miércoles, 17 de enero de 2018

Libro: POEMAS DE DIOS [Alex Campos] Capitulo 7 - VUELVE PRONTO

CAPÍTULO 7

Vuelve pronto


Mis ojos yo alcé al cielo y su rostro se escondía en las nubes del gran cielo.
Sin aliento y sin consuelo lloré su despedida. De este mundo tú partías.
Aquel hombre tan bueno, Jesús el nazareno, aquel que no está entre los muertos.
Mi amigo, mi hermano, aquel hombre verdadero, del cielo yo dejé de verlo.
Vuelve pronto, por favor, que tus ojos quiero ver.
Por los campos correré, de tu mano andaré.  
Vuelve pronto, por favor, que tus ojos quiero ver.
Tus caricias recibiré, hasta el fin yo te amaré.
Día a día yo te esperaré, yo me entregaré y te adoraré.
En tu presencia me deleitaré, yo me gozaré, en ti yo moriré.
Vuelve pronto, no tardes en volver, regresa, por favor, regresa otra vez.


Cuando los discípulos estaban despidiéndose de su Maestro, me imagino el dolor que todos sentirían. Al impulsivo Pedro seguramente le corrían las lágrimas por sus mejillas al ver que Jesús estaba por partir. Él había cambiado de forma radical su vida: lo había convertido de un simple pescador en un pescador de hombres. Estaba a punto de ver marcharse a quien por medio de la fe lo enseñó a dar sus primeros pasos por las altas mareas del mar.
Aquel al que vio levantarse de los muertos se despedía de ellos. Una escena dramática y triste.
Jesús les había asegurado a sus discípulos que estaría con ellos hasta el final de los tiempos, y a su vez les prometió que enviaría al Consolador, el poderoso Espíritu Santo, el cual los llenaría con su poder y su presencia. Sin embargo, durante los días anteriores a ser bautizados con el Espíritu de Dios, se habían escondido atemorizados y tristes, porque el Maestro ya no estaba entre ellos.
No sé qué cambios haya hecho Jesús en tu vida, pero puedes estar seguro de que ya hizo lo más importante de todo: dio su vida por ti y toda la humanidad. Detente a pensar por un minuto en este hecho: él dio su vida por nosotros. Creo que esta poderosa verdad es suficiente para hacernos querer entregarle también nuestra vida, no solo de forma pasajera, sino por completo y sin reservas, al punto de que cada vez que le fallemos, sintamos el dolor de perder la comunión con el Creador, el mejor amigo, el concejero fiel, el sanador de nuestras enfermedades, el amado de nuestro corazón. ¿Cuántas veces nos hemos sentido así? En muchas ocasiones he tenido que entonar el coro de esta canción: Vuelve pronto, por favor, que tus ojos quiero ver. No deseo apartar mi mirada ni mi enfoque de él, sino caminar con Jesús cada día, experimentando su amor y perdón.

Día a día yo te esperaré, yo me entregaré y te adoraré. Debemos vivir un día a la vez y siempre llevar una vida devota, en adoración a Dios. En pocas palabras, debemos estar preparados para cuando él retorne, para el momento en que suene la trompeta y seamos levantados a los cielos por Jesús. ¿Te imaginas? Nuestra espera no debe ser pasiva ni despreocupada, sino debemos mantenernos vigilantes y a la expectativa.

Las Escrituras son claras en cuanto a esto: El reino de los cielos será entonces como diez jóvenes solteras que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al novio. Cinco de ellas eran insensatas y cinco prudentes. Las insensatas llevaron sus lámparas, pero no se abastecieron de aceite. En cambio, las prudentes llevaron vasijas de aceite junto con sus lámparas. Y como el novio tardaba en llegar, a todas les dio sueño y se durmieron. A medianoche se oyó un grito: «¡Ahí viene el novio! ¡Salgan a recibirlo!» Entonces todas las jóvenes se despertaron y se pusieron a preparar sus lámparas. Las insensatas dijeron a las prudentes: «Dennos un poco de su aceite porque nuestras lámparas se están apagando.» «No — respondieron éstas—, porque así no va a alcanzar ni para nosotras ni para ustedes. Es mejor que vayan a los que venden aceite, y compren para ustedes mismas.» Pero mientras iban a comprar el aceite llegó el novio, y las jóvenes que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas. Y se cerró la puerta. Después llegaron también las otras. «¡Señor! ¡Señor! —suplicaban—. ¡Ábrenos la puerta!» «¡No, no las conozco!», respondió él. Por tanto —agregó Jesús—, manténganse despiertos porque no saben ni el día ni la hora (Mateo 25:1-13).

De algo debemos estar seguros: Jesús regresará por su iglesia. Él vendrá por segunda vez, y tú y yo debemos estar preparados, listos, atentos. No podemos descuidar nuestra comunión con Dios, pues es esa comunión la que nos fortalece para el día a día, ayudándonos a estar enfocados y no solo a tener nuestras lámparas encendidas, sino también a disponer de la provisión necesaria para cuando él regrese.

La Palabra dice que nadie sabe ni el día ni la hora en que Jesús regresará por nosotros. Él vendrá como ladrón en la noche, cuando menos se lo espere, así que no tengamos por tardanza su regreso, sino más bien vivamos expectantes y deseosos de encontrarnos con él en las nubes.

¿Qué debemos hacer mientras esperamos su retorno? Como dice la canción: En tu presencia me deleitaré, yo me gozaré, en ti yo moriré. Debemos deleitarnos cada día en la presencia de Jesús, en su perfecta voluntad. Dios desea que vivamos no solo añorando su venida, sino que podamos disfrutar de su presencia aquí en la tierra, viviendo agradecidos y orgullosos de que él sea nuestro Señor, siendo los mejores esposos, padres, hijos y alegres representantes de su amor.

La vida cristiana es una increíble aventura donde veremos milagros, desafíos y desiertos, experimentando la poderosa presencia de Dios. No entiendo cómo algunos cristianos pueden vivir una vida aburrida y en continuo lamento. No importa si tienes mucho o poco, si eres alto o bajo, flaco o gordo, lo importante es vivir un día a la vez, siendo agradecidos en todo tiempo y haciendo que nuestra vida sirva de ejemplo a otros y anime a muchos a seguir a aquel al que tú y yo hemos decidido amar sin reservas, a nuestro único y suficiente Salvador, Jesús.

Vuelve pronto, no tardes en volver, regresa, por favor, regresa otra vez. Algunas veces cuando alguien me pide un autógrafo escribo junto a mi firma una cita de Palabra de Dios: Romanos 8:19-23.

Estos versos declaran: «La creación aguarda con ansiedad la revelación de los hijos de Dios, porque fue sometida a la frustración. Esto no sucedió por su propia voluntad, sino por la del que así lo dispuso. Pero queda la firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo».


La creación entera y cada uno de los que hemos aceptado a Jesús como Señor y Salvador anhelamos, deseamos, esperamos con ansiedad ese bendito momento en que él retorne a la tierra por segunda vez, ya que en la actualidad todo el universo y cada ser humano padecen muchos males cada día y existe mucha crueldad en el mundo. Sin embargo, debemos ser luz en medio de tanta maldad y apatía, viviendo vidas rectas y devotas a Dios. La vida es un regalo de Dios y debemos vivirla en gratitud y continua adoración a él, pero nada se comparará al momento en que seamos levantados de esta tierra, renovados con un cuerpo nuevo, disfrutando de todas las promesas que como hijos tenemos el derecho a recibir. Podemos disfrutar de la firme esperanza de que la creación misma será liberada de la corrupción, la maldad y el pecado que por años ha tenido esclavo al mundo. Sí, en ese momento divino seremos libres, nuestros cuerpos mortales serán redimidos y alcanzaremos una gloriosa libertad como hijos de Dios.

lunes, 8 de enero de 2018

Libro: POEMAS DE DIOS [Alex Campos] Capitulo 6 - SU DULCE VOZ

CAPÍTULO 6
Su dulce voz

Lo he mirado a los ojos y mirado con dolor,
Que aunque yo le he fallado, él me mira con amor.
Yo no entiendo muchas veces el porqué de mi error,
solo sé que fielmente escucharé su voz.
Su voz de pasión, su voz de amor,
esa voz que es más que una loca emoción.
Voz que enamora, voz del corazón, voz que cuando escucho sana mi dolor.
Su dulce voz.
Lo he escuchado en un ave entonando su canción,
lo he escuchado en el llanto de aquel bello bebé,
lo he escuchado en la alegría, lo he escuchado en la oración,
lo he escuchado en el silencio de su fiel perdón.


Esta es una de las primeras canciones que escribí, siendo tan solo un adolescente con una sencilla guitarra que trataba de escuchar la suave y dulce voz de mi Señor. Escuchar la voz inigualable de Dios se convirtió en mi anhelo, mi mayor deseo, así que tomaba mi guitarra y me pasaba horas cantando cosas nuevas, melodías recién creadas. Sentía la presencia de Dios, sabía que estaba allí, era algo indudable y la podía apreciar, pero difícilmente era capaz de escuchar la voz audible de Dios, de modo que después de ser grandemente bendecido por su presencia, dejaba la guitarra y me ponía a hacer diferentes actividades. No me quedaba frustrado por no escucharlo, pero sí motivado a esperar que en algún momento él me hablara. Pasaron meses antes de que entendiera una gran verdad: debemos hacer silencio para que la otra persona pueda hablar y nosotros escuchar. No había tomado en cuenta algo tan simple y obvio.

Me gustaría que hicieras el siguiente ejercicio. Piensa en alguien que deseas conocer, alguien que admiras mucho. Entonces un día se encuentran y es tanta tu admiración por esta persona que comienzas a hablar sin parar, le cuentas cómo la conociste, le explicas todo lo que ha motivado en tu vida… en fin, te sientes tan emocionado que no quieres que esta persona se vaya, de modo que tratas de decirle varias cosas para mantenerla más tiempo a tu lado.

Sin embargo, llega el momento en que mira su reloj y te interrumpe para decirte: «Gracias por todas esa palabras tan lindas, pero debo irme ya, me están esperando». Tú te tomas rápidamente una foto con él o ella y te despides, sin saber qué pensaba aquel personaje. Más tarde analizas la situación y concluyes que te hubiera gustado conocerle un poco mejor. No obstante, ¿cómo hubieras podido hacerlo si no le dejaste pronunciar ni una sola palabra? Recuerdo que cuando conocí a Marcos Witt estaba tan emocionado y tenía tantos milagros y cosas que contarle, que la noche no me hubiera alcanzado para decirle todo y a su vez agradecerle la bendición tan grande que representaba para mi vida.

Recuerdo que le conté un poco, pero me deleité más en pasar varias horas esa noche escuchándolo hablar. Me contó cosas que yo no sabía, las ideas que tenía y los proyectos que estaba desarrollando.

¡Vaya! Fue increíble poder descubrir tantas cosas de un hombre al que admiraba y al cual seguiré admirando. Nos dieron las cuatro de la mañana compartiendo una velada inolvidable en mi vida.

La cuestión es que debes permitir que Dios le hable a tu vida.

No sé cuántas palabras le digas, pero sí estoy seguro de que él te esperará para hablarte y comunicarte lo que hay en su corazón. No te levantes de tu silla cuando acabes de hablar, más bien haz silencio y escucha su voz. Es posible que transcurran algunos minutos y creas que estás perdiendo el tiempo, pero tan solo espera, disfruta no solo de su presencia, ya que él quiere que en el silencio puedas también escuchar su voz.

Creo que la mayoría de los tesoros del reino de Dios le aguardan a aquellos que saben escuchar. En las Escrituras encontramos muchas ocasiones en que Jesús les dijo a sus discípulos: «El que tenga oídos para oír, que oiga», exhortándolos de este modo a escuchar sus palabras con atención. Dios desea que tú y yo le escuchemos, que podamos oír su voz y las muchas cosas increíbles que nos enseña al atenderlo con todo cuidado. En su libro Secretos del lugar secreto, Bob Sorge escribió: «Las cosas no cambian cuando hablo con Dios; las cosas cambian cuando Dios me habla. Cuando yo hablo, nada sucede; cuando Dios habla, el universo se vuelve real. De manera que el poder de la oración no se encuentra en convencer a Dios de mis asuntos, sino en esperar en él para escuchar sus asuntos». ¡Cuánta verdad hay en este mensaje! Más importante que nuestras propias palabras, que de igual forma él recibe con agrado, es escuchar la poderosa voz del altísimo.

Después de entender la importancia de hacer silencio para permitir que Dios hable a mi vida, es que comenzaron a nacer mis canciones que más han inspirado a la gente. No me podría atribuir el mérito de ser un excelente escritor o poeta, pues al leer mis canciones solo puedo llegar a una conclusión: Dios es el autor de muchas de ellas.

La voz de Dios nos apasiona, nos llena de un amor inagotable. Se trata de algo más que una loca emoción. Su voz llega al corazón y sana tu dolor. Es posible que te digas que ya llevas varios días tratando de escucharlo y no has oído nada, pero tan solo disfruta de su presencia y en el momento en que él te hable, podrás decir como el salmista: «Vale más pasar un día en tus atrios que mil fuera de ellos» (Salmo 84:10).


Anhelemos escuchar su voz y tengamos la seguridad de que valdrá la pena esperar por ese sublime momento. Mantente fiel, no te rindas, sé fuerte, y como me dijo un buen amigo llamado Danilo Montero, pelea por tu tiempo con Dios. Es en ese tiempo que determinas que Dios estará esperándote para susurrarte al oído su canción de amor.

Libro: POEMAS DE DIOS [Alex Campos] Capitulo 5 - NADA MÁS QUIEN PIENSAS

CAPÍTULO 5
Nada más quien piensas

Miro tu poder, tu inmenso amor, Tu fidelidad eterna, no encuentro error.
Quisiera yo ser quien piensas…
Quisiera ser ángel, para poder cantar, los himnos de gloria a mi rey celestial.
Quisiera ser rey para poder traer bronce plata y oro, incienso, mirra y poder.
Tal vez un poeta para escribir mis mejores estrofas, versos del corazón.
Quisiera haber sido un profeta mayor para anunciar al gran rey.
Solo soy aquel que intenta ser un siervo fiel en la sencillez,
con la capacidad de poder entender que no es una canción, tampoco el poder,
solo un corazón enamorado… de ti.
Pusiste tus ojos en mi corazón. Llenaste mi boca de tu canto, Señor.
Quisiera yo ser quien piensas…

Muchos jóvenes y hasta no tan jóvenes se preguntan qué van a hacer con su futuro sin tener ningún plan. Estas personas ven su futuro como algo incierto, casi dejando al azar lo que vendrá más adelante. Es como una ruleta rusa, y la tendencia es que la respuesta vendrá de lo que esté de moda en el momento. Tal vez muchos de los que se encuentren leyendo ahora este libro se hallen en la búsqueda a fin de saber qué harán en el futuro, y se han embarcado en la aventura de conocer o cumplir su sueño.

Algunos podrían estar en el camino correcto, mientras que otros quizás se encuentren en la penumbra, caminando sin saber si lo que están haciendo es realmente lo que desean hacer.

Escribí esta canción después de tener una conversación con una mujer a la que le pregunté cuál era la actividad que desarrollaba en la iglesia. Esperé que ella me dijera que formaba parte del grupo de danza, música o teatro, o del ministerio misionero o juvenil, o que trabajaba con los niños o desempeñaba alguna de las actividades que resultan más llamativas. Sin embargo, no me dio ninguna de las respuestas que esperaba, sino que con una sonrisa me respondió: «¡Soy intercesora!».

En mi mente surgieron los interrogantes: ¿Qué? ¿Intercesora? Eso es para las ancianas de la iglesia, qué aburrido, pensé. Ella entonces me contó muy entusiasmada acerca de lo increíble que era poder orar por otras personas, otros ministerios y las necesidades ajenas. Poco a poco, mientras iba hablando, me di cuenta de lo poderoso y milagroso que resulta interceder en oración intensamente por otras necesidades diferentes a las nuestras. Recordé una frase que había aprendido en esos días: «No hay nada mejor que hacer negocios con Dios». Cuando nos encargamos de sus intereses y demandas, él se encarga de nuestras necesidades. Simple, pero muy cierto.

Mateo 6:33 afirma: «Más bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas». Otra versión de la Biblia lo expresa con estas palabras: «Busquen el reino de Dios por encima de todo lo demás y lleven una vida justa, y él les dará todo lo que necesiten» (NTV).

Cuando nos encargamos de su reino, entonces ese mismo reino se torna a nuestro favor. Cuando intercedes, dejas a un lado tus necesidades y clamas en nombre de otros que tal vez no conoces, pero que sabes que necesitan oración. En varios países se me han acercado diferentes mujeres diciéndome: «Hermano Alex, Dios nos ha motivado a mantenernos orando por su vida y su familia». Yo las observo y siento gran admiración y respeto. Ni si quiera las conozco, pero ellas diariamente se mantienen orando a favor de nuestro ministerio. ¡Increíble! ¡Qué gente tan maravillosa! El ministerio de la intercesión, algo tan menospreciado y que se lleva a cabo en el anonimato, se convierte en el motor de nuestros ministerios, que se sostienen por las oraciones de muchos que están en la brecha, orando por ti.

Es increíble poder servir a Dios no solo dentro de una iglesia, sino también cuando te encuentras trabajando fuera de ella. No importa si eres pastor, líder, doctor, músico, arquitecto, ama de casa, escritor, abogado, o desempeñas cualquier otra profesión. Busca siempre ser lo que Dios quiere que seas en medio de lo que ya estás realizando. Disfruta lo que haces, pues no lo haces para ti mismo u otros, sino para Dios, quien ve tu corazón y lo fiel que eres para desarrollar la labor que estás llevando a cabo. No menosprecies lo que haces por muy simple que sea, ya que en las manos de Dios siempre será grandioso. Si solo tienes cinco panes y dos peces, te aseguro que en manos del Maestro esto será una bendición inimaginable. No te canses, persevera a fin de encontrar tu lugar y tu llamado, pues el reino de Dios es de los que lo intentan, de los que lo arrebatan.

¿Qué quiero hacer para Dios? Esa es la pregunta que comencé a formularme después de la charla con aquella amiga. No quería equivocarme haciendo lo que todos deseaban hacer. En ese momento la tendencia era ser parte del grupo musical de la iglesia, y aunque sabía que podía cantar bien, no quería involucrarme en algo solo por un impulso emocional, sino deseaba radicalmente hacer lo que Dios había destinado en su corazón para mí.

Una de las cosas que pensé que podría estudiar y desarrollar era la comunicación social, ya que me encanta todo lo que tiene que ver con la radio, la prensa y la televisión. Tener un programa de radio era algo que me llamaba mucho la atención. Poder programar música y dar noticias fue algo que muchas veces pasó por mi mente, y que creo que aún sigue allí esperando el momento para hacerlo.

Lo segundo que pensé que podía hacer era predicar. Recuerdo que en la iglesia a la que asistía se organizó un sábado un concurso de predicación en el que cada persona que se había inscrito tenía quince minutos para dar un mensaje. Puede sonar algo loco que se organizara un concurso de predicación, pero para mí ver entregar a cada persona que pasó al frente ese pequeño mensaje resultó muy motivador y me impulsó a soñar con ser predicador algún día. No quería llegar al cielo y decirle a Dios: «Bueno, esto fue todo lo que logré», y que Dios entonces con una sonrisa me contestara: «Bueno hijo, está bien, pero en realidad tenía pensada otras cosas para ti», sacando luego un rollo de actividades muy diferentes a las que había realizado.

Creo que sería muy triste llegar ante Dios y presentarle algo completamente distinto a los planes que él tiene para cada uno de nosotros.


Tal vez no seas un gran cantante o un gran pintor, tampoco el primero ni un gran señor, sino alguien cuyo corazón Dios escucha en el anonimato. Es posible que no frecuentes los grandes escenarios y tu historia no aparezca en las revistas, pero solo asegúrate de ser lo que eres en el pensamiento de Dios. Nada más quien él piensa, y entonces podrás estar seguro de que estarás haciendo algo que vale la pena.

viernes, 6 de octubre de 2017

Libro: POEMAS DE DIOS [Alex Campos] Capitulo 4 - QUE NO SEA DE PAPEL

CAPÍTULO 4
Que no sea de papel

El tiempo me ha mostrado que todo fue de papel,
sacrificios humanos no pedidos por él.
Al mundo consternado le ha faltado mucha fe,
la esperanza y la confianza, Abraham un loco fue.
La luz no se ha apagado, Jesús sigue aún allí,
esperando que tu tiempo no sea obstáculo a él.

Hace poco escuché una conferencia impartida por el pastor Dante Gebel, de la cual me impactó una increíble frase: «En mucho de los cultos y reuniones cristianas hoy en día solo hay sudor y nada de fuego». ¡Cuánta verdad hay en estas palabras! Y no voy a hablar de ninguna iglesia, sino que me referiré a mi propio ministerio. He llevado a cabo una infinidad de conciertos en los que he sudado por tres horas, preocupado más por el sonido, las luces, el diseño y la excelencia, y no por el fuego del Espíritu Santo. No quiero dar a entender que no estoy de acuerdo con poner cuidado en los detalles. Debemos poner mucho cuidado en ser excelentes. Pero lo que estoy diciendo es que muchas veces nos hemos enfocado más en lo material, en competir con el mundo, sin que haya diferencia entre un concierto secular y uno cristiano. Está muy bien preparar un buen montaje de luces y sonido, tener un escenario que brille por su excelencia, pero la diferencia que debemos establecer con los conciertos seculares es precisamente lograr que en los nuestros descienda fuego del cielo y consuma todo pecado, dolor y enfermedad; de lo contrario, seremos una opción más, un espectáculo más, un evento más en el que la gente la pasará bien, pero saldrá de la misma forma en la que entró. Tú y yo debemos diferenciarnos, y nuestra diferencia radica en que fuimos sellados por Dios para traer su presencia a las vidas que tanto la necesitan.

En 1 Reyes 18 encontramos una historia increíble en la que podemos ver el poder de Dios cuando a través de Elías hace descender fuego del cielo. El pueblo de Israel se había apartado de Dios al mezclar su culto con el de Baal, de modo que el profeta los exhorta a seguir única y exclusivamente al Señor, a dejar de ser duales en sus creencias y no combinar la adoración a Baal y a Dios. Así que Elías convoca a los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y al pueblo de Israel en el monte Carmelo y los reta a probar quién es el Dios verdadero. Para hacerlo, se trajeron dos toros, los cuales serían colocados sobre el altar y consumidos por el fuego que enviaría el verdadero Dios. Elías les dio ventaja al darles la oportunidad de ser los primeros en invocar a su dios, y los profetas de Baal comenzaron a gritar y hacer diferentes cosas para que el poder de su dios consumiera aquel animal.

Desde la mañana hasta el mediodía no dejaron de gritar: «¡Oh Baal, respóndenos!». Elías comenzó a burlarse de ellos al ver que las horas pasaban y su dios no respondía, pero los profetas seguían gritando aún más fuerte para demostrar que Baal era un dios real y verdadero. Al caer la tarde, el profeta de Dios llamó al pueblo y le pidió su atención, reconstruyó el altar y tomó doce piedras en representación de las doce tribus de Israel. Después cavó una zanja alrededor que tuviera la capacidad suficiente para contener doce litros de agua, dispuso la leña, cortó el toro en pedazos y pidió que llenaran veinte jarras con agua y las echaran sobre la leña y la ofrenda.

Entonces Elías hizo una corta y humilde oración y al instante descendió fuego del cielo, el cual consumió el toro, la leña, las piedras y el polvo. Cuando el pueblo vio esto, todos cayeron al suelo y reconocieron que el Señor era el Dios verdadero.

¡Asombroso! A Elías no le tomó más de dos minutos que mediante el poder de Dios se consumiera todo en aquel altar.

En la actualidad, el único sacrificio que Dios desea de nosotros es el de un corazón sincero y sediento de él. Si tenemos una relación íntima en lo secreto con Dios, entonces cuando estemos en público él nos recompensará y hará que el fuego del Espíritu Santo descienda con poder. La Palabra del Señor dice claramente:

Tú no te deleitas en los sacrificios ni te complacen los holocaustos; de lo contrario, te los ofrecería. El sacrificio que te agrada es un espíritu quebrantado; tú, oh Dios, no desprecias al corazón quebrantado y arrepentido
                  (Salmo 51:16-17).

¿Qué le agrada más al SEÑOR: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios, o que se obedezca lo que él dice? El obedecer vale más que el sacrificio, y el prestar atención, más que la grasa de carneros
                  (1 Samuel 15:22).

¿Cuántos sacrificios hemos ofrecido sin que Dios los haya pedido y sin que tampoco los recibiera? Él lo que busca y le agrada es un corazón arrepentido y humillado. Es entonces que el fuego y el poder de Dios se manifestarán de un modo increíble.

Al mundo consternado le ha faltado mucha fe, la esperanza y la confianza, Abraham un loco fue.
Recuerdo una ocasión durante mi adolescencia en que me encontraba caminando y conversando con uno de mis amigos cerca del lugar donde vivíamos, mientras a lo lejos se escuchaba a un vendedor ambulante que gritaba: «Repuestos para la olla exprés». A medida que la voz de aquel hombre se fue aproximando, nos resultó conocida.

Y al verlo más de cerca, nos dimos cuenta de que se trataba de un miembro de nuestra congregación, un señor que siempre veíamos los domingos sirviendo en la iglesia.

Mi compañero le preguntó: «¿Cómo está todo? ¿Cómo le ha ido?». El hombre, con cara molesta y deprimida, le contestó: «Mal, mal, mal. Las ventas han estado muy malas, la situación está muy difícil». Hubo un silencio entre nosotros, porque no esperábamos ver tanta negatividad, o mejor dicho, una fe nula, sin tener nada a lo que afianzarse. Mi amigo lo animó con una sonrisa diciendo:
«Hermano, confíe en el Señor». Sin pensarlo dos veces, aquel hombre nos respondió: «Eso… aténgase a eso». Luego, sin más palabras, se despidió y continuó su camino.

Resulta increíble tal falta de fe y confianza en la bendición de Dios para nuestra vida, pero lamentablemente la postura de este hombre es la misma de la mayoría de los que asistimos a una iglesia.

¿Por qué digo esto? Porque las siguientes frases son las que constantemente escucho en cada lugar al que voy:

«Pastor, ore por mí, que Dios a usted sí lo escucha», «Es que Dios no me oye», «Dios tiene sus preferidos», «No soy aceptado por Dios», «Este mes no voy a diezmar, pues no me alcanza para mis necesidades», y muchas más por el estilo. Fue tal actitud la que motivó la frase de mi canción:

«Abraham un loco fue». Sí, ya no hay nadie que confíe en todo momento en Dios como él. Al igual que los dinosaurios, esta clase de hombres parece ser historia para nosotros como cristianos. No obstante, las Escrituras afirman: «A Abraham se le tomó en cuenta la fe como justicia […] Por tanto, Abraham es padre de todos los que creen» (Romanos 4:9, 11). Al leer y estudiar la vida de este patriarca, a quien Dios llama el padre de la fe, vemos a un hombre que contra viento y marea decidió creer que su descendencia podía abarcar múltiples naciones. Siendo él un hombre de avanzada edad y con una esposa estéril, tal cosa pareciera una locura, algo improbable. En realidad, hasta su misma esposa, Sara, se burló de la idea tan chistosa y alocada de Dios.

Imagínate cada noche a Abraham y Sara mirando las estrellas, mientras él soñaba y pensaba que su generación sería más numerosa que los mismos astros que contemplaba, y Sara con una sonrisa y un abrazo le decía: «Viejo, acuéstate ya y deja esas ideas locas». Sin embargo, aun así, Abraham no dejó de creer. La Biblia nos enseña que luego Abraham y Sara tuvieron un hijo al que llamaron Isaac. ¡Increíble! ¿Cómo pudo pasar? ¿Qué sucedió?

Era algo ilógico. ¿El viejo Abraham tenía razón? La razón siempre va a estar de parte de Dios.
A veces resulta difícil entender sus formas, caminos y pensamientos, pero cuando él promete algo y decidimos creerle, entonces veremos su gloria.


Deja un legado de fe en tu generación, marca la diferencia, sé un loco por Cristo, atrévete a caminar sobre las olas. Jesús te está esperando, no te encuentras solo. Él lo prometió. Es tiempo de que tú y yo caminemos a la medida del varón perfecto que Jesús es.

Libro: POEMAS DE DIOS [Alex Campos] Capitulo 3 - COMO UN JUEGO DE AJEDRÈZ

CAPÍTULO 3
Como un juego de ajedrez

El tiempo se ha tornado como un juego de ajedrez,
los peones a los reyes, los cristianos a su rey.
El tiempo ha pasado, ¿dónde queda el ayer?
El mundo se ha negado a ser conforme a él.
El tiempo no ha parado, corre aún con rapidez,
se aumenta el pecado, su fidelidad también.

Muchos hemos confundido nuestra posición en Dios y asumido una actitud que demanda, en lugar de una que demuestra servicio y sumisión. Hemos establecido nuestra relación con el Señor pensando que él hace milagros y responde cuando nosotros lo solicitamos. A pesar de que no juego mucho ajedrez, entiendo que las piezas de más bajo perfil, como los peones, están para la protección del rey, sin embargo, alguien puede también llegar a utilizarlos para intentar darle jaque. Es como si se midieran de tú a tú con la pieza principal, peón y rey frente a frente, como si se ignorara la jerarquía, el poder y todo lo que la autoridad representa. ¡Imagínate!

En el libro de Apocalipsis, el apóstol Juan describe al glorioso Rey de reyes y Señor de señores, el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin.

En el día del Señor vino sobre mí el Espíritu, y oí detrás de mí una voz fuerte, como de trompeta, que decía: «Escribe en un libro lo que veas y envíalo a las siete iglesias: a Éfeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardis, a Filadelfia y a Laodicea.» Me volví para ver de quién era la voz que me hablaba y, al volverme, vi siete candelabros de oro. En medio de los candelabros estaba alguien «semejante al Hijo del hombre», vestido con una túnica que le llegaba hasta los pies y ceñido con una banda de oro a la altura del pecho. Su cabellera lucía blanca como la lana, como la nieve; y sus ojos resplandecían como llama de fuego. Sus pies parecían bronce al rojo vivo en un horno, y su voz era tan fuerte como el estruendo de una catarata. En su mano derecha tenía siete estrellas, y de su boca salía una aguda espada de dos filos. Su rostro era como el sol cuando brilla en todo su esplendor. Al verlo, caí a sus pies como muerto; pero él, poniendo su mano derecha sobre mí, me dijo: «No tengas miedo. Yo soy el Primero y el Último, y el que vive. Estuve muerto, pero ahora vivo por los siglos de los siglos, y tengo las llaves de la muerte y del infierno (Apocalipsis 1:10-18).

¡Asombroso! Fue tanta la majestad y la gloria que reflejaban su presencia, que Juan calló como muerto a sus pies.

Tú y yo somos pecadores, somos como hormigas al lado de él; con un solo soplo suyo, desapareceríamos de inmediato de la faz de la tierra. Sin embargo, acudimos a su presencia con osadía y demandamos nuestra gran lista de sueños, deseos y peticiones, atreviéndonos a molestarnos con él si no estamos de acuerdo con sus planes, y en el peor de los casos, le damos la espalda a su amor, desviándonos de su perfecta voluntad para nuestra vida.

Sé que el amor, la misericordia y la fidelidad de Dios son muy grandes e incomprensibles, pero tú y yo debemos reconocer que él es Dios, Señor, Soberano y Creador, por lo tanto, debemos mostrarle un supremo respeto que nos lleve a una genuina vida de adoración.

Si mañana te dieran la noticia de que tienes una enfermedad mortal y en pocas semanas morirás, ¿seguirá él siendo el Dios de tu vida? ¿Vendrás a él en adoración y gratitud durante esos últimos días de vida que te quedan? ¿O te molestarás con Dios y le reclamarás por lo que te sucede?

Tendrías que vivirlo tú mismo para saber qué responderías.

Deberíamos considerar el ejemplo de Job, un hombre intachable, que le daba honor a Dios con su forma de vivir. Fue tanto el agrado de Dios por la vida tan especial de Job, que presumía de que no había un hombre como él hasta con el mismo Satanás. Cuando Dios se enorgulleció de su siervo Job, Satanás le dijo que, si le quitaba todo lo que amaba, seguramente dejaría de ser ese hombre tan recto y especial. Sin embargo, como Dios conocía el corazón de su siervo, permitió que el maligno lo despojara de todo lo que tenía. Una vez que Job lo perdió todo y se encontraba tirado en el suelo con el cuerpo cubierto de llagas, mientras su esposa lo animaba a maldecir a Dios, las palabras de este hombre fueron:

«“Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo he de partir. El SEÑOR ha dado; el SEÑOR ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del SEÑOR! A pesar de todo esto, Job no pecó ni le echó la culpa a Dios» (Job 1:21-22).

Más tarde, ante las críticas de sus amigos, replica:

«Aunque sé muy bien que esto es cierto, ¿cómo puede un mortal justificarse ante Dios? Si uno quisiera disputar con él, de mil cosas no podría responderle una sola. Profunda es su sabiduría, vasto su poder. ¿Quién puede desafiarlo y salir bien librado? Él mueve montañas sin que éstas lo sepan, y en su enojo las trastorna. Él remueve los cimientos de la tierra y hace que se estremezcan sus columnas. Reprende al sol, y su brillo se apaga; eclipsa la luz de las estrellas. Él se basta para extender los cielos; somete a su dominio las olas del mar. Él creó la Osa y el Orión, las Pléyades y las constelaciones del sur. Él realiza maravillas insondables, portentos que no pueden contarse. Si pasara junto a mí, no podría verlo; si se alejara, no alcanzaría a percibirlo. Si de algo se adueñara, ¿quién lo haría desistir? ¿Quién puede cuestionar sus actos? Dios no depone el enojo; aun Rahab y sus secuaces se postran a sus pies. ¿Cómo entonces podré yo responderle? ¿Dónde hallar palabras para contradecirle? Aunque sea yo inocente, no puedo defenderme; de mi juez sólo puedo pedir misericordia» (Job 9:2-15).


Después de leer estas declaraciones, podemos decir que Job realmente era un hombre increíble. Aunque hubo momentos en que el dolor lo llevó a la tristeza y la desolación, nunca juzgó ni culpó a Dios por lo que le había sucedido. Él entendía perfectamente quién era Dios y también su posición como hombre. ¿Podremos decir nosotros como Job: «El SEÑOR ha dado; el SEÑOR ha quitado ¡Bendito sea el nombre del SEÑOR!»?

Libro: POEMAS DE DIOS [Alex Campos] Capitulo 2 - EL TIEMPO DE LA CRUZ

CAPÍTULO 2
El tiempo de la cruz

El tiempo ha pasado, ya no es lo mismo que ayer,
la oración la hemos cambiado por el juego, yo qué sé.
El tiempo ha cambiado, ha pasado el interés de aquella palabra que escrita dejó él.
Los tiempos han cambiado, qué pasó con el ayer,
el mensaje de la cruz, los milagros de poder.

Los tiempos han cambiado con referencia a la iglesia primitiva. Hoy es fácil llamarse cristiano, pero ser un verdadero discípulo de Cristo es otro cantar. No todos los que dicen ser cristianos lo son.

Pensando en esto escribí la canción «Es el tiempo de la cruz» cuando tenía veinte años. En esos días había sido impactado por varios mensajes que escuché, pero uno de ellos fue como un fuego que encendió mi vida. Nunca olvidaré aquella ocasión en que, sentado en el piso en casa de uno de mis amigos, las lágrimas corrían por mi rostro mientras escuchaba hablar a aquel predicador. La disertación tenía como título «El discipulado radical, completo y verdadero», un poderoso mensaje que me retó a ser diferente, a conquistar y no ser conquistado, a actuar distinto a los demás y así poder considerarme en realidad un discípulo de Jesús.

En ese mismo tiempo escuchaba muchos sermones que tenían diferentes fines, todos ellos muy buenos y positivos, pero no se predicaba de la cruz, de la vida en Cristo, sino que el mensaje de moda era sobre la prosperidad. No quiero decir que la prosperidad sea mala, pero no es el todo de un cristiano.

Creo que la prosperidad es algo que va en añadidura cuando vives y das tu vida por Jesús. Es como un negocio donde das algo, pero igual recibes. Cuando vives para Cristo y cada cosa que haces le da honor, Dios se encarga de tus negocios (salud, bienestar, prosperidad, familia, etc.). Por eso, al escuchar aquel llamado a ser un verdadero discípulo, me di cuenta de que lo que yo estaba buscando era la bendición y no al que bendice.

El tiempo ha pasado, ya no es lo mismo que ayer. Las Escrituras describen en Hechos 2:43-47 a la iglesia de los primeros días, sin embargo, creo que la misma poco a poco ha desaparecido en nuestro tiempo.

Aquella iglesia que era unida y llena del Espíritu Santo, donde se compartía el pan y se ayudaban mutuamente, sin peleas ni envidias, es difícil de encontrar. Al viajar por diferentes países, he observado un común denominador entre las congregaciones: la falta de unidad. Hay tanto celo, envidia y crítica entre nosotros, que deshonramos a Dios al hacer todo lo contrario a lo que nos ordenó. En Juan 17, Jesús menciona cinco veces la palabra unidad. Los versículos 22-23 afirman: «Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos tal como me has amado a mí».

La unidad que Dios requiere de nosotros está motivada por la unidad que Jesús tiene con el Padre.

Él no busca una unión a medias y por conveniencia, sino desea que alcancemos una perfección en la unidad, y que, por medio de la búsqueda de esa unión tan anhelada, el mundo pueda conocer el inagotable amor de Dios. No quiero entrar en la dinámica de criticar a la iglesia de Cristo y tampoco al liderazgo, pero sí animo a todo líder y consiervo a buscar con diligencia esa unidad que el Señor está esperando de su iglesia. Un pueblo unido es algo tan poderoso que el enemigo sabe que, si nos mantiene sumidos en contiendas y enojos, no representaremos una amenaza tan fuerte como la que seríamos al permanecer en unidad y ser de un mismo espíritu.

La oración la hemos cambiado por el juego. Hace unos años atrás tuve una conversación con el pastor de una congregación en Bogotá, quien con un tono de resignación y un poco de tristeza me decía que los jóvenes de la iglesia eran muy difíciles de liderar, ya que no había ningún compromiso de parte de ellos. Me contaba que, irónicamente, para motivarlos a ayunar los animaba a venir prometiéndoles refrigerios; para que se involucraran en alguna actividad precisaba siempre estar negociando con algo que los enganchara. No podía creer todo lo que escuchaba. Aquel querido pastor me había invitado porque deseaba traerles algo juvenil que los atrajera y con lo que ellos pudieran identificarse. Pensaba que debido a que yo era joven y mi música resultaba moderna sería una buena opción para un programa de sábado en la reunión de jóvenes. Al conocer la situación, entendí que en especial en los jóvenes se ha perdido la práctica de disciplinas como el ayuno y la oración, con todos los beneficios que estas conllevan. Muchos buscan cosas que sean más asombrosas y que contengan un movimiento de las emociones más especial.

En la actualidad queremos actuar motivados por las emociones, no por obediencia y disciplina, algo que observé repetidas veces en las diferentes iglesias que visité. Así que en ese momento empezamos a dar conciertos que se llamaban «El tiempo de la cruz». Luego de tres horas de experimentar una gran unción, los chicos salían con el desafío poderoso de ser discípulos y cristianos verdaderos, dejando de comportarse como un montón de seguidores tibios que se sentaban en las bancas de las iglesias. Me sorprendía ver que muchos líderes solo estaban esperando buena música y un bonito mensaje, pero se asombraban al observar a los mismos chicos rebeldes y sin ningún compromiso, mostrar ahora lágrimas en sus ojos y decirle que sí al llamado radical de Jesús a sus vidas.

Muchos de nosotros hemos cambiado la búsqueda del rostro de Dios en secreto, la oración y el ayuno por diferentes actividades que solo nos distraen, pero no nos llevan más allá de ser cristianos del montón.

El tiempo ha cambiado, ha pasado el interés de aquella palabra que escrita dejó él. Hace unos años, después de estar ahorrando por varios meses, pude comprar un jacuzzi para nuestro hogar. Mi esposa y yo lo habíamos visto en los Estados Unidos e hicimos un esfuerzo incluso para trasportarlo a Colombia. Cuando por fin llegó a casa, la alegría fue increíble; teníamos preparado con anterioridad un lugar especial donde ponerlo, todo estaba listo.

Mientras lo desempacábamos, la emoción creció entre nosotros, en verdad, habíamos invitado a toda la familia para ver este sueño hecho realidad y que nos ayudaran a instalarlo. Notamos sin mucha importancia que aquel objeto traía un manual y diferentes químicos para el agua. A la verdad sabía un poco de los químicos, así que ignoré por completo el aburrido manual, que para colmo estaba en inglés, aunque creo que si hubiera estado escrito en español tampoco le habría prestado mucho interés.

Después de colocarlo en su lugar lo empezamos a llenar, y una vez lleno nos dispusimos a conectarlo, pero entonces nos dimos cuenta de que necesitaba una toma especial, lo cual retrasó la inauguración que todos esperábamos. Luego de que alguien viniera e hiciera la conexión apropiada, lo encendí para que se fuera calentando. Me percaté de que había unos pequeños tubos para medir el nivel de PH y cloro del agua, así que calculé a ojo y según mi gusto la cantidad de cada líquido que debía aplicar. El panel de control también tenía varios botones, pero a mí el que me interesaba era el de apagar y encender, el resto no me preocupaba. Cuando al fin se calentó el agua, no dudamos un instante de que ya era hora de meternos, de modo que entramos.

Después de unos minutos todos teníamos los ojos rojos, pero no le prestamos atención, pues la emoción era tan grande que esto carecía de importancia. Así transcurrió cada día de esa semana, salíamos del jacuzzi con los ojos rojos e irritados, por lo que mi esposa me aconsejó que trajéramos a un experto que nos guiara en cuanto al manejo de los químicos y que le diera una leída al manual, pero como un buen hombre latino, le dije que no necesitábamos llamar a nadie. «Yo sé lo que estoy haciendo», le aseguré.

Pasaron algunas semanas y mi guitarrista, Javier Serrano, se iba a casar, así que organicé una reunión en casa con los chicos de la banda para celebrar su despedida de soltero. La reunión terminó con algunos del grupo metidos en el jacuzzi. Esa mañana había notado que el agua tenía un color verdoso, de modo que apliqué en porciones mayores todos los líquidos para tratar de aclarar el agua, a fin de que en la noche el que quisiera usarlo lo pudiera hacer. El primero que entró al agua fue precisamente Javier, el que se casaba al otro día, y luego lo hicieron dos más.

Después de unos minutos no podían ni abrir los ojos y uno de ellos dijo: «Creo que tiene mucho cloro», pero ninguno salió del agua, sino que hicieron una competencia para ver quién duraba más tiempo debajo de aquella agua caliente. Cuando sacaron la cabeza, sus rostros estaban rojos y ya no podían abrir los ojos, y al acercarme para ver si se encontraban bien, noté que las cabeceras que eran de un material especial se estaban derritiendo. Les dije: «Creo que es mejor que salgan, pues algo no está bien». Mis compañeros tenían toda la piel roja, ya que se habían quemado con el cloro tan fuerte. Javier tuvo que aplicarse muchas cosas para tratar de disimular el color rojo de su cara. Él creyó que yo había organizado todo de esa forma para que nunca olvidara su despedida de soltero.

Después de unos días, el agua empeoró y llamé a un técnico para que viniera a arreglar mi jacuzzi, quien luego de cambiarle el agua y colocarle las cantidades exactas de los químicos, me preguntó con una pequeña sonrisa burlona: «¿Usted leyó el manual?». Le respondí que no un poco avergonzado y él señaló: «Ese fue el error. Usted no puede comprar algo e ignorar todas las indicaciones del manual». Me recomendó que lo leyera, y después de buscarlo descubrí que también venía en español. ¡Cómo sería la falta de interés en el manual que ni siquiera me había percatado de que las instrucciones se encontraban escritas además en mi idioma!

Es obvia la enseñanza. Muchos hemos comenzado nuestro andar en la vida cristiana ignorando que hay un manual que nos enseña cómo debemos recorrer el camino que hemos elegido. Nos convertimos en personas que desean gozar de los beneficios de su Palabra sin tener que leerla y establecer una intimidad con el señor.

Cada día oro al Espíritu Santo que me guíe en la lectura de su Palabra, la cual afirma: «Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hebreos 4:12).

Cuando permites que la Palabra de Dios penetre en tu vida, esta traerá luz y sabiduría a tu camino, y podrás decir como el salmista:

En tus decretos hallo mi deleite, y jamás olvidaré tu palabra.
Enséñame, SEÑOR, a seguir tus decretos, y los cumpliré hasta el fin.
Dame entendimiento para seguir tu ley, y la cumpliré de todo corazón.
Dirígeme por la senda de tus mandamientos, porque en ella encuentro mi solaz.
Inclina mi corazón hacia tus estatutos y no hacia las ganancias desmedidas.
Aparta mi vista de cosas vanas, dame vida conforme a tu palabra.
Confirma tu promesa a este siervo, como lo has hecho con los que te temen


(Salmo 119:16, 33-38).

Libro: POEMAS DE DIOS [Alex Campos] Capitulo 1 - ENAMORADO

CAPÍTULO 1
Enamorado

Escribo este libro porque estoy enamorado. No hago poesías porque alguna vez me lo haya propuesto, sino debido a que los poemas de Dios me han hecho a mí.

La poesía que encuentro en su misericordia, mi familia, mi esposa y lo que he podido vivir en el ministerio al viajar y hablar con miles, me invita y provoca a seguir deteniéndome a reflexionar en lo importante y apasionante de ser moldeado por la bella voluntad de Dios.

Dios ha sido fiel conmigo. Muy fiel. Y aunque probablemente no te conozco personalmente, sé que también lo ha sido contigo.

Quizás te ha tocado experimentar situaciones y sentimientos difíciles. Ese ha sido también mi camino. No obstante, al mirar atrás una y otra vez, he descubierto cuán presente, activo y atento estaba Jesús a mi vida, aunque le estuviera dando la espalda.

He sufrido el abandono de seres queridos, el rechazo, el abuso y la desconfianza a lo largo de mi vida.
Sin embargo, Dios me ha hablado de diversas maneras. Me ha escrito poemas en su Palabra, mediante canciones, en mis intensos momentos de oración y arrepentimiento, y también a través de personas comunes y pastores que me hablaron de su parte.

Dios raramente grita. Por lo general, prefiere susurrarnos al oído. Él quiere tiempo e intimidad, y por eso debemos aprender a hacer a un lado tantas distracciones. Debemos aprender a bajarle el volumen al ruido para escuchar su voz y encontrarnos con esos poemas que quiere regalarnos.

Hace unos años escribí una canción titulada «Enamorado de ti», la cual contiene el siguiente párrafo:

Quisiera haber sido un gran pintor,
con mis manos mostrar tu gran creación.
Pero soy tu hijo, que te ama, Señor,
que escucha tu voz y tu tierna canción.
También soy tu amigo, agradecido estoy de ser tu creación,
Tu gran inspiración.
No seré un profeta, no seré un pastor,
no seré el primero, tampoco un gran señor,
no seré el cantante, no seré el pintor,
solo un corazón enamorado… de ti.

A veces nos convencemos de que lo que Dios busca en nosotros es talento y logros. Eso es lo que normalmente se celebra en la sociedad de hoy, de modo que tenemos la opinión particular de que Dios es uno más en la búsqueda de lo mismo que todos quieren. Sin embargo, esto no es lo que nos enseña la Biblia. Dios te quiere a ti. Me quiere a mí. Nos quiere a ambos cerquita, muy cerquita de él.


Y cuando uno entiende eso, se enamora de su gracia y misericordia. Te das cuenta de que es increíble que solo te quiera a ti, sin que tengas que hacer nada al respecto ni requieras ningún mérito para lograrlo. Cuando entiendes eso, te enamoras y comienzas a ver poemas en todo tipo de situación.

Libro: POEMAS DE DIOS [Alex Campos] Capitulo 7 - VUELVE PRONTO

CAPÍTULO 7 Vuelve pronto Mis ojos yo alcé al cielo y su rostro se escondía en las nubes del gran cielo. Sin aliento y sin consuel...