miércoles, 17 de enero de 2018

Libro: POEMAS DE DIOS [Alex Campos] Capitulo 7 - VUELVE PRONTO

CAPÍTULO 7

Vuelve pronto


Mis ojos yo alcé al cielo y su rostro se escondía en las nubes del gran cielo.
Sin aliento y sin consuelo lloré su despedida. De este mundo tú partías.
Aquel hombre tan bueno, Jesús el nazareno, aquel que no está entre los muertos.
Mi amigo, mi hermano, aquel hombre verdadero, del cielo yo dejé de verlo.
Vuelve pronto, por favor, que tus ojos quiero ver.
Por los campos correré, de tu mano andaré.  
Vuelve pronto, por favor, que tus ojos quiero ver.
Tus caricias recibiré, hasta el fin yo te amaré.
Día a día yo te esperaré, yo me entregaré y te adoraré.
En tu presencia me deleitaré, yo me gozaré, en ti yo moriré.
Vuelve pronto, no tardes en volver, regresa, por favor, regresa otra vez.


Cuando los discípulos estaban despidiéndose de su Maestro, me imagino el dolor que todos sentirían. Al impulsivo Pedro seguramente le corrían las lágrimas por sus mejillas al ver que Jesús estaba por partir. Él había cambiado de forma radical su vida: lo había convertido de un simple pescador en un pescador de hombres. Estaba a punto de ver marcharse a quien por medio de la fe lo enseñó a dar sus primeros pasos por las altas mareas del mar.
Aquel al que vio levantarse de los muertos se despedía de ellos. Una escena dramática y triste.
Jesús les había asegurado a sus discípulos que estaría con ellos hasta el final de los tiempos, y a su vez les prometió que enviaría al Consolador, el poderoso Espíritu Santo, el cual los llenaría con su poder y su presencia. Sin embargo, durante los días anteriores a ser bautizados con el Espíritu de Dios, se habían escondido atemorizados y tristes, porque el Maestro ya no estaba entre ellos.
No sé qué cambios haya hecho Jesús en tu vida, pero puedes estar seguro de que ya hizo lo más importante de todo: dio su vida por ti y toda la humanidad. Detente a pensar por un minuto en este hecho: él dio su vida por nosotros. Creo que esta poderosa verdad es suficiente para hacernos querer entregarle también nuestra vida, no solo de forma pasajera, sino por completo y sin reservas, al punto de que cada vez que le fallemos, sintamos el dolor de perder la comunión con el Creador, el mejor amigo, el concejero fiel, el sanador de nuestras enfermedades, el amado de nuestro corazón. ¿Cuántas veces nos hemos sentido así? En muchas ocasiones he tenido que entonar el coro de esta canción: Vuelve pronto, por favor, que tus ojos quiero ver. No deseo apartar mi mirada ni mi enfoque de él, sino caminar con Jesús cada día, experimentando su amor y perdón.

Día a día yo te esperaré, yo me entregaré y te adoraré. Debemos vivir un día a la vez y siempre llevar una vida devota, en adoración a Dios. En pocas palabras, debemos estar preparados para cuando él retorne, para el momento en que suene la trompeta y seamos levantados a los cielos por Jesús. ¿Te imaginas? Nuestra espera no debe ser pasiva ni despreocupada, sino debemos mantenernos vigilantes y a la expectativa.

Las Escrituras son claras en cuanto a esto: El reino de los cielos será entonces como diez jóvenes solteras que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al novio. Cinco de ellas eran insensatas y cinco prudentes. Las insensatas llevaron sus lámparas, pero no se abastecieron de aceite. En cambio, las prudentes llevaron vasijas de aceite junto con sus lámparas. Y como el novio tardaba en llegar, a todas les dio sueño y se durmieron. A medianoche se oyó un grito: «¡Ahí viene el novio! ¡Salgan a recibirlo!» Entonces todas las jóvenes se despertaron y se pusieron a preparar sus lámparas. Las insensatas dijeron a las prudentes: «Dennos un poco de su aceite porque nuestras lámparas se están apagando.» «No — respondieron éstas—, porque así no va a alcanzar ni para nosotras ni para ustedes. Es mejor que vayan a los que venden aceite, y compren para ustedes mismas.» Pero mientras iban a comprar el aceite llegó el novio, y las jóvenes que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas. Y se cerró la puerta. Después llegaron también las otras. «¡Señor! ¡Señor! —suplicaban—. ¡Ábrenos la puerta!» «¡No, no las conozco!», respondió él. Por tanto —agregó Jesús—, manténganse despiertos porque no saben ni el día ni la hora (Mateo 25:1-13).

De algo debemos estar seguros: Jesús regresará por su iglesia. Él vendrá por segunda vez, y tú y yo debemos estar preparados, listos, atentos. No podemos descuidar nuestra comunión con Dios, pues es esa comunión la que nos fortalece para el día a día, ayudándonos a estar enfocados y no solo a tener nuestras lámparas encendidas, sino también a disponer de la provisión necesaria para cuando él regrese.

La Palabra dice que nadie sabe ni el día ni la hora en que Jesús regresará por nosotros. Él vendrá como ladrón en la noche, cuando menos se lo espere, así que no tengamos por tardanza su regreso, sino más bien vivamos expectantes y deseosos de encontrarnos con él en las nubes.

¿Qué debemos hacer mientras esperamos su retorno? Como dice la canción: En tu presencia me deleitaré, yo me gozaré, en ti yo moriré. Debemos deleitarnos cada día en la presencia de Jesús, en su perfecta voluntad. Dios desea que vivamos no solo añorando su venida, sino que podamos disfrutar de su presencia aquí en la tierra, viviendo agradecidos y orgullosos de que él sea nuestro Señor, siendo los mejores esposos, padres, hijos y alegres representantes de su amor.

La vida cristiana es una increíble aventura donde veremos milagros, desafíos y desiertos, experimentando la poderosa presencia de Dios. No entiendo cómo algunos cristianos pueden vivir una vida aburrida y en continuo lamento. No importa si tienes mucho o poco, si eres alto o bajo, flaco o gordo, lo importante es vivir un día a la vez, siendo agradecidos en todo tiempo y haciendo que nuestra vida sirva de ejemplo a otros y anime a muchos a seguir a aquel al que tú y yo hemos decidido amar sin reservas, a nuestro único y suficiente Salvador, Jesús.

Vuelve pronto, no tardes en volver, regresa, por favor, regresa otra vez. Algunas veces cuando alguien me pide un autógrafo escribo junto a mi firma una cita de Palabra de Dios: Romanos 8:19-23.

Estos versos declaran: «La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo».


La creación entera y cada uno de los que hemos aceptado a Jesús como Señor y Salvador anhelamos, deseamos, esperamos con ansiedad ese bendito momento en que él retorne a la tierra por segunda vez, ya que en la actualidad todo el universo y cada ser humano padecen muchos males cada día y existe mucha crueldad en el mundo. Sin embargo, debemos ser luz en medio de tanta maldad y apatía, viviendo vidas rectas y devotas a Dios. La vida es un regalo de Dios y debemos vivirla en gratitud y continua adoración a él, pero nada se comparará al momento en que seamos levantados de esta tierra, renovados con un cuerpo nuevo, disfrutando de todas las promesas que como hijos tenemos el derecho a recibir. Podemos disfrutar de la firme esperanza de que la creación misma será liberada de la corrupción, la maldad y el pecado que por años ha tenido esclavo al mundo. Sí, en ese momento divino seremos libres, nuestros cuerpos mortales serán redimidos y alcanzaremos una gloriosa libertad como hijos de Dios.

lunes, 8 de enero de 2018

Libro: POEMAS DE DIOS [Alex Campos] Capitulo 6 - SU DULCE VOZ

CAPÍTULO 6
Su dulce voz

Lo he mirado a los ojos y mirado con dolor,
Que aunque yo le he fallado, él me mira con amor.
Yo no entiendo muchas veces el porqué de mi error,
solo sé que fielmente escucharé su voz.
Su voz de pasión, su voz de amor,
esa voz que es más que una loca emoción.
Voz que enamora, voz del corazón, voz que cuando escucho sana mi dolor.
Su dulce voz.
Lo he escuchado en un ave entonando su canción,
lo he escuchado en el llanto de aquel bello bebé,
lo he escuchado en la alegría, lo he escuchado en la oración,
lo he escuchado en el silencio de su fiel perdón.


Esta es una de las primeras canciones que escribí, siendo tan solo un adolescente con una sencilla guitarra que trataba de escuchar la suave y dulce voz de mi Señor. Escuchar la voz inigualable de Dios se convirtió en mi anhelo, mi mayor deseo, así que tomaba mi guitarra y me pasaba horas cantando cosas nuevas, melodías recién creadas. Sentía la presencia de Dios, sabía que estaba allí, era algo indudable y la podía apreciar, pero difícilmente era capaz de escuchar la voz audible de Dios, de modo que después de ser grandemente bendecido por su presencia, dejaba la guitarra y me ponía a hacer diferentes actividades. No me quedaba frustrado por no escucharlo, pero sí motivado a esperar que en algún momento él me hablara. Pasaron meses antes de que entendiera una gran verdad: debemos hacer silencio para que la otra persona pueda hablar y nosotros escuchar. No había tomado en cuenta algo tan simple y obvio.

Me gustaría que hicieras el siguiente ejercicio. Piensa en alguien que deseas conocer, alguien que admiras mucho. Entonces un día se encuentran y es tanta tu admiración por esta persona que comienzas a hablar sin parar, le cuentas cómo la conociste, le explicas todo lo que ha motivado en tu vida… en fin, te sientes tan emocionado que no quieres que esta persona se vaya, de modo que tratas de decirle varias cosas para mantenerla más tiempo a tu lado.

Sin embargo, llega el momento en que mira su reloj y te interrumpe para decirte: «Gracias por todas esa palabras tan lindas, pero debo irme ya, me están esperando». Tú te tomas rápidamente una foto con él o ella y te despides, sin saber qué pensaba aquel personaje. Más tarde analizas la situación y concluyes que te hubiera gustado conocerle un poco mejor. No obstante, ¿cómo hubieras podido hacerlo si no le dejaste pronunciar ni una sola palabra? Recuerdo que cuando conocí a Marcos Witt estaba tan emocionado y tenía tantos milagros y cosas que contarle, que la noche no me hubiera alcanzado para decirle todo y a su vez agradecerle la bendición tan grande que representaba para mi vida.

Recuerdo que le conté un poco, pero me deleité más en pasar varias horas esa noche escuchándolo hablar. Me contó cosas que yo no sabía, las ideas que tenía y los proyectos que estaba desarrollando.

¡Vaya! Fue increíble poder descubrir tantas cosas de un hombre al que admiraba y al cual seguiré admirando. Nos dieron las cuatro de la mañana compartiendo una velada inolvidable en mi vida.

La cuestión es que debes permitir que Dios le hable a tu vida.

No sé cuántas palabras le digas, pero sí estoy seguro de que él te esperará para hablarte y comunicarte lo que hay en su corazón. No te levantes de tu silla cuando acabes de hablar, más bien haz silencio y escucha su voz. Es posible que transcurran algunos minutos y creas que estás perdiendo el tiempo, pero tan solo espera, disfruta no solo de su presencia, ya que él quiere que en el silencio puedas también escuchar su voz.

Creo que la mayoría de los tesoros del reino de Dios le aguardan a aquellos que saben escuchar. En las Escrituras encontramos muchas ocasiones en que Jesús les dijo a sus discípulos: «El que tenga oídos para oír, que oiga», exhortándolos de este modo a escuchar sus palabras con atención. Dios desea que tú y yo le escuchemos, que podamos oír su voz y las muchas cosas increíbles que nos enseña al atenderlo con todo cuidado. En su libro Secretos del lugar secreto, Bob Sorge escribió: «Las cosas no cambian cuando hablo con Dios; las cosas cambian cuando Dios me habla. Cuando yo hablo, nada sucede; cuando Dios habla, el universo se vuelve real. De manera que el poder de la oración no se encuentra en convencer a Dios de mis asuntos, sino en esperar en él para escuchar sus asuntos». ¡Cuánta verdad hay en este mensaje! Más importante que nuestras propias palabras, que de igual forma él recibe con agrado, es escuchar la poderosa voz del altísimo.

Después de entender la importancia de hacer silencio para permitir que Dios hable a mi vida, es que comenzaron a nacer mis canciones que más han inspirado a la gente. No me podría atribuir el mérito de ser un excelente escritor o poeta, pues al leer mis canciones solo puedo llegar a una conclusión: Dios es el autor de muchas de ellas.

La voz de Dios nos apasiona, nos llena de un amor inagotable. Se trata de algo más que una loca emoción. Su voz llega al corazón y sana tu dolor. Es posible que te digas que ya llevas varios días tratando de escucharlo y no has oído nada, pero tan solo disfruta de su presencia y en el momento en que él te hable, podrás decir como el salmista: «Vale más pasar un día en tus atrios que mil fuera de ellos» (Salmo 84:10).


Anhelemos escuchar su voz y tengamos la seguridad de que valdrá la pena esperar por ese sublime momento. Mantente fiel, no te rindas, sé fuerte, y como me dijo un buen amigo llamado Danilo Montero, pelea por tu tiempo con Dios. Es en ese tiempo que determinas que Dios estará esperándote para susurrarte al oído su canción de amor.

Libro: POEMAS DE DIOS [Alex Campos] Capitulo 5 - NADA MÁS QUIEN PIENSAS

CAPÍTULO 5
Nada más quien piensas

Miro tu poder, tu inmenso amor, Tu fidelidad eterna, no encuentro error.
Quisiera yo ser quien piensas…
Quisiera ser ángel, para poder cantar, los himnos de gloria a mi rey celestial.
Quisiera ser rey para poder traer bronce plata y oro, incienso, mirra y poder.
Tal vez un poeta para escribir mis mejores estrofas, versos del corazón.
Quisiera haber sido un profeta mayor para anunciar al gran rey.
Solo soy aquel que intenta ser un siervo fiel en la sencillez,
con la capacidad de poder entender que no es una canción, tampoco el poder,
solo un corazón enamorado… de ti.
Pusiste tus ojos en mi corazón. Llenaste mi boca de tu canto, Señor.
Quisiera yo ser quien piensas…

Muchos jóvenes y hasta no tan jóvenes se preguntan qué van a hacer con su futuro sin tener ningún plan. Estas personas ven su futuro como algo incierto, casi dejando al azar lo que vendrá más adelante. Es como una ruleta rusa, y la tendencia es que la respuesta vendrá de lo que esté de moda en el momento. Tal vez muchos de los que se encuentren leyendo ahora este libro se hallen en la búsqueda a fin de saber qué harán en el futuro, y se han embarcado en la aventura de conocer o cumplir su sueño.

Algunos podrían estar en el camino correcto, mientras que otros quizás se encuentren en la penumbra, caminando sin saber si lo que están haciendo es realmente lo que desean hacer.

Escribí esta canción después de tener una conversación con una mujer a la que le pregunté cuál era la actividad que desarrollaba en la iglesia. Esperé que ella me dijera que formaba parte del grupo de danza, música o teatro, o del ministerio misionero o juvenil, o que trabajaba con los niños o desempeñaba alguna de las actividades que resultan más llamativas. Sin embargo, no me dio ninguna de las respuestas que esperaba, sino que con una sonrisa me respondió: «¡Soy intercesora!».

En mi mente surgieron los interrogantes: ¿Qué? ¿Intercesora? Eso es para las ancianas de la iglesia, qué aburrido, pensé. Ella entonces me contó muy entusiasmada acerca de lo increíble que era poder orar por otras personas, otros ministerios y las necesidades ajenas. Poco a poco, mientras iba hablando, me di cuenta de lo poderoso y milagroso que resulta interceder en oración intensamente por otras necesidades diferentes a las nuestras. Recordé una frase que había aprendido en esos días: «No hay nada mejor que hacer negocios con Dios». Cuando nos encargamos de sus intereses y demandas, él se encarga de nuestras necesidades. Simple, pero muy cierto.

Mateo 6:33 afirma: «Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas». Otra versión de la Biblia lo expresa con estas palabras: «Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y él les dará todo lo que necesiten» (NTV).

Cuando nos encargamos de su reino, entonces ese mismo reino se torna a nuestro favor. Cuando intercedes, dejas a un lado tus necesidades y clamas en nombre de otros que tal vez no conoces, pero que sabes que necesitan oración. En varios países se me han acercado diferentes mujeres diciéndome: «Hermano Alex, Dios nos ha motivado a mantenernos orando por su vida y su familia». Yo las observo y siento gran admiración y respeto. Ni si quiera las conozco, pero ellas diariamente se mantienen orando a favor de nuestro ministerio. ¡Increíble! ¡Qué gente tan maravillosa! El ministerio de la intercesión, algo tan menospreciado y que se lleva a cabo en el anonimato, se convierte en el motor de nuestros ministerios, que se sostienen por las oraciones de muchos que están en la brecha, orando por ti.

Es increíble poder servir a Dios no solo dentro de una iglesia, sino también cuando te encuentras trabajando fuera de ella. No importa si eres pastor, líder, doctor, músico, arquitecto, ama de casa, escritor, abogado, o desempeñas cualquier otra profesión. Busca siempre ser lo que Dios quiere que seas en medio de lo que ya estás realizando. Disfruta lo que haces, pues no lo haces para ti mismo u otros, sino para Dios, quien ve tu corazón y lo fiel que eres para desarrollar la labor que estás llevando a cabo. No menosprecies lo que haces por muy simple que sea, ya que en las manos de Dios siempre será grandioso. Si solo tienes cinco panes y dos peces, te aseguro que en manos del Maestro esto será una bendición inimaginable. No te canses, persevera a fin de encontrar tu lugar y tu llamado, pues el reino de Dios es de los que lo intentan, de los que lo arrebatan.

¿Qué quiero hacer para Dios? Esa es la pregunta que comencé a formularme después de la charla con aquella amiga. No quería equivocarme haciendo lo que todos deseaban hacer. En ese momento la tendencia era ser parte del grupo musical de la iglesia, y aunque sabía que podía cantar bien, no quería involucrarme en algo solo por un impulso emocional, sino deseaba radicalmente hacer lo que Dios había destinado en su corazón para mí.

Una de las cosas que pensé que podría estudiar y desarrollar era la comunicación social, ya que me encanta todo lo que tiene que ver con la radio, la prensa y la televisión. Tener un programa de radio era algo que me llamaba mucho la atención. Poder programar música y dar noticias fue algo que muchas veces pasó por mi mente, y que creo que aún sigue allí esperando el momento para hacerlo.

Lo segundo que pensé que podía hacer era predicar. Recuerdo que en la iglesia a la que asistía se organizó un sábado un concurso de predicación en el que cada persona que se había inscrito tenía quince minutos para dar un mensaje. Puede sonar algo loco que se organizara un concurso de predicación, pero para mí ver entregar a cada persona que pasó al frente ese pequeño mensaje resultó muy motivador y me impulsó a soñar con ser predicador algún día. No quería llegar al cielo y decirle a Dios: «Bueno, esto fue todo lo que logré», y que Dios entonces con una sonrisa me contestara: «Bueno hijo, está bien, pero en realidad tenía pensada otras cosas para ti», sacando luego un rollo de actividades muy diferentes a las que había realizado.

Creo que sería muy triste llegar ante Dios y presentarle algo completamente distinto a los planes que él tiene para cada uno de nosotros.


Tal vez no seas un gran cantante o un gran pintor, tampoco el primero ni un gran señor, sino alguien cuyo corazón Dios escucha en el anonimato. Es posible que no frecuentes los grandes escenarios y tu historia no aparezca en las revistas, pero solo asegúrate de ser lo que eres en el pensamiento de Dios. Nada más quien él piensa, y entonces podrás estar seguro de que estarás haciendo algo que vale la pena.

Libro: POEMAS DE DIOS [Alex Campos] Capitulo 7 - VUELVE PRONTO

CAPÍTULO 7 Vuelve pronto Mis ojos yo alcé al cielo y su rostro se escondía en las nubes del gran cielo. Sin aliento y sin consuel...