CAPÍTULO 5
Nada más quien piensas
Miro tu poder, tu inmenso amor,
Tu fidelidad eterna, no encuentro error.
Quisiera yo ser quien piensas…
Quisiera ser ángel, para poder
cantar, los himnos de gloria a mi rey celestial.
Quisiera ser rey para poder traer
bronce plata y oro, incienso, mirra y poder.
Tal vez un poeta para escribir mis
mejores estrofas, versos del corazón.
Quisiera haber sido un profeta
mayor para anunciar al gran rey.
Solo soy aquel que intenta ser un
siervo fiel en la sencillez,
con la capacidad de poder entender
que no es una canción, tampoco el poder,
solo un corazón enamorado… de
ti.
Pusiste tus ojos en mi corazón.
Llenaste mi boca de tu canto, Señor.
Quisiera yo ser quien piensas…
Muchos jóvenes y hasta no tan jóvenes
se preguntan qué van a hacer con su futuro sin tener ningún plan. Estas
personas ven su futuro como algo incierto, casi dejando al azar lo que vendrá
más adelante. Es como una ruleta rusa, y la tendencia es que la respuesta
vendrá de lo que esté de moda en el momento. Tal vez muchos de los que se encuentren
leyendo ahora este libro se hallen en la búsqueda a fin de saber qué harán en
el futuro, y se han embarcado en la aventura de conocer o cumplir su sueño.
Algunos podrían estar en el
camino correcto, mientras que otros quizás se encuentren en la penumbra, caminando
sin saber si lo que están haciendo es realmente lo que desean hacer.
Escribí esta canción después de tener
una conversación con una mujer a la que le pregunté cuál era la actividad que
desarrollaba en la iglesia. Esperé que ella me dijera que formaba parte del
grupo de danza, música o teatro, o del ministerio misionero o juvenil, o que
trabajaba con los niños o desempeñaba alguna de las actividades que resultan
más llamativas. Sin embargo, no me dio ninguna de las respuestas que esperaba,
sino que con una sonrisa me respondió: «¡Soy intercesora!».
En mi mente surgieron los interrogantes:
¿Qué? ¿Intercesora? Eso es para las ancianas de la iglesia, qué aburrido,
pensé. Ella entonces me contó muy entusiasmada acerca de lo increíble que era
poder orar por otras personas, otros ministerios y las necesidades ajenas. Poco
a poco, mientras iba hablando, me di cuenta de lo poderoso y milagroso que resulta
interceder en oración intensamente por otras necesidades diferentes a las
nuestras. Recordé una frase que había aprendido en esos días: «No hay nada
mejor que hacer negocios con Dios». Cuando nos encargamos de sus intereses y demandas,
él se encarga de nuestras necesidades. Simple, pero muy cierto.
Mateo 6:33 afirma: «Más bien, busquen
primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán
añadidas». Otra versión de la Biblia lo expresa con estas palabras: «Busquen el
reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y él les
dará todo lo que necesiten» (NTV).
Cuando nos encargamos de su
reino, entonces ese mismo reino se torna a nuestro favor. Cuando intercedes,
dejas a un lado tus necesidades y clamas en nombre de otros que tal vez no
conoces, pero que sabes que necesitan oración. En varios países se me han
acercado diferentes mujeres diciéndome: «Hermano Alex, Dios nos ha motivado a
mantenernos orando por su vida y su familia». Yo las observo y siento gran
admiración y respeto. Ni si quiera las conozco, pero ellas diariamente se
mantienen orando a favor de nuestro ministerio. ¡Increíble! ¡Qué gente tan
maravillosa! El ministerio de la intercesión, algo tan menospreciado y que se
lleva a cabo en el anonimato, se convierte en el motor de nuestros ministerios,
que se sostienen por las oraciones de muchos que están en la brecha, orando por
ti.
Es increíble poder servir a Dios no
solo dentro de una iglesia, sino también cuando te encuentras trabajando fuera
de ella. No importa si eres pastor, líder, doctor, músico, arquitecto, ama de
casa, escritor, abogado, o desempeñas cualquier otra profesión. Busca siempre
ser lo que Dios quiere que seas en medio de lo que ya estás realizando.
Disfruta lo que haces, pues no lo haces para ti mismo u otros, sino para Dios,
quien ve tu corazón y lo fiel que eres para desarrollar la labor que estás llevando
a cabo. No menosprecies lo que haces por muy simple que sea, ya que en las
manos de Dios siempre será grandioso. Si solo tienes cinco panes y dos peces,
te aseguro que en manos del Maestro esto será una bendición inimaginable. No te
canses, persevera a fin de encontrar tu lugar y tu llamado, pues el reino de
Dios es de los que lo intentan, de los que lo arrebatan.
¿Qué quiero hacer para Dios? Esa
es la pregunta que comencé a formularme después de la charla con aquella amiga.
No quería equivocarme haciendo lo que todos deseaban hacer. En ese momento la tendencia
era ser parte del grupo musical de la iglesia, y aunque sabía que podía cantar
bien, no quería involucrarme en algo solo por un impulso emocional, sino deseaba
radicalmente hacer lo que Dios había destinado en su corazón para mí.
Una de las cosas que pensé que
podría estudiar y desarrollar era la comunicación social, ya que me encanta
todo lo que tiene que ver con la radio, la prensa y la televisión. Tener un
programa de radio era algo que me llamaba mucho la atención. Poder programar música
y dar noticias fue algo que muchas veces pasó por mi mente, y que creo que aún
sigue allí esperando el momento para hacerlo.
Lo segundo que pensé que podía hacer
era predicar. Recuerdo que en la iglesia a la que asistía se organizó un sábado
un concurso de predicación en el que cada persona que se había inscrito tenía
quince minutos para dar un mensaje. Puede sonar algo loco que se organizara un
concurso de predicación, pero para mí ver entregar a cada persona que pasó al
frente ese pequeño mensaje resultó muy motivador y me impulsó a soñar con ser predicador
algún día. No quería llegar al cielo y decirle a Dios: «Bueno, esto fue todo lo
que logré», y que Dios entonces con una sonrisa me contestara: «Bueno hijo,
está bien, pero en realidad tenía pensada otras cosas para ti», sacando luego un
rollo de actividades muy diferentes a las que había realizado.
Creo que sería muy triste llegar
ante Dios y presentarle algo completamente distinto a los planes que él tiene
para cada uno de nosotros.
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