martes, 26 de mayo de 2015

Libro: "Buenos días, Espíritu Santo" [Benny Hinn] - Capitulo 4

Capítulo 4
De persona a persona

¿Estás listo para conocer íntima y personalmente al Espíritu Santo? ¿Deseas escuchar su voz? ¿Estás preparado para conocerlo como una persona?
Eso fue exactamente lo que me pasó a mí, y drásticamente transformó mi vida. Fue una experiencia intensamente personal, y basada en la Palabra de Dios.
Puede que tú te preguntes: “¿Fue el resultado de estudio bíblico sistemático?” No, sucedió cuando invité al Espíritu Santo a ser mi amigo personal. A ser mí guía constante. A tomarme de la mano y guiarme “a toda verdad”. Lo que Él te descubra y revele en la Escritura dará vida a tu estudio de la Biblia.
Lo que estoy a punto de compartir contigo comenzó en el momento que el Espíritu Santo entró en mi cuarto en diciembre de 1973, y nunca ha cesado. Aquí está la única diferencia: Yo lo conozco infinitamente mejor hoy que cuando lo conocí por primera vez.
Comencemos con lo básico. El Espíritu Santo cambió mi vida. Él estaba conmigo desde el momento que yo le pedí a Cristo que viniera a mi corazón y nací de nuevo.
Luego vino el tiempo cuando recibí el bautismo en el Espíritu Santo. Fui “lleno” con el Espíritu. Hablé en lenguas. El impartió Su presencia y Sus dones. Algunas personas han recibido la misma experiencia y se detienen ahí. No se dan cuenta de que lo que pasó en pentecostés fue solo uno de los dones del Espíritu.
Pero lo que yo deseo que tú sepas es esto: más allá de la salvación, mas allá de estar bautizado en agua, más allá de la llenura del Espíritu, la “tercera Persona de la Trinidad” está esperando por ti para que lo conozcas personalmente. El anhela una relación de toda la vida. Y eso es lo que tu estas a punto de descubrir.

LLEVADOS A COMUNION

Vamos a suponer que marcaste mi número telefónico dos años atrás y nos familiarizamos a través de él; y que continuamos nuestra comunicación de esta forma y nunca nos hubiésemos encontrado, ¿qué sabrías tú realmente acerca de mí?
Tú dices: “Yo conocería el tono de tu voz a través del teléfono”. Y eso sería todo. No me reconocerías si me vieras en la calle.
Pero llega el día de encontrarnos cara a cara. De repente extiendes tu mano para estrechar la mía. Ves como luzco, el color de mi pelo y de mis ojos, qué clase de ropa uso. Quizás vamos a comer fuera, y tú sabes si me gusta el café o el té.
Tú aprendes volúmenes acerca de las personas cuando las conoces personalmente.

Fin de la lucha
Cuando el Espíritu Santo y yo nos encontramos, eso fue lo que comenzó a suceder. Empecé a descubrir cosas acerca de Su personalidad que me cambiaron como cristiano. La salvación me transformo como persona. Pero el Espíritu tuvo un efecto tremendo en mi andar en la vida cristiana.
Al comenzar a conocer al Espíritu Santo, me volví sensible a Él y aprendí lo que lo contrista –y lo que le agrada. Lo que le gusta, lo que no le gusta. Lo que le enfada y lo que le alegra.
Llegue a entender que la Biblia misma fue escrita por el Espíritu Santo. El usó hombres de todas las áreas de la vida, pero cada uno de ellos fue guiado por el Espíritu.
Por mucho tiempo yo luchaba por entender la Biblia. Entonces vino el día que levante mis ojos y dije: “Maravilloso Espíritu Santo, ¿me puedes decir lo que quieres decir con esto?” y El habló. El me revelo la Palabra.
El Señor usó una reunión de Kathryn Kuhlman para prepararme para lo que estaba a punto de ocurrir. Pero jamás la señorita Kuhlman se sentó conmigo a hablarme sobre el Espíritu Santo. Todo lo que aprendí fue de Él. Y es por eso que es fresco, es nuevo, es mío.
Cuando regrese a casa, de aquella reunión en Pittsburgh, caí de rodillas. Fui sincero y transparente cuando dije: “Precioso Espíritu Santo, yo deseo conocerte”. Nunca olvidaré lo nervioso que estaba. Pero desde aquel día he llegado a conocerlo como un hermano. Verdaderamente, Él es un miembro de la familia.

QUIEN ES EL

Te preguntas, ¿Quién es el Espíritu Santo?”. Yo deseo que sepas que Él es la persona más bella, más preciosa, más amorosa de la tierra. Dios el Hijo no está en la tierra. Dios el Padre no está en la tierra. Ellos, ambos, están en el cielo en este mismo instante.
¿Quién está en la tierra? Dios el Espíritu Santo. Para Dios el Padre, el Espíritu Santo vino a hacer Su obra a través del Hijo que resucitó. Cuando Dios el Hijo se fue. Dios el Espíritu Santo vino, y todavía Él está aquí haciendo Su obra.
Piense en esto: Cuando Dios el Hijo se fue, no se llevó a Juan y a Pedro con El. Él dijo: “Hijitos, aun estaré con vosotros un poco. Me buscaréis; pero como dije a los judíos, así os digo a vosotros; A donde yo voy, vosotros no podéis ir… (Juan 13:33).
Pero cuando Dios el Espíritu Santo se vaya, y muchos creyentes creemos que va a suceder pronto, Él va a llevarse a los redimidos del Señor con El. A esto le llaman el Rapto. Seremos arrebatados con El para encontrarnos al Señor en el aire.
¿Quién es el Espíritu Santo? En un tiempo yo creía que Él era como el vapor, a veces flotando alrededor, que nunca podría conocerlo. Yo aprendí que no solo Él es real, sino que tiene una personalidad.



¿Qué hay por dentro?
¿Qué me hace a mí una persona? ¿Es mi cuerpo físico? Creo que no. Estoy seguro de que tú has estado en un funeral y has visto un cadáver en un ataúd. ¿Has estado mirando a una persona? ¡No! Lo que ves es un cuerpo muerto.
Tienes que darte cuenta de que lo que hace a una persona no es el cuerpo. En vez de eso, la persona es lo que sale del cuerpo. Emociones, voluntad, intelecto, sentimientos. Estas son algunas de las características que hacen a una persona y le dan la personalidad.
Los que me escuchan predicar no están mirando a Benny Hinn. Ellos solo ven mi cuerpo. Yo vivo dentro de mi cuerpo físico. Es la persona de adentro lo que es importante.
El Espíritu Santo es una persona. Igual que tú, Él puede sentir, percibir, y responder. Él se duele. Él tiene la habilidad de amar y la habilidad de odiar. El habla y tiene Su propia voluntad.
Pero exactamente, ¿Quién es El? El Espíritu Santo es el Espíritu de Dios el Padre y el Espíritu de Dios el Hijo. Él es el poder de la Deidad –el poder de la Trinidad.
¿Cuál es su obra? La obra del Espíritu es traer el mandamiento del Padre y la ejecución del Hijo.
Para entender la obra del Espíritu Santo necesitamos entender la obra del Padre y del Hijo. Dios el Padre es el que da el mandamiento. Él es el que siempre ha dicho: “Sea hecho”. Desde el principio ha sido Dios, quien da las órdenes.
Por otro lado, es Dios el Hijo que ejecuta el mandamiento del Padre. Cuando Dios el Padre dijo: “Sea la luz”, Dios el Hijo vino y lo hizo, Dios el Espíritu Santo trajo la luz.
Permíteme ilustrarlo en esta forma. Si yo te pido: “Por favor, enciende la luz”, tres fuerzas estarían envueltas. Primero, yo sería el que daría la orden. Segundo, tú serías el que iría al interruptor y lo enciendes. En otras palabras, tú eres el ejecutor de la orden. Pero finalmente, ¿quién trae la luz? No soy yo, ni tú. Es el poder –la electricidad- lo que produce la luz.
El Espíritu Santo es el poder de Dios. Él es el poder del Padre y del Hijo. Él es quien ejecuta la obra del Hijo. Sin embargo, es una persona. Él tiene emociones, que se expresan en una forma única entre la Trinidad.
Se me ha preguntado: “Benny, ¿no estás olvidando la importancia de Cristo en todo esto?” ¡Nunca! ¿Cómo podré olvidar al que me amó y murió por mí? Pero hay tanta gente enfocando al Hijo, que se olvidan del Padre –el que los amó y envió a Su Hijo. Yo no puedo olvidarme del Padre ni del Hijo. Pero no puedo comunicarme con el Padre o con el Hijo sin el Espíritu Santo. (Vea Efesios 2:18).

COMUNION

Durante uno de mis primeros encuentros con el Espíritu Santo tuve una experiencia que me hizo llorar. Tan simple como que estoy hablando contigo, le pregunté: “¿Qué se supone que yo haga contigo? ¿Me puedes decir, por favor, a qué te pareces?” Honestamente, yo era como un niñito tratando de aprender; y sentí que Él no se enfadaría con mis preguntas sinceras.

La reunión de comunión
Aquí está la respuesta que el Espíritu Santo me dio: “Yo soy el que tengo comunión contigo”. Y con la velocidad de un chasquido de dedos, el versículo vino delante de mí: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión con el Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén” (2 Corintios 13:14).
Yo pensé: ¡Eso es! El Espíritu Santo es el que comunica, que tiene comunión conmigo. Entonces yo pregunté, “¿Cómo puedo tener comunión contigo, pero no con el Hijo?” y El respondió: “Así es exactamente como debe ser. Yo estoy aquí para ayudarte en tus oraciones al Padre. Y estoy aquí para ayudarte a orar al Hijo”.
Inmediatamente, todo mi concepto de la oración cambió. Fue como si me hubieran dado una llave de oro que abría las puertas del cielo. Desde aquel momento, tuve un amigo personal que me ayuda a hablar con el Padre en el nombre de Jesús. Literalmente, El me llevó a arrodillarme y fue fácil comunicarme con el Padre.
¡Qué comunión! Eso es lo que el Espíritu Santo espera –su comunión.
¡Permíteme explicarlo! No hay suplicas ni peticiones en la comunión como las hay en la oración. Si yo pregunto “¿Por favor, me puedes traer algún alimento?” Eso es una petición. Pero la comunión es mucho más personal. “¿Cómo estas hoy? ¡Vamos a desayunar juntos!” Eso es comunión.
Recuerda, no hay peticiones egoístas en la comunión –solo amistad, amor y comunión. Así fue conmigo. Yo comencé a esperar por el Espíritu Santo antes de orar. Yo decía: “Precioso Espíritu Santo, ¿vendrías hoy, a ayudarme a orar?”
La Biblia dice: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos” (Romanos 8:26-27).
Cuando no sabemos qué decir, El viene en nuestra ayuda.
Y aquí está el próximo principio que aprendí. El Espíritu Santo es el único maestro de la Biblia. “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual”                (1 Corintios 2:12-13)

ACOMPAÑADO POR EL ESPIRITU

De mi primer encuentro con el Espíritu Santo, comencé a conocer que Él era el gran maestro –el que me guiaría a “toda verdad”. Es por eso que le pregunté “Por favor, ¿me puedes decir que significa esta Escritura?”.
Pero todavía yo deseaba aprender: “¿Quién eres Tú? ¿Y por qué eres tan diferente?” Yo decía: “Me gustaría saber a qué te pareces”.

Gentil, sin embargo, poderoso
Aquí esta lo que vi. Lo que El me revelo fue que Él es una persona poderosa y como un niño al mismo tiempo. Me dijo “Cuando hieres a un niño, este se alejará de ti; cuando amas a un niño, se sentirá bien cerca de ti”: y así fue como comencé a acercarme a Él. Yo sentí que Él era bondadoso, y sin embargo, poderoso también. Como un niño, El siempre desea estar muy cerca de aquellos que lo aman.
¿Has visto a un niño o una niña, asido de la falda de su mama o los pantalones de su papa? Dondequiera que van los padres, el niño se agarra de ellos y los sigue. Es una señal segura de que los niños son amados y cuidados. Así es con El Espíritu Santo. Él está cerca de aquellos que lo aman.
¿Cómo fue posible que el gran evangelista Charles Finney pudiera predicar el evangelio y la gente “caer bajo el poder”, confesando sus pecados? ¿Cuál fue el poder que cayó cuando Juan Wesley se paró en las sepulturas y abrió su boca para predicar? Fue la persona del Espíritu Santo que acompañó su ministerio.
En la ciudad de Nueva York, Kathryn Kuhlman acababa de predicar en una convención de Los hombres de Negocio del Evangelio Completo. La llevaron por la cocina a un ascensor para evadir la multitud. Los cocineros en sus gorros y delantales blancos, no tenían idea de que se estaba llevando a cabo una reunión y nunca habían oído de la señorita Kuhlman. Ellos ni aun sabían que ella estaría pasando por allí, y lo próximo que pasó fue que cayeron al piso. ¿Por qué? Cuando ella salió de la reunión parecía como si el poder de la presencia del Espíritu la acompañaba.
¿Quién es el Espíritu Santo? Es el poder del Señor. Ese poder llego a ser más evidente para mí cuando comencé a orar en mi cuarto –solo. Día tras día, hora tras hora, levantaba mis manos y decía: “Precioso Espíritu Santo, ¿vendrías ahora mismo a hablar conmigo?” ¿A quién otro me volvería yo? Mi familia estaba contra mí. Mis amigos eran pocos. Solo El. Solo el Espíritu Santo.
Hubo ocasiones cuando El vino como un viento. Como una brisa fresca en un día de verano. El gozo del Señor me llenaba hasta que ya no podía contenerlo. Mientras hablábamos, yo decía: “Espíritu Santo, te amo y anhelo Tu comunión”. Y encontré que ésta era mutua. El anhelaba mi comunión también.

¡La comida puede esperar!
Una vez en Inglaterra, me estaba quedando en el hogar de una familia cristiana. Mi cuarto estaba en la parte superior de la casa. Una noche yo estaba absorto en el Espíritu, teniendo el mejor tiempo en el mundo en conversación con El. La mujer de la casa llamó: “Benny, la comida esta lista”.
Pero yo estaba rebosando, y no quería dejar aquello. Ella volvió a llamar: “La comida esta lista”. Y mientras estaba a punto de salir, sentí que alguien me tomó de la mano y dijo: “Cinco minutos. Solo cinco minutos más”. El Espíritu Santo anhelaba mi comunión.
Tu preguntas: “¿De qué hablan ustedes?”. Yo le hacía preguntas.
Por ejemplo, un día le pregunté: “¿Cómo Tu puedes ser distinto del Padre y del Hijo?” E inmediatamente El me mostro a Esteban cuando era apedreado y me dijo “Esteban vio al Padre y al Hijo y yo estaba con él”. Tres individuos distintos.
El Espíritu Santo fue quien le dio a Esteban el poder para soportar el sufrimiento; Jesús era el que esperaba la llegada de Esteban y el Padre era el que estaba sentado en el trono. Puedes leer esto en Hechos 7:54-56.
Y el Espíritu Santo me mostró más.
Él fue quien le dio a Moisés el poder para liberar a los hijos de Israel.
Él era el poder en la vida de Josué
Él era la fuerza detrás del viento que dividió el Mar Rojo
Él era la fuerza poderosa que derrumbó las murallas de Jericó.
Él era la energía detrás de la piedra con que David hizo caer a Goliat.
El Espíritu Santo. Él era la fuerza en la vida de Samuel, en Elías –y en Cristo el Señor.
Jesús era un hombre total, sin embargo la Escritura es clara que Él no se movía sin el Espíritu Santo. El no predicaría sin el Espíritu Santo. Él no ponía sus manos sobre los enfermos sin el Espíritu Santo. “El Espíritu Santo del Señor está sobre mi”, dijo Él, al comenzar Su ministerio, “Por cuanto me ha ungido para dar las buenas nuevas a los pobres…” (Lucas 4:18).
¿Qué pasó cuando Jesús regreso al Padre? De repente os discípulos tenían tal comunión con el Espíritu, que su vocabulario completo cambió. Ellos comenzaron a decir que “el Espíritu y nosotros” eran testigos de Su resurrección. El vino a ser parte de cada acción de sus vidas. Ellos estaban en comunión total –trabajando juntos para el Hijo.
¿Qué había en la vida del apóstol Pablo que le dio poder para soportar el sufrimiento? ¿Y qué había en la vida de Pedro que aun su sombra sanaba a los enfermos? Era el toque del Espíritu Santo.
David Wilkerson relata que fue a ver a una mujer de Dios llamada la Madre Basilea Schlink. Él dijo que al momento de entrar en la sala, él pudo sentir la presencia del Señor. ¿Por qué? Porque ella amaba al Espíritu Santo, y los que lo aman conocen Su presencia.

¿Reconoces tú esa voz?
Cuando Jesús estaba en la tierra y los discípulos tenían un problema, ¿a quién se volvían? Ellos iban al Hijo y preguntaban “¿Qué haremos?” y El los instruía. Pero cuando Cristo regresó al Padre, no los dejó solos. Jesús les dijo “El Espíritu Santo os guiará. Él os consolara. Él os aconsejará y os recordará las cosas que yo os he dicho. Él os hablará de mi”.
Pedro y Juan ahora decían: “Maravilloso Espíritu Santo”. Pablo habló de Su “comunión”.
Después que Pedro tuvo su visión en la casa de Simón el curtidor en Jope… “le dijo el Espíritu: He aquí tres hombres te buscan. Levántate, pues, y desciende y no dudes de ir con ellos, porque yo los he enviado” (Hechos 10:19-20)
Pedro reconocía la voz del Espíritu Santo. Y ese fue el principio de la predicación del evangelio a los gentiles.
¿Cómo se convirtió el eunuco etíope? “Y el Espíritu dijo a Felipe: Acércate y júntate a ese carro” (Hechos 8:29). Felipe reconoció la voz del Espíritu. No fue Dios el Espíritu Santo. Él es una persona con voluntad, y en ese momento estaba haciendo la obra del Padre. Yo creo que el pecado más grande en contra del Espíritu Santo es contristarlo, lo cual incluye negar Su poder y presencia. En ningún lugar en la Escritura puedes hallar las palabras, “No contristéis a Dios el Padre”, o “No contristéis a Dios el Hijo”. Pero a través de la Biblia tú encuentras, “No contristéis al Espíritu”.
Dios le dijo a los hijos de Israel en el desierto: “vosotros hicisteis enojar mi Espíritu”. Dios el Hijo miró a los fariseos y dijo: “A todo aquel que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado” (Lucas 12:10)
La persona del Espíritu Santo es distinta en la Deidad. Él es tierno. Es sensible, pero porque Jesús nos lo dio a ti y a mí, Él no nos va a dejar.
El Espíritu Santo es un caballero. El no entra en tu cuarto hasta que lo invites. Él no se sienta mientras no se lo pidas. Y Él no te habla hasta que tú le hables a Él.
¿Por cuánto tiempo esperará? Hasta que tú le hables a Él. Pueden ser meses –aun años. El solo esperará y esperará. Mi amigo, tu nunca conocerás Su poder, nunca conocerás Su presencia hasta que vayas y te sientes a Su lado y digas: “Maravilloso Espíritu Santo, dime todo acerca de Jesús”.

Yo apenas podía sostener el teléfono
Después de terminar una plática radial en Florida, la mujer que me entrevistó me dijo: “Benny, yo he sido cristiana por mucho tiempo, pero falta algo en mi vida”.
“¿De qué tiene usted hambre?” –le pregunté.
Ella dijo: “Yo necesito la realidad de Dios en mi vida”.
Yo le pregunté si ella conocía a Dios el Espíritu Santo. “Yo conozco a Jesús” –dijo ella.
“El Espíritu Santo es una persona” –le dije. “¿Cómo me sentiría yo si usted estuviera aquí sentada y no me hiciera caso? Cuando nos conocimos, yo esperaba que usted hablara conmigo. Y así es con el Espíritu Santo”.
“Nunca había pensado de eso en esa manera” –dijo ella.
“Cuando esté sola esta noche, hable con El” –le dije. “Es tan simple como eso”. Yo sabía que ella encontraría la realidad que estaba buscando.
“¿Qué acerca de Jesús?” –preguntó ella.
Yo le dije, “Solo siéntese y espere por El; Él es quien glorifica a Jesús. No, usted no se está olvidando de Jesús. Después de todo, fue Cristo quien le dio el Espíritu Santo. Sólo haga lo que Jesús dijo”.
Al día siguiente recibí una llamada telefónica de la animadora de plática radial más emocionada que te puedas imaginar. “¿Sabe lo que me pasó anoche? –preguntó ella, hablando tan rápido que tuve que detenerla. “Benny, el Espíritu Santo me habló”.
Lo que me dijo me estremeció todo. Apenas podía sostener el teléfono. Ella comenzó a llorar al decirme lo que el Espíritu le había dicho: “Yo he buscado en todo el mundo, y no hay nadie como Jesús”. Y ella me dijo las palabras que había oído: “Ven, Señor Jesús. Ven, Señor Jesús”.
Inmediatamente me recordé de las palabras, El Espíritu y la esposa dicen: “Ven” (Apocalipsis 22:17).
Aquí está una de las lecciones más importantes que yo haya aprendido. Una persona que conoce la presencia del Espíritu Santo siempre glorificará y magnificará a Jesús.
Cuando tú conoces el Espíritu en verdad, glorificaras a Jesucristo el Hijo de Dios, porque el Espíritu Santo dentro de ti glorifica a Dios el Hijo. Es automático. Solo Jesús es glorificado en una vida llena del Espíritu.
Cada acción de tu vida refleja de que llenas tu vida. Si tú llenas tu vida de periódicos, hablaras noticias. Si de novelas, hablarás de novelas. Pero si estás lleno del Espíritu y Su presencia te absorbe, buscarás a Jesús y no glorificaras a ningún otro sino a Jesús.
Si Dios el Padre y Dios el Hijo demostraron su amor por el Espíritu Santo, ¿Cómo nosotros podemos hacer menos?
Dios lo amó tanto que castigó a los hijos de Israel por su desobediencia; “por lo cual se les volvió enemigo” (Isaías 63:10). Dios no permitía que un sacrificio, o aun las oraciones de Moisés pudieran obtener perdón para el pecado contra el Espíritu Santo.

El alto costo de mentir
La experiencia de Ananías y Safira está clara en lo que les pasa a los que desprecian al Espíritu. La pareja vendió una propiedad y solo dio una pequeña porción de lo que pertenecía a Dios. Pedro dijo: “Ananías, ¿Por qué te llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo?” (Hechos 5:3) Ananías murió al instante. A las pocas horas su esposa vino y Pedro le preguntó: “Dime, ¿vendisteis en tanto la heredad?”
Y ella dijo: “Si, en tanto”.
Y Pedro le dijo: “¿Por qué convinisteis en tentar al Espíritu del Señor? He aquí a la puerta los pies de los que han sepultado a tu marido, y te sacarán a ti. Al instante ella cayó a los pies de él, y expiró” (Hechos 5:7-10).
Pecar contra el Espíritu es peligroso. Si tú no entiendes la obra del Espíritu, no hables de ella; es mejor quedar callado. En mis propios servicios yo oro que todo lo que yo haga sea en Su perfecta voluntad. El Espíritu Santo es el ue me llamó, y Él es el que controla mis reuniones. En otras palabras, Él es el principal del servicio.
Tú necesitas pedirle que se haga cargo de tu vida también.
¿Por qué? Porque Él es el que ha sido enviado para estar contigo –y en ti- para siempre. Puedes conocerlo y tener comunión con El. Y mientras más comunión tengas con El, más grande viene a ser Jesús para ti; y más amoroso también. Cristo dijo: “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual precede del Padre, el dará testimonio acerca de mi” (Juan 15:26)
Así que si deseo saber acerca de Jesús, tengo que ir al Espíritu Santo. Jesús lo dijo. Y Él sabía lo que estaba diciendo.
En el Antiguo Testamento, Moisés podía ir al Padre. En el Nuevo Testamento, los discípulos podían hablar con el Hijo. Pero cuando tú y yo tenemos una necesidad, ¿A dónde debemos volvernos? Al Espíritu Santo. Él es una persona, y Él está esperando ahora mismo que tú lo recibas en tu vida.
Buscando Su presencia tú descubrirás el secreto de los grandes hombres y mujeres de Dios. David dijo: “No me eches de delante de ti, y no quites de mi tu santo Espíritu” (Salmo 51:11). Él sabía muy bien lo que había pasado cuando el Espíritu dejó a Saúl.
Pablo nos dijo que anduviéramos en el Espíritu, viviéramos en el Espíritu, oráramos en el Espíritu. Pedro y Felipe hablaron de Él; y también Cristo.

Es tiempo de comenzar
Tu preguntas: “¿Cómo comienzo?” Realmente es muy simple. Puedes comenzar diciendo: “Espíritu Santo, ayúdame a orar ahora”. Eso es exactamente lo que El desea que hagas. La Biblia dice que El ora por ti “con gemidos indecibles”. Y cuando tú empiezas, sentirás que tu carga es quitada. Tendrás un compañero de oración que te guiará directo al trono de Dios.
El Espíritu Santo es una persona muy amable. El desea ser tu amigo más querido, y Él está esperando para llevarte más cerca de Jesús. Cristo dijo: “Porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; más si me fuere, os lo enviaré” (Juan 16:7). Luego Él dijo del Espíritu: “Él os guiará a toda la verdad y me glorificará; porque tomará de lo mí; y os lo hará saber” (Juan 16:13-14). Y no solo eso –Él te preparará para la venida del Señor, para que estés listo cuando suceda.

El Espíritu Santo está esperando. El desea que comiences una nueva relación –de persona a persona.

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