CAPÍTULO 4
Que no sea de papel
El tiempo me ha mostrado que
todo fue de papel,
sacrificios humanos no pedidos
por él.
Al mundo consternado le ha
faltado mucha fe,
la esperanza y la confianza,
Abraham un loco fue.
La luz no se ha apagado, Jesús
sigue aún allí,
esperando que tu tiempo no sea
obstáculo a él.
Hace poco escuché una conferencia
impartida por el pastor Dante Gebel, de la cual me impactó una increíble frase:
«En mucho de los cultos y reuniones cristianas hoy en día solo hay sudor y nada
de fuego». ¡Cuánta verdad hay en estas palabras! Y no voy a hablar de ninguna
iglesia, sino que me referiré a mi propio ministerio. He llevado a cabo una
infinidad de conciertos en los que he sudado por tres horas, preocupado más por
el sonido, las luces, el diseño y la excelencia, y no por el fuego del Espíritu
Santo. No quiero dar a entender que no estoy de acuerdo con poner cuidado en
los detalles. Debemos poner mucho cuidado en ser excelentes. Pero lo que estoy diciendo
es que muchas veces nos hemos enfocado más en lo material, en competir con el
mundo, sin que haya diferencia entre un concierto secular y uno cristiano. Está
muy bien preparar un buen montaje de luces y sonido, tener un escenario que
brille por su excelencia, pero la diferencia que debemos establecer con los
conciertos seculares es precisamente lograr que en los nuestros descienda fuego
del cielo y consuma todo pecado, dolor y enfermedad; de lo contrario, seremos
una opción más, un espectáculo más, un evento más en el que la gente la pasará
bien, pero saldrá de la misma forma en la que entró. Tú y yo debemos diferenciarnos,
y nuestra diferencia radica en que fuimos sellados por Dios para traer su
presencia a las vidas que tanto la necesitan.
En 1 Reyes 18 encontramos una historia
increíble en la que podemos ver el poder de Dios cuando a través de Elías hace descender
fuego del cielo. El pueblo de Israel se había apartado de Dios al mezclar su
culto con el de Baal, de modo que el profeta los exhorta a seguir única y exclusivamente
al Señor, a dejar de ser duales en sus creencias y no combinar la adoración a
Baal y a Dios. Así que Elías convoca a los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal
y al pueblo de Israel en el monte Carmelo y los reta a probar quién es el Dios
verdadero. Para hacerlo, se trajeron dos toros, los cuales serían colocados
sobre el altar y consumidos por el fuego que enviaría el verdadero Dios. Elías les
dio ventaja al darles la oportunidad de ser los primeros en invocar a su dios,
y los profetas de Baal comenzaron a gritar y hacer diferentes cosas para que el
poder de su dios consumiera aquel animal.
Desde la mañana hasta el mediodía
no dejaron de gritar: «¡Oh Baal, respóndenos!». Elías comenzó a burlarse de
ellos al ver que las horas pasaban y su dios no respondía, pero los profetas
seguían gritando aún más fuerte para demostrar que Baal era un dios real y
verdadero. Al caer la tarde, el profeta de Dios llamó al pueblo y le pidió su
atención, reconstruyó el altar y tomó doce piedras en representación de las
doce tribus de Israel. Después cavó una zanja alrededor que tuviera la
capacidad suficiente para contener doce litros de agua, dispuso la leña, cortó
el toro en pedazos y pidió que llenaran veinte jarras con agua y las echaran
sobre la leña y la ofrenda.
Entonces Elías hizo una corta y humilde
oración y al instante descendió fuego del cielo, el cual consumió el toro, la
leña, las piedras y el polvo. Cuando el pueblo vio esto, todos cayeron al suelo
y reconocieron que el Señor era el Dios verdadero.
¡Asombroso! A Elías no le tomó más
de dos minutos que mediante el poder de Dios se consumiera todo en aquel altar.
En la actualidad, el único sacrificio
que Dios desea de nosotros es el de un corazón sincero y sediento de él. Si
tenemos una relación íntima en lo secreto con Dios, entonces cuando estemos en público
él nos recompensará y hará que el fuego del Espíritu Santo descienda con poder.
La Palabra del Señor dice claramente:
Tú no te deleitas en los sacrificios
ni te complacen los holocaustos; de lo contrario, te los ofrecería. El
sacrificio que te agrada es un espíritu quebrantado; tú, oh Dios, no desprecias
al corazón quebrantado y arrepentido
(Salmo 51:16-17).
¿Qué le agrada más al SEÑOR: que
se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice? El
obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de
carneros
(1 Samuel 15:22).
¿Cuántos sacrificios hemos ofrecido
sin que Dios los haya pedido y sin que tampoco los recibiera? Él lo que busca y
le agrada es un corazón arrepentido y humillado. Es entonces que el fuego y el
poder de Dios se manifestarán de un modo increíble.
Al mundo consternado le ha faltado
mucha fe, la esperanza y la confianza, Abraham un loco fue.
Recuerdo una ocasión durante mi adolescencia
en que me encontraba caminando y conversando con uno de mis amigos cerca del
lugar donde vivíamos, mientras a lo lejos se escuchaba a un vendedor ambulante
que gritaba: «Repuestos para la olla exprés». A medida que la voz de aquel
hombre se fue aproximando, nos resultó conocida.
Y al verlo más de cerca, nos
dimos cuenta de que se trataba de un miembro de nuestra congregación, un señor
que siempre veíamos los domingos sirviendo en la iglesia.
Mi compañero le preguntó: «¿Cómo está
todo? ¿Cómo le ha ido?». El hombre, con cara molesta y deprimida, le contestó:
«Mal, mal, mal. Las ventas han estado muy malas, la situación está muy difícil».
Hubo un silencio entre nosotros, porque no esperábamos ver tanta negatividad, o
mejor dicho, una fe nula, sin tener nada a lo que afianzarse. Mi amigo lo animó
con una sonrisa diciendo:
«Hermano, confíe en el Señor».
Sin pensarlo dos veces, aquel hombre nos respondió: «Eso… aténgase a eso».
Luego, sin más palabras, se despidió y continuó su camino.
Resulta increíble tal falta de fe
y confianza en la bendición de Dios para nuestra vida, pero lamentablemente la
postura de este hombre es la misma de la mayoría de los que asistimos a una
iglesia.
¿Por qué digo esto? Porque las siguientes
frases son las que constantemente escucho en cada lugar al que voy:
«Pastor, ore por mí, que Dios a
usted sí lo escucha», «Es que Dios no me oye», «Dios tiene sus preferidos», «No
soy aceptado por Dios», «Este mes no voy a diezmar, pues no me alcanza para mis
necesidades», y muchas más por el estilo. Fue tal actitud la que motivó la
frase de mi canción:
«Abraham un loco fue». Sí, ya no hay
nadie que confíe en todo momento en Dios como él. Al igual que los dinosaurios,
esta clase de hombres parece ser historia para nosotros como cristianos. No obstante,
las Escrituras afirman: «A Abraham se le tomó en cuenta la fe como justicia […]
Por tanto, Abraham es padre de todos los que creen» (Romanos 4:9, 11). Al leer
y estudiar la vida de este patriarca, a quien Dios llama el padre de la fe, vemos
a un hombre que contra viento y marea decidió creer que su descendencia podía
abarcar múltiples naciones. Siendo él un hombre de avanzada edad y con una esposa
estéril, tal cosa pareciera una locura, algo improbable. En realidad, hasta su
misma esposa, Sara, se burló de la idea tan chistosa y alocada de Dios.
Imagínate cada noche a Abraham y Sara
mirando las estrellas, mientras él soñaba y pensaba que su generación sería más
numerosa que los mismos astros que contemplaba, y Sara con una sonrisa y un
abrazo le decía: «Viejo, acuéstate ya y deja esas ideas locas». Sin embargo,
aun así, Abraham no dejó de creer. La Biblia nos enseña que luego Abraham y
Sara tuvieron un hijo al que llamaron Isaac. ¡Increíble! ¿Cómo pudo pasar? ¿Qué
sucedió?
Era algo ilógico. ¿El viejo Abraham
tenía razón? La razón siempre va a estar de parte de Dios.
A veces resulta difícil entender
sus formas, caminos y pensamientos, pero cuando él promete algo y decidimos creerle,
entonces veremos su gloria.
Deja un legado de fe en tu generación,
marca la diferencia, sé un loco por Cristo, atrévete a caminar sobre las olas.
Jesús te está esperando, no te encuentras solo. Él lo prometió. Es tiempo de
que tú y yo caminemos a la medida del varón perfecto que Jesús es.
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