lunes, 8 de enero de 2018

Libro: POEMAS DE DIOS [Alex Campos] Capitulo 5 - NADA MÁS QUIEN PIENSAS

CAPÍTULO 5
Nada más quien piensas

Miro tu poder, tu inmenso amor, Tu fidelidad eterna, no encuentro error.
Quisiera yo ser quien piensas…
Quisiera ser ángel, para poder cantar, los himnos de gloria a mi rey celestial.
Quisiera ser rey para poder traer bronce plata y oro, incienso, mirra y poder.
Tal vez un poeta para escribir mis mejores estrofas, versos del corazón.
Quisiera haber sido un profeta mayor para anunciar al gran rey.
Solo soy aquel que intenta ser un siervo fiel en la sencillez,
con la capacidad de poder entender que no es una canción, tampoco el poder,
solo un corazón enamorado… de ti.
Pusiste tus ojos en mi corazón. Llenaste mi boca de tu canto, Señor.
Quisiera yo ser quien piensas…

Muchos jóvenes y hasta no tan jóvenes se preguntan qué van a hacer con su futuro sin tener ningún plan. Estas personas ven su futuro como algo incierto, casi dejando al azar lo que vendrá más adelante. Es como una ruleta rusa, y la tendencia es que la respuesta vendrá de lo que esté de moda en el momento. Tal vez muchos de los que se encuentren leyendo ahora este libro se hallen en la búsqueda a fin de saber qué harán en el futuro, y se han embarcado en la aventura de conocer o cumplir su sueño.

Algunos podrían estar en el camino correcto, mientras que otros quizás se encuentren en la penumbra, caminando sin saber si lo que están haciendo es realmente lo que desean hacer.

Escribí esta canción después de tener una conversación con una mujer a la que le pregunté cuál era la actividad que desarrollaba en la iglesia. Esperé que ella me dijera que formaba parte del grupo de danza, música o teatro, o del ministerio misionero o juvenil, o que trabajaba con los niños o desempeñaba alguna de las actividades que resultan más llamativas. Sin embargo, no me dio ninguna de las respuestas que esperaba, sino que con una sonrisa me respondió: «¡Soy intercesora!».

En mi mente surgieron los interrogantes: ¿Qué? ¿Intercesora? Eso es para las ancianas de la iglesia, qué aburrido, pensé. Ella entonces me contó muy entusiasmada acerca de lo increíble que era poder orar por otras personas, otros ministerios y las necesidades ajenas. Poco a poco, mientras iba hablando, me di cuenta de lo poderoso y milagroso que resulta interceder en oración intensamente por otras necesidades diferentes a las nuestras. Recordé una frase que había aprendido en esos días: «No hay nada mejor que hacer negocios con Dios». Cuando nos encargamos de sus intereses y demandas, él se encarga de nuestras necesidades. Simple, pero muy cierto.

Mateo 6:33 afirma: «Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas». Otra versión de la Biblia lo expresa con estas palabras: «Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y él les dará todo lo que necesiten» (NTV).

Cuando nos encargamos de su reino, entonces ese mismo reino se torna a nuestro favor. Cuando intercedes, dejas a un lado tus necesidades y clamas en nombre de otros que tal vez no conoces, pero que sabes que necesitan oración. En varios países se me han acercado diferentes mujeres diciéndome: «Hermano Alex, Dios nos ha motivado a mantenernos orando por su vida y su familia». Yo las observo y siento gran admiración y respeto. Ni si quiera las conozco, pero ellas diariamente se mantienen orando a favor de nuestro ministerio. ¡Increíble! ¡Qué gente tan maravillosa! El ministerio de la intercesión, algo tan menospreciado y que se lleva a cabo en el anonimato, se convierte en el motor de nuestros ministerios, que se sostienen por las oraciones de muchos que están en la brecha, orando por ti.

Es increíble poder servir a Dios no solo dentro de una iglesia, sino también cuando te encuentras trabajando fuera de ella. No importa si eres pastor, líder, doctor, músico, arquitecto, ama de casa, escritor, abogado, o desempeñas cualquier otra profesión. Busca siempre ser lo que Dios quiere que seas en medio de lo que ya estás realizando. Disfruta lo que haces, pues no lo haces para ti mismo u otros, sino para Dios, quien ve tu corazón y lo fiel que eres para desarrollar la labor que estás llevando a cabo. No menosprecies lo que haces por muy simple que sea, ya que en las manos de Dios siempre será grandioso. Si solo tienes cinco panes y dos peces, te aseguro que en manos del Maestro esto será una bendición inimaginable. No te canses, persevera a fin de encontrar tu lugar y tu llamado, pues el reino de Dios es de los que lo intentan, de los que lo arrebatan.

¿Qué quiero hacer para Dios? Esa es la pregunta que comencé a formularme después de la charla con aquella amiga. No quería equivocarme haciendo lo que todos deseaban hacer. En ese momento la tendencia era ser parte del grupo musical de la iglesia, y aunque sabía que podía cantar bien, no quería involucrarme en algo solo por un impulso emocional, sino deseaba radicalmente hacer lo que Dios había destinado en su corazón para mí.

Una de las cosas que pensé que podría estudiar y desarrollar era la comunicación social, ya que me encanta todo lo que tiene que ver con la radio, la prensa y la televisión. Tener un programa de radio era algo que me llamaba mucho la atención. Poder programar música y dar noticias fue algo que muchas veces pasó por mi mente, y que creo que aún sigue allí esperando el momento para hacerlo.

Lo segundo que pensé que podía hacer era predicar. Recuerdo que en la iglesia a la que asistía se organizó un sábado un concurso de predicación en el que cada persona que se había inscrito tenía quince minutos para dar un mensaje. Puede sonar algo loco que se organizara un concurso de predicación, pero para mí ver entregar a cada persona que pasó al frente ese pequeño mensaje resultó muy motivador y me impulsó a soñar con ser predicador algún día. No quería llegar al cielo y decirle a Dios: «Bueno, esto fue todo lo que logré», y que Dios entonces con una sonrisa me contestara: «Bueno hijo, está bien, pero en realidad tenía pensada otras cosas para ti», sacando luego un rollo de actividades muy diferentes a las que había realizado.

Creo que sería muy triste llegar ante Dios y presentarle algo completamente distinto a los planes que él tiene para cada uno de nosotros.


Tal vez no seas un gran cantante o un gran pintor, tampoco el primero ni un gran señor, sino alguien cuyo corazón Dios escucha en el anonimato. Es posible que no frecuentes los grandes escenarios y tu historia no aparezca en las revistas, pero solo asegúrate de ser lo que eres en el pensamiento de Dios. Nada más quien él piensa, y entonces podrás estar seguro de que estarás haciendo algo que vale la pena.

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