, estás listo para comenzar una vida nueva en el Espíritu. Y cada día al orar, leer la Palabra de Dios, y hablarle a otros de Su amor, sentirás la emocionante dirección de Dios.
He llegado a la conclusión de que yo dependo totalmente del Espíritu Santo. Él es todo lo que tengo. Él es todo lo que tú tienes. Jesús lo prometió y Dios lo envió para que tú tengas conocimiento, poder, comunión y compañerismo. Él te ungirá, te ayudará, te vivificará, te consolará, te dará descanso, te guiará, te ayudará a orar, y mucho más.
Él está esperando para comenzar una relación contigo que cambiará tu vida para siempre. Pero de ti depende que lo invites.

Cuando el sol salga en la mañana, El estará ansioso de oírte decir: “Buenos días, Espíritu Santo”.

Libro: POEMAS DE DIOS [Alex Campos] Capitulo 7 - VUELVE PRONTO

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